Capítulo 4

1752 Words
Andrea —Buenos días, Tomy —dije mientras mi hijo entraba en la cocina, arrastrando los pies y con los ojos todavía medio cerrados. —Mmmm —fue su única respuesta, un murmullo apenas audible. La luz de la mañana entraba a raudales por las ventanas, bañando la cocina en un cálido resplandor dorado. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el olor del pan tostado. Sin embargo, la presencia taciturna de mi hijo adolescente contrastaba con la calidez del entorno. Si bien él no había sido un niño desobediente en el pasado, la adolescencia le estaba afectando, volviéndolo más reservado y monosilábico. —¿Dormiste bien? —insistí, esperando romper su caparazón matutino. —Ajá —respondió, sentándose a desayunar y comenzando a devorar su cereal con una lentitud casi ritual. Su cabello despeinado y su ropa deportiva le daban un aire vulnerable que contrastaba con su actitud distante. No pude evitar sonreír ante su torpeza somnolienta. A pesar de su intento por parecer indiferente, seguía siendo mi pequeño, atrapado en ese limbo complicado entre la niñez y la adultez. —¿Sabes algún otro monosílabo? —me reí, esperando al menos arrancarle una sonrisa. Pero en lugar de eso, recibí una mirada de fastidio que decía más que mil palabras. —Es un chiste... —intenté suavizar el ambiente, pero Tomy solo bufó, concentrado en su desayuno. —Dormí bien, mamá. Voy a ir a jugar con unos amigos al basket más tarde —dijo finalmente, mientras comía algo de su plato. Su voz, aunque todavía somnolienta, tenía ese tono familiar que me reconfortaba. Me alegraba saber que aún disfrutaba de actividades al aire libre con sus amigos. —Bien. Es bueno saber que no has perdido la capacidad del habla —bufé, pasando mi mano por su cabello desordenado, despeinándolo aún más. Él se quejó ligeramente, pero no pudo evitar sonreír, aunque solo fuera un poco. Ese pequeño gesto de afecto me llenó de calidez. Tomy terminó su desayuno rápidamente, levantándose para llevar su plato al fregadero. Observé cómo se movía con esa mezcla de torpeza y gracia propia de su edad. Sabía que estos años pasarían volando, y que pronto sería un joven independiente. Quería atesorar cada momento. —¿Necesitas algo para el basket? ¿Una botella de agua, quizás? —le pregunté, queriendo prolongar la conversación un poco más. —No, estoy bien, —respondió, esta vez con un tono más suave. Lo observé mientras se dirigía hacia la puerta, listo para salir y encontrarse con sus amigos. —Diviértete, Tomy. Y cuídate —dije, viendo cómo desaparecía por la puerta principal. La casa quedó en silencio una vez que él se fue. Me serví otra taza de café y me senté a la mesa, dejando que la quietud de la mañana me envolviera. Aproveché para poner algo de música. La melodía suave de una canción pop llenó la sala de estar mientras comenzaba a recoger y limpiar. Pasé el plumero por las estanterías, barrí el suelo y limpié las encimeras de la cocina. Me perdí en la cadencia de la limpieza, disfrutando de la oportunidad de poner en orden mi pequeño mundo. Después de un rato, el sonido del timbre rompió mi concentración. Me quité los guantes de goma y fui a abrir la puerta. Allí estaba Ana, con su característico aire despreocupado y una sonrisa traviesa en los labios. —¡Hola, profe! —dijo, entrando con energía. —¿Interrumpo? —Para nada —respondí, devolviéndole la sonrisa. —Justo estaba terminando de limpiar. ¿Quieres un café? —No diría que no —dijo, dejándose caer en el sofá. —Necesito algo para recuperarme de la noche loca que tuve. Fui a la cocina a preparar el café, mientras Ana se ponía cómoda. Ella siempre tenía historias interesantes y, a veces, un poco alocadas. Su espíritu libre era algo que siempre admiraba, aunque a veces me resultaba difícil de entender. —Entonces, cuéntame —dije, volviendo con dos tazas de café. —¿Qué tal fue esa noche loca? Ana se echó a reír, aceptando la taza. —¡Fue una locura, Andrea! Fuimos a este club nuevo en el centro, y te juro que la música era increíble. Bailamos hasta que nos dolieron los pies. Conocí a un chico... bueno, a varios chicos. Ya sabes cómo es. —¡Ay, Ana! —dije, riéndome. —¿Cómo haces para tener tanta energía? Yo apenas puedo con el trabajo y Tomy. —Es cuestión de práctica —respondió, guiñándome un ojo. —Y de saber cuándo desconectar. Deberías venir conmigo alguna vez, te haría bien soltarte un poco. —Quizás algún día —dije, aunque ambas sabíamos que era poco probable. Mientras charlábamos, el sonido familiar de una notificación interrumpió nuestra conversación. Miré mi teléfono, que estaba sobre la mesa de café. La pantalla mostraba un mensaje que me hizo sonreír. —¿Qué pasa? —preguntó Ana, notando mi cambio de expresión. —Nada, solo una notificación. —Intenté sonar casual, pero no pude evitar la sonrisa que se formó en mis labios. Ana alzó una ceja, curiosa. —¿Es él, verdad? El músico del que siempre hablas. ¿Cristoph? Me ruboricé ligeramente y