Capítulo 7

4158 Words
Nadie en la Mansión Nagata pudo dormir esa noche, excepto Natsuki, quien al ver partir feliz a su hermana cerró los ojos y pudo llegar al sueño profundo con una sonrisa en los labios. Al ver que el reloj marcaba las 6 am, Yori dejó su cama y fue en busca de Megumi; la hija mayor tenía muchas explicaciones que darle. Introdujo la llave que abría la puerta de la habitación de su hija y se detuvo. Comenzó a recordar los lindos y divertidos momentos con la hija mayor, cuando la vio por primera vez, su sonrisa o su llanto reflejado en su hermoso rostro, tan parecida a su bella y amada Mika. Aunque no iba a deshacer el compromiso, quería comprender a su hija y perdonarla. Quizás su error fue no aproximarla al heredero Sato, hacer que crecieran juntos como amigos y que de ahí naciera el amor, pero ya no podía retroceder el tiempo y enmendar lo que no se hizo. Abrió la puerta y se topó con una habitación oscura, fría y vacía. El ventanal abierto de par en par permitió que la nieve inundara la habitación y que fuera la señal de que Megumi había escapado. Sabía que para abandonar su prisión necesitó de ayuda, y la primera persona que se le cruzó por la mente fue Hikaru. Recordó que no pudo ubicarlo la noche anterior, así que lo mandó a llamar. La seguridad de la mansión informó que se retiró ayer a las 8:23 pm, después de que Midori descubriera el engaño de Megumi, y aún no había vuelto. Sospechando más de la cuenta, porque para él Hikaru era casi como un hermano menor, envió a un grupo de sus hombres a la casa del amigo a quien había entregado su confianza y el cuidado de su hija mayor en Tokio. La decepción llegó cuando sus hombres comunicaron que la casa estaba vacía y que en el lado oeste de la muralla que bordeaba la Mansión Nagata habían encontrado una entrada cuya existencia desconocían. De inmediato recordó el ingreso secreto que descubrió su hermano menor junto a Hikaru cuando eran niños, y que utilizaron durante la juventud cada vez que querían ir de fiesta sin que sus padres lo sepan. Había sido traicionado por aquella persona a quien mantuvo cerca de su familia por considerarlo como uno más de su casa. La ira hizo que empezara a destruir todo lo que había en la habitación de la hija que huyó; la tristeza que el corazón se le partiera en dos, que las lágrimas brotaran en medio del caos que creaba, al igual que las maldiciones que gritaba. El escándalo alertó a toda la familia, llegando de inmediato Natsuki al tener su habitación al lado. Hiro y Sakura -la esposa embarazada del segundo bebé del primogénito- llegaron después de la niña y la consolaron al encontrarla llorando al ver que el padre destruía todo lo que había en esa habitación, como si con ello quisiera borrar la existencia y el recuerdo de la hermana mayor que se fue. Sakura la acompañó hacia su recámara, la arropó entre las sábanas y se quedó con ella, prodigándole besos y caricias que derramaba en sus cabellos. El primogénito intentó calmar al padre, era más alto, joven y fuerte, pero el dolor que sentía el patriarca era intolerable, al extremo que le proveyó de tal energía que el hijo mayor no pudo detener su descontrolada reacción. La única que logró calmarlo fue Mika, su amada esposa, quien se aferró a su cintura por la espalda y entre lágrimas le pidió parar. Yori Nagata estaba destrozado porque había perdido a una hija, una que seguía viva y estaba feliz lejos de ellos. A solo una semana de la boda pactada hace doce años atrás, Yori pidió a Kiyoshi que lo recibiera de suma urgencia. Al patriarca Sato le llamó la atención la voz de su par Nagata, ya que se escuchaba nerviosa, triste e iracunda a la vez. Por lo temprano que era se reunieron en el estudio que tenía en la Mansión Sato. Aunque Yori quiso ir solo, sus hijos no se lo permitieron, por lo que Hiro, Kano -el segundo hijo que viajaba alrededor del