6 | Cercanía peligrosa

2174 Words
Travis no esperó a Raven. Ella le dijo que regresara al trabajo, que ella tardaría. Raven desconocía el tiempo que tardaría en concretar un trabajo, y con tantas negativas, una hora después, realmente pensó que no encontraría uno. A los sureños no le gustaban los citadinos. Como Raven no tenía el acento, la molestaban e incluso llegaron a mostrarse ofendidos de que ella pidiera trabajo. Fue una locura, hasta que llegó al restaurante de Rose, una agradable señora que la vio tan necesitada de una oportunidad, que le ofreció un trabajo en su restaurante como una multi. Tenía que encargarse de todo en lo que faltase una persona. A Raven le pareció el trabajo perfecto. Estaba tan ansiosa por una oportunidad, que le importó poco en lo que terminase involucrada. Estuvo a media hora de pedir empleo en uno de los bares como stripper. Le agradeció a la señora Rose, mismo nombre que llevaba el lugar, y salió radiante y sonriendo del lugar. Sabía que solo era un eufemismo. El trabajo sería horrible. Raven miró por encima de su hombro como las meseras llevaban tres o cuatro platos en las manos, que la cocina humeaba y que los que limpiaban las mesas ejercitaban el codo lustrando la madera. En ese momento le importaba poco si resultaba o no. La oportunidad de volver al ruedo laboral, era una buena noticia ese día. Raven, quien tenía el número de Travis, le envió un mensaje con los pulgares arriba. Travis sonrió ante el mensaje. No necesitaba que le explicara más, eso era una buena noticia. Travis, quien tardó la misma hora en regresar al rancho, se levantó y caminó al refrigerador. Tenían six pack de cervezas, así que seleccionando un par, se sentó a esperar que ella arribara al rancho. Aunque sonase obsesivo para alguien más, Travis solo quería que ella regresara a salvo al rancho, y caminar una gran distancia era cansado, así como peligroso para una jovencita como ella. Y la verdad era que Raven estaba más que bien caminando a casa. Se agotó, por supuesto, pero estuvo bien cuando se quitó las botas, los lentes y se lanzó en el sofá que rechistaba por su peso. Los resortes chillaban igual que un gato al que le aplastaban la cola, pero después de caminar durante hora y media bajo el sol abrasador y sin una gota de agua, lo sintió maravilloso. Era el mejor sillón del mundo, así como el agua era la más deliciosa. Travis esperó en la ventana hasta que la vio regresar. De nuevo esa estúpida sonrisa apareció en sus labios, y tan pronto como las luces de la carretera se encendieron, al igual que las lámparas que Raven terminó colocando por sí sola, también se encendieron, Travis se roció perfume en el cuello, se acicaló el cabello y acomodó su camisa unicolor abierta. Travis sostuvo su pack de cerveza y abrió la puerta. Esa vez Devan no se molestó en detenerlo. Travis era lo bastante adulto como para hacer su vida. Travis cruzó la carretera desolada y golpeó la puerta de Raven con los nudillos. Ella se encontraba en la cocina, colocando lo que tenía en el refrigerador en una bandeja de madera. Raven, por instinto, planchó su blusa y le quitó los pequeños hilos de su pantaloncillo antes de abrir la puerta y encontrarse con Travis. No hacían nada ilegal. Solo hablaban como vecinos, unos que planearon una cena como celebración si ella encontraba trabajo. Travis miró que llevaba otra ropa. Llevaba un pantaloncillo corto como el anterior y su cabello estaba atado en una coleta alta. Llevaba una blusa de tirantes que dejaba los tirantes de su corpiño blanco al aire y una parte de su blusa estaba dentro de su pantalón, además de que extrañamente iba descalza. Raven amaba caminar descalza por el rancho una vez que todo estuvo medio limpio. —Traje la cerveza —dijo Travis después de escanearla. Raven asintió y sujetó los dos six pack de su cerveza favorita. Era extraño que ambos concordaran que la cerveza oscura era mejor, aun cuando lo de Travis era más la ginebra y el ron. —Tengo pan, queso y uvas rancias —dijo ella—. ¿Te