Mientras tanto en Madrid, obligado a viajar por negocios o de lo contrario su padre hubiera ido hasta Francia a buscarlo, Iker se ajustaba la corbata antes de entrar en la empresa viendo con tristeza su reflejo en la ventana de su auto. Intentó sonreír, pero sabía que no podía fingir una paz que no sentía. El duque entró en su oficina en la sede principal de las empresas de su familia y lo primero que vio sobre su escritorio fueron varios artículos de periódicos de las últimas semanas. Una manía que tenía su secretaria de guardar cualquier noticia en la que se vinculara el nombre del duque de un modo u otro. Detrás de él entró su padre, Hugo, quitándose la corbata como si lo estuviera asfixiando más que la actitud tan evasiva de su hijo mayor. -Tu madre está preocupada, Iker. No puedes