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—Vamos córrete. Penetradas eran proporcionada una y otra vez por Robert, la intensidad era tan leve que mi cuerpo apenas reaccionaba o se movía. Eran una penetradas de manera tan insípidas que una tortuga podría moverse y hacerlo mejor. El sonido de aquella habitación que debía mostrar que era una sección candente de sexo parecía menos emocionante que un funeral…al menos en los funerales se gritaban por la causa de alguna emoción. —Ah…si…me corro —fingía unos jadeos. Durante mis siete años matrimoniales con Robert he aprendido que es mejor fingir llegar al orgasmo, así este dejaba de penetrarme. También, he aprendido que Robert me provocaba que se me secara tanto mi vagin@ que el desierto del Sahara podría estar mas húmedo de lo que me encontraba en ese momento. Mi libido era tan poco motivado que la lubricación vaginal era totalmente un reto. Consumía pastillas de libido sexu@l para poder ayudar a mi vagin@ a lubricar mas fácilmente para evitar ser rasgada, pero sinceramente me estaba cansando. —¡Vamos Blayr! Nadie te lo hará mejor que yo en la cama —Gritaba Robert emocionado. ¿Cómo se podría describir a Robert? Un excelente marido, detallista, un confidente de primera, me daba confianza, económicamente solvente….y un tremendo fiasco en la cama. Robert era tan malo que en estos siete años juntos nunca me había regalado un puto orgasmo. Lo más cercano a una vibración en mi entrepierna fue mi estomago sonando por hambre en una de nuestras “candentes” sesiones . Tenía que buscar vibradores y masturbarme para poder liberar esa deficiencia sexu@l que Robert me provocaba pues el usualmente quería casi todos los días. ¿Lo amaba? No lo sabia ¿Me hacía sentir completa? No. —Si eres el mejor, nadie te va a superar —fingía otro jadeo. Jadeos fingidos de una manera que parecía una actriz porno, un fiasco, pues aquel amado esposo mío era tan interesante en la cama como una piedra. Sentía aquello más por obligación que por placer. —Lo sé —rio este de manera triunfal — córrete para mi Blayr. Comencé a hacer presión con mi vagin@ para simular un orgasmo, los ejercicios de Kegel se habían convertido en uno de mis aliados más importante para hacer pensar a Robert que tenía mis orgasmos. —Me corro —fingía otro jadeo —que rico lo hace —continuaba con los jadeos fingidos. Robert no tenía fuerza, la cama apenas se movía. Otro espasmo vaginal fingido fue suficiente para que Robert se corriera pues pensó que había tenido un orgasmo. Este se detuvo saliendo de mi acostándose a un lado de la cama, yo simplemente me arropaba quedando boca arriba. Estaba tan insatisfecha que mi vagin@ iba a reventar de enojo. —Blayr hoy fue espectacular —hablo aquel rubio de ojos azules sonriéndome. «Para ti, ni para calentamiento me dio esto» pasaba por mi mente intentando ocultar mi frustración sexu@l. Los juegos previos son tan importantes, esenciales, pero Robert solo pensaba que penetrar era lo más importante ¿Su pene? De un moderado tamaño al estar erecto, pero no sabía ni siquiera como utilizarlo ¿Qué tanto debía sufrir en mi puta vida? Personas que eran carente de tamaños aprendían a usar sus lenguas, dedos, y juegos previos pero mi amado Robert no sabía lo que eso significaba. Intente guiarlo cuando estábamos en nuestro segundo año de matrimonio, pero el solo reventó en colera pues según el juraba que sabia más de mujeres que yo misma de mi cuerpo. —Claro que lo fue —sonreía con una fingida satisfacción. Robert y yo fuimos un matrimonio por un enlace contractual de nuestras familias, ambas familias querían un enlace y unión fuerte entre la compañía de aerolíneas que tenía su familia y la compañía hotelera de mi familia. Yo sinceramente no tenia ningún tipo de sentimientos por Robert, pero por el amor a mi padre decidí aceptarlo pues quería ser una buena hija. Un matrimonio que convenia a nuestra familia meramente, muchos pensarían que me saque la lotería pues Robert era el partido perfeto. Un cabello tan dorado como el sol, unos ojos tan profundos como el cielo, apenas treinta y siete con un cuerpo tonificado por sus constante rutinas de ejercicios, dinero y una personalidad tan radiante que opacaba a cualquiera. El era un hombre perfecto, solo era ocho años mayor que yo, pero su personalidad no dejaba ver ese pequeño detallito. —Blayr —este me jalaba a su