mundo con su esposa Yoko y su pequeño vástago, desarrollando el negocio de transporte marítimo de lujo- y Takeo lo acompañaban a dar la cara ante Los Satos en esta complicada situación. Después del respectivo saludo, Yori se postró ante Kiyoshi y le pidió perdón por la deshonra que un m*****o de su familia causaba a la suya. Anonadados por la reacción del padre, los hijos solo atinaron en seguir su ejemplo, y los cuatro varones de la poderosa Familia Nagata estaban a los pies del patriarca Sato. - Yori, ayer fui muy explícito al decir que si aún había boda te olvidaras de lo sucedido -dijo Kiyoshi intentando despegarlo del suelo. - Lo siento mucho, Kiyoshi. Debí hacer algo mal con mi hija -la tristeza por perderla hizo que se le escaparan unas lágrimas-. Megumi ha fugado, no habrá boda. La puerta del estudio se abrió y dio paso a Kenji, acababa de llegar del aeropuerto. Ver la escena le creó curiosidad, cosa que no expresó en su gesto ni en su voz. Se acercó a su padre y le saludó como siempre lo hacía, con una marcada reverencia y palabras muy formales; quien los viera pensaría que no eran familia por la fría interacción del hijo. Al escuchar la voz del heredero Sato, Yori y sus hijos despegaron la frente del suelo para verlo. El joven, que había crecido hasta llegar al 1.83 m, de buena apariencia y atlética fisionomía, saludó con la misma formalidad con que lo hizo con el padre, aunque estos estuvieran en una humillada postura. Tener a Kenji ante Los Nagata le recordó al patriarca Sato los cuatro años que llevaba la aventura que el heredero de su familia sostenía con Yuriko Inoue, así que no quiso poner sal sobre la llaga al oprimir más de lo que ya lo hacía al patriarca Nagata. - Yori e hijos, por favor, párense y hablemos, todo tiene solución -dijo Kiyoshi. Mientras Los Nagata tomaban asiento le explicó a su hijo que su prometida había huido. - Lo siento mucho, Kenji. Lo hecho por mi hija no tiene nombre -volvió a excusarse el patriarca Nagata, pero ahora con el hijo Sato. - Sí lo tiene -el rostro pálido de Yori indicaba que temía lo que el frío e inexpresivo Kenji pudiera decirle-, se llama amor. Solo por ese sentimiento Megumi pudo traer la deshonra a su familia. - No pensé que alguien con su carácter pudiera darle tanta importancia al amor -reflexionó Yori más para él que para los presentes. - Sé lo que es el amor, Nagata san. Que no guste o necesite expresarlo como comúnmente la gente lo hace no significa que no lo sienta -Los Nagata miraban a Kenji maravillados, ya que hablar con él daba la sensación de estar haciéndolo con una máquina. - Entonces debemos cancelar la boda. Hay que comunicar a todos los invitados, sin dar mayor explicación, que la ceremonia y celebración se suspenden -señaló Kiyoshi marcando el anexo de la habitación matrimonial en donde encontraría a su amada Hanae para pedirle que se comunique con Mika, le dé su apoyo y se encarguen de avisar que no habrá boda-. Habrá que pensar en otra forma para afianzar nuestros lazos comerciales. - Te prometo meditar sobre ello y comunicarte mi propuesta –dijo Yori haciendo una reverencia. Yori y sus hijos se retiraron de la Mansión Sato sintiendo que había sido demasiado sencillo lidiar con Kiyoshi y su heredero, contrastando con la escena que se habían imaginado. Saber que la prometida había huido le dio una idea a Kenji que esperaba que su padre la acepte. - Padre, ya que todo está listo, ¿por qué no aprovechamos y me caso con Yuriko? -Kiyoshi miró muy molesto a su hijo por tan solo mencionar la posibilidad de que su único heredero varón se uniera a una mujer fuera de su clase social por más hermosa e inteligente que fuera. - Jamás sucederá eso Kenji -respondió tajante, esperando causar algún impacto en él, pero pareciera que los músculos de su cara estuvieran dormidos y no manifestaron ninguna reacción. - Padre, al igual que la hija