Capítulo 12

1613 Words
Christopher Tal vez había arriesgado mucho al presentar la nueva canción en el vivo, pero cuando vi que ella se conectó, una emoción de valor se apoderó de mí. Mientras tocaba las notas y cantaba la letra que había escrito pensando en Andrea, no pude evitar imaginarme su rostro, sus expresiones mientras me escuchaba. Sentía un nudo en el estómago, pero no era de nervios, sino de algo más profundo, más visceral. Después de finalizar la transmisión, me recosté en el sofá, cerrando los ojos mientras la adrenalina aún corría por mis venas. Quizás debería haber esperado a cantársela solo a ella, en una videollamada para poder ver su rostro, sus gestos... La idea de verla reaccionar en tiempo real me llenaba de una mezcla de anticipación y miedo. Quería ver esos ojos brillando, esa sonrisa tímida que tanto me encantaba. O tal vez podría tomar un avión y llegar a la puerta de su casa con una serenata. La imagen de mí, guitarra en mano, cantándole bajo la luz de la luna me hizo reír y a la vez me llenó de una intensa nostalgia. Mierda, pensamientos muy intensivos. Eso sería una locura, podría pensar que soy un acosador. Pero la idea de estar tan cerca de ella, de poder tocarla, de sentir su presencia... era tentadora. Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido del teléfono. Era Josh. —¿Y bien? ¿Qué te pareció el vivo? —pregunté, intentando sonar casual. —Lo vi, amigo. Fue increíble. Pero más importante, ¿viste cómo reventaron los comentarios cuando mencionaste a la chica especial? —Sí, los vi —dije con una sonrisa melancólica. —Fue un riesgo, pero sentí que debía hacerlo. —¿Qué pasa con Andrea? ¿Sabe que hablabas de ella? —preguntó Josh, con su tono usual de curiosidad y preocupación. —No lo sé. Creo que no. No mencioné su nombre. Y si lo hiciera, ¿qué pensaría? —respondí, sintiendo la incertidumbre pesando sobre mí. Josh suspiró al otro lado de la línea. —Amigo, tienes que ser honesto con ella. No puedes seguir jugando al misterio. Andrea merece saber lo que sientes. —Lo sé, lo sé. Pero es complicado. Estamos a miles de kilómetros de distancia. No quiero arruinar lo que tenemos por un impulso. Me quedé en silencio, sopesando sus palabras. Tal vez tenía razón. Tal vez era hora de dejar de lado el miedo y enfrentar lo que sentía. Pero, ¿cómo hacerlo sin asustarla, sin perder lo poco que habíamos construido? Después de colgar con Josh, me quedé mirando el techo, tratando de calmar mi mente. Pensé en Andrea, en sus risas, en nuestras conversaciones. Y me di cuenta de algo. No podía seguir así. Tenía que hablar con ella, ser honesto. Aunque significara arriesgarlo todo. Decidido, tomé el teléfono y miré la hora. Había quedado en llamarla al mediodía, pero no sabía si podía aguantar tanto tiempo. "¿Estás bien? Vi que te saliste del vivo antes..." Le envié el mensaje esperando su respuesta. Todas las emociones que sentía se aglomeraron en mi estómago, una mezcla de nervios y anticipación. Los segundos pasaban con una lentitud exasperante. Dos tics azules, leyó el mensaje. Mi corazón latía con fuerza. Escribiendo... Nada. Fuera de línea. Mierda, creo que metí la pata. Me levanté del sofá y comencé a caminar de un lado a otro de la habitación, tratando de controlar la ansiedad que me invadía. ¿Había dicho algo que la incomodara? ¿Tal vez no le gustó la canción? Mi mente empezó a llenar los vacíos con pensamientos negativos, cada uno más catastrófico que el anterior. La guitarra todavía estaba en el sillón. Me acerqué y la acaricié con cariño, como si pudiera calmar mis inquietudes con solo tocarla. El sonido de una notificación me hizo dar un brinco. Miré el teléfono con esperanza y alivio. "Lo siento, Chris. Estaba en el súper y me quedé sin señal. Estoy bien, solo que me sorprendió verte en el vivo. La canción... es hermosa." Mi corazón dio un vuelco. Sentí una mezcla de alivio y euforia al leer sus palabras. "Me alegra que te haya gustado. Quería que la escucharas. ¿Hablamos a la hora del almuerzo?" Pulsé enviar y me dejé caer de nuevo en el sofá, sintiendo cómo la tensión se disolvía lentamente. Saber que ella había escuchado y que había apreciado la canción me daba una nueva oleada de valor. Mientras esperaba su respuesta, mis pensamientos volaron a la imagen de Andrea. La había imaginado en el supermercado, con auriculares puestos, deteniéndose al escuchar mi canción. Quería creer que, aunque fuera por un momento, había sentido lo mismo que yo sentí al componerla. "Claro, me encantaría." Leí su respuesta y sonreí. El alivio y la