Tras diez años de vivir bajo el resguardo del rey, ahora Isabella debía enfrentarse a un dolor más grande de perder a quien le había dado su amor incondicional durante todos estos años, el médico le había dado el terrible diagnóstico y el tiempo que le quedaba de vida no era suficiente para Isabella.
Con el futuro deceso del rey, era imprescindible el retorno del príncipe Vladimir, ese hijo caprichoso e irresponsable que le gustaba andar por todos lados y con cuanta mujer se le pusiera enfrente sin comprometerse nunca a nada y que, solamente, le había causado problemas y dolores de cabeza a su querido padre. Su presencia era necesaria ahora para que escuchara su última voluntad, la cual fue proteger a Isabella y nunca dejarla a su suerte.
El príncipe nunca se había percatado de lo importante que era Isabella para su padre, pues ella siempre se comportaba como parte de la servidumbre y el rey nunca le había dicho quién era ella en realmente, por lo que después de su muerte, ese secreto seguiría sin ser revelado e Isabella ya había olvidado su pasado tantos años viviendo feliz ocm el rey le habían borrado todas las heridas, incluso, se había olvidado de que debía regresar a su casa a reclamar lo que le correspondía, tenía vagos recuerdos que no eran suficientes para recordar y revelar su verdadera identidad.
Luego de la muerte del rey, el reino entero se vistió de luto, la tristeza era profunda en el palacio, Isabella lloraba desconsolada mientras que el príncipe ocultaba su gran dolor en lo más profundo de su alma. Él siempre estaba de mal humor y parecía odiar a todo el mundo, luego de tomar el trono, las cosas no cambiaron mucho en el exterior, pero para Isabella todo era difícil, comenzaba a ser tratada como la sirvienta que él había conocido y ella no podía defenderse, pues sabía que realmente era ese su lugar, aunque el rey Vladimir II era un hombre malo, no la despojó de su habitación ni de sus cosas ni la obligó a usar el uniforme como todas las demás, la dejó vivir su tristeza pues, veía en ella el dolor que él mismo no podía expresar, pies no se permitía mostrarse débil qnte nadie y mucho menos ante la servidumbre. Notaba que todos estaban sufriendo por la partida de su padre, pero sabía que ella en especial era la más afectada, posiblemente más que él mismo y al recordar la última voluntad de su padre, muchas preguntas cimbraban en su cabeza, demasiadas, pero ninguna tenía respuesta. A veces, eso le hacía pensar que debió haber pasado más tiempo con su padre, oero ya era tarde para ello no le quedaba más que honrar su memoria cumpliendo su promesa.
La tristeza de Isabella era tan grande que gustaba de mantenerse ocupada ayudando en todo lo que podía, por las mañanas despertaba antes que el primer rayo de sol iluminara su habitación, siendo la primera en ver el amanecer, la cual procuraba dejar en orden antes de dirigirse a la cocina, le encantaba comenzar el día con un delicioso café que ella misma preparaba, algunas veces, el nuevo rey apenas iba llegando de sus fiestas y a ella le tocaba atenderlo y ayudarlo a llegar a su habitación, pues difícilmente podría subir las escaleras en estado de ebriedad.
Después de sus tareas, Isabella se refugiaba en su habitación, donde admiraba el mundo desde su ventana y escribía en su diario todo lo que podía, cantaba imaginando que sus seres queridos podrían escuchar su voz hasta el cielo y sentirse felices por la persona en la que se había convertido, no lograba recordarlos a plenitud, pero sabía que la habían amado hasta el último suspiro y aún conservana la medalla que le fue puesta al nacer con una fotografía de la boda de sus padres, se veían tan felices y enamorados que, normalmente ella se imaginaba en una situación igual, casándose con amor y siendo dichosa. Tenía un pretendiente que poseía una buena propiedad y el rey le había dicho que buscara alguien que la amara, un hombre bueno y honesto, y ella sentía que Enrique era ese hombre, lo apreciaba y aunque no estaba segura de amarlo tanto como sus padres se habían amado, creía que él era su destino, pues cada día le mandaba una flor con una de las sirvientas del palacio cuando acudía a realizar las compras, a veces ella la acompañaba y allí aprovechaba para verse con él durante pocos minutos, en otras ocasiones solamente cruzaban miradas y él le daba la flor del día, y el fin de semana se iban a pasear por la ciudad, él la respetaba y procuraba su bienestar, por lo que era puntual a la hora de volver a casa, lo que menos quería era que su novia fuera acreedora a una mala fama.
El nuevo rey ni siquiera prestaba atención a lo que ocurría en el reino ni mucho menos en casa, por lo que Isabella ahora debía resolver los problemas que se le pudieran presentar, el mayordomo, el ama de llaves y el resto del personal recurrían a ella por ayuda, ella era muy noble y muy inteligente también, pero cuando el rey descubrió que Isabella lo estaba desplazando como autoridad, se sintió traicionado y comenzó a desconfiar de ella, entonces, él comenzó a tomar su responsabilidad con seriedad, puso nuevas reglas a sus sirvientes entre las cuales habría un castigo por cada error, las sirvientas temían y temblaban ante su presencia, él no podía tolerar a la gente débil y miedosa y poco a poco iba despidiéndolas hasta quedarse con sólo tres sirvientas, además del mayordomo y el ama de llaves, Alaisa, Esperanza y Miguelina, que más que una sirvienta, ésta última había sido la nana del príncipe por lo que lo procuraba y lo soportaba aún en sus peores momentos. Isabella sentía que todos esos cambios eran por su culpa y los roces entre ellos cada vez eran más comunes e inevitables, él era cruel con todos, pero ella era valiente para defender sus ideales.