Andrea
—Oye —dijo Ana llamándome la atención. La miré, aún inmersa en la sensación eufórica que me había dejado el en vivo de Christopher. —¿Tú no querías hacer un proyecto para tus clases que involucrara la música?
—Sí —respondí, bebiendo un poco de café.
La idea me había rondado la cabeza durante semanas. Integrar la música en las clases de inglés podría ser una forma divertida de mantener a los estudiantes interesados.
—Entonces, ¿por qué no le escribes a Christoph para ver si le interesa? —preguntó, enarcando una ceja.
Me atraganté con el café, sintiendo cómo el líquido caliente bajaba por el camino equivocado. Tosí, tratando de recobrar la compostura.
—¿Qué? ¿Estás loca? —exclamé mientras me limpiaba. —Y es Christopher, y no sé, no creo que esté bien...
—Vamos, no pierdes nada con intentarlo... —insistió Ana, sus ojos brillando con entusiasmo.
—Por favor, Ana, déjalo así —dije, levantándome para buscar algo con qué limpiar el café derramado.
Mi mente intentaba procesar la audaz sugerencia de Ana. ¿De verdad podría escribirle a Christopher con una propuesta así? Sonaba absurdo, pero una pequeña parte de mí se sentía tentada por la idea.
Juro por Dios que solo me fui cinco segundos. Eso pareció bastarle a mi amiga, que estaba con mi celular en la mano cuando regresé.
—Ana... —dije entre dientes, mi voz llena de amonestación. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de pánico y anticipación.
—Y... enviado —dijo ella tecleando en el dispositivo con una sonrisa traviesa en el rostro.
Mi mente se paralizó. Sentí un cosquilleo de nervios en la nuca y una oleada de adrenalina en el estómago. Me acerqué rápidamente y le arrebaté el teléfono de las manos, mis ojos recorriendo la pantalla para ver el mensaje que había enviado.
"Hola, Christopher. Soy Andrea, Andy345. Tengo una propuesta para un proyecto educativo que involucra la música. ¿Te interesaría participar? ¡Sería un honor contar contigo!"
—Ana, ¿qué hiciste? —exclamé, sintiendo una mezcla de indignación y terror. —¿Y si piensa que estoy loca? ¿O una acosadora?
Ana se echó a reír, aparentemente muy satisfecha con su travesura.
—Amiga, relájate. Si realmente cree que estás loca, entonces no vale la pena. Pero si responde, podrías tener una gran oportunidad aquí. Piensa en tus estudiantes, ¡les encantaría!
Me dejé caer en el sofá, tratando de calmar mis nervios. Cada segundo que pasaba se sentía como una eternidad. Miré a Ana, que seguía sonriendo con una confianza que yo no podía compartir en ese momento.
—No puedo creer que hayas hecho eso... —murmuré, aunque una pequeña parte de mí estaba agradecida por su osadía.
—Sabes que me lo agradecerás después —respondió Ana, guiñándome un ojo. —A veces necesitas un empujón para salir de tu zona de confort.
Suspiré, sabiendo que tenía razón. Pero eso no hacía que la espera fuera menos angustiante. Sentí como si un millón de mariposas revolotearan en mi estómago mientras intentaba distraerme con cualquier otra cosa.
—¿Y si no responde? —pregunté, más para mí misma que para Ana.
—Entonces seguimos con nuestra vida como siempre. Pero al menos lo intentaste —respondió Ana con una sonrisa tranquilizadora.
Pasaron varios minutos que parecieron horas. Finalmente, el sonido de una notificación rompió el silencio. Mi corazón dio un salto. Miré el teléfono con un miedo paralizante y una emoción desenfrenada.
—Veamos qué dice —dijo Ana, animándome a abrir el mensaje.
Con manos temblorosas, desbloqueé el teléfono y leí la respuesta.
"Hola, Andrea. Me encantaría saber más sobre tu proyecto. La música y la educación son dos cosas muy importantes para mí. ¿Podemos hablar más al respecto? ¡Saludos!"
Mis ojos se abrieron de par en par, y una sonrisa se formó en mi rostro.
—¡Dios mío, Ana! —dije, sintiendo cómo una ola de alivio y emoción me envolvía. —¡Respondió! ¡Y está interesado!
