Irina se encuentra con un hombre muy guapo

2003 Words
—¡Auch, me duele mucho la mano. Definitivamente, creo que esta no es mi semana! Ayer mi padre nos votó de la casa, esta mañana me peleé con unos delincuentes y ahora un idiota me atropelló. Lo bueno es que le pude quitar por lo menos trecientos dólares! —comentó Mely levantando la moto del suelo con la ropa sucia empapada de agua. La chica decidió irse caminando hasta la pizzería, para ver si el dueño la perdonaba con esos trecientos dólares que le quitó a aquel chico rico con quien tuvo ese encuentro tan poco agradable. Por otro lado, su madre Irina, estaba muy nerviosa pero a la vez contenta por ese trabajo que le ofreció aquella mujer de aquel club nocturno de mala muerte, sin importarle lo que le depararía allí, porque lo único que deseaba era ganar dinero para ayudar a calmar un poco la mala situación con que se encontraban. Entonces, caminando por un buen rato, se metió por una calle para tomar un atajo y así llegar a la parada de autobuses; sin embargo cuando salió de esa calle, la mujer justamente volvió a pasar por la panadería donde aquel buen caballero le regaló un vaso con agua. —Ah, tengo mucha sed, y estoy algo cansada de tanto caminar, pero no quiero gastar los diez dólares que me dio esa señora ¿Mmm, será que ese abuelo se molestaría sí le pido más agua? —dijo Irina en voz baja afuera de la panadería. La morena como estaba habituada a los malos tratos de su entorno, pensó que aquel anciano quizá se molestaría nada más por solo pedirle un vaso con agua. Así pues, con la garganta seca se dirigió hasta allá y con mucha vergüenza entró a aquel lugar que se veía un tanto lujoso. El precio de los panes y de la pastelería que estaba en ese lugar eran muy costosos; lo más barato que podías encontrar ahí era de diez dólares en adelante, por lo que, Irina no podía costearse nada de ese lugar para consumir y descansar un poco. —¡Bueno, me arriesgaré, solo pediré agua y luego me iré, de todas maneras el vital líquido no se le puede negar a nadie! —exclamó Irina adentrándose a la panadería. La puerta del establecimiento sonó cuando entró la mujer, y enseguida, el dueño la reconoció de nuevo. El señor como en sus ochenta, miró a la morena esta vez con una sonrisa amable porque ya la había visto. «Oh, esta linda joven de nuevo, pobrecita seguro está cansada y debe tener sed, le ofreceré algo y una bebida fría» El hombre muy empático de inmediato notó el cansancio, lo agitada y sudada que estaba Irina por el inclemente sol de Los Ángeles en horas de la tarde, por lo tanto, en voz alta le dijo: —¿Quieres una Coca-Cola bien fría hija mía? Se nota que has tenido un día un tanto agitado desde que te vi esta mañana, si gustas puedes sentarte. Irina lo miró muy apenada y rascándose un brazo le respondió sentándose en una de las mesas: —¡Oh muchísimas gracias señor, y si me gustaría una Coca-Cola pero no tengo para pagarla, pero… me conformaría con un vaso con agua fría si quiere! El señor le sonrió de nuevo, tomó una Coca-Cola, un pan dulce relleno con queso, fue directo hasta donde la morena y le dio las cosas diciéndole: —¡La casa invita! Irina se quedó sorprendida al ver ese acto de bondad que hizo ese hombre con ella, ya que estaba acostumbrada a los malos tratos de su esposo en casa, de sus amargados vecinos y ni hablar de donde trabajaba donde prácticamente la trataban peor que a un perro; sin embargo la única que la trataba con cariño era su hija Mely. Entonces ella sentada en la mesa con sus dos manos tomó lo que le dio el señor con los ojos algo llorosos y le respondió: —¡Muchas gracias señor, si supiera que tengo mucha sed y hambre por tanto caminar, pero este gesto de amabilidad que usted ha tenido conmigo, ha sido una bocanada de aire fresco. Sé que no me lo está preguntando, pero estas últimas horas no han sido nada fáciles! El señor se acerca a ella, le toca uno de sus hombros y le contesta: —¡Tranquila hijita, siempre para un tiempo malo habrá un tiempo bueno. Solo tienes que tener paciencia y ser muy fuerte. Tal vez la vida te está preparando algo mejor y no lo sabes, mira que Dios les da batallas a sus mejores guerreros, solo ten paciencia! Irina se limpia una de sus lágrimas, da un suspiro y asienta con su cabeza. Pronto, le da un sorbo a la botella de Coca-Cola la cual estaba bien fría, y al pasar el líquido por su garganta sintió mucha paz. Luego, le dio un mordisco a ese pan con queso y pudo notar lo delicioso que estaba, el contraste con lo dulce con salado más aquella bebida refrescante, era todo lo que ella necesitaba para calmar un poco su ansiedad en aquella ocasión. Entonces, ella masticando el pan se dijo en pensamientos: «¡Wow, como a veces la comida puede alegrarte mucho cuando estás triste o ansiosa. Y que delicioso este bollo de pan, ya veo porque son tan caros, se merecen cada centavo!» De repente, el sonido de la puerta del establecimiento suena, y es por que entra un hombre maduro como en sus cuarenta, guapo, alto, como de un metro ochenta, de piel blanca con muchas pecas, pelirrojo de ojos verdes un tanto picarones. El sexy caballero estaba vestido con ropa casual, pero se veía muy costosa y le entallaba perfectamente a su atlético y definido cuerpo, que para estar en sus cuarentas estaba muy bien cuidado. Además, el hombre usaba una chemise blanca con el logotipo de la marca de ropa Tommy Hilfiger, un pantalón