sirve? Travis sonrió y movió los hombros. —Fingiré que es un picnic mediterráneo —le respondió. Raven amaba que él no se dejaba intimidar tan fácil. El tiempo en el rancho fue suficiente para entender que no todas las personas estaban en su mismo nivel, además, el nivel económico de Travis en ese momento era casi tan pobre como el de Raven. —Entra —le dijo al girar. Travis limpió sus botas en la alfombra de bienvenida y cerró la puerta al entrar. El lugar lucía cada vez mejor. Con poco, Raven logró que el rancho se sintiese como un hogar. La chimenea encendida brindaba un poco de calor aunque la noche era cálida, y los muebles colocados junto a una pequeña mesa que limpió, era un toque femenino, así como las flores artificiales y las revistas. Raven destapó una cerveza usando la otra y le tendió una a Travis cuando se acercó a un banco sin espaldar que Raven usaba como un taburete para el mesón que necesitaba pulirse en la cocina. —¿Regresaste bien? —preguntó él. —Sí. —Raven le dio un largo sorbo a su cerveza y Travis miró como su garganta se movía antes de bajar la cerveza—. Gracias al cielo tengo tu número. Casi lo confundo con el 911. Travis sonrió cuando ella se limpió la boca con el dorso de la mano. Aunque Raven era una chica hermosa, no era tan sutil ni educada. Era alguien normal, pero no en el mundo al que Travis pertenecía. Raven tenía comportamientos masculinos, como destapar la cerveza de esa forma, o con los dientes cuando terminaron la primera. Travis llevó un trozo de queso amarillo a su boca y Raven le arrojó una uva que atrapó. Raven gritó, golpeó su palma y rozó su cerveza para celebrar que pudo atraparla. —Cuéntame de qué es el empleo —preguntó Travis. Raven tocó su muela y tragó las galletas que sacó de uno de los gabinetes de la cocina. Eran galletas saladas, y al sacar la mantequilla de maní del refrigerador, cambió por completo el menú medianamente elegante, por uno extraño para Travis. —Básicamente seré la suplente de la persona que falle ese día —dijo lamiéndose los dedos—. Lavaré platos, atenderé mesas, ayudaré en la cocina, limpiaré mesas, baños, todo. Travis también llevó un trozo de galleta a su boca. Con la cerveza sabía extraño, pero cuando Raven sacó una botella de tequila, el sabor cambió a uno más agradable al paladar. —No es mi trabajo soñado, pero pagará las deudas —dijo ella. —¿Debes dinero? —Todos debemos dinero cuando nos empecinamos en ser independientes —respondió Raven untando más mantequilla en su galleta—. Debí escuchar a mi maestra de preparatoria que tenía anteojos remendados y zapatos viejos, decirnos que el sueño de ser exitosos, millonarios y perfectos, era eso, un sueño. Travis arrojó un shot de cerveza a su boca y su rodilla derecha rozó la de ella. Ella estaba sentada junto a él, con el cabello suelto cuando la goma le produjo dolor en la cabeza. Travis miró como el pequeño mador salpicaba la frente de Raven. El tequila elevaba la temperatura y cuando rozó su rodilla, sintió que la suya se elevó. —Mi madre decía que los ricos estaban completos, y que nunca seríamos parte de ellos. —Raven le sonrió al trago que mantuvo alzado en su mano—. Era pesimista, lo sé, pero no todos nacimos en una cuna de oro ni tuvimos la facilidad de una vida perfecta. Raven sonrió al recordar a su madre. La extrañaba muchísimo, y ese trago fue en su nombre. Raven apretó los ojos y soltó un suspiro cuando el licor le quemó la garganta. —¿Cómo fue tu niñez? —preguntó Raven. Travis le sirvió otro shot y arrojó una uva en su boca. Mientras Travis masticaba, pensó en su vida. No era como la de Raven, y jamás lo sería. Ni siquiera en ese momento, aun cuando sus cuentas estaban en cero, tenía más que ella. A Travis no le faltaba lo esencial, y ni siquiera necesitaba realmente trabajar. Travis ni siquiera debía pensarlo. Ellos nunca tendrían la misma situación. —No sentí que faltase nada —respondió él finalmente. Raven, quien mordió su labio inferior y untó más mantequilla en su galleta, miró a Travis de una