Las nubes cubrieron el sol dejando el bosque más lúgubre de lo que era, ni siquiera los insectos se atrevían a hacer el mínimo ruido, como si alguna presencia desconocida acechara entre los árboles con sigilo. De pronto un extraño sonido llamó mi atención a lo lejos, creo que es un caballo, si es así tal vez esté con suerte y por fin pueda salir de aquí llegando a algún pueblo cercano.
Caminaba precavido siguiendo el sonido que se hacía más nítido comprobando finalmente que sí era un caballo, estaba atado a un árbol, pero no se encontraba su dueño, así que revisé en los alrededores buscando al propietario y otro sonido me alertó, quizás era un riachuelo, pero también parece haber una cascada.
Continué en silencio varios metros a la distancia un lago y un riachuelo que se desprendía de este y en la cima de una colina caía una cascada. Pretendía acercarme para beber un poco de agua cuando una extraña figura negra se asomó en el agua, me escondí rápidamente tras un enorme árbol y la misma se sumergió para luego salir cual caimán cazando a su presa, pero esto por extraño que parezca, se trataba de una joven que estaba de espaldas a mí.
De la nada, un hombre se acercó al agua con sigilo acariciando su cinturón, era un cazador y al parecer atacaría a esa joven. Ella se giró e hizo una seña con su mano invitándolo a entrar, él sonrió victorioso y se desnudó rápidamente para entrar al lago junto a ella.
Sé que no debería ver, pero mi curiosidad puede más y me complazco con la imagen frente a mí. Él la levanta y por el movimiento de sus piernas sé que estas envuelven la cintura de él, besa sus senos dejando algunas mordidas, pero los gemidos de ella no emergen.
El cazador salió con ella dejándola sobre una cama de hojas cerca del lago, la mujer es realmente hermosa, tiene una cabellera negra como la noche, su piel es tan blanca como la luna, sus caderas muy pronunciadas y danzan en un vaivén hipnótico sobre él.
Sus senos brincan como queriendo alcanzar el cielo y el cazador azota su cadera muy fuerte, acto que la hace liberar su primer gemido. De pronto una extraña sensación se apodera de mi cuerpo, entre los gemidos de ella escucho una especie de cantar, es suave y agudo… no entiendo cómo es posible eso.
El hombre la hace girar dejándola de rodillas, no es para nada delicado con ella y la inclina hacia el frente como si no valiera nada, la embiste por detrás tomando su cabellera con fuerza, el cántico cesa y con ello los gemidos de ella, su rostro gira en mi dirección lo que me obliga a ocultarme unos segundos, puedo escuchar cómo la lastima.
He conocido muchos hombres como él, no tienen cuidado de una mujer al estar con ellas; cuando las mujeres deben ser tratadas de una forma diferente. Asomo mi vista nuevamente alcanzando a divisar cómo ella patea la pierna de él haciéndolo caer, vuelve a quedar a horcajadas sobre el cazador y el cantar revive con más intensidad, es como si ahora el bosque la acompañara.
Su voz se hace más fuerte al igual que sus movimientos, es tan hermosa, mil corrientes pasan por mi cuerpo al ver tan magnífica figura, pero ella nos sorprende al cazador y a mí cuando lleva su cuerpo hacia atrás sin detener su erótico vaivén, él estruja sus senos y toma su cintura para atraerla nuevamente a él.
La mujer se deja llevar y arrastra sus manos sobre las hojas, un brillo apunta en mi dirección haciéndome fruncir el ceño, ella oculta dicho objeto en la tierra, el hombre no se ha dado cuenta del peligro que lo acecha, pero fue tan horrible la forma en que la lastimó hace un momento que me hace sentir repulsión, y por ende, mi ánimo de ayudarlo se desvanece.
Ella besa su cuello hasta bajar por el pecho y luego ella inclina todo su cuerpo hacia adelante, su rostro queda entre las piernas de ella, se apodera con fuerza de estas y la golpea, no con placer, sino con la intensión de lastimarla cual bestia indomable, ella no lo detiene, ya tiene un plan y está dispuesta a ejecutarlo.
Se levanta en un rápido movimiento y regresa al agua en un contoneo de caderas elegante, ingresa al lago y el cazador va tras ella dispuesto a terminar lo que empezó. Ella se deja atrapar en la posición que tenían al iniciar, él la empotra estando en el agua, el cuerpo de ella va hacia atrás sumergiendo su rostro, él la ahorca sin importarle su vida.
No soporté ver eso, no toleraba que trataran de esa manera a una mujer, alcancé a dar tres pasos cuando ella levanta su rostro mirándome con una sonrisa malévola, se levanta y el brillo de aquel objeto se pierde en la piel del cazador, un estruendoso grito abarca hacia lo ancho del bosque y ella desplaza su mano hacia lo largo del pecho bañándose en la tinta roja que brota de él.
