Estábamos a solo tres semanas de presentar el cascanueces en una versión nueva, la temporada pasada fui Prima ballerina para el lago de los cisnes, debo admitir que me fue bien, fueron muchos los elogios por parte del público, la prensa y hasta mi director y compañeros, pero no me sentía bien, sentía que no había sido suficiente para mí.
Con esa decepción por mi fracaso, pues así lo considero, estaba muy concentrada practicando para esta nueva presentación, esta vez daría mucho más, me expondría por completo para entregar la pasión que habita en mí, una que temo se extinga pronto.
Eran las seis de la tarde y ya todos mis compañeros se habían ido, estaba sola en el salón de ensayos realizando la coreografía, mejorando mi técnica, mostrándome más estilizada para mejores resultados, pero aun así me seguía sintiendo inconforme con lo que veía frente a ese enorme espejo.
—Hermoso, pero eres un fiasco.
Escuché esas palabras resonar en el salón sobresaltándome un poco, nunca vi a ese hombre antes, tenía una voz gruesa y firme, expresaba arrogancia por donde se le viese y su porte era elegante, lo que me indicaba que es o había sido bailarín, no estoy segura pues los rasgos en su rostro son un poco confusos para adivinar su edad.
—Este es un ensayo privado, no deberías estar aquí —dije con la misma arrogancia de él.
—Que sea privado no significa que otros no puedan ver, te recuerdo que el lugar no es de tu propiedad así que puedo ir a donde desee.
Tensioné mi mandíbula evitando soltar mi furia y estrés con este hombre, a pesar de todo no lo conocía y tampoco sus intenciones, sin embargo, no dejaría que me pisoteara ni mucho menos me faltara el respeto.
—Haz lo que quieras, me voy, ya tienes el salón para ti solo.
Tomé mi toalla limpiando el sudor de mi rostro, caminé hacia él para salir del lugar y su mano toma con fuerza mi muñeca impidiendo mi huida.
—¿Acaso no puedes continuar si no tienes mil personas prestándote atención?
—Si tengo mil, cien o una persona no importa, puedo hacer mi trabajo sin problema.
—Entonces muéstrame todo lo que tienes.
Su agarre fue más fuerte arrastrándome de vuelta al salón, intenté liberarme, pero era más fuerte y estaba decidido a obligarme a bailar, algo que no soportaba, esto lo amaba, era mi pasión desde niña y que alguien me forzara a hacerlo era como una violación para mí.
—¡Suéltame! No me importa quién seas ni lo que quieras, pero no puedes hacer esto.
Él tomó mi mano atrayéndome hacia él, pero la posición en la que estaba me indicaba que quería hacer un dúo conmigo, se movió invitando a seguir la pista insonora, fácilmente deduje qué parte estaba haciendo, pero no era el cascanueces lo que bailaba, no, era el lago de los cisnes. Él tomó el papel de Rothbart y quería que yo fuese Odile liberando esa maldad en mí. Esa escena siempre me ha encantado, pero al representarla en la temporada pasada me traía un mal recuerdo.
Tomé un profundo respiro al ver que me provocaba con su mirada, me retaba. Levanté mis manos y seguí su ritmo, sentía mi cuerpo tensarse por su presencia y más al hacer algo que no deseaba, pero aun así continué, continué porque no dejaría que nadie me pisoteara como lo hicieron en mis inicios.
—De verdad que eres un fiasco —soltó sin más deteniéndose por completo.
—¿Cuál es tu problema conmigo? —escupí furiosa.
—Mi problema es que eres muy buena, pero no lo estás dando todo, piensas mucho, te bloqueas con facilidad, tu cuerpo anhela volar y tú eres la cadena que lo retiene.
Sentí que me apuñalaba el corazón con esas palabras, pero ojalá alguien me hubiese dicho las intenciones de este hombre en cuanto se acercó a mí tras decir esa frase. Por un instante creí que se retiraría del salón, más él se posicionó detrás de mí, rodeó mi cintura con una mano y la otra la colocó sobre mi mano, veíamos nuestro reflejo por medio del espejo que yacía frente a nosotros.
