Mi tentador vecino me ayudo a termina de limpiar aquella cochera lo cual agradecí. Sinceramente empecé aquel lugar por la rabia sexu@l que traía sin darme cuenta que la cochera era más de lo que pensé que habría que limpiar. Tras terminar de limpiar invite a mi sensu@l vecino a mi casa como agradecimiento, este simplemente me seguía. Durante el poco tiempo que estuve con el mi libido que usualmente estaba descontrolado parecía mermarse, calmarse, como si supiera cosas que yo no sabía.
Mientras estaba en la cocina el se quedó en la sala observando todo mientras yo iba a calentar la cena que ya había hecho. A pesar de ser una chica con mucho dinero me negué a tener a una persona que cocinara o limpiara para mí, yo quería sentirme una esposa en todo el pie de la letra. Había tomado clases de cocina y con mucho esfuerzo me convertí en una buena esposa, infeliz en algunos aspectos, pero buena esposa.
—Tienes muchas fotos aquí.
Escuche desde la distancia, imaginaba de que fotos hablaba. Algunas eran de mis competencias en la escuela de atletismo, mi boda donde solo se veía mis manos con la de Robert mostrando nuestros anillos, una foto de espalda de Robert y mía, una con mi familia, en la escuela con los niños que entrenaba e incluso tenía unas fotos de un campamento de esgrima que participe hace mucho sosteniendo un enorme trofeo. En la única foto que estaba totalmente diferente era en la del campamento pues en ese tiempo tenía el pelo cortó teñida de colores rosa y morado, aunque mi padre estuvo en desacuerdo me dejó hacerlo. Al salir de la cocina con el plato notaba a Sergio sosteniendo una foto mirándola fijamente. Deje el plato en la mesa colocando los utensilios al lado del plato Mirando de reojo a mi suculento vecino. Me acerque notando que miraba la foto del campamento donde debía de tener alrededor de dieciséis años. Sergio que usualmente parecía el mismo pecado en esos momentos pareció perdido en sus pensamientos.
—Princesa ¿cómo te llama?
—Me llamo Blayr Steward.
—¿Es ese tu nombre de casada?
—Asi es, mi nombre de soltera es Blayr Collins.
—¿La esgrimista?
No pude evitar sonreír levemente pues de todo en el universo lo que menos pensé era que este hombre supiera de esgrima. En mi foto no había nada que dijera que era un campamento de esgrima, solo yo fuera de una cabaña sosteniendo un trofeo.
—Así es.
Mientras respondía notaba como el acariciarse la cara con su mano derecha algo nervioso como si esa caricia buscara apaciguar algún sentimiento. Su movimiento era nervioso llegando hasta cabeza como si estuviera pensando profundamente.
—La cena ya está ¿Quieres comer ahora?
Aquello pareció levantarlo de su trance el cual me miro por unos segundos de arriba abajo, pero su mirada era distinta. Durante los dos días que lo había visto usualmente tenía una mirada tan pecaminosa que dejaba ver sus más oscuros pensamientos, pero en esos momentos era todo lo contrario como si estuviera perdido en su cerebro.
—Claro ¿No comerás?
—No, ya cene.
El se lavó la mano sentándose en aquella amplia mesa de caoba. Aquel hermoso juego de comedor contrataba de manera espectacular, un comedor de estilo victoriano que yo misma decore. Me sentaba a su lado notando a Sergio probar aquel plato con desconfianza, tras unos momentos volvió a dar varios bocados mirándome fijamente mientras tragaba.
—¿Dónde compraste esto?
—Yo lo hice.
—¿Tu? Una princesa de Beverly Hill cocinando.
—Soy una mujer multifacética —le guiñaba uno de mis ojos sonriendo.
Ser una deportista me esforzó a dar lo mejor de mí, eso significaba que si no sabia algo me obligaba a averiguarlo para superarme. El se devoro toda aquella comida en su plato como si no hubiese comido en días sonriendo levemente.
—¿Todo bien?
—Es que hace mucho no probaba una comida casera —una nostálgica sonrisa se dibujó en su rostro.
—Como me has salvado y me ayudaste a limpiar te puedo ofrecer algo de comer de vez en cuando.
—Eso me encantaría, soy una persona que le da mucha hambre y creo que se ve muy apetitosa—una ronca voz llena de lujuria se podia escuchar.
«El esta hablando de la comida….verdad ¿Verdad?»
Mis pensamientos fueron a mil por hora principalmente porque mi demoniaco vecino relamió sus labios mientras su mirada recorrían mi rostro deteniéndose de manera fija en mis labios. Sus labios eran carnosos, rojos, de una tonalidad apetitosa. Mi acelerada mente se dirigió a miles de lugares donde el colocaba sus labios en mi aterciopelada piel y me hacía suya una y otra vez con aquella boca. Su respiración era pesada como si el ambiente se hubiera intensificado sin darnos cuenta ¿Acaso el deseo carnal era tan obvio? No lo sabia, solo sabia que mi cuerpo estaba reaccionando.