Nagata, yo me enamoré de alguien más. ¿Acaso tengo que huir para alcanzar la felicidad? -la pregunta activó las alertas en Kiyoshi. Jamás permitiría que su único hijo varón escape de su destino. - Kenji, tu caso es diferente. Cuando una mujer de nuestra clase social se casa pierde libertad. El precio por vivir acomodadamente es que su vida sea manejada por su marido. Al ser así, Megumi Nagata se hubiera tenido que olvidar del extranjero con el que se enredó. En cambio, un varón no cede nada ante el matrimonio. Podrás seguir tu relación con la chica esa sin problemas y no tocar a tu esposa, si no lo quieres. En nuestro círculo es común que el hombre tenga esposa y amante -lo afirmado por el padre lo asqueaba, ya que le sonaba inmoral, pero al no expresar su fastidio físicamente, Kiyoshi no sintió malestar en hablarle sobre ello a su hijo. - ¿Has tenido alguna amante a la par de estar con mi madre? -la pregunta sorprendió a Kiyoshi, más por la pasividad con que la hizo. - ¡Nunca! A Hanae la amo. Me enamoré de ella cuando me la presentaron el día de nuestro compromiso. Me casé enamorado. - Pero ese no será mi caso, por lo que tendré que vivir entre dos mujeres, hacerles daño a ambas y desvirtuarme solo por un requerimiento social -sumado el tono de voz y el gesto seco, las palabras de Kenji herían fuerte. - Hijo, entiende que así actúa nuestra sociedad. No somos perfectos, pero intentamos hacer lo mejor. A la familia, tú familia, le conviene que te unas a la hija de otra poderosa e igual a la nuestra, así creceremos económicamente y mantendremos en el tiempo funcionando a la empresa, dando trabajo a tantas personas que colaboran con nosotros. Kiyoshi conocía a su hijo y sabía que mencionar a las más de mil familias que se sostenían por los puestos de trabajo que generaban las ensambladoras y locales de ventas que tenían en j***n y el resto de Asia lo mantendría en el plan que tenía para él. Kenji era frío al trato, pero no era un hombre despiadado, por lo que era perfecto para los negocios y hacer crecer el prestigio de la Familia Sato. Dando por terminada la conversación, el joven se dirigió a saludar a su madre y luego a su habitación para recuperar el sueño que cortó por tomar el primer vuelo hacia Nagoya. De regreso al hogar, Yori y sus hijos discutían sobre las opciones que tenían para sellar la alianza con Los Sato, pero por más que daban vueltas al asunto buscando ideas, la única que era precisa es el matrimonio entre hijos de ambas familias. Que la sangre se mezcle y los sentimientos fluyan era una manera de asegurar el compromiso, respeto y exclusividad que una familia tendría con la otra en lo comercial, ya que compartirían los mismos intereses y descendencia. Al no tener otra opción, Yori propuso a su hijo Takeo que sea él quien se case con Midori Sato, la única hija soltera de esa familia. Aunque el joven no tenía a nadie en su corazón, no le gustaba la idea de contraer nupcias con la mujer que insultó y evidenció el error de su hermana, además que le parecía algo enfermizo que la hija Sato guste de tomar fotografías a desconocidos solo por su atractiva apariencia. Sin embargo, decidió que se sacrificaría por la familia, ya que era la forma de reivindicar el honor de su abolengo y el de su querida hermana. Para hablar del matrimonio entre los hijos de las familias, pero proponiendo nuevos novios, Yori extendió una invitación a cenar a Los Sato. Dos noches después de lo sucedido con Megumi, Kiyoshi Sato y familia regresaron a la Mansión Nagata. El amorío de Kenji con la joven promesa de la Medicina, Yuriko Inoue, hacía que Kiyoshi tuviera rabo de paja y fuera muy paciente con Yori, pero si lo que propondría el patriarca Nagata no le parecía una opción favorable para sus planes, se vería obligado a desistir de toda unión con esa familia. En la cena participarían los patriarcas, sus esposas, los