Capítulo 11

1662 Words
Andrea Mientras seguía corriendo en la cinta del gimnasio, intentaba apartar mi mente del constante pensamiento en el mensaje de Christopher. "Buenos días, espero que hayas dormido bien." "Buenos días. Sí, dormí muy bien. ¿Cómo estás tú?" Le había enviado como hace una hora y no dejaba de ver si me había respondido. Ana me miraba con una ceja levantada, su expresión claramente diciéndome que me estaba distrayendo demasiado. —Deja de mirar el móvil y sigue corriendo —me reprendió, sus palabras golpeando mi conciencia como un cubo de agua fría. Asentí con la cabeza, tratando de enfocarme en el ritmo de mis pasos y en el latido regular de mi corazón. Pero cada vez que mi mente divagaba, volvía inevitablemente a la imagen de Christopher y al de su mensaje. Terminé mi sesión de ejercicio exhausta pero con la mente más clara. Decidí que tenía que dejar de obsesionarme con cada respuesta de Christopher y concentrarme en mi vida real. Sin embargo, cuando finalmente revisé mi teléfono, me encontré con una respuesta suya que hizo que mi corazón diera un vuelco y mi rostro se iluminara con una sonrisa involuntaria. La respuesta de Christopher era breve pero reconfortante: "Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Qué planes tienes para hoy?". Aquellas simples palabras hicieron que todo mi cuerpo se relajara, como si hubiera estado sosteniendo la respiración hasta ese momento. —No sé tu, pero a mí se me antoja algo de comer —Ana apareció de repente, su voz rompiendo el silencio de mis pensamientos. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando su presencia me tomó por sorpresa, y mi corazón se saltó un latido ante el susto. —¡Ahhh! —exclamé, llevándome una mano al pecho, mientras intentaba recuperar la compostura. —¿Podrías hacer algún sonido cuando te acercas? Ella soltó una risa divertida, y pude ver el brillo travieso en sus ojos. —He estado diciendo tu nombre como unas diez veces. Creo que estás en otro mundo, amiga —dijo con una sonrisa, como si disfrutara de mi despiste. —Lo siento, Ana. Estaba... distraída —respondí, todavía recuperándome del susto mientras recogía mis cosas del gimnasio. Ana me miró con una ceja alzada, como si estuviera a punto de desentrañar todos mis secretos con solo una mirada. Conocía bien mi tendencia a perderme en mis pensamientos, especialmente cuando algo me emocionaba. —¿Algún hombre guapo ocupando tu mente? —preguntó con una sonrisa traviesa mientras salíamos del gimnasio y nos dirigíamos hacia el estacionamiento. —No, nada de eso —respondí con rapidez, aunque sentí un ligero rubor en mis mejillas. La sola idea de Christopher era suficiente para hacer que mi corazón latiera con fuerza y mi mente se llenara de pensamientos... poco profesionales. La vibración inesperada de mi teléfono sacudió mis pensamientos, devolviéndome a la realidad. "¿Puedo llamarte a la hora del almuerzo?" Una sonrisa se extendió por mi rostro mientras leía el mensaje, sintiendo cómo la emoción se apoderaba de mí. "Sí, claro que sí," respondí rápidamente. —Voy al súper a comprar unas cosas para el almuerzo —le dije a Ana, guardando el teléfono en el bolsillo de mi campera con una sensación de emoción y nerviosismo que aún latía en mi pecho. Ana, con una sonrisa pícara en sus labios, me miró divertida. —¿Me estás invitando a almorzar? —preguntó, levantando una ceja. Su pregunta me tomó por sorpresa, pero me hizo sonreír. Ana siempre sabía cómo aligerar el ambiente. —Bueno... Te espero al mediodía entonces —respondí, tratando de sonar despreocupada, aunque mi mente ya estaba en la conversación que tendría con Christopher. —Nah, es broma, tengo una cita —me dijo Ana mientras caminábamos hacia mi auto, su tono juguetón y despreocupado. —¿Una cita a esta hora en pleno día de semana? —pregunté intrigada, levantando una ceja mientras la miraba de reojo. —Sip, me gusta desafiar la lógica —respondió, guiñándome un ojo con una sonrisa amplia y traviesa. No pude evitar reírme de su ocurrencia. Ana siempre tenía una forma de ver el mundo que me encantaba. Nos detuvimos frente a mi auto, y saqué las llaves para abrirlo. El sonido familiar de la alarma desactivándose me hizo sentir un poco más en casa. —Bueno, tal vez más tarde podrías contarme sobre la cita —le dije, observándola mientras se dirigía hacia su propio auto, estacionado unos metros más adelante. Ana se volvió y me lanzó una última mirada cómplice. —Obvio, te llamo después de Chris... —dijo, su tono cargado de insinuación. Me sonrojé ligeramente y sacudí la cabeza, sonriendo. Subí a mi auto y encendí el motor, el ronroneo bajo del motor llenando el silencio. El sol de otoño brillaba débilmente mientras conducía hacia el supermercado, las hojas doradas y rojas caían suavemente al suelo, creando una alfombra crujiente a lo largo de la calle. Estacioné el auto y me bajé, sintiendo el aire fresco en