emoción se entremezclaban, creando una sensación que no podía describir con palabras. Sentí una especie de electricidad recorrerme, una mezcla de esperanza y anhelo que me impulsaba a actuar. "Avísame cuando estés en tu casa" Le escribí, pensando en llamarla lo antes posible. No quería esperar, no podía esperar. "En unos cinco minutos." Conté los segundos, los minutos, incapaz de concentrarme en otra cosa. La ansiedad y la anticipación se mezclaban en mi interior, creando un torbellino de emociones. Me aseguré de tener todo listo: la guitarra a un lado, mi cuaderno de letras abierto, una taza de café humeante en la mesa. Finalmente, mi teléfono vibró. Era ella. "Ya estoy en casa." Tomé una respiración profunda, tratando de calmar los nervios que se agolpaban en mi pecho. Marqué su número y esperé. Cada tono de llamada parecía durar una eternidad. —¡Hola! —Su voz sonó clara y cálida al otro lado de la línea. Inmediatamente, sentí que una parte de mí se relajaba al escucharla. —Hola, Andrea. ¿Cómo estás? —Intenté sonar casual, pero sabía que había una nota de emoción en mi voz. —Estoy bien, gracias. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu mañana? —Fue... interesante. —Me reí, recordando la tensión de antes. —Tuve una visita inesperada, pero ahora todo está bien. —¿Sí? ¿Quién fue? —preguntó, curiosa. —Mi madre. Vino a darme una charla sobre mi vida amorosa. —Rodé los ojos, aunque sabía que ella no podía verlo. —Oh, entiendo. Las madres pueden ser intensas a veces. —Su risa ligera me hizo sonreír. —Sí, definitivamente. —Hice una pausa, decidiendo ser honesto. —¿Te gustó la canción? —pregunté, sintiendo cómo las palabras salían de mi boca con un toque de nerviosismo. —Es hermosa, sí. Me sentí tan sumergida en la letra y la música, fue... Increíble. —respondió con una sonrisa tímida, y sus palabras se filtraron a través de mis sentidos como una suave caricia. —Tu chica misteriosa tiene mucha suerte. Una oleada de calor inundó mi pecho ante su elogio, pero una punzada de incertidumbre también se abrió paso en mi mente. ¿Ella sabía que era ella a quien estaba describiendo en la canción? ¿O pensaba que era otra persona? El sonido del timbre en la casa de Andrea nos detuvo en seco, interrumpiendo el flujo de la conversación. Por un momento, quedamos en silencio, ambos conscientes del inesperado giro de los acontecimientos. —¿Deberías ir a ver quién es? —pregunté, sintiendo un ligero cosquilleo de ansiedad en el estómago. —Sí, supongo que debería hacerlo. —Su voz sonaba un poco distante, como si estuviera pensando en algo más. La imagen en la pantalla tembló un poco cuando Andrea dejó el teléfono en la encimera de la cocina y se alejó hacia la puerta. Pude escuchar el sonido de sus pasos, el eco en la casa. Me quedé mirando la pantalla, sintiéndome un tanto intruso pero incapaz de apartar la vista. —¡Hola mamá! —escuché su voz llena de sorpresa y afecto. —Sí, claro, pasa. Estoy en videollamada con... un compañero de proyectos. La tensión en su voz al mencionar nuestra llamada me hizo sonreír ligeramente. Parecía estar tan nerviosa como yo. Me incliné hacia adelante, tratando de escuchar mejor mientras su madre entraba en la casa. —¿Un compañero de proyectos, eh? —La voz de su madre sonaba curiosa y un poco escéptica. —¿Y qué proyecto es ese? —Es un proyecto musical y educativo, mamá. —Andrea trataba de mantener la conversación casual, pero podía sentir la tensión en su tono. —¿Y ese compañero tiene nombre? —insistió su madre, y pude imaginarla levantando una ceja inquisitiva. —Sí, se llama Christopher. —Andrea hizo una pausa, y pude sentir su nerviosismo a través de la pantalla. —Es muy talentoso. Sentí una mezcla de orgullo y nerviosismo al escucharla hablar de mí. Quería impresionar a su madre, aunque no la conociera, y la situación me hizo sentir vulnerable. —Bueno, parece que tendré que saludarlo entonces. —La determinación en la voz de su madre era inconfundible. Andrea volvió a la cocina, con su madre siguiéndola de cerca. Vi cómo se acercaba al teléfono y lo levantaba, enfocando la cámara en su rostro y luego girándola para que su madre pudiera verme. —Hola, Christopher. Soy la madre de Andrea. —Su rostro apareció en la pantalla, una mujer de mirada amable pero con un aire de autoridad. —Hola, señora. Un placer conocerla. —Respondí, tratando de mantener mi tono de voz lo más calmado y amigable posible. —Así que tú eres el compañero de proyectos de mi hija. —Su madre me miró con atención, evaluándome.
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