hijos mayores de edad y sus parejas oficiales, por lo que Natsuki no estaba en el salón principal cuando Los Sato llegaron. Al principio había un poco de reticencia entre los invitados por lo sucedido entre Midori y Megumi, pero Hanae y Mika se encargaron de aligerar el ambiente iniciando una superflua conversación sobre decoración y colores de moda de la estación. Los hijos Nagata miraban con desdén a Midori, por lo que había hecho en contra de la amada hermana cuyo paradero desconocían, pero sabían aparentar su verdadero sentir cuando se dirigían a ella o participaban de alguna conversación iniciada por la joven. Algo curiosa por saber si la situación provocada por su hermana traería consecuencias nefastas para su familia, Natsuki espiaba permaneciendo parada al costado de la puerta abierta del salón principal, intentando oír lo más que pudiera, pero no hablaban de su hermana ni de lo sucedido dos noches atrás. Cuando su madre los invitó a pasar al comedor, la niña supo que no lograría enterarse de nada, ya que no había cómo ocultarse en esa área de la gran mansión, así que fue al jardín interior que su padre mandó a construir exclusivamente para ella al notar que gustaba de la jardinería. Dicho lugar era un invernadero donde la menor cuidaba de diferentes tipos de flores, teniendo entre sus favoritas a la variedad de rosas blancas Mondial que su hermano Kano le trajo desde Ecuador. Sentada en su columpio, observaba el cielo estrellado que el techo transparente le permitía contemplar. Pensaba en su hermana, en lo feliz que estaría al poder compartir su vida con quien había elegido y amaba. Al no saber nada de la historia de amor de Megumi, la niña se la imaginaba como un cuento de hadas, donde el extranjero rubio de ojos azul turquesa era un príncipe que, al solo mirar a su bella hermana, una princesa oriental, se enamoró de ella. La imaginación de la pequeña no distaba mucho de la realidad, ya que James era el siguiente Duque de Somerset y Megumi era la hermosa hija de unas de las familias multimillonarias del j***n. «Aunque no te vuelva a ver, quiero que toda la felicidad del mundo llegue a ti», era el deseo que la menor pedía para la mayor: una vida alegre y dichosa al lado del hombre con quien comenzaba una nueva familia. Sentados en el fino y extenso comedor de la Mansión Nagata, los miembros adultos de ambas familias compartían la cena y una ligera conversación; sería en la sobremesa cuando hablarían sobre los temas que promovieron la velada. Por la necesidad de revisar su celular al sentirlo vibrar constantemente, Kenji se excusó para ir al tocador. Algo perdido por no prestar atención a las indicaciones que Sakura le dio por estar pensando de qué iba la sarta de mensajes que Yuriko le enviaba, terminó dirigiéndose al jardín de Natsuki. Fue para el heredero Sato muy obvio que ese lugar no era el tocador para invitados, pero el fragante olor que se colaba por la puerta entreabierta llamó su atención. Se acercó y vio un hermoso jardín de flores exóticas que solo la tecnología en jardinería y un esmerado cuidado podían mantener hermosas en el frío invierno japonés. Lo que lo maravilló fue la delicadeza y el aroma de las rosas blancas. Natsuki se percató de la presencia de Kenji y se acercó. La niña no lo conocía, ya que nunca acompañó a su madre a la Mansión Sato, pero le pareció que era un príncipe que estaba perdido. El cabello n***o azulado bien peinado; la postura recta y orgullosa que resaltaba ese perfecto traje n***o; las finas manos que se movían acariciando las rosas; el perfil recto, serio, cincelado por los dioses, y los ojos, ese par de profundos abismos negros que la miraban adustamente habían cautivado a la niña. Natsuki dio un ligero salto al escuchar su voz, una que le sonó profunda, varonil, hermosa. - Disculpa, no fue mi intención asustarte -dijo Kenji al ver que se