Christopher
La llamada se cortó y sentí un vacío en mi interior, como si de repente me hubieran arrebatado algo esencial. Necesitaba una salida para canalizar la mezcla de emociones que me invadía.
Me levanté abruptamente de la silla, dejando a Josh mirándome con una expresión de confusión en el rostro. Volví en segundos con un cuaderno, una lapicera y mi guitarra, dispuesto a darle forma a lo que bullía en mi mente.
Con las primeras notas de la guitarra, una melodía romántica comenzó a surgir, emanando de mis dedos como una cascada de sentimientos. Cada acorde parecía ser un susurro de las emociones que luchaban por salir.
—Con cada llamada, siento algo florecer —comencé la lírica de mi canción, permitiendo que las palabras surgieran como un torrente de emociones desbordadas.
Mientras las notas de la guitarra resonaban en la habitación, sentí cómo la melodía se entrelazaba con mis propios sentimientos. Las palabras fluían como un río, llevando consigo la fuerza de mis emociones.
—¿De verdad? —rió Josh desde su asiento, pero su tono no lograba perturbar la intensidad de mi creación.
—Tu voz en el auricular me hace estremecer —repetí, sumergiéndome aún más en la melodía que fluía de mis dedos y mi voz.
Mientras seguía componiendo, sentí una chispa de frustración ante la interrupción de Josh. Su comentario sarcástico resonó en la habitación, pero me mantuve enfocado en mi arte.
—Y dices que es profesional —se burló, sumido en su propia conversación por teléfono con Ana.
—No voy a negar que me gusta —susurró Josh, su voz llena de asombro mientras leía lo que había escrito, no sé en qué momento se acercó a mí. —Con cada llamada, siento algo florecer. Tu voz en el auricular me hace estremecer. Despertando emociones que creía dormidas. Estás despertando algo en mí, querida.
Josh tarareó las palabras con la misma intensidad con la que las había escrito, y por un momento, el aire parecía cargado de electricidad.
—Esto es... —traté de articular, pero me resultaba difícil encontrar las palabras adecuadas.
—Esto, amigo mío, es increíble —dijo Josh, palmeando mi hombro con entusiasmo.
—Creo que esta canción podría ser especial —mencioné, sintiendo una oleada de emoción al imaginar cómo resonaría en la audiencia.
Él asintió con entusiasmo, su rostro iluminado por la emoción compartida.
—Definitivamente, Chris. Creo que has capturado algo realmente poderoso aquí.
Con el ánimo elevado por la inspiración y la energía de la composición, continué trabajando en la canción incluso después de que Josh se fuera.
A pesar del cansancio que comenzaba a pesar en mis párpados, persistí, decidido a completar la canción y presentarla al mundo. Sabía que esta composición era especial, y estaba ansioso por compartir su mensaje con otros.
El sonido del teléfono rompió el silencio en el que estaba sumido, sacándome abruptamente de mi sueño profundo.
Aunque no había notado que me había quedado dormido, la grabación de la melodía de la canción que había estado componiendo aún se estaba reproduciendo en el aire, recordándome mi tarea inconclusa.
Con un suspiro, atendí la llamada sin siquiera comprobar el identificador.
—¿Hola? —mi voz aún cargada de sueño, tratando de enmascarar mi sorpresa.
—Disculpa, ¿te desperté? —La voz de Andrea al otro lado de la línea me sacó por completo de mi letargo, haciendo que mi corazón diera un salto en mi pecho.
—No, no, estaba trabajando en una nueva canción... —respondí rápidamente, tratando de ocultar mi estado de somnolencia.
—¿Tan malo para quedarte dormido? —intentó hacer una broma, y su risa ligera bailando en mis oídos.
—En realidad, creo que me dio tanta paz que no pude evitarlo —confesé, dejando escapar una risa suave.
—Siento llamarte a esta hora... Ana se fue hace unos minutos. —expresó ella, con un tono de disculpa evidente en su voz.
—No te preocupes, —respondí rápidamente, tratando de tranquilizarla —gracias por llamar.
—Entonces... creo que es muy tarde para hablar de algún proyecto —mencionó, su voz cargada de resignación.
