Aquel domingo había sido extraño, decidió no ir al parque como siempre, en su lugar y como pocas veces lo hacía se encaminó al centro comercial por un helado y una tarde de juegos en las atracciones del lugar. Quería que su pequeño disfrutará de todo aquello que una ciudad tan grande como en la que vivía le podía ofrecer.
Y con la llegada de un nuevo lunes, partió más que orgullosa para la empresa que le había abierto las puertas a una oportunidad de vida que no cambiaría por nada.
Dejó a su pequeño en el segundo piso del edificio, la guardería era imponente y parecía no hacer parte de un mundo lleno de adultos y computadoras, de gente agitada y estresada por hacer su mejor esfuerzo, en definitiva tanto Ana como Cristóbal eran personas dedicadas al 100% en el beneficio de los trabajado