sobresaltó cuando le preguntó quién era, pero la niña no se había asustado, estaba impresionada por lo atractivo que le resultaba escucharlo hablar. - No, no me asusté. Soy Natsuki, la hija menor de la Familia Nagata -se presentó la niña e hizo una reverencia, como si en verdad él fuera un príncipe. A Kenji le causó gracia el gesto de la menor, pero no lo dio a notar al mantener el semblante serio como siempre. - ¿Y por qué no participas de la cena? - Porque no tengo edad para escuchar temas que solo compete a los adultos -se encogió de hombros al pensar que no siempre sería una menor y por lo que no encontraba sentido a esa regla de su familia. - Absurdo. Algún día dejarás de ser una niña y tendrás que enfrentar todo lo que compete a tu familia -aunque su semblante era muy serio y parecía que fuera un robot quien le hablaba, le encantó que pensara como ella. Se sintió respaldada y un tenue cosquilleo nació en su estómago. La sensación agradable del amor. Pidiéndole que lo oriente para ir al tocador, Kenji se despidió. Estaba a punto de girar en la esquina del corredor cuando la pequeña recordó que él no se presentó. Comenzó a gritar preguntando su nombre, pero él no la escuchó y siguió su camino. Ya en el tocador, revisó los mensajes de Yuriko. La joven le informaba de su complicado día en el hospital y de que ya había llegado a casa. Ellos llevaban un año y medio compartiendo el apartamento de Kenji, y a cada día que pasaba sumaban un nuevo plan a los que ya tenían para el futuro. «Descansa. Siento no estar a tu lado para preparar tu baño y cuidar de ti después de un largo día. Cuando regrese te recompensaré por la temporada que hemos pasado alejados. Te amo», escribió un enamorado Kenji, que sonaba como un joven normal y corriente, muy amoroso y sincero con su amada. Y es que así era, por lo que Yuriko prefería que su amado le deje mensajes escritos, ya que su tono de voz o inexpresividad facial opacaban los sentimientos que el heredero Sato guardaba en él. Terminada la cena los miembros de ambas familias regresaron al salón principal para hablar del matrimonio que unificaría a las familias. Yori ofreció disculpas nuevamente por lo ocasionado por su hija Megumi y agradeció por la comprensión y apoyo que tanto Kiyoshi y Hanae ofrecieron a Mika y a él ante la penosa y dolorosa situación -la amada Mika derramaba una lágrima que su hijo Hiro secó con su pañuelo-. El patriarca Nagata señaló que tras discutir con sus hijos las opciones que tenían para estrechar los lazos entre familias, concluyeron que la única forma era el matrimonio entre los hijos de ambas, por lo que proponía una nueva boda, una entre Takeo y Midori. La cara de Kiyoshi se desfiguró a tan solo pensar que casaba bajo esas circunstancias a su hija menor, no porque el tercer hijo Nagata no fuera bueno para ella, sino porque conocía a su hija y sabía que era más rebelde que Megumi, por lo que desde un principio se negó a comprometerla en un matrimonio arreglado para que no hiciera lo que al final la hija mayor Nagata consumó. - ¡Eso no es posible! -protestó molesta Midori-. ¿Pretende que me case con su hijo que es dos años menor que yo y es un amante de las carreras callejeras? -pretendía zafarse del problema embarrando a otro hijo de Los Nagata. - ¿Y quién crees que se quiere casar contigo? -soltó molesto Takeo al mencionar lo de su preferencia por ese tipo de competencia ilegal-. Para mí sería un sacrificio por mi familia, ya que no me interesa relacionarme con una mujer con una obsesión enfermiza, que toma fotografías a desconocidos atractivos cuando están distraídos -lanzó Takeo con toda la intención de desprestigiar a Midori. - ¡BASTA! -gritaron a la vez Kiyoshi y Yori. Los hijos estaban enfrascándose en una discusión penosa al resaltar sus defectos y decisiones erradas de los últimos años. El único que guardaba la compostura era