lado de la cama hablando con un ronroneo que denotaba que había tenido sexo —hoy es un día muy especial para ti. -¿Tu crees? Una ronca sonrisa mientras me acariciaba con ternura la espalda escuchando su voz en un ronronéate— Claro que es especial, hoy cumples veintinueves —este me regalaba una caricia suave en mi cuerpo que me hacía sentir amada y apreciada. Aquel pequeño sol me daba picos en mi cuello haciéndome sentir un leve escalofrió—Te he comprado un regalo. —No tenías que hacerlo Robert. —Ya, deja de pensar en eso —Con un rápido movimiento se dio vuelta hacia uno de los cajones de noche sacando de este una caja de terciopelo de color negr0 sentándose en la cama —Ábrelo. Me sentaba tapando mi cuerpo con aquella sabana de algodón de color blanca. El tacto de aquella caja de terciopelo color negr0 en mis manos era tan suave que se podía saber lo costosa que fue. Sonreí con ternura abriendo aquel objeto con lentitud como si hubiera una bomba adentro, mi visión se posó en el objeto del centro notando una gargantilla en diamante blanco con un diamante rojo en forma de corazón en el medio. —Es precioso —sonreía con ternura — ¿Dónde lo conseguiste? Con agilidad Robert retiraba la gargantilla de la hermosa caja para colocarlo en mi cuello. —Este hermoso regalo es único, lo mande a hacer solo para ti —su brillante sonrisa dejaba denotar sus sentimientos —espero que no te sientas mal, hoy me tocara viajar a Miami pues tengo una reunión importante con mis gerentes pues uno debe ser destituido. —Tranquilo, estaré bien—le regalaba un suave beso— por ahora ve a trabajar y cuando regreses salimos. Miraba levemente el techo suspirando, aquel día seria totalmente aburrido pues muchas cosas en mi vida han cambiado. —Robert, he pensado en volver a hacer esgrima como deporte ¿Qué te parece? Mi simple comentario pareció activar las alarmas de Robert el cual tenía una mirada indescifrable, su cuerpo y rostro que estaban relajados hace unos momentos atrás se tensaron. —¿Para que? ¿Acaso quieres a mas hombres a tu alrededor tuyo además de mí? —un suave toqueteo en mis labios eran dados con su dedo pulgar derecho — No quiero que estes rodeadas de hombres, si eso pasa vas a obligarme a encerrarte en nuestro sótano —con suavidad este acaricio mi collar con una leve sonrisa en su rostro— Además, debes cuidar tu salud para procrear a nuestro futuro heredero. Mi corazon dio vuelco ligeramente, aunque parecía bromear pero sus ojos parecían hablar enserio. Durante mi matrimonio con Robert me he dado cuenta que el puede ser exageradamente celoso algo que intento evitar. En todas mis competencias me seguía sin darme ni un segundo para respirar, pero se que el lo hacia porque me amaba ¿No? —Tienes razón —sonreía de manera algo nerviosa— disculpa por haberte mencionado eso. Un abrazo que era totalmente tierno se me era dado por mi amado esposo mientras acariciaba con suavidad mi espalda desnuda. —Blayr, eres totalmente mía, eres mi pertenencia y no puedo dejar que ningún hombre se atreva a mirarte así que por favor evitemos eso. Un suave beso en el lóbulo de mi oreja derecha me hacía sentir un leve estremecimiento. —Tranquilo Robert, lo entiendo. —Se que lo entiendes cariño, además —este susurro con un tono algo lúgubre- los accidentes pueden pasar con hombres que parecen buenos, por eso te protejo de ellos. Intente sonreír de manera tierna ignorando aquel tétrico comentario dándole un suave beso a Robert para relajarlo. —Lo se, se que me proteges porque me amas. —Asi es, buena chica. Tras unos veinte minutos retozando acurrucados aquel hombre por fin decidió irse a trabajar. Me duche, me cambie y me arregle colocando mi cabellera rubia en una coleta para aguantar el calor, ese día tendría que visitar a mi padre en su campo de golf y el calor allí era intenso. Mientras salía de mi casa notaba al señor Matías quitar el letrero de la casa que estaba cerca de mi propiedad. —Señor Matías —levante mi mano notando como este me observaba —Por fin pudiste vender esta propiedad —sonreía levemente. —¡Por fin! Pensé que nadie la compraría, pero alguien que ha vuelto a la ciudad la compro sin pestañar en el precio —sonrió de manera victoriosa. —Me alegro saber eso. Vivía en unos suburbios más prestigiosos de Beverly Hills los cuales solo estar cerca de aquel lugar significa que tu ingreso anual como mínimo debía