Las respuestas no estaban dentro de aquella taza humeante con el delicioso olor a té verde, pero mover la cucharilla parecía entretener a Gabrielle. Le hacía bloquear sus recuerdos más dolorosos y aquella ansiedad que la perseguía a todas partes. Detrás de ella escuchó el crujir de las ventanas viejas que alguien abría de par en par dejando entrar la brisa de la mañana. Gabrielle no tenía que darse la vuelta para saber que se trataba de Johanne que se levantaba todos los días con una maravillosa energía positiva desde que su esposo murió en manos del duque de Lugo y hacía hasta lo imposible para que la duquesa estuviera lo más cómoda posible. Después de marcharse del palacio, Gabrielle no quería tener ningún contacto con su esposo o seguir bajo su yugo. Volver a la finca donde creció