Capítulo 9

1573 Words
Andrea La noche estaba cayendo y la luz cálida de la lámpara de mi escritorio iluminaba las hojas dispersas por toda la superficie. Estaba hablando con Christopher sobre las ideas para integrar su música en mis clases de inglés, y aunque me sentía agotada, su entusiasmo me daba la energía necesaria para seguir. —Esas ideas son geniales, Andrea —me dijo él con una sonrisa que casi podía sentir a través de la pantalla. Mis manos estaban llenas de papeles, notas y tareas por corregir, acumuladas como una montaña que parecía crecer cada vez que miraba hacia otro lado. Mi mente estaba saturada, pero la presencia virtual de Christopher era un bálsamo en medio del caos. Por suerte, Tomy no tendría que aguantar mi estado de ánimo hoy. Se había ido en la tarde a pasar unos días con su papá, lo que me daba un respiro para concentrarme en mis proyectos sin sentirme culpable por descuidar mi rol de madre. —Ya he pensado en las canciones que podemos trabajar —le dije, tratando de mantener mi voz firme y profesional. —Te pasaré la lista para ver si estás de acuerdo... Justo en ese momento, el timbre de la puerta sonó, resonando fuerte en el silencio de la noche. —Dame un segundo —dije, disculpándome rápidamente mientras dejaba los papeles sobre el escritorio y me levantaba. Caminé hacia la puerta, mis pasos resonando en el piso de madera. Una mezcla de curiosidad y cansancio me envolvía. ¿Quién podría ser a esta hora? Abrí la puerta y me encontré con Ana, sosteniendo una botella de vino y una sonrisa traviesa en su rostro. —¡Sorpresa! —dijo, entrando sin esperar invitación. —Pensé que te vendría bien un descanso. No pude evitar reírme. Ana siempre sabía cuándo aparecer para salvarme de mi propia locura. —Estoy en medio de una llamada con Christopher —le susurré, tratando de no sonar demasiado agitada. —¿El mismísimo Christopher? —dijo ella, alzando las cejas con picardía. —Eso sí que no me lo pierdo. La seguí de vuelta al escritorio, donde Christopher esperaba pacientemente en la pantalla. Su rostro se iluminó al vernos regresar. —Hola, —saludó, su voz cálida y amable. —¿Te unes a la discusión? —Solo como observadora —bromeó Ana, guiñándome un ojo mientras se sentaba en el sofá cercano. Volví a centrarme en la llamada, tratando de ignorar la presencia de Ana y concentrarme en la conversación con Christopher. —Lo siento por la interrupción —dije, sentándome de nuevo. —Te decía sobre la lista de canciones... Christopher sonrió, y su sonrisa tenía ese efecto tranquilizador que hacía que todo lo demás pareciera menos pesado. —No te preocupes, Andrea. Entiendo perfectamente. Estoy ansioso por ver la lista y empezar a trabajar en esto contigo. —Oye, —dijo Ana abriendo la botella de vino, —por casualidad, ¿no tienes algún amigo guapo para presentarme? —¡Ana! —le grité, mi cara encendiéndose de vergüenza. —¿Qué? No solo tú puedes divertirte... —dijo haciéndose la inocente mientras vertía el vino en dos copas. —Esto no es diversión, es trabajo —le respondí, notando cómo los ojos de Christopher se apagaban un poco al escuchar mis palabras. Ana me entregó una copa y levantó la suya, mirándome con una sonrisa traviesa. —Trabajo y diversión es lo mismo para ti —me dijo, chocando ligeramente su copa con la mía. —¿Y bien? —insistió, volviendo su mirada hacia la pantalla. Christopher se aclaró la garganta, recuperando la compostura con una sonrisa. —Claro, te puedo pasar el número de un amigo —respondió, manteniendo la mirada en la cámara. —Justo está aquí conmigo. Ana soltó una risita mientras daba un sorbo a su vino. —Preséntamelo primero, sin compromiso —bromeó, lanzándome una mirada cómplice. Me reí nerviosamente y miré a Christopher, quien parecía más relajado ahora. —Bueno, Joshua es un gran tipo —dijo Christopher, mirando hacia un lado de la pantalla. —¡Josh, ven aquí un momento! Pude escuchar la voz de Josh en el fondo, preguntando qué pasaba. Un momento después, la figura de Josh apareció en la pantalla, sonriendo con curiosidad. —Hola, Andrea —dijo Josh, inclinando ligeramente la cabeza en señal de reconocimiento y saludo. Luego, su mirada se desplazó hacia Ana. —Y hola... ¿amiga de Andrea? Ana se inclinó hacia la cámara, su sonrisa ampliándose. —Ana, para servirte —respondió, levantando su copa en un saludo. —Encantada de conocerte, Josh. —Igualmente, Ana —respondió Josh, su tono amigable. —Entonces, ¿cómo va todo por allí? —Muy bien —respondió Ana, lanzándome una mirada