49. El secreto muy secreto

1015 Words
Gerardo comenzaba a contar lo sucedido cuando se vió interrumpido por la desconfianza al no conocer las verdaderas intenciones de Josué, además, hasta donde sabía, él sólo era un organizador de bodas que nada podía hacer para ayudarlo, quizá se trataba de un simple chismoso del reino. — No se ofenda, mi estimado, pero es un tema que prefiero tratar directamente con su majestad, el rey Vladimir. Josué comprendió que si Gerardo tenía tanta desconfianza debía ser porque el asunto era mucho más serio e importante de lo que se creía, así que optó por no presionarlo más y simplemente, comenzó a tener una conversación con normalidad para no incomodar más al hombre. —Le agradezco infinitamente por todas sus atenciones —expresó Gerardo sintiéndose aliviado al no ser cuestionado — No tiene nada que agradecer y respecto a su asunto, pierda cuidado, mi lealtad para con el rey Vladimir es entera y le aseguro la mayor discreción posible — Aclaró Josué — Entonces, debo agradecer también por ello. Mañana deberé acompañar al rey Alberto en sus negociaciones, pero dígale de mi parte a su rey que debe buscar las respuestas en este mismo palacio, estoy completamente seguro de que el difunto Rey Vladimir I tuvo la precaución de dejar por escrito la explicación a todo ésto y así, podrán evitarme a mí el problema de tener que traicionar el voto de confianza que mi rey me impuso, usted sabe que esas traiciones se pagan con la vida propia — Entiendo. Yo le diré de su parte, lo que menos queremos es arriesgar más vidas. A la mañana siguiente, justo al amanecer, el rey Alberto y Gerardo partieron rumbo al reino colindante, quién sabe qué negocios tenían que tratar allá, pero aseguraron volver en un par de días. Con la partida del Rey e Isabella asomándose por su ventana, fue muy fácil creer que ya podía salir de su habitación sin ningún problema, más no contaba con que la princesa Victoria siguiera en el palacio, razón por la cual fue inevitable su encuentro cuándo aquella se disponía a preparar su café como cada mañana. — ¿Tú quién eres? —preguntó la princesa — Mi nombre es Isabella y estoy para servirle, su majestad — respondió ella amablemente, aunque sorprendida de verla allí — ¿Una nueva servidumbre? Pero cuán generoso puede ser el rey Vladimir en recibir aquí a cualquiera, no cabe duda que es un rey excepcional — expresó la princesa con altivez — En realidad, no soy nueva, — dijo Isabella dudosa de aclararlo — pues llevo años sirviendo aquí — Siendo así, ¿cómo es que nunca antes te había visto? — cuestionó Victoria mirándola de pies a cabeza con desprecio — Pues es que yo... — ¡Isabella! — interrumpió el rey Vladimir — por favor, ayuda a Miguelina en sus deberes y recuerda que debes portarte bien, ya que no me gustaría tener que volver a castigarte — Como usted diga, su majestad — respondió Isabella haciendo una reverencia y mientras se alejaba del lugar, iba comprendiendo que él se haría cargo de la situación — Isabella es una chica huérfana que creció en este palacio, pero a veces están impetuosas que debo reprenderla — explicó Vladimir — ¡Vaya! Admiro mucho la bondad de tu reino, sinceramente yo no sé si podría hacer lo mismo, mira que albergar a un completo extraño — expresó Victoria — Bueno, tampoco es que Isabella sea un completo extraño, sus padres sirvieron aquí por muchos años por lo que lo más lógico era que se quedara con nosotros bajo nuestro cuidado y protección, y a la vez, ella nos sirve — Me alegra saber que conoces sus orígenes, uno nunca sabe las mañas que puedan tener otras personas — dijo ella intrigosa — Pierde cuidado, te aseguro que Isabella es la persona más noble que conocerás en toda tu vida. Victoria estaba sorprendida de conocer el lado dominante del Rey, ver que detrás de su amabilidad podía esconderse un hombre capaz de ejercer su autoridad sin temor, hacía que pusiera aún más sus ojos en él, aunque, por otro lado, el sentir que era demasiado condescendiente con Isabella le provocaba un poco de celos. — Vladimir, eres todo un caballero, cualquier mujer sería dichosa de tenerte como pareja, incluyéndome a mí. Por primera vez, el rey se había sonrojado al recibir el alago de una mujer, y es que no se trataba de cualquier mujer, si no de una princesa y nada más y nada menos que la hija de su posible enemigo. — Victoria, haces que me sienta avergonzado, créeme que no ha sido mi intención... — trató de explicar Vladimir — No es para tanto, Vladimir, — ella interrumpió y se rió para romper la tensión — ¡no puedo creer que te sonrojaras por mi comentario! Realmente creí que un hombre como tú estaba acostumbrado a escuchar eso y más — Bueno, es sólo que me tomaste por sorpresa, Victoria, debo admitir que a pesar de haber recibido tantos comentarios, como dices, ninguno había sido nunca de una linda princesa — Al menos sé que te parezco linda, ja, ja, ja Victoria disfrazaba su interés por el rey con su sentido del humor, tratando de evadir la responsabilidad emocional que ello podría conllevar. — ¡Vaya, Victoria! Debo admitir que tu sentido del humor es tan peculiar — Mi padre dice que soy todo un estuche de monerías — Sin duda, él tiene razón — Vladimir, me gustaría ir de compras — Por supuesto, por ahora tengo unos pendientes, pero más tarde podré acompañarte, si deseas esperarme — Sería un placer. Josué esperaba a Vladimir en el despacho para hablar del asunto de Gerardo, grande fue su decepción al escuchar que ese buen hombre se resistió a contarle al consejero. — Vladimir creo que ese es un secreto muy secreto, tanto que solo tú y él podrán comentarlo algún día — Tienes razón, por ahora debemos buscar entre las cosas de mi padre para seguir la sugerencia de Gerardo.

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