asentí. —Es Christopher. Y sí, acaba de iniciar un en vivo. Me encanta escuchar su música, y sus en vivos siempre son interesantes. Ana sonrió de oreja a oreja. —¡Tienes que ver el en vivo! Vamos, no me dejes con la curiosidad. Me reí y desbloqueé el teléfono, abriendo la aplicación para ver el en vivo. La imagen de Christopher apareció en la pantalla, su sonrisa cálida y sus ojos verdes llenando la pantalla. Había algo en su presencia que siempre lograba alegrarme el día. —Vaya, ahora entiendo por qué te gusta tanto —dijo Ana, mirando la pantalla conmigo. —Es bastante guapo. —No es solo eso —respondí, sin dejar de mirarlo. —Su música... hay algo en ella que me llega, como si hablara directamente a mi alma. Ana me miró con una mezcla de ternura y diversión. —Eres toda una romántica, Andrea. Deberías decirle algo en el vivo, nunca sabes qué podría pasar. Tomé una respiración profunda y empecé a escribir, pero las palabras parecían torpes y forzadas. "Hola, Christopher, tu música siempre alegra mi día. ¡Gracias por todo lo que haces!" Dudé antes de enviar el comentario. Me parecía tan simple y genérico. —No, no, no —dijo Ana, sacudiendo la cabeza. —Eso es demasiado aburrido. Déjame ayudarte. Antes de que pudiera reaccionar, Ana me quitó el teléfono de las manos. La miré con sorpresa y algo de preocupación mientras ella tecleaba rápidamente. —¡Ana, no! —protesté, intentando recuperar el teléfono. —Relájate, esto será divertido —dijo Ana con una sonrisa traviesa, manteniendo el teléfono fuera de mi alcance. Finalmente, me lo devolvió y miré la pantalla con una mezcla de temor y curiosidad. Ahí estaba su comentario. —¡Ana! —exclamé, aunque una parte de mí estaba agradecida por el impulso. —Vamos, Andrea, eso fue perfecto. No seas tan tímida —respondió, riendo. Mi corazón latía con fuerza mientras él leía algunos mensajes en voz alta, respondiendo aquí y allá. La espera era agonizante, pero entonces, vi cómo sus ojos se detenían a leer otro comentario. Pude ver un destello de sorpresa y diversión en su expresión. —Aquí hay uno interesante —dijo Christopher, con una sonrisa pícara. —"Hola, Christopher, no sabes lo que tu voz hace a mis noches solitarias. Eres mi fantasía musical." —Leyó, y luego añadió. —Vaya, me alegra saber que mi música puede acompañarte de esa manera. Gracias por el halago, eso realmente me hizo sonreír. Mi corazón dio un vuelco. No solo había leído mi comentario, sino que había respondido con una amabilidad y un toque de picardía que me dejó sin palabras. Ana me miró con una sonrisa satisfecha, claramente orgullosa de su intervención. —¿Ves? —dijo Ana, dándome una ligera palmada en la espalda. —No fue tan difícil, y ahora tienes su atención. Miramos la pantalla, disfrutando de la música y la energía contagiosa de Christopher, mientras tocaba una canción animada. Él terminó la canción y sonrió a la cámara. Podía ver en sus ojos una chispa de travesura mientras miraba los comentarios que llegaban en un flujo constante. —Bueno, Andy345, esta próxima canción es para ti. Espero que te acompañe de una manera especial y que, si te sientes sola, esta música te haga sentir un poco más cerca —dijo, y me di cuenta de que estaba refiriéndose a mí. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Su sonrisa traviesa se amplió, y sentí que mis mejillas se calentaban. Ana se rió en voz alta, claramente disfrutando del momento tanto como yo. —¡Dios mío, Andrea! —exclamó Ana, dándome una ligera palmada en el brazo. —¡Eso fue tan directo y encantador! Los comentarios en la pantalla se dispararon. Caritas con corazones, llamas y mensajes llenos de entusiasmo llenaban el chat, una mezcla de apoyo y envidia de los otros espectadores. "¡Qué romántico!" "¡Christopher, eres el mejor!" "Andy345 tiene suerte" Christopher comenzó a tocar una balada suave, su voz profunda y melódica llenando la habitación. Cada palabra parecía dirigida a mí, y no podía evitar sentirme envuelta en la calidez de su voz. Ana se inclinó hacia mí, sonriendo de oreja a oreja. —Tienes que admitir que esto es increíble, ¿verdad? Asentí, sin poder apartar la vista de la pantalla. —Sí, lo es. Es... es más de lo que podría haber imaginado. La canción terminó, y Christopher sonrió una vez más a la cámara. —Espero que te haya gustado, Andy345. A ti y a todos, gracias por estar aquí y por su apoyo constante. Ustedes son los mejores. Sentí una oleada de gratitud y emoción. No solo por la atención especial de Christopher, sino por la comunidad de seguidores que compartían el amor por su música. Cuando el vivo terminó, me sentí extrañamente más ligera, más conectada al mundo y a las posibilidades que ofrecía. Ana y yo seguimos charlando sobre lo que había pasado, riendo y disfrutando de la emoción del momento. —Sabes —dije, mirando a Ana, —tal vez tenía razón sobre necesitar un poco de locura y espontaneidad en mi vida.
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