mis mejillas mientras me dirigía a la entrada. Tomé un carrito y comencé a recorrer los pasillos, sumida en mis pensamientos. De repente, mi teléfono vibró en el bolsillo de mi chaqueta. Lo saqué y vi una notificación que hizo que mi corazón diera un pequeño salto: Christopher estaba haciendo un vivo. Sin dudarlo, me coloqué los auriculares y entré a la transmisión mientras empujaba el carrito por el pasillo de las verduras. La pantalla del teléfono mostró a Christopher en su estudio, sin camisa, con su guitarra descansando sobre su rodilla. Mis ojos se abrieron de par en par y me detuve en seco, olvidando momentáneamente dónde estaba. Sus dedos acariciaban las cuerdas con familiaridad, y las notas que salían de su guitarra eran una melodía nueva y desconocida para mí. —Hola, chicos —dijo Christopher, su voz cálida resonando a través de los auriculares. Sus ojos brillaban con una intensidad que me hizo sonrojar. Continué observando mientras él hablaba con su público, respondiendo preguntas y sonriendo a los comentarios que leían en la pantalla. De repente, sus ojos se enfocaron en algo, y su sonrisa se hizo aún más grande. —Andrea, bienvenida —dijo, y su voz pareció bajar un tono, haciéndose más suave. —Qué bueno verte por aquí. Mi corazón latió más rápido, y una cálida sensación de satisfacción me recorrió. Me mordí el labio, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Christopher volvió a mirar a la cámara. —Hay algo que quiero compartir con ustedes hoy. He estado trabajando en una nueva canción, inspirada por alguien especial. —Hizo una pausa, su mirada fija en la cámara, como si estuviera hablando directamente conmigo. —Esta canción es para ella. Comenzó a tocar una melodía suave y romántica, sus dedos moviéndose con gracia sobre las cuerdas de la guitarra. La música llenaba mis oídos, envolviéndome en una sensación de calidez y paz. Cerré los ojos por un momento, dejándome llevar por la magia de su interpretación. La voz de Christopher se elevó sobre la música, cantando palabras que resonaron profundamente en mi corazón: —Con cada llamada, siento algo florecer, tu voz en el auricular me hace estremecer. Despertando emociones que creía dormidas, estás despertando algo en mí, querida. Me detuve en el pasillo, con las manos temblorosas aferradas al carrito de compras. Los otros compradores seguían su camino, ajenos a la pequeña burbuja de intimidad que se había creado a mi alrededor. Cuando terminó la canción, Christopher miró a la cámara y sonrió. —Espero que les haya gustado. Gracias por escucharme, chicos. Y a ella... espero que te haya gustado. —Guiñó un ojo, y yo sentí que mi corazón estaba a punto de explotar de emoción. La transmisión en vivo estaba llena de comentarios que comenzaban a inundar la pantalla, y aunque la mayoría de ellos eran elogios y palabras de apoyo, algunos se destacaban más que otros. —¡Qué hermosa canción! ¿Quién es la chica especial? —leyó en voz alta, sonriendo con una mezcla de diversión y misterio. —Sí, Chris, cuéntanos quién te ha inspirado —dijo, mirando directamente a la cámara. Sus ojos brillaban con un destello que no pude descifrar del todo. Sentí un nudo formarse en mi estómago. Christopher se pasó una mano por el cabello, luciendo un poco pensativo. —Bueno, digamos que ella es alguien muy especial, pero prefiero mantener su identidad en secreto por ahora. Algunas cosas son más bonitas cuando se mantienen privadas —dijo, guiñando un ojo nuevamente. Los comentarios siguieron llegando, llenos de corazones y mensajes de apoyo. "¡Qué enigma!" "¡Queremos saber más!" Pero Christopher solo sonrió, manteniendo su postura. Apagué la transmisión y continué empujando el carrito de compras por el supermercado, sintiendo un torbellino de emociones dentro de mí. ¿Podría realmente ser yo esa chica especial? ¿O estaba todo en mi cabeza? —Vamos, Andrea, concéntrate —me dije en voz baja, tratando de apartar esos pensamientos de mi mente mientras escogía algunos tomates. Pero la semilla de la duda y la esperanza ya había sido plantada, y no importaba cuánto intentara distraerme, la imagen de Christopher y sus palabras seguían volviendo a mi mente. Mi corazón latía con fuerza, cada latido cargado de anhelo y temor. Terminé de hacer las compras y me dirigí a la caja, intentando mantenerme en el presente, pero la sonrisa de Christopher y la melodía de su canción seguían resonando en mi cabeza. Pagué los alimentos y volví al coche, guardando las bolsas en el maletero. —¿Podría ser yo? —me pregunté a mí misma, sentándome detrás del volante. Pero la incertidumbre era insoportable. Y mientras conducía de vuelta a casa, me prometí a mí misma que encontraría la manera de descubrir la verdad, aunque eso significara arriesgarme a un posible desengaño. Porque, al final del día, algunas cosas valían la pena el riesgo.
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