rondar entre los millones de dólares. —A mí me alegra saberlo más —comento Matias de manera risueña —con esta venta no tendré que preocuparme por tres meses si no vendo. Aquello me hizo sonreí levemente —bueno lo dejo, hoy tengo que ver a mi padre. Apenas eran las diez de la mañana, no tenía nada que hacer ese dia ¿Por qué? Pues mi encantador esposo convención a mi padre de que yo no debía estar encargada de los negocios familiares para “protegerme” de las miradas mal intencionadas. Ambos prefirieron a uno de mis dos hermanos, Tristán, el cual era un idiota en los negocios, pero según ellos era la mejor cara para las aglomeraciones de hoteles que teníamos. Además, Robert también hizo que me retirase de mi verdadera pasión, la esgrima, el pensaba que era lo mejor para nosotros así que acepte para mantener a mi esposo contento. Actualmente daba entrenamientos gratuitos de vez en cuando en una escuelas de niños en bajo recursos del otro lado del estado de California para no enloquecer pues era de lo poco que podia hacer sin que Robert no se negaba. La escuela sobrevivía gracias a donaciones pues la esgrima usualmente era muy costosa de costear y la escuela tenía niños que apenas podían comprarse zapatos. Ese día en esa escuela donde era voluntaria me lo habían dado libre por mi cumpleaños. Llegaba después de una caminata moderada pues adoraba mantenerme en forma, llegaba a aquel campo de golf del cual mi padre era propietario. Mi padre siempre ha intentado buscar lo mejor para mi pues desde que mi madre falleció cuando tenía ocho yo me convertí en la luz de sus ojos. Me acerque a su sala de descanso pues por la hora sabía que estaría hablando con ellos antes de jugar. Entraba a una amplia sala notando desde la distancia a mi padre hablando afanadamente con un grupo de hombres. —Papa Mi padre alzo su mirada levemente sonriéndome dejando de hablar con aquellos hombres para abrazarme. Yo era la adoración de mi padre pues era su pequeña niña de oro, además de que soy su única hija. Actualmente era la menor de dos hermanos. —Pequeño colibrí ¿Cómo estás? — me abrazaba con ternura —quería que vinieras porque hoy tengo un buen amigo que quería conocerte. —¿A mi? Notaba a mi padre saludar a un hombre en sus cincuenta que estaba sonriendo de oreja a oreja al verme. El se acercó de manera veloz mirándome fijamente. —Señora Steward, un placer conocerla — hablo con una muy amplia sonrisa— soy fanático de usted —comento tomando mi mano —cuando me enteré de que Braulio era el padre de la famosa esgrimista que fue a dos juegos olímpicos incluido al ultimo siendo ganadora de dos medallas olímpicas de oro lo obligue que nos presentara. Blayr Collins, ganadora de tantas medallas de oro que le decían la prodigio, la dama de acero. No pude evitar reír de orgullo, aquel apodo me perseguía pues persona que estuviera en contra de mi espada de acero terminaría perdiendo, lástima que deje todo eso para hacer feliz a Robert. Aquel amado esposo mío decía que me aceptaba, pero durante nuestros siete años hizo todo lo posible para que yo dejara de competir al punto que me pidió decidir entre el o el esgrima. —Noto que me conoce un poco. —Bromeas ¿no? Adoro la esgrima, hice que todos mis hijos lo practicaran si querían ser considerado mis hijos. Por cierto, me llamo Alonzo Moretti, un placer. Alonzo acercaba su mano para estrecharla hacia mi. —Un placer —respondía con un fuerte apretón de mano. Amaba la esgrima, era extremadamente competitiva además de ser exageradamente buena. Había sido tan buena que calificar para representar a los Estados Unidos en los juegos olímpicos fue fácil, competencias nacionales e internacionales que parecían una papita para mi pues siempre me llevaba el oro. Era una mujer reconocida en mi área, pero había dejado de practicarlo hace un año atrás principalmente por Robert el cual quería que nos enfocáramos en tener hijos ¿Quería hijos? Claro que no, pero si eso lo hacía feliz lo haría. — Cuéntame, cuando podrás sentarte conmigo y relatarme tus aventuras— comentaba de manera muy emocionada. Un fuerte estruendo se escuchaba detrás de mi mientras las puertas se abrían con una ferocidad digna de un tifón. Un hombre con cabello y ojos tan obscuros como la misma noche acompañado con una ropa desmangada de cuero se acercaba hacia mi. Dos brazos cubiertos por tatuajes y un arete en su oreja