traviesa. —Estaba pensando que podríamos hacer una videollamada doble algún día, ¿qué te parece? Mi boca se abrió en sorpresa y no pude evitar reírme. —¡Ana, por favor! —dije, tratando de mantener un semblante serio. —Perdonen... mi amiga a veces no tiene filtro. Christopher soltó una risa suave, sus ojos brillando con diversión. —No hay problema, Andrea. Es bueno tener amigos que nos mantengan en nuestro lugar —dijo, mirando a Josh. Josh asintió, sonriendo ampliamente. —Claro, Chris. Andrea, Ana, ha sido un placer. Ahora los dejo para que sigan con su... trabajo —dijo, lanzándonos una última sonrisa. —¡Espera! —dijo Ana sacando rápidamente su teléfono de su bolsillo y abriendo la aplicación de mensajería, generando un código QR para compartir su número. —¿Me escribes? Josh escaneó el código con una sonrisa en sus labios. Unos segundos después el teléfono de Ana sonó. —¿Seguimos por ahí? —preguntó él mirando a mi amiga con una sonrisa ladeada en sus labios y sus ojos brillando con insinuación. —Va —respondió ella. Se movió por la sala, y se acomodó en el sofá, con una mirada satisfecha. —Bueno, eso fue interesante —dijo en un murmullo, levantando su copa de nuevo. —Brindemos por las nuevas oportunidades, sean de trabajo o diversión. La risa de Ana y Josh resonaba en la habitación mientras sus teléfonos seguían sonando sin parar. Observé a Christopher a través de la pantalla, notando su expresión divertida mientras observaba la escena. —¿Se están hablando? —le pregunté, sintiendo curiosidad. —Sí... Creo que hemos creado un monstruo —respondió él, riendo suavemente. —Bueno, tal vez deberíamos cortar la llamada, podemos hablar más tarde... —dije, preparándome para terminar la conversación. Pero antes de que pudiera desconectar, Christopher pareció dudar por un momento. —Espera... —dijo de repente, captando mi atención. —¿Sí? —pregunté, deteniéndome en medio de la habitación. —Tal vez... Podríamos... —comenzó, pero luego suspiró con resignación, interrumpiéndose abruptamente. —¿Qué pasa? —inquirí, intrigada por su cambio repentino de tono. —Nada, déjalo —respondió él, como si se arrepintiera de haber mencionado algo. Me quedé mirándolo por un momento, preguntándome qué estaba pasando en su mente. Pero antes de que pudiera indagar más, decidí dejarlo estar por ahora. —Está bien. Te escribo cuando no tenga distracciones a la vuelta —le dije, señalando hacia Ana con un gesto de la cabeza. —Me encantaría —respondió Christopher, su sonrisa cautivadora iluminando su rostro. Sentí un cosquilleo en el estómago al escuchar esas palabras, y una cálida sensación de emoción se apoderó de mí. No pude evitar sonreír, sintiéndome emocionada. Después de cortar la llamada con Christopher, me acerqué a Ana, quien no dejaba de sonreír. —¿Entretenida la charla? —pregunté, con una sonrisa cómplice. —Sí, estamos hablando de ustedes y lo bien que se verían juntos —respondió ella, con una chispa traviesa en los ojos. —¡Ana! —exclamé, sintiendo cómo el rubor subía a mis mejillas. —Oh, vamos, Andrea, ¿cuántos años tienes? Son dos adultos solteros e independientes... —replicó Ana, con un tono de complicidad. —Estamos a miles de kilómetros de distancia... —suspiré, tratando de desviar la conversación. Pero Ana no se dejaba convencer tan fácilmente. —Sabes que existen los aviones, ¿no? —bromeó, con una mirada traviesa. Rodé los ojos, sabiendo que ella no dejaría de insistir fácilmente en el tema. —No sé nada de él aparte de lo profesional, podría ser un delincuente... —comenté, aunque sabía que era una preocupación absurda. Ana, con una expresión de falsa alarma, se llevó una mano al corazón. —¿¡Dejaste que un delincuente se relacionara con tus estudiantes!? —exclamó, exagerando dramáticamente. —Oh, vamos, sabes lo que quiero decir —respondí, rodando los ojos mientras me servía más vino para acompañar la charla. —¡Claro que lo sé! ¡Eres profesional en el autosabotaje! —regañó Ana. —¡Claro que no! —respondí, sintiendo cómo la acusación me sacudía. —Te puedo listar todos los pretendientes que has ahuyentado... —insistió. —¿Los mismos que dejaban de escribir cuando sabían de Tomy? ¿O aquellos que se molestan porque trabajo mucho? —me defendí, recordando los desafíos pasados. —Christopher no es como esos idiotas... —trató de convencerme Ana. —No me interesa. Esto es profesional. Punto. —cerré la discusión, decidida a no dejar que las emociones interfirieran en mi trabajo.
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