Horas después de aquella conversación con el rey y varias copas de Whisky, Iker estaba sentado en las escaleras del enorme salón que había para los eventos en la mansión de su familia, delante del retrato de su bisabuela dando vueltas a su conversación con el rey, cuando escuchó a alguien acercándose.
–Si ella estuviera aquí me ayudaría a tomar una decisión. –murmuró Iker y el ama de llaves, Laura, se sentó a su lado.
–La señora era una mujer muy sabia, era una gran duquesa. –Contestó Laura mirando el cuadro con nostalgia. –Todos echamos de menos sus consejos.
–Ella me enseñó todo lo que sé para convertirme en un buen duque, a cumplir con mis obligaciones, y no le puedo fallar ahora por más que desee hacer lo contrario. Ella estaba de acuerdo con ese contrato matrimonial, lo recuerdo perfectamente y creo que ya entiendo sus razones. –gruñó apretando los dientes.
–Ella no estaba de acuerdo, cariño. La duquesa intentó romper ese contrato de todas las formas posibles, pero cuando te enamoraste de Irina lo aceptó, porque parecías estar feliz. –refutó Laura. –Porque te ibas a casar por amor y no por un acuerdo. Ella no quería que te sacrificarás de esa manera.
–Ella lo hizo, ella sí fue una gran duquesa. Cumplió con un matrimonio forzado y lo hizo por nuestro linaje. –respondió Iker mirando el cuadro de su bisabuela. –Ella entendía que la obligación debe siempre ir por delante de nuestros deseos personales.
–Y por eso tuvo que pasar la mayor parte de su vida viviendo un gran infierno. –recordó Laura mirándolo con pesar. –Además, ese contrato no libra a otros de tener que cumplir con él. Entonces tu sacrificio no serviría de nada, es una cadena que nunca se romperá. Hoy lo harás tú, mañana otras generaciones también tendrán que hacerlo.
Iker se puso de pie rápidamente después de escuchar sus palabras y empezó a dar vueltas delante del cuadro de María Eugenia, la última duquesa de Lugo. Entonces levantó la cabeza para mirarlo y contestó.
–¡Yo sí puedo impedir que otros tengan que cumplir con esos acuerdos, Laura! –afirmó con determinación y dejó un beso en la cabeza del ama de llaves antes de volver a marcharse
La mujer lo miró estupefacta sin entender nada, viendo como salía corriendo del salón el Duque, y ella se preguntó que había dicho para que Iker reaccionara de aquella manera.
Dos horas más tarde Irina estaba delante del espejo de su habitación pensando en el vestido que elegiría para su boda con el príncipe mientras que su amiga Begoña la miraba con envidia.
–Todavía me cuesta creer que hayas aceptado la propuesta del príncipe rompiendo tu compromiso con Iker. –espetó Begoña pensando en lo atrevida que era Irina.
–Amo a Iker, pero un príncipe es un príncipe. No podía perder esta oportunidad. –contestó Irina con una sonrisa de satisfacción.
–Creo que no deberías cantar victoria Irina, porque el príncipe dejó muy claro en el contrato que solo se casará contigo después de que Gabrielle se case con Iker, ya que no es lo mismo casarse con una futura baronesa de una familia olvidada, que con la hermana de la duquesa de Lugo. Si Iker decide no casarse estás perdida, porque te quedarás sin ningún título.
–No seas estúpida, Begoña. Iker es un hombre que siempre pone sus obligaciones en primer lugar y come de mi mano. Estoy segura de que a estas alturas ya habrá decidido casarse con mi hermana. –escupió Irina mirando las noticias de su compromiso con el príncipe en su teléfono móvil. –Todo saldrá perfecto.
–¿Y no te importa que Iker se case con Gabrielle? –cuestionó Begoña mirándola con interés. –Tu hermanastra acaba de cumplir los dieciocho años, y escuché algunas personas que la han visto diciendo que es muy hermosa. Puede que el Duque termine enamorado de la bastarda. –Irina tiró el teléfono al suelo y agarró a Begoña de la camiseta.
–Eso no va a pasar, porque ya me certifiqué de que Iker piense que todo esto es por su culpa. Que Gabrielle es una envidiosa que quiere lo que es mío y que convenció a mi padre de aceptar la propuesta del príncipe para separarnos. –aseguró Irina sonriendo con malicia. –Yo me casaré con el príncipe, Iker seguirá siendo mío y la vida de Gabrielle a su lado será un infierno. Porque ni siquiera se conocen y él ya la desprecia. –masculló y de repente alguien tocó la puerta.
–¡ENTRAAA! –gritó con fastidio y una sirvienta entró en la habitación con la cabeza baja. –¡¡Habla rápido estúpida, sabes que no soporto que te quedes ahí parada como una estatua!! –demandó y la mujer contestó apresurada.