El cántico reaparece con furia y sensualidad, ella deja una marca en el cuerpo del cazador hasta cercenar su cuello y éste se hunde perdiéndose en las profundidades, ella se delita con el sabor restante en el cuchillo y se sumerge en el agua unos segundos.
Estoy tan impactado por la escena que no sé de dónde saco fuerzas para huir de ese lugar, corro sin parar, corro sin mirar atrás, corro como si ella me acechara a toda velocidad. De pronto una figura negra sobresale de entre los árboles, detengo mis pasos en seco bastante asustado, paralizado. Esa figura se acerca en lo que retira la capucha que cubre su rostro.
—Es imposible… —murmuré.
—Eres un forastero muy travieso —dijo divertida la mujer del lago.
—¿C-Cómo llegaste aquí? —mis nervios me traicionaban al igual que mi voz.
—Un truco de años, pero dime, forastero, ¿por qué no lo evitaste? Pudiste salvarlo y te abstuviste, pero sí estabas dispuesto a salvarme.
Recuerdo todo lo ocurrido y mis palabras salen de mi garganta como si una fuerza superior me obligara a hablar.
—Porque él te lastimó, no tenía por qué tratarte de esa forma.
Ella sonrió todavía más y retiró su capa por completo dejándome ver su desnudez, esta quedó extendida entre las hojas y me ofreció su mano, los murmullos del bosque invadían mis oídos diciendo que la tomara, mi brazo se movió aceptándola.
Cerré mis ojos al sentir sus cálidas manos en mi piel, perdí la noción del tiempo. En el instante en que abrí mis ojos estaba desnudo y sentado sobre su capa, ella frente a mí de pie y acercó su voluptuoso cuerpo quedando a centímetros de mí.
—Muéstrame cómo tratas a una mujer.
Tragué con dificultad por mis nervios, tomé sus manos y ella acomodó las mías en su cadera, me desplacé por su perfil y besé sus piernas una a una con cariño, un delicioso aroma emergía de ella. Seguí acariciando su piel y un cántico emergió entre sus gemidos, pero era diferente, era suave, con sentimiento.
Sus manos se posaron en mi cabello guiándome hacia el secreto que escondía entre sus piernas, mi lengua y labios se apoderaron de su ser, un gemido se liberó con intensidad, ella me incitaba a continuar. Aumenté la intensidad con mi lengua, me perdí entre sus pliegues que calmaban mi sequía y despertaban mi hambruna.
—Sigue… sigue forastero —habló jadeante.
Presioné su cadera sin llegar a lastimarla y levanté su pierna para acomodarla sobre mi hombro, me abrí paso con mayor goce entre ella. Bendito su cuerpo, cántico seductor que despertó mi ser hasta los cimientos. Su figura temblaba y concentré toda mi atención en su pequeña colina rosácea, gimió más fuerte, gimió más seguido, más ahogado, más exquisito.
Su dulce hidromiel invadió mi boca brindándome la gloria de los reyes, ella se acomodó a horcajadas sobre mí, no ingresé en ella todavía, anhelaba hacerlo, pero quería seguir alimentándome de su carne.
Besé su cuello levantando su piel en una extensa corriente, sus bellos botones almendrados me llamaban y creé mi propio camino desde su barbilla hasta su escote, mis manos se paseaban en su espalda explorando cada centímetro de la misma y mis labios se apoderaron de sus cordilleras.
Bendito cántico seductor que emergía de su boca, hipnotizante voz oceánica, ninfa de ninfas que me brinda la vida al dejarme ingresar en sus tierras, nos desplazamos tan exquisitamente que todo pareciera encajar perfecto, ella se mueve a su ritmo y acuno mi mano en su rostro para obtener la vida eterna que brota de sus labios.
Nos llevé hacia atrás cuidando de ella, su placer es el mío y el vaivén enloquece mi alma, es frenético; magnético; sideral, es mágico y nuestros gemidos aumentan más. Giro quedando sobre ella apreciando esas hermosas esmeraldas de sus orbes y me apodero de sus labios con amor, con necesidad.
Sus manos me guían para que vuelva a ingresar en ella, sus piernas me abren campo dejándome a las puertas del paraíso, me separo buscando la aprobación en su rostro y una sonrisa virginal se dibuja en él.
—Llévame al cielo —deseó.
—No puedo porque tú eres mi cielo —recité.
Sonrió como solo una mujer sabe hacerlo, como solo una mujer enamorada puede hacerlo. Mi corazón latió descontrolado al verla y sonreí con ella, la besé e ingresé en su firmamento, aquel que me llevó a su alma y a su fuego. La tomé con cariño, con pasión y frenesí, no para lastimarla, no para buscar mi placer, sino para inundarnos de la pasión que ella provocaba en ser.