Ana dio un pequeño salto de alegría.
—¡Te lo dije! ¡Sabía que esto funcionaría!
Nos abrazamos, riendo y celebrando nuestra pequeña victoria. Aquel mensaje, esa simple respuesta, cambió todo.
Con el corazón latiendo a mil por hora, respondí al mensaje de Christopher. Mis dedos temblaban ligeramente mientras escribía, tratando de sonar profesional y a la vez entusiasta.
"Hola, Christopher. Gracias por responder. La idea es integrar la música en las clases de inglés para hacerlas más dinámicas y atractivas para los estudiantes. Creo que tu experiencia y talento podrían inspirar muchísimo a los chicos. ¿Te gustaría que coordináramos una llamada para hablar más en detalle? ¿Tal vez el lunes por la tarde?"
Le di a enviar y dejé escapar un suspiro que no me di cuenta que estaba conteniendo. Ana me miraba con una mezcla de diversión y orgullo.
—¡Lo hiciste! —exclamó, dándome una palmada en la espalda. —Estás a punto de trabajar con tu ídolo. ¿Qué tan increíble es eso?
—Es... es surrealista —respondí, sintiendo una mezcla de incredulidad y emoción. —No puedo creer que esto esté pasando.
No pasó mucho tiempo antes de que sonara otra notificación. Abrí el mensaje rápidamente.
"Eso suena genial, Andrea. Me encantaría ayudar. El lunes por la tarde me viene perfecto. ¿Podemos decir a las 3 PM?"
Miré a Ana con los ojos muy abiertos, y ella sonrió de oreja a oreja.
—¡El lunes! —dije, apenas pudiendo contener mi emoción. —Quiere coordinar una llamada el lunes a las 3 PM.
Ana aplaudió con entusiasmo.
—¡Perfecto! Tienes un par de días para preparar todo lo que quieras decirle. Esto va a ser increíble, Andrea.
—Sí, definitivamente necesito prepararme —dije, ya pensando en cómo organizar la llamada y qué puntos clave tocar.
Pasamos el resto de la tarde charlando sobre el proyecto, haciendo lluvia de ideas y planificando la llamada. Ana me ayudó a esbozar algunas ideas y cómo presentarlas de la mejor manera. Sentí una mezcla de nervios y excitación, como una montaña rusa emocional.
El fin de semana pasó más rápido de lo que esperaba. Entre preparar las clases y cuidar de Tomás, el tiempo se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.
Finalmente, llegó el lunes. Pasé la mañana revisando mis notas y tratando de calmar mis nervios. A las 2:55 PM, me senté frente a mi computadora y respiré profundamente antes de hacer la llamada.
Christopher respondió casi de inmediato, su rostro apareciendo en la pantalla con una sonrisa cálida.
—Hola, Andrea —dijo, su voz sonando tan suave y reconfortante como siempre. —Es un placer conocerte.
—Hola, Christopher. El placer es mío —respondí, tratando de mantener mi voz firme. —Gracias por tomarte el tiempo para esto.
—No hay problema en absoluto. Tu proyecto suena realmente interesante. Cuéntame más sobre lo que tienes en mente.
Empecé a explicarle mi visión para las clases, cómo quería integrar su música y hacer que los estudiantes se sintieran más conectados con el idioma a través de algo que les apasionara. A medida que hablaba, podía ver que Christopher estaba genuinamente interesado, lo cual me animó aún más.
—Eso suena fantástico —dijo cuando terminé de explicar. —Me encantaría participar. ¿Cuándo podemos empezar?
La conversación fluyó de manera sorprendentemente natural. Discutimos ideas, cómo podríamos estructurar las lecciones y qué canciones podrían ser más llamativas. Christopher incluso sugirió algunas actividades interactivas que podrían involucrar a los estudiantes de manera más activa.
—Realmente aprecio tu ayuda con esto, Christopher. Estoy segura de que los chicos estarán emocionados de saber que van a trabajar con un músico de tu calibre.
—Es un placer, Andrea. Creo que ambos aprenderemos mucho de esta experiencia. Estoy ansioso por empezar.
Cuando la llamada terminó, sentí una ola de alivio y satisfacción. Estaba tan contenta por todo lo que estaba pasando que no me di cuanta, no me detuve a pensar en todo lo que vendría después.