–El Duque acaba de llegar señorita, ha entrado al despacho con su padre y su abuelo. –informó la sirvienta nerviosa y la chica se giró bruscamente para verla. –Y no ha venido solo, su padrino Felipe Herráez está con él, pero creo que ha venido en condición de abogado.
Irina la miró con preocupación y después salió corriendo para saber qué estaba pasando y en la puerta del despacho se encontró con su madre, que tenía el oído pegado en la puerta.
–Mamá, ¿Qué está pasando? –susurró Irina y su madre la miró molesta.
–No lo sé, pero espero que el Duque no haya venido a estropear nuestros planes. –contestó Adelaide con fastidio y Irina también puso el oído en la puerta preocupada por lo que ocurría.
Dentro del despacho la tensión era palpable.
–Duque, ¿a qué debemos el honor de recibir su visita? –preguntó Antoine, el abuelo de Gabrielle e Irina.
–He tomado una decisión sobre la boda. –informó Iker mirando a su abogado y padrino, Felipe. –Acepto casarme con Gabrielle.
–Esta es una feliz noticia hijo. Es la mejor decisión que has podido tomar…
–¡Con una condición, barón! –exclamó y tanto Antoine como su hijo Adrien lo miraron con expectación. – Aceptaré contraer matrimonio con Gabrielle, si firmamos un nuevo acuerdo. En el que asegure que las próximas generaciones de mi familia no tengan que volver a casarse por obligación.
Antoine miró a su hijo con incertidumbre. La idea de firmar un nuevo acuerdo podía ser arriesgada para ellos. Iker podía firmarlo y después decidir no cumplir con su palabra. La boda de Irina con un príncipe era muy ventajosa para la familia, pero apenas un matrimonio con el duque garantizaba un lugar para ellos dentro de la nobleza europea.
–¿Por qué aceptaríamos ese trato? –cuestionó Antoine desconfiado. –¿Quién nos garantiza que cumplirás con el acuerdo después de firmarlo?
–Sino me caso con Gabrielle perderé mis títulos y propiedades, tal y como está estipulado en el primer acuerdo, pero la única diferencia es que seré el último de mi linaje que estará obligado a cumplir con él. –contestó Iker con seguridad y Antoine caminó alrededor de su despacho pensativo.
Antoine pensó que no era un mal acuerdo, su objetivo estaría asegurado de todas formas. Su familia estaría unida a la Casa más importante de la nobleza española, pero un acuerdo matrimonial era algo fácil de romper y más cuando para Iker no suponía quedarse en la miseria, porque su padre era un hombre muy rico. Entonces pensó en algo, algo que aseguraría aquella unión.
–Por mí está bien, pero yo también quiero imponer una condición. –agregó Antoine mirándolo a los ojos y Iker frunció el ceño.
–¡¿Qué es lo que quieres Antoine?! –preguntó Iker acercándose a él con un gesto amenazante y Felipe se interpuso entre ellos.
–Tranquilo Iker, vamos a escuchar que propone el barón. –habló Felipe con tono conciliador intentando calmarlo, después se giró para ver a Antoine.
–En ese acuerdo también deber figurar que tendrán por lo menos un hijo.-añadió el barón.
–¡¡¿QUÉ?!! –vociferó Iker furioso. –¡¿Es que te has vuelto loco?!...Pero ¿qué te has creído que soy? ¡¡¿Un semental que podrás utilizar a tu antojo?!!
–Lo que quiero es garantizar la unión definitiva entre nuestras familias, esa es mi condición y si no la aceptas puedes ir despidiéndote de tu título muchacho. –escupió Antoine y hasta su hijo Adrien lo miró indignado porque él no quería obligar a su hija a hacer tal cosa. –Solo me da pena tu bisabuela. La duquesa era una gran mujer que sabía lo significaba cargar con el título y lo hizo como nadie, cumpliendo con cada una de sus obligaciones para mantener el honor de tu familia. Ella sí era una verdadera Martínez de Irujo.
–¡¡No te atrevas a mencionarla!! –Lo amenazó Iker mientras que Felipe se interponía entre el barón y el duque para impedir una desgracia.
-Es tu decisión muchacho, tu legado o una boda. -soltó Antoine con satisfacción. -Aunque es obvio que no me hace falta preguntar, en tus ojos puedo ver que tomaste la decisión.
Iker abandonó aquel despacho con el corazón despedazado y en la puerta se encontró con Irina. Ella lo miró sorprendida, pero antes de que pudiera decir algo Iker salió de la casa.
Irina pensó en seguirlo, pero su madre le impidió hacerlo.
–Déjalo que se vaya, Iker Torres ya no es problema tuyo. Te vas a casar con un príncipe, no necesitas un duque.