—Esta eres tú, una mujer controladora, infeliz y frígida que sueña con volar.
Su rostro estaba junto al mío apoyado sobre mi hombro, su voz susurrante era profunda e hipnotizaba cada célula de mi piel.
—Déjame llevarte a otro lugar, permíteme hacerte volar, te daré una muestra de aquello que anhelas.
Su mano fue dejando suaves caricias en mi abdomen bajando tortuosamente hasta mi vientre, asimismo, la otra que descansaba sobre la mía la desplazaba por mi muslo y ascendía en mi abdomen queriendo ir a mi pecho.
—Será mejor que me sueltes de una vez por todas.
—Entonces libérate por tus propios medios.
En un rápido movimiento rasgó parte de mi ropa, me giró quedando frente a él y tomó una de mis piernas acomodándola sobre su cadera, su mano sostenía mi cintura con fuerza y un increíble calor se alojó en mi vientre.
Intenté soltarme de su agarre, pero volvió a rasgar mi prenda desde la espalda, sentí que sus uñas alcanzaron a lastimarme, pero algo más surgía dentro de mí, algo que todavía no puedo explicar.
—Saca esa pasión para mí Tanya, expulsa el fuego que ambos sabemos tienes dentro de ti-
Esa voz ronca erizó mi cuerpo y su boca se apoderó de mis senos, mi pierna se enganchó a su cintura con fuerza, él aprovechó esto para rasgar el restante de la tela dejando expuesto mis pequeños pechos, su lengua parecía fuego cuando la paseaba entre ellos, era delirante sentirla al rodear la aureola y más en esa mordida en la punta que me hizo soltar un gemido.
Perdí por completo el control y era fascinante, el fuego de mi vientre aumentaba sin cesar, mis manos se apoyaron en su cabeza atrayéndolo más a mi cuerpo, no quería que se detuviera y al mismo sentía que debía hacerlo… el karma de toda mi vida, deber versus querer.
Levantó su vista con una sonrisa que me descolocó por completo y me levantó a lo que enrollé mis piernas en su cintura, me sentía como una pluma en sus brazos.
—Te mostraré quién eres en realidad —dijo.
Esta vez fui yo quien tocó sus labios con sed, ninguno de los dos cerró sus ojos, era una guerra entre el placer y el dominio sobre el otro, me posicionó sobre el piano y abrió mis piernas dañando nuevamente la ropa que cubría mi centro palpitante, sonrió como si hubiese visto algo deleitante entre ellas y no se hizo esperar para provocar el delirante placer que anhelaba sentir.
Mis gemidos se hicieron más sonoros al sentir su lengua y sus dedos invadirme cual conquistador, jamás sentí esto con otra persona, pero me encantaba. Una bomba estaba a punto de estallar y él me tomó nuevamente entre sus brazos dejándome de pie y dándome una vuelta sobre mi eje.
—Muéstrame todo lo que tienes, libérate.
No hubo un cascanueces, un cisne blanco ni uno n***o, esta vez fueron mis movimientos los que se presentaron en cuanto él retiró la liga de mi cabello liberando algo más que las hebras castañas.
Me moví a lo largo del salón creando mi propia coreografía, no le pertenecía a la compañía de ballet, a una historia trágica ni mucho menos a él, era yo extendiendo mis brazos y mis piernas sintiendo la circulación correr como nunca antes, me sentía vulgar, sucia… y me encantaba, la brisa en mis labios inferiores rozaba exquisitamente, mis senos los sentía más grandes y pesados aun siendo pequeños.
No sé en qué momento lo hizo, pero siguió mi ritmo, tarde me percaté que se había desnudado y su monumental ser me vigilaba como un león a su presa. Aprovechó que en un momento levanté mi pierna quedando en un perfecto Split vertical y me penetró sin piedad, atrajo mi boca a la suya, sus embestidas eran profundas, mordió mi pierna y me liberó para continuar con esta danza.