«Si tu eres un incubo, te daré el permiso para que tomes mi cuerpo»pasaba por mi mente
Su olor masculino me embriagaba e inconscientemente sentía mis pezones endurecerse, respire algo lento sin darme cuenta de que Sergio se estaba acercando más a mí. Unos centímetros más y podríamos besarnos ¿Es normal que una mujer casada sienta deseos por un hombre que acaba de conocer para hacerlo en la mesa de su cocina? Aquella mesa donde usualmente cenaba con mi esposo, eso me daría igual en esos momentos. Mi corazón comenzó a martillar con tanta rapidez que no podia pensar con naturalidad. Mi panti se sentía húmedos algo sorpresivo pues ese hombre ni siquiera me había tocado aun.
—Cielo ya llegué —se escuchaba desde la distancia una voz mientras se cerraba la puerta.
Con algo de rapidez me despegue como si hubiera sido atrapada haciendo algo malo. Respiraba de manera lenta para calmarme notando a mi esposo entrar con lo que parecía ser un esquema de tamaño moderado pues necesitaba ambas manos para cargarlo. Este al llegar al comedor me miró fijamente y luego al hombre a mi lado, la mirada de Robert que usualmente era calmada, plausible, y encantadora se endureció. Yo me levante enseguida a recibirlo con un ligero pico sin saber porque debía calmarlo.
—Robert el es nuestro nuevo vecino, me ayudo a matar una cucaracha y a limpiar la cochera.
Tras esto Robert dejo el esquema de lo que parecía ser un restaurante en el otro extremo de la mesa mirando el plato vacío. El se acercó a aquel hombre levantando la mano.
—Gracias por ayudar a mi esposa —este enfatizo en la palabra esposa —a ella no le gusta ese insecto.
Notaba al pelinegros levantarse dándole la mano. Aquellos hombres se miraron de manera desafiante, sus miradas entraron en una intensa batalla campal donde solo uno podría perder. Su apretón de mano parecía no terminar haciéndome sentir ligeramente incomoda.
—No pasa nada, es un placer ayudar a mi vecina.
—¿Su nombre? Creo que es mejor agradecerla apropiadamente.
—Me llamo Sergio Rodríguez.
—¿El menor de los Moretti? Pensé que usted estaba encargado de la cede en España ¿Qué hace aquí?
—Asuntos familiares…me parece muy familiar…señor….
—Robert Steward
—¿Steward? ¿Aerolíneas International?
—Así es.
Ellos parecían en una batalla con sus miradas mientras aun sujetaban sus manos como si fuese su arma letal en aquella batalla. La tensión en aquel comedor había subido sin siquiera haberme dado cuenta de maneras que se podia cortar el ambiente.
—¿Quieren algo de tomar?
Lance aquella pregunta para intentar aligerar aquella tensión en la mesa pues no sabía cómo reaccionar. Finalmente, aquellos hombres se soltaron sin dejar de mirarse. Ellos parecieron ignorar mi pregunta.
—Había escuchado que el hermano menor de Giovanni regresaba, pero no imagine que estarías al lado de mi casa.
—Coincidencia, como aquella noche ¿No lo crees?
Una voz autoritaria salía del pelinegro mezclada con una tonalidad llena de secretos. Mire a esos dos los cuales no dejaban de mirarse fijamente como si se conocieran. Si la tensión hubiera sido electricidad yo moriría electrocutada por lo que provocaban aquellos dos hombres. De los dos el primero que me miro a los ojos regresando a este plano fue el hombre de piel morena de ojos negros.
—Blayr gracias por la comida, nos veremos después —comento este saliendo de aquella casa sin decir nada más.
A pesar de que el hombre lúgubre se había marchado sentía que el aire a mi alrededor era difícil de respirar, pero ¿Por qué? Aunque ellos hablaban como dos desconocidos la manera en la que actuaron parecía que se conocían demasiado bien. Robert, el cual usualmente era un alma vibrante, amable y calmada me miró fijamente de manera posesiva tomándome del brazo derecho con algo de fuerza.
—Blayr no quiero que le hables a ese hombre ni te le acerques.
La fuerza que Robert aplicaba en mi brazo era demasiado fuerte, tanto que provoco que cerrara uno de mis ojos. Robert nunca usaba tanta fuerza conmigo, aquello era algo nuevo. Cerré uno de mis ojos por el dolor dejando escapar un leve chillido algo que hizo que aquel hombre saliera de su trance soltándome suavemente, aquel apretón dejaría una marca.
—Lo siento.
—Tranquilo no pasa nada —me dirigía a recoger los platos mirando de reojo a mi esposo.
—Es que me sorprendió un poco ver a alguien aquí, por favor si no es necesario no quiero verlo aquí.
—Claro, como desees —deje escapar algo de aire como si quisiera relajarme— cambiando de tema cuéntame cómo te fue—Comentaba llevando mi plato hacia el lavamanos siendo seguido por mi esposo.
—Me fue demasiado bien.
—¿A quien destituyeron?