Kenji, a quien le divertía lo que veía, pero no dejaba que lo notaran. - Lo siento, Yori, pero no puedo ceder a Midori para un compromiso de ese tamaño. Mi intención de entregar a Kenji para fortalecer nuestras relaciones comerciales y sociales fue con la intención de que sea mi hijo quien maneje el conglomerado empresarial que hemos pactado informalmente y queremos oficializar al concretar la unión legal entre nuestra descendencia, en especial por el negocio automotriz de mi familia y el de terminales portuarios de la tuya que están estrechamente relacionados con la expansión hacia el mercado latinoamericano que pretendemos -se excusaba Kiyoshi sin exponer la falta de confianza en la cautela de su hija-. Si no hay forma de unir nuestras familias por medio de mi hijo, creo que será mejor abandonar la idea de fortalecer nuestras relaciones comerciales y empezar a buscar nuevos socios cada quien por su lado. A Yori no le convenía deshacer los tratos con Los Sato, ya que la exportación de autos dejaba grandes sumas al rubro de terminales portuarios y, además, quería repotenciar las ensambladoras de su familia, que cerraron al ganar Los Sato mayor presencia en ese mercado, para que Takeo, el hijo varón que aún no tenía un negocio al que dedicarse exclusivamente, se encargue de potenciar la creación de nuevos modelos de autos de lujo y de carreras. Como no había más que hablar, el patriarca Sato se dispuso a despedirse de Los Nagata, a lo que Yori lo detuvo al recordar que aún tenía un as bajo la manga. - Kiyoshi, aún podemos seguir con el acuerdo entre nuestras familias -al mirar a su esposa esta supo lo que haría Yori y quiso protestar, pero el peso de la mirada del patriarca Nagata no le permitió alzar su voz-. Ofrezco a mi hija Natsuki en matrimonio con tu hijo Kenji. Los tres hermanos Nagata se levantaron de sus asientos con un fuerte tono de protesta por la edad de la hermana menor, quien apenas era una niña. El padre calmó inmediatamente el descontento y desacuerdo de los hijos al manifestar su idea. - Cuando Natsuki cumpla dieciocho años contraerá nupcias con Kenji. Durante estos seis años que esperaremos para concretar el matrimonio, seguiremos con la preparación de nuestra hija para que sea la esposa perfecta para tu heredero. - Ella es muy joven para mí, le llevo diez años -excusó Kenji con su frío y desinteresado semblante. - Ahora lo es porque aún le falta crecer, pero cuando ella haya acabado la escuela será una joven y bella mujer digna de acompañar en el camino de la vida al heredero Sato. Además, con una amplia diferencia de edad entre ustedes te será más sencillo lidiar con ella, ya que influenciarás más en su carácter -aseguró Yori recordando como su madre seguía al pie de la letra lo que decía su padre al ser doce años mayor que ella y haber moldeado la mente de la madre desde que era una joven de dieciséis años, edad en la que la tomó como esposa. - ¿Y quién nos asegura que no se repita la historia de la hermana mayor con la menor? -consultó con mucha cizaña y mala intención Midori. Takeo ya iba a poner en su sitio a la impertinente joven cuando una delicada, pero decidida voz se escuchó en el salón. - Yo… Natsuki Nagata, hija de Yori y Mika Nagata, descendiente del honorable y antiguo abolengo de Los Nagata de Nagoya, hermana de Hiro, Kano, Takeo y Megumi Nagata, soy quien asegura que el joven heredero de la honorable Familia Sato tendrá como esposa a una digna hija de la Familia Nagata cuando cumpla dieciocho años -todos miraban absortos a la pequeña de doce años-. Yo me ofrezco para recuperar el honor de mi familia y corregir el error de mi hermana. Tienen mi palabra -posando sus rodillas, manos y frente en el fino piso de mármol del salón, Natsuki selló la promesa que acababa de hacer con una reverencia que ofrecía a Los Sato.
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