Me levantaba, frustrada, enojada y con ganas de maldecir a quien se pusiera delante de mí. En estos siete años he descubierto que tengo un libido sexu@l algo alto por ende me dedicaba a apagarlo con una intensa rutina de ejercicio. Cuando era joven no me di cuenta de que tenía un libido tan alto pues mis entrenamientos de esgrimas me dejaban casi noqueada. Aquel día me tocaría una de mis rutinas favoritas donde sobrevivía o me moría. Me duché con el agua más fría que pude, abría las ventanas y me dirigía a la cocina mientras mi telefono comenzaba a sonar. La tomaba mientras al mismo tiempo me preparaba una batida de banana con fresa.
—Buenos días, cariño —hablaba un muy relajado Robert ronroneando desde el otro lado de la llamada — ¿Cómo dormiste anoche?
—He dormido muy bien —mentí— ¿Y tu?
Encendía la licuadora batiendo aquel líquido junto con mi proteína y tras terminar lo vertí en mi vaso.
—He dormido bien, pero no pude dejar de pensar en ti —hablaba aun ronroneando.
Aquello me hizo sonreír suavemente pues Robert era una persona que siempre estaba en comunicación conmigo.
—No sé cuánto tiempo más me quede en Miami pues aún no termino —comentaba este en una voz con tono apaciguador — ¿No te molesta?
Mientras mi esposo hablaba desde la otra línea por mi ventana podía notar a mi demoniaco vecino pasearse sin camisa con una taza de café por lo que parecía ser su cocina. Este leía su Tablet mientras caminaba, demonios ese hombre estaba como quería. Lamería cada uno de esos cuadros de su estómago, mordí mi labio inconscientemente mientras sentía un suave calor en mi entrepierna. Mi demoniaco vecino pareció sentir que lo observaban pues elevo su mirada notándome. El pareció responder mi mirada pues la del se llenó con un brillo pecaminoso en sus ojos tan negr0s como la noche al observarme. Relamió sus carnosos labios mientras alzaba su taza como si fuese una invitación, tras esto deje escapar un leve jadeo.
—¿Blayr?—
Una voz confundida desde el otro lado del teléfono me regresaba a este plano terrenal. Corte la mirada con mi demoniaco vecino dándole un largo trago a mi bebida ¿Acaso ese hombre me afecto? Claro que si, mis pantis húmedos me delataban ¡Genial! ahora estoy más frustrada sexualmente.
—Disculpa cielo, es que la bebida que prepare es casi orgásmica —mentí.
Me volteaba dándole la vuelta a aquella ventana para alejarme de aquella bella tentación de mi ventana. Mientras hablaba por mi telefono comenzaba a prepararme una ensalada de frutas.
—Ya veo —sonrió desde la otra línea —bueno entonces te dejo, imagino que iras al gimnasio.
—Asi es, hablamos después.
—Claro que si —un leve ronroneo se escuchaba- Aunque sinceramente extraño estar dentro de ti.
Intente no hacer ninguna arcada pues el imaginar a aquel hombre me hacía que mi cuerpo lo odiara. Sinceramente me sentía obligaba a hacerlo, pero si fuese por mí no lo haría. Robert parecía tener un libido alto también, simplemente que conmigo no funcionaba. Ambos cerramos la llamada y tras esto me desayunaba. Me prepare con mi ropa de gimnasio de color rosa pues a la escuela que usualmente iba no me necesitarían por esta semana pues al parecer había llegado un instructor nuevo que había dado un enorme donativo con la condición del dar clases allí. Odiaba ser desplazada, amaba ser la numero uno, pero entendía que aquella escuela me pidió que le diera espacio a la persona que estaba ayudando a la escuela. Tras un rato salía de mi casa lista para irme escuchando un leve silbido, aquello podría ser incómodo para algunas mujeres, pero yo sinceramente adoraba sentirme adorada.
—Preciosa vecina ¿A dónde vas tan hermosa?
Mi mirada de color avellana con unos ojos tan refinados que parecían felinos se dirigió a la mirada azabache que prometía promesas, sexo y pecado de aquel hombre.
—¿Yo? Lejos de usted.
Dispare de una acomodándome mis zapatos pues pensaba irme trotando.
—¿Me tratas con indiferencia? Y yo que pensaba invitarte a mi casa para que te relajaras un poco. Con la expresión que me diste esta mañana parece que necesitas un buen relajante que se que yo puedo darte —una egocéntrica sonrisa se dibujó en aquellos labios.
Aquello me hizo levantarme de golpe, acaso ese hombre….¿estaba insinuando lo que creía que estaba diciendo entre letra? Mi lengua se volvió afilada lista para lanzar todo el veneno que tenía algo que el pareció leer.
—Hablo de enseñarte a que hagas mejores estiramientos —comento este con una irónica sonrisa —se te nota a lengua que sin los estiramientos correctos no te relajaras bien.
No sé qué rostro tenia, solo se que debió ser un poema pues mi vil vecino solo me sonrió de manera burlesca.