Entre el baile le daba a entender que rechazaba su presencia, más él insistió en querer poseerme, no necesitábamos palabras y menos cuando en un salto quedé cerca de él, me inclinó acomodándose detrás de mí y me penetró nuevamente, mi cuerpo se arqueaba hacia atrás, estrujaba mis senos y su agitada voz hizo eco en lo más profundo de mi mente.
—Te romperé ese coño hasta que mi v***a quede ensangrentada de tu placer.
Odiaba que me hablaran de esa forma, pero algo tenía él que me hizo estremecer hasta el punto de rebajarme a su nivel.
—Dudo que esa insignificante v***a que dices tener pueda hacerme siquiera cosquillas.
Ojalá fuese insignificante, ojalá no tuviera este poder sobre mí, ojalá esta sensación no fuese tan magnifica para dejarlo ir lo antes posible. Escuché una risa entre jadeos, salió de mi dejando una fuerte nalgada que quemó mi piel y me cargó hasta acomodarnos sobre una silla, estaba sobre él, me levantó penetrándome nuevamente y dando una orden más.
—Mueve ese culo a tu ritmo, sedúceme como te seduje, provoca nuestro placer Tanya.
Mordió uno de mis pezones activando mi cuerpo, era una orden corpórea que seguí al pie de la letra y me moví generando mi propio placer en su maldita y enorme v***a, cuánto lo odié, cuánto lo disfruté. Mordí su lóbulo generándole un gruñido, sentía ese gigantesco falo incrementar su tamaño en mi interior y mis paredes vaginales se contraían como si de un orgasmo se tratase.
—Sí, sigue así no te vayas a detener.
Su voz estaba tan ronca que más me moví sobre él, mis manos se paseaban en su espalda y mi orgasmo estaba a punto de reventar en cualquier momento.
—No puedo más —dije apenas entre gemidos.
—No te detengas, libera todo de ti Tanya, permítete sentir.
Otra nalgada y fue mi perdición, mis caderas estaban en un frenesí incesante y el orgasmo se apoderó de mí, presioné más mis paredes provocando que él gruñera con más fuerza en mi oído, poco a poco bajé el ritmo, pero él no me dejaría en paz, me acostó rápidamente en el suelo acomodando mis piernas en sus hombros y siguió penetrándome con furia.
Otra ola de placer se levantó en cada parte de mí, besaba mi cuello como si quisiera desgarrarlo y un ardor se hizo presente en mi centro, dolía y a la vez me encantaba. Tomé sus brazos con fuerza dejando una mordida; cuya marca era la prueba de cuán excitada me encontraba por sus embestidas.
—Más… más… —jadeé
No creí que fuese posible ir más rápido y profundo, pero él lo hizo y me llevó más allá de mis límites, me hizo volar por tantos minutos que me olvidé completamente de todo.
Para el momento en que finalmente abrí mis ojos y volví a la realidad, me levanté encontrándome sola en el salón, encontré muchos moretones en mi piel y había un poco de sangre en el suelo, sangre proveniente de un solo lugar.
Al levantarme después de limpiar el desastre que había hecho, tomé la toalla que era lo único que me acompañaba, entonces vi el espejo frente a mí y me acerqué atónita ante lo que veía.
Una sonrisa de completa satisfacción se impregnó en mis labios al observar la sangre entre mis piernas, la ropa rasgada, mi piel expuesta y un oscuro brillo adornando mi mirada… esta era yo y él me ayudó a liberarme hasta volar como tanto lo había deseado.
Desde ese día y una vez a la semana lo veo llegar a mis ensayos privados a la misma hora, liberamos nuestras mentes en una perfecta coreografía que creábamos y nos transformábamos en dos vulgares ambiciosos del placer.