Lavaba los platos notando una ligera pausa por su parte como si pensara profundamente. Este usualmente hablaba tanto que a veces era complicado de callar, pero esa noche en ese momento estaba totalmente callado.
—Es uno de los gerentes nuevos, no llegaste a conocerlo.
—Ya veo.
Notaba como Robert me abrazaba por detrás besándome suavemente en el cuello. Por primera vez en esa noche sentía que la tensión que hubo en aquella noche por fin se dispersó.
—Te he extrañado mucho, no he podido dejar de pensar en ti.
—¿Ah si? Entonces porque casi no me llamaste —terminaba de lavar todo lo que se ensucio.
—Estaba ocupado, pero prometo que para la próxima vez te llamare, por mala suerte no tengo hambre de comida si no de algo mas.
Mi trabajo como esposa era simple, mantener a mi esposo contento, pero ya me estaba cansando, no era verdaderamente yo, no era feliz. Antes de estar completamente enfocada en el matrimonio era una mujer feroz, capaz y con ganas de comerse el mundo ¿A dónde había ido esa mujer? ¿Acaso necesitaba ser agitada de mi mundo? Un beso coqueto por mi esposo me llevaba a lugares increíbles, pero es aquí mi pequeño problema, comencé a fantasear con mi vecino, aquel maldito vecino que hizo que mis pantis mojaras solo con su voz. Deje escapar un leve jadeo algo que pareció encantarle a mi esposo.
—Vaya, parece que alguien me extraño. Me gusta saber que solo serás mía, que solo piensas en mi —una voz llena de lujuria se podría deslumbrar.
Fui arrastrada a mi habitación donde aquella vez por primera vez fantasee con alguien que estuviera cerca de mi circulo. Mientras lo hacíamos mi mente comenzó a jugar con que aquel hombre lleno de tatuajes me poseía, me hablaba, me ahorcaba a un punto increíble. Sinceramente, aunque Robert utilizo nuevos trucos que nunca había utilizado conmigo, pero ni siquiera así pude llegar.
«Si esto sigue asi, me voy a morir»
Mis pensamientos no se calmaban, me obligue a salir de la cama para ir al baño cuando este hombre de mi vida quedo dormido, al llegar dentro del baño de mi habitación cerrando la puerta tras de mi entrando a la bañera tras quitarme mi pijama. El agua caliente tocaba mis pechos mientras inconscientemente comencé a juguetear con mis pechos. Respiraba algo agitada dejándome llevar por aquella sensación cerrando mis ojos para recostar mi cabeza del bode de la bañera. ¿Sabían que la mejor persona para conocer tu cuerpo eres tu mismo? Mis pensamientos juguetones se dirigieron en Sergio, sus labios acariciaban mi cuello, sus manos poseían mis pechos, sus labios lamian todo mi cuerpo. No pude evitar dejar escapar un leve jadeo mientras aquella agua caliente hacia de la suya, el agua caía en mis pezones que se endurecieron al contacto por la excitación mientras mis manos acariciaban mi clítoris.
—Si…
Susurre suavemente acariciando aquel centro de placer para mi. Mientras más mi cerebro imaginaba mi cuerpo volaba. Terminaba masturbando pensando en mi incubo favorito que vivia a ami lado, yo estaba totalmente orgullosa de mi cuerpo y me daba tres pitos de verg@ las puritanas que decían que la masturbación estaba mal, yo buscaba mi satisfacción sexu@l pues tenia derecho de sentir placer. Termine corriéndome arqueando levemente mi espalda sintiendo mi respiración a mil. Un toque a mi puerta me saco de esa nube de mi propio placer escuchando desde el otro lado a mi esposo.
—¿Cariño estas bien? Escuche la llave abierta un buen rato y creo que te escuche gritar un poco.
—Si, tranquilo estoy bien —me levantaba de aquella bañera cerrando la llave y bajando el agua. Notaba mis dedos arrugados por el agua, eso significaba que mi pequeña escapada fue mas largo de lo que espere, pero era imposible no continuar cuando mi mente me pedía más. Me ponía mi bata de dormir tras secarme saliendo del baño notando a mi esposo en la cama algo confundido.
—Disculpa, tenía algo de calor y esta agua fue algo —sonreía pues había tenido por fin mi liberación— orgásmica.
Sergio Rodríguez
El sudor caía por mi cuerpo mientras le seguía pegando a aquel saco de boxeo de una de mis habitaciones. Lo único que pensaba era que aquel saco era ese maldito rubio hijo de puta. Cual era la maldita probabilidad que Blayr, aquella mujer de hace tantos años que busque en mi juventud convirtiéndose en mi obsesión se hubiera terminado casando con el. Golpeaba con tanta rabia como me hubiera encantado haberlo hecho ese día, solo recordar aquellas memorias me llenaba de colera.
—Asi que ella es tu esposa —una leve sonrisa macabra petulante se dibujó en mi rostro— te la quitare de las manos y me encantara ver tu rostro cuando eso pase.