Miguelina no hizo esperar al rey Alberto, pues se sabía de sobra que el rey Vladimir estaría esperando su visita en el palacio.
— Buenos días, su majestad, por favor, pase usted, nuestro rey le espera
El rey y la princesa Victoria entraron al palacio, donde nuestro agraciado rey Vladimir les esperaba en compañía de su consejero, quien debía volver a fungir como el organizador de bodas, pues recordarás que así lo conocieron durante la despedida de soltero y como era conveniente a sus planes que la verdad no fuera develada, así continuaron ante los visitantes.
La princesa Victoria estaba complacida por volver a ver al rey, se percataba que esta vez la Duquesa no estaba para interferir en la convivencia con él ni en sus planes de conquista.
Isabella descansaba en su habitación a petición del rey, aunque no comprendía porqué debía ocultarse de esas personas, disfrutaba no estar ante sus presencias, pues ese hombre le causaba temor y escalofríos, y la princesa le parecía algo doble cara queriendo encajar y siempre obediente a su padre, pero algo en ella no le convencía, pues su mirada no reflejaba lo mismo que con su actuar ante los demás.
— Querido Vladimir, he venido para hablar de guerra — luego de toser, el rey responde
— Agradezco que seas tan directo, aunque me hubiera gustado llegar a un acuerdo contigo
— Mira, Vladimir, te aprecio y realmente me gustaría que me demostraras tu lealt de alguna manera
— Me indigna tu comentario, ¿sabes? Realmente bo pensé que necesitaras mi lealtad, como rey, sabes perfectamente bien de mi deber es con mi reino y mi lealtad es para mi gente
— Pero sabes bien que dependiendo del tipo de relaciones entre reinos nos pueden traer ventajas o guerras
— Sí, lo sé, pero confío en cada rey hará lo que más le convenga a su reino
Vladimir no se dejaba intimidar por Alberto a pesar de la gran presión que éste ejercía en él, de pronto, princesa Victoria intervino para pausar por un momento la disputa.
— Padre, creo que no deberíamos estar aquí, es bastante incómodo hablar de guerra al mismo tiempo pedir hospedaje en el mismo lugar
— Princesa, — aclaró el rey — no nos estamos declarando la guerra aún, así que usted y su padre son bienvenidos en mi palacio
— Eres muy amable, Vladimir, creo que otro en tu lugar no sería tan amable con nosotros
— Hija, deja que nosotros hablemos de nuestros asuntos sin preocupaciones, ¿quieres? Te aseguro que pase lo que pase, yo siempre veré por tí y tu futuro.
El rey Alberto besaba la mano de su amada hija, no cabe duda que la amaba profundamente, quizá era lo único que despertaba en él un verdadero sentimiento.
— Victoria, creo que deberías hacerle caso a tu padre y dejar que nosotros nos arreglemos como mejor convenga, estoy seguro de que no te verás afectada sea lo que sea que decidamos.
— Está bien, Vladimir, ¿crees que pudiera caminar un poco por tu jardín?
— Por supuesto, y pide a la servidumbre lo que sea que necesites.
Mientras tanto, Gerardo permanecía en guardia, con la tranquilidad de que el rey Vladimir seguía velando por el bien de Isabella, tenía tantas ganas de saludarla, pero cualquier movimiento en falso, daría inicio a la prominente guerra si se descubría la presencia de Isabella en ese lugar, así que debió esperar pacientemente al momento adecuado. Mientras la princesa Victoria andaba por el jardín, él la vigilaba, cuidando de ella, podía imaginar cómo sería si en su lugar fuera la niña Isabella. "Gerardo, ven aquí, mira qué bella flor, a mamá le encantaría este bello jardín." Pero entre ellas había una diferencia enorme, pues la amabilidad y sencillez de Victoria sólo era una apariencia y en su lugar sólo podían escucharse palabras como: "Estas flores son lindas, pero en lugar de ella desearía estar rodeada de diamantes. Gerardo, tráeme una bebida, rápido." Así, sin un por favor ni ningún gesto amabale hacia él. Miguelina, quien estaba cerca, tenía mucha curiosidad por conocer mejor a los visitantes y ¿quién mejor para describirlos que él?
— Señor Gerardo, le traje un poco de agua refrescante
— Gracias, ¿Miguelina, verdad?
— A sus órdenes, ¿cree que la princesa desee alguna bebida?
— Le as que cuando ella desee algo, lo hará saber
— Ella es tan bonita, tan educada y amable, hasta oarece compasiva
— No se deje engañar, no todo es lo que parece
Con esas palabras, Miguelina supo que no era una buena persona como pensaba.
— Así son la mayoría de los príncipes y princesas
— Pero ustedes son muy afortunados de vivir con el rey Vladimir, él sí es una buena persona
— Desde luego que lo es, al igual que lo era su padre, el difunto rey Vladimir I, no creo que lo conociera
— Sí tuve la oportunidad de conocerlo alguna vez, hace muchos años y su hijo se le parec bastante
— Eso es lo que todos le decimos, pero es muy incrédulo
— La otra vez le acompañaba una linda joven, Isabella creo que se llama
— Usted y yo sabemos que ella no puede salir de su habitación mientras estén por aquí las visitas, así que poerda cuidado, aunque me intriga demasiado saber porqué la protege tanto
— Le prometo que pronto se sabrá, sólo sigan cuidando de ella hasta que llegue el momento adecuado
— Cuente con ello.
Miguelina se había quedado aún más intrigada con las palabras de Gerardo, ¿será que Isabella provenía de ese reino?
— Bueno, Vladimir, aunque me asegure que la boda se llevará a cabo muy pronto, yo no puedo creerlo, ya sabe lo que dicen, hasta no ver no creer y mi obligación para con mi estimado amigo el Gran Duque Oscuro es hacer que eso realmente suceda, ¿usted me entiende, verdad?
— Desde luego y tenga por seguro que pronto le llegará la invitación, aunque para serle sincero, no sé qué tiene que ver una cosa con la otra
— Mi lealtad, eso tiene todo que ver
— Entonces, debo entender que tu lealtad es con mi futuro suegro y no conmigo, a pesar de que yo soy un rey y él un duque, debes apreciar mucho las amistades y eso es conmovedor
— Más que amistad es... negociar