—Tal vez lo es... Pero me gusta escucharte, —confesé, sintiendo cómo el cansancio se apoderaba de mí mientras me frotaba los ojos, tratando de mantenerme despierto para disfrutar de nuestra conversación.
—Buenoooo —ella alargó la "o" con una nota juguetona —podría llamarte mañana.
—Sí, está bien, —respondí con resignación —hablamos mañana.
Ambos titubeamos antes de cortar la llamada. Sin esperar ni un segundo, le escribí:
"Buenas noches, Andrea."
Su respuesta no se hizo esperar:
"Buenas noches, Chris."
***
Mis músculos se tensaron al escuchar los golpes insistentes en la puerta, rompiendo mi sueño en mil pedazos. Maldiciendo en voz baja, me levanté de la cama y fui a abrir.
—Hasta que te decides a abrir —la voz furiosa de mi madre resonó en la habitación, su tono cortante como una hoja afilada.
—Buenos días para ti también —respondí, tratando de mantener la calma mientras me estiraba y bostezaba.
—No son tan buenos cuando me levanto con más de veinte mensajes de Sarah en el móvil —gruñó ella, y su enojo llenó el espacio entre nosotros como una densa niebla.
Observé a mi madre moverse por el apartamento con una determinación casi aterradora, como si cada paso fuera un eco de su disgusto. Se puso a hacer café como si estuviera ejecutando una sentencia, sus movimientos rígidos y precisos.
—Yo... ¿lo siento? —intenté disculparme, aunque no estaba seguro de por qué.
—¿Cómo es eso de que estás saliendo con alguien más? —me espetó, girándose para enfrentarme con una mirada acusadora.
—Yo no... —comencé a decir, pero ella no me dejó terminar.
—No me des excusas, muchacho. Tú sabes bien que debes volver con ella. Ella es muy bonita y buena persona, todos en la iglesia la adoran —declaró, levantando las manos en un gesto de frustración.
Todos en la iglesia creían conocer a Sarah, pero la verdad era que nadie sabía quién era ella realmente.
El peso del silencio se hizo más opresivo mientras mi madre y yo nos enfrentábamos en el pequeño apartamento. Me sentí atrapado entre su expectativa y mi propia verdad, una verdad que no podía compartir con ella sin arriesgarme a su desaprobación.
—Mamá, entiende, las cosas no son tan simples como parecen —intenté explicar, buscando desesperadamente una manera de hacerle entender mi situación.
Ella me lanzó una mirada escéptica, como si dudara de mis palabras antes incluso de que las dijera.
—No tienes idea de lo complicado que es —continué, sintiendo que cada palabra era como un peso adicional sobre mis hombros.
—Lo único que sé es que Sarah te ama, y eso debería ser suficiente —replicó, su tono de voz apenas contenía su frustración.
Me mordí el labio inferior, luchando contra la oleada de emociones que amenazaban con inundarme. Sabía que no podía seguir viviendo una mentira, pero tampoco quería decepcionar a mi madre.
—No puedo volver con ella, mamá —dije con voz temblorosa, consciente de que mis palabras podrían desencadenar una tormenta.
Su expresión se endureció, y su mirada se volvió fría como el acero.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó, su tono lleno de desafío.
Respiré profundamente, sabiendo que no había vuelta atrás.
—Lo que sea necesario para ser honesto conmigo mismo —respondí con determinación, enfrentándome a su mirada con la misma firmeza.
—¿Y qué pasa con tus responsabilidades? ¿Y con lo que la gente va a decir? —espetó, sus palabras como dardos dirigidos a mi corazón.
—Lo siento, mamá, pero no puedo vivir mi vida pensando en lo que los demás esperan de mí —respondí, mi voz resonando con una determinación que ni yo sabía que poseía.
Ella me miró con incredulidad, como si no pudiera creer que su hijo estaba desafiando sus normas establecidas.
Pero yo ya había tomado mi decisión, y estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias, incluso si eso significaba decepcionar a los que más quería.
Con un suspiro resignado, mi madre se dio la vuelta y salió del apartamento golpeando la puerta con fuerza, dejándome solo con mis pensamientos y con la certeza de que había elegido el camino correcto, aunque fuera el más difícil.