manera diferente. Travis no era la clase que se quejaba, o no lo era a sus ojos. Él era diferente a lo que estaba acostumbrada, y eso involucraba la forma en la que se expresaba de su niñez y respondía sus preguntas —Cuando somos nuños vemos todo casi perfecto, pero hasta que somos adultos, conocemos el trasfondo y la verdad —dijo ella recordando lo que su padre hacía para que comiesen durante un largo tiempo cuando tuvo una recesión financiara en la que estuvo a punto de vender ese rancho—. ¿No odias no tener dinero? Travis la miró de reojo. —Como no tienes idea —respondió él antes de arrojar otro trago en su boca. Llevaba tiempo sin beber, pero no se sentía borracho, y ella tampoco, además de que el dulzor apagaba un poco el ardor del tequila raspando su garganta—. ¿Empezarás mañana en tu nuevo trabajo? ¿Tienes expectativas? —Ni una sola. Prefiero sorprenderme y no decepcionarme —dijo ella moviendo los hombros—. Deséame suerte. Travis la miró a los ojos. Raven tenía unos ojos hermosos. —No la necesitas —le dijo Travis—. Te irá genial. Raven sonrió y lamió sus labios. —Solo espero trabajar lo suficiente para comprar una camioneta tan espectacular como la tuya —dijo en tono bromista. Travis también sonrió. —Mi camioneta esta en venta —replicó Travis inclinándose para empujarla por el hombro—. Quinientos dólares y es tuya. Raven sintió la carcajada escocer su garganta. —Gracias, pero paso. Prefiero comprar una bicicleta —le dijo—. Es buena para el medio ambiente, y es un excelente cardio. Travis miró los labios de Raven, antes de regresar a sus ojos. —Prefiero otra clase de cardio —dijo él. Raven le mantuvo la mirada. Travis continuaba siendo ese mujeriego seductor que lograba que casi cualquier mujer estuviese con él. Era un don que aunque estuviese casado, no estaba extinto, y con Raven brotaba de forma natural. Él nunca quiso seducirla, ni decir algo que ella pudiera malinterpretar. Al contrario, fue algo que él consideró gracioso, sin embargo, Raven, al sentir una extraña punzada en su vientre al mirar sus labios separados, también dejó que ese deseo que no sabía que existía per estaba latente en su interior, soltara la respuesta. —También yo, pero estás casado —dijo ella sin una sonrisa. Travis sentía como el aire se tornaba pesado, podían escuchar la respiración del otro e incluso el cuerpo de Raven se tensó. Eso era prohibido, era un pecado. Desear al esposo del prójimo era pecado. Eso le dijeron siempre en la iglesia. Que sintiera ese deseo hirviendo en su pecho por Travis, era un delito. Él también sabía que eso no debía suceder, pero antes de pensarlo, ambos se inclinaron un poco hacia el otro. Sus alientos exhalaban el aroma del tequila, así como la mantequilla de maní. Ambos mantuvieron sus manos alejadas del cuerpo del otro, pero sus miradas decían más que sus bocas. El corazón de Raven se exaltó cuando Travis despegó los labios y boqueó oxigeno mientras miraba los de ella. De quererlo, lo quería como solo Dios sabía que lo hacía. Los dedos de Travis se apretaron sobre su pantalón y tomó todo el autocontrol que tenía para no inclinarse, sujetar el cuello de Raven y darle un beso tan profundo, que la ropa estaría en el piso antes de que ella pudiera pensar que eso no debía ocurrir. Travis, aunque no amaba a su esposa, quiso cumplir con el contrato matrimonial y se alejó lo suficiente de ella como para Raven sentir el frío del rechazo cuando Travis se colocó de pie frente a ella. —Es tarde —dijo él—. Debo irme. Raven no entendía lo que sucedía, pero tras pestañear varias veces, tragar y levantarse, limpió sus manos en su trasero. —Sí. Es tarde —dijo mirándolo a los ojos—. Quiero disfrutar mi última noche antes de volver a ser infeliz por tener que trabajar. Travis sonrió ante el sentido de humor de la chica. —Bienvenida a la adultez —le dijo. Raven sonrió y le agradeció lo que hizo. Ayudarla fue grandioso, aun cuando el deseo por arrancarse la ropa apenas comenzaba.
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