de jean azul oscuro, zapatos marrones, lentes oscuros sobre su cabeza y un gran reloj dorado en su muñeca; lucía como una celebridad o alguien muy importante. Aquel hombre era tan atractivo, que la morena cuando lo vio quedó boquiabierta por su elegancia y su porte de hombre rico. Entonces, con los ojos abiertos de par en par pensó masticando lentamente el pan: «¡Dios mío, que hombre más guapo! ¿Será un actor de cine?» No obstante, el abuelito cuando vio al guapo pelirrojo dejó lo que estaba haciendo y con una sonrisa de oreja a oreja al verlo exclamó: —¡Johnny, que alegría verte hoy por aquí hijo mío! —Le dio un beso en cada mejilla. El guapo caballero con una sonrisa toma la cara del anciano, y también procede darle un beso en cada mejilla y le respondió: —¡Aproveché que estoy libre hoy para venir por acá, y también para llevarme varias docenas de panes rellenos de dulce de leche, porque haré una pequeña reunión con los chicos hoy, y están locos por comer esos bollos! El anciano tomándolo de las manos con una sonrisa le contesta: —¡Claro hijo mío, ya le digo a los muchachos allá adentro que los hagan para ti, ponte cómodo. Lástima que Cristina no vino hoy porque tuvo una reunión con sus amigas o si no se pondría muy feliz en verte! El guapo pelirrojo mirando al señor con una sonrisa le responde: —¡No te preocupes, a lo mejor esta noche te visito con los chicos! El señor da unos pequeños saltos de alegría porque le encantaba cuando su nieto lo visitaba y le dice: —¡Ahhh, que alegría, los esperaré con muchas ansias, y dime cuantos bollos les mando hacer a los pasteleros! A lo que John le responde: —¡Mmmm, como unos 100, recuerda que comen bastante, son unos hombres de más de un metro noventa de altura! Enseguida, el señor dando pasos de anciano va hacia la cocina, para guiar a sus pasteleros que hagan los 100 panes rellenos que su nieto le encargó. Luego, John camina hacia una de las mesas, un tanto distraído con su celular. Mientras él hombre caminaba, Irina quien estaba en una de las mesas, se coloca su cabello detrás de la oreja, y baja su mirada hacia lo que se estaba comiendo un tanto avergonzada por su aspecto, al ver a ese hombre ir prácticamente hacia la dirección donde estaba ella. Entonces, el apuesto pelirrojo con sus ojos hacia el teléfono se sienta en una de las mesas delante de Irina. «¡Por lo menos no logró verme, buen momento para parecer una pordiosera!» pensó la morena. Luego, la mujer dirige su mirada hacia la espalda de aquel hombre la cual era muy ancha y sexy, y rápidamente pensó: «Wow, hasta de espaldas es guapo este hombre. Definitivamente, el ver un hombre así me hace olvidar de inmediato al gordo de Harry» Suelta una risilla. John al escuchar la medio risilla de la morena voltea su cara de medio lado, pero no del todo, porque en ese instante le entra una llamada de una mujer. Irina se pone un tanto nerviosa, porque casi el hombre la iba a ver; así que, al notar que se distrajo con la llamada, suspira del alivio. «Debo ser más callada y así no note que estoy aquí» Le da un sorbo a la botella de Coca-Cola De inmediato, John en la llamada dijo en voz alta: —¡No te preocupes Betty que como en dos horas estoy allá, lo único que te pido es que no les digas a los chicos que les estoy comprando el postre, quiero que sea una sorpresa! —Se despidió de la mujer y colgó la llamada. Luego, John puso un partido de futbol en vivo con el volumen un tanto alto, se puso cómodo en la silla, doblo sus piernas y se quedó muy atento al partido que estaban pasando en ese momento. Por otro lado, Irina quien era muy fanática de los deportes, pero su más favorito era el futbol, acercó su oído lentamente para ver quiénes eran los equipos que estaban jugando. Enseguida, por medio del presentador de deportes, escuchó los nombres de los equipos de ese partido y pensó mordiéndose el labio inferior: «¡Oh, está jugando el Manchester versus el Liverpool… creo que me quedaré por un tiempo escuchando hasta que el caballero se marche. Dijo que se iba en dos horas y de paso no tengo nada que hacer. Me comeré el pan lento y también la Coca-Cola hasta que acabe el partido!» El juego empezó, e Irina con mucho disimulo estaba escuchando el partido de futbol muy atenta. Cabe destacar, que la mujer cuando veía o escuchaba un partido de futbol se le olvidaba cualquier problema que tenía, ya que cuando pequeña, sus padres antes de morir se entretenían con ella en la sala del recibidor de su casa allá en Rumania. Por lo tanto, el futbol para ella era sagrado porque le hacia recordar esos momentos tan bonitos que vivió con sus padres ya fallecidos. Esa misma costumbre se la inculcó a su hija Mely, quien era también muy fanática de los deportes. Luego, pasaron unos treinta minutos y el equipo a quien le iba Irina, que en esa ocasión era el Liverpool, estuvo apunto de meter un gol pero el portero del Manchester logró atajar la pelota. Así que, cuando eso sucedió, Irina se levantó y no aguantó en decir en voz alta con los puños apretados: —¡Oh no, estuvieron cerca! En ese mismo instante, John quien también le iba al Liverpool chocó su puño contra la mesa y también exclamó lo mismo, mirando a Irina de inmediato porque estuvieron sincronizados. La morena de la vergüenza se tapó la boca, y John mirándola soltando una risilla le dijo: —¿Le gusta también el futbol señorita?
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