izquierda era un estilo que parecía totalmente diferente al ambiente de elegancia que se veía en aquel campo de golf. A lengua se notaba que ese hombre no pertenencia a estas aguas. —Asi que aquí estabas hijo de puta —el apuntaba al hombre que estaba tomando mi mano. —Sergio ahora no —amonestaba aquel hombre con un ligero acento italiano que por fin dejo de tomarme la mano. —¿Y cuándo será? Se que soy un hijo bastardo, pero esa no es razón para quitarme todo por lo que he trabajado —un tono colérico iba aumentando cada vez más. —Sergio este no es el lugar. —¿Y cuándo será? —hablaba este entre diente— te has ocultado como la rata que eres después de quitarme todo y si debo perseguirte para que me devuelvas lo que me pertenece lo hare. Noto a la distancia a mi padre llamar a la seguridad lo cuales sacaban a aquel hombre llamado Sergio de nuestro campo de golf a empujones. Mientras era sacado podia notar que el olía a peligro a kilómetros, tenia un aura tan masculina. El era lo que denominaban peligroso sin causa pero al mismo tiempo tenia una presencia de un hombre que te posee y te deja al otro día ¿Acaso mi cuerpo se sentía atraído a el? No, sinceramente la falta de un buen sexo me estaba haciendo alucinar. Notaba que todos en aquella área estaban con los pelos de punta a lo que mi padre acaricio levemente mi espalda susurrándome. —Pequeño colibrí, mejor ve a casa, será lo mejor, creo que no todos están en su mejor estado, hare una salida con Alonzo más adelante. —Bien padre —me despedía de los contribuyentes de mi padre y de el de ultimo para dedicarle un muy tierno abrazo. Aquel día salí del campo de golf de mi padre, pero no quería volver a casa. Me la pase en el gimnasio todo el día pues sinceramente no quería pasar mi cumpleaños sola por ende iba a desfallecer entrenando ¿Amigos? Todos mis amigos solo eran amigos de Robert, insípidos y aburridos. La mayoría de mis amigos habían viajado a Europa o otros estados como New York para sus negocios. Llegaba para las ocho a mi casa, me duchaba y me preparaba un té para dormir esa noche. —Bueno, creo que tardara más de lo que pensaba —suspire levemente mientras tomaba mi té. Robert era una persona que hacía todo muy a lo correcto, si no había terminado el asunto de su trabajo apenas se comunicaba conmigo pues según sus palabras no quería descargar su enojo conmigo. Comenzaba a cerrar mis puertas y ventana, cerraba las persianas pues me estaba preparando para dormir. Estaba a punto de cerrar las persianas de mi habitación notando desde la distancia una luz encendida de la casa de al lado que había estado vacía por casi un año. Mi mirada se dirigió hacia el lugar notando a la distancia a ese hombre, aquel suculento hombre con la ropa con la que llego a este mundo. Un exhalo de sorpresa me invadió pues, aunque no quisiera admitirlo se veía bien. Un cuerpo tonificado, una piel oliva, unos tatuajes en el costado de su cuerpo junto a los de su brazo. Unos cuadros que parecían una barra de chocolate listo para ser lamidos y devorados. No pude evitar dejar escapar un leve jadeo. —Pero que es eso. Inconscientemente dirigí mi mirada hacia la entrepierna del, estaba totalmente dotado con un arma que debía ser ilegal portarla. Mordí mis labios con expectación, no tener un buen sexo era un arma de doble filo. El era problemas, debía alejarme del ¿El problema? Pareció que sintió mi mirada, este alzo su rostro notando que lo estaba mirando. Siguió mi mirada con su rostro notando hacia donde paseaba mi lujuriosa necesidad latente sin siquiera darme cuenta que me mordía mi labio inferior. El que parecía un dios del Olimpo me sonrió, una maldita egocéntrica sonrisa que significaba problemas mientras se agarraba su miembr0, podía leer entre sus labios. “Si lo quieres te lo puedo dar de comer” Con una lujuriosa sonrisa. —¡Ah! —grite con fuerza por la conmoción cerrando la cortina intentando analizar que paso —Que diablos fue eso —susurre. Sinceramente aquello pareció sacado de un típico guion de una película porno, no podía creer que eso me hubiera pasado a mi ¿Acaso aquel loco era mi vecino? Respiré lentamente intentando calmar mi mente mientras mi cuerpo enviaba inconscientemente uno de mi dedo a mis labios carnosos el cual lamí. —¿Eres un maldito diablo que estas aquí para tentarme? —murmure.
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