Capítulo 2

2088 Words
Condujeron a Camila por un pasillo grande, en el que ella pudo ver pinturas, fotografías y algunos objetos decorativos. Uno que realmente le impresiono fue ver el cráneo de toro ocupar un gran espacio sobre uno de los muros de una habitación, pero eso no le hizo olvidar su situación. ¿Qué iba a hacer para salir de ahí? Después de un par de vueltas salieron a un jardín en donde comprendió que el lugar en realidad se trataba de una hacienda antigua muy bien conservada, pero lo que no combinaba en ese lugar eran los hombres armados que custodiaban cada rincón en el exterior de la casa. Eso reducía sus opciones, no podía escapar de ahí aunque lo intentara, al menos no a pie y mucho menos sola. Necesitaba ayuda o al menos saber el horario en que esos hombres vigilaban a diestra y siniestra, pero. ¿Quién en su sano juicio la ayudaría a suicidarse? Porque claramente tratar de huir de ahí era como desear morir. Después de cruzar el jardín, los hombres que la custodiaban se detuvieron frente a un par de puertas, estas disponían de pequeñas ventanas por las que no se podía ver nada del interior gracias a un par de cortinas de tela blanca. Jacinto, el hombre que no había retirado el arma de su cuerpo, finalmente la soltó un instante para rebuscar en sus bolsillos un manojo de llaves, eran tantas que cada una tenía el nombre de la puerta a la que pertenecía, quizás para que aquel sujeto no olvidara para qué servía cada una. Camila agachó la mirada colocando su vista sobre las llaves, vio como Jacinto rebuscaba entre todas una en específico, hasta que levanto una que tenía escrito "Habitación  45" por supuesto el número le sorprendió ¿Cuántas habitaciones disponía esa hacienda y que tan grande era? Cuando abrieron el par de puertas le desconcertó ver una recámara, entre lo que cabe decente, una cama matrimonial con un cubrecama de color rosa, una chimenea, una pantalla plana, algunos objetos decorativos como un par de floreros con rosas grandes y aromáticas,  una lámpara colgante blanca y un pequeño sillón del mismo color del cubrecama, parecía la habitación de una chica. —¿Y esto?—musitó perpleja. —Es una habitación—respondió el hombre que aún la sujetaba— ¿Qué no tienen en el pueblo de donde te sacaron? Ambos hombres se echaron a reír, ninguno de ellos sabia exactamente de donde venía Camila y a juzgar por como lucia era evidente que pensarían eso. En ese lugar era mejor no saber mucho sobre algo o corrían el riesgo de terminar en una fosa clandestina con un tiro en la cabeza. —Quédate aquí y no causes problemas o tendré que meterte una bala en la choya—le amenazo muy a su estilo, pero Camila entendió a que se refería. Jacinto guardó su arma, pero no la llave, cuando salieron volvió a colocar el seguro en la puerta y después de eso se alejaron dejándola completamente sola. Camila, aún sin comprender que estaba pasando, permaneció inmóvil mirando hacia la puerta. ¿Por qué la iban a dejar quedarse en esa habitación?  En su incomprensión lo único que pudo hacer fue dejarse llevar por la gravedad hacia el suelo, tomar sus rodillas y abrazarlas como si en ellas pudiera sentir el abrazo de su madre para poder consolarse a sí misma. Lloro amargamente hasta que sintió un poco de alivio y cuando termino, el dolor en su corazón  permaneció ahí, pero ya no como antes, era algo que podía tolerar, al menos por ese momento. No supo cuanto tiempo permaneció en esa posición, pero cuando intento levantarse sus piernas no lo permitieron, estaba tan cansada que no pudo. Repentinamente escucho ruido en el exterior lo que le obligo a levantarse de su sitio, eran un par de tacones aproximándose, pensó que estos pasarían de largo, pero eso no sucedió. Se detuvieron justo en la puerta y luego de retirar el seguro las puertas se abrieron, de par en par dejando ver una figura femenina.  La mujer era delgada, alta y vestía una blusa de tirantes negra de la que sobresalían sus pechos, se notaban firmes y muy redondos por lo que Camila dedujo que esos pechos eran más plástico que otra cosa, sin duda lucia hermosa, con cintura pequeña y trasero enorme, además su maquillaje era un poco exagerado, pero le hacía destacar las partes atractivas de su rostro y por último su cabellera, era larga y negra, como la de un caballo, además se notaba que estaba sedoso. —¿Qué haces ahí?—cuestiono la chica al verla. Sus ojos viajaron por todo su cuerpo, la juzgo de pies a cabeza y todo lo que vio le exaspero—¿Así que tú eres la chica de la que todo el mundo está hablando? Soltó una risa fingida, ella había esperado mucho tiempo desde el mismo instante en que supo que la mujer de Juliano había sido capturada, cuando la vio se decepcionó, no era lo que esperaba, pero al mismo tiempo se sintió aliviada porque no quería sentirse desplazada por ella. —¿Quién eres tú?—cuestiono dando un par de pasos atrás, se sintió vulnerable ante su presencia, pero en el estado en el que se encontraba cualquier cosa podía hacerla sentirse insignificante. —Mi nombre es Estela, pero a partir de ahora me llamarás señora ¿Entendiste? Camila la miro con recelo,  había conocido chicas como ella, imponentes y confiadas solo por ser hermosas, ella creyó que era injusto que chicas como ella tuviesen un cutis impecable y un maquillaje de diosa aunque su carácter y personalidad fuesen la de un maldito demonio. Definitivamente la vida no era como en las películas y los cuentos de princesas, solo las malvadas eran hermosas mientras que el resto solo eran sus sirvientas, en realidad no existen las princesas. —¿Qué quieres de mí? Estela río, el cuerpo de gatito asustado de Camila le divertía y saber que tenía poder sobre ella le fascinaba aún más. —¿De ti?—se burló— de ti no quiero nada, pero desgraciadamente para las dos tenemos que trabajar juntas si es que quieres seguir viviendo. —¿Pero tú que ganas con esto?—se atrevió a preguntar, no podía confiar en ella ni en nada de lo que dijera. Estela hizo un movimiento con los dedos expresando que el motivo que la había traído ahí y por el cual seguía trabajando era el dinero. —¿Por qué?— exclamo en un momento de impotencia y debilidad, ella parecía ser una mujer que solo buscaba beneficiarse del sufrimiento ajeno solo para conseguir dinero, pero quizás muy en su interior no lo era y esa mujer era lo que Camila intentaba encontrar gracias a las lágrimas que escurrían de su rostro. —No tengo tiempo para tus estupideces—exclamo Estela harta de su actitud— métete a bañar ¿O quieres que te ayude metiendo tu cabeza en el inodoro? Camila se tragó el nudo en la garganta que comenzaba a formársele, tal vez se había equivocado y esa mujer realmente era lo que sus ojos veían, solo una escoria de la sociedad. Camila camino hacia un pasillo oscuro donde se hallaba una puerta, abrió con sigilo, puesto que no había tenido tiempo de inspeccionar todo el lugar y al ver que se trataba del baño entro y coloco el seguro, no se sentía a salvo con esa mujer cerca. —Cálmate, cálmate—se dijo a sí misma para después comenzar a desvestirse. Su cuerpo temblaba, era evidente que aún no sabia como enfrentar la situación que estaba viviendo, pero tampoco quería seguir sintiéndose de la misma forma, debía ser fuerte aunque su cuerpo insistiera en temblar y llorar. Entro a la ducha y abrió una de las llaves del agua, el agua helada el cayo encima del cuerpo, pero creyó que la temperatura del agua le ayudaría a aclarar sus ideas, después de todo no estaba en su casa y debía darse prisa si no quería que la bruja que la esperaba afuera tocara la puerta y comenzara a gritarle como sospechaba que lo haría si no se daba prisa.  Se enjuagó lo mejor que pudo, se talló la cabeza con champú, pero tenía tanta suciedad en la cabeza que el jabón se cortó de inmediato, iba a necesitar más de cinco minutos para quedar totalmente limpia, pero tal vez eso debía esperar.  Salió de la ducha y busco entre los cajones una toalla limpia, cuando la hallo se la envolvió en el cuerpo y uso los accesorios de baño que encontró como la navaja de rasurar para retirar el exceso de bello que era el causante de que oliera tan mal. Cuando termino miro la navaja, por su mente paso la idea de usar las cuchillas para defenderse en caso de necesitarlo, pero dejo la navaja una vez que se dio cuenta de que la idea era una locura, si alguien llegaba a verla con esas cosas se metería en graves problemas, pero de igual forma no sabia si realmente saldría de ahí como se lo habían prometido. Una vez vestida, inhalo esperando que el aire que entraba por sus pulmones le diera el valor que necesitaba para enfrentar todos los obstáculos que estaban entre su libertad y ella.  Abrió la puerta y camino de vuelta por el pasillo, pero mientras avanzaba descubrió a Estela recostada sobre la cama mirando la