Las palabras y resolución de la niña callaron las burlas de Midori, las dudas de Kiyoshi y las protestas de los hermanos Nagata. Mika lloraba emocionada al ver que había logrado hacer de Natsuki una dama completa y digna de un heredero de una familia respetable. Yori se mordía el interior de la mejilla para aguantar las lágrimas de orgullo que quería soltar al haber sido testigo de la valentía y seguridad de su pequeña hija, y recordó las palabras de su madre: “Nada es por casualidad, todo tiene su propósito”, al fin entendía el porqué de la existencia de su pequeña princesa.
Kenji miraba a Natsuki y se preguntaba cómo podía haber tanto valor, dignidad, orgullo, entereza, amor por su familia y madurez en esa asustadiza, tímida y soñadora niña que encontró al errar el camino hacia el toca