—De ti no necesito nada.
—Lo que digas princesita de Beverly Hill.
—No me digas así —taje de una.
—Bueno entonces no te llamare así, me llamo Sergio —este pauso levemente unos segundos al ver que no respondía— ¿Y tu eres…?
Me acomode mi otro zapato, me coloque mis audífonos y comencé a trotar para alejarme del que a lengua se sabia que era el diablo en persona. Unos diez minutos de trote me llevaron al gimnasio donde comenzaba a hacer mi típica rutina de inicio las cuales incluían mancuernas en mis sentadillas para la resistencia. Con este ejercicio ayudaba a practicar mi agilidad pues a aquella pesas ser mas pesada con mi espada de esgrima me sentía ligera como una pluma cuando practicaba.
—Vamos puedo hacer mas —susurre para mi.
Había entrenado por una hora en diferentes rutinas, pero mi cuerpo seguía tan acalorado que no quise parar. Estaba tan enfocada en obligar a mi cuerpo a llegar a su tope máximo que no me daba cuenta que resbalaba levemente siendo sostenida por unos brazos. Aquellos brazos eran fuertes, suficiente para romperme si así quisiera. Esta persona me ayudo a levantarme a lo cual me recompuse quitándome mis audífonos.
—Gracias, me distraje un poco.
Elevaba mi mirada acaramelada notándolo a el, si aquel hombre que en dos días me había hecho mojar los pantis sin quererlo estaba allí delante de mi.
—No deberías entrenar así, te puedes desgarrar algo—se visualizaba un tono preocupado.
—¿Acaso sabes mas que yo?
El comentario pareció descolocarlo levemente pues se miro de reojo su cuerpo como si eso fuese prueba falible de sus entrenamientos. Me despegue levemente pues sentía que si me acercaba mas de ese demonio iba a arder, Dios como odiaba estar en escases. Sin decir más nada me alejaba del con objetivo de irme siendo perseguida por ese incubo.
—Princesa de Beverly Hill, espérame princesa.
Con rapidez me daba vuelta para mirarlo fijamente —deja de llamarme así.
Corría de Sergio, sinceramente sentía que mientras más lejos mejor. Todo el día me la pase distrayendo mi mente de mi pecaminosa imaginación. Limpie toda la casa, cocine demasiada comida pues pensaba que Robert volvería ese dia pero este no me respondió mis llamadas y al final tenía tanta energía que aun no podia drenar. Aquella noche decidí limpiar la cochera pues no se había limpiado por un buen tiempo, sería suficiente para noquearme. Estaba totalmente exhorta en aquello hasta que vi lo más horrible, espantoso y asqueroso de la vida ¡UNA CUCARACHA!
—¡PERO NO!
La observaba por unos segundos notando que aquel horrible animal comenzo a volar. Gritaba con tanta fuerza saliendo de mi cochera gritando con mil horrores chocando con un muro lleno de músculos tumbando la bolsa que esta persona tenía en la mano. Agarraba con fuerza aquella defensa pues yo le tenía pánico a esos malditos insectos, una vez hice que Robert volara desde su trabajo para encargarse de ese maldito insecto.
—¡Ayuda!
Agarraba con fuerza aquel musculoso brazo notando quien era, pero mi pánico era mayor que decidí ignorar el querer alejarlo que tenía, mi mirada comenzó a subir notando a mi sensual vecino con cara de muy mala leche mirando su bolsa en el suelo.
—Bueno, ahí va mi cena —comento el pelinegro algo derrotado—¿Qué te ayude? Que necesitas.
Con rapidez apuntaba mi cochera—La criatura más horrible de la vida está en ese lugar para traumarme.
Era una deportista feroz, pero en conceptos de cucaracha era una damisela en apuro. A grandes sacadas se acercó en el abismo de aquella feroz criatura notando enseguida a la criatura de mis temores. Aquel macho en agiles movimientos se encargó de aquella criatura y gracias a una escoba terminamos echándolo afuera de la casa. Lance un ligero respiro sin poder evitar sonreír.
—Gracias, eres mi héroe.
Mi comentario pareció provocarle gracia mirándome fijamente—Usualmente las damas me llaman engreído, pero agradezco el cumplido.
Sinceramente aquello me hizo sonreír levemente sin entender el porqué.
—No sé cómo agradecértelo, le tengo un horrible temor a las cucarachas.
—Bueno princesa, podrías agradecerme haciéndome mi cena —aquel apunto hacia la bolsa en el suelo— derribaste mi cena y ya no quiero salir a comprar más.
Aquello me hizo sentir algo culpable pues había llegado de la nada a afectar a aquel hombre. Suspire levemente pues podia ser lo que fuese, pero era una mujer agradecida.
—Si quieres puedes comer de la comida extra que deje.
—Me encantaría probarte -aquel comentario fue lanzando de manera tentadora y provocativa — tu comida, lo agradecería -se escuchaba un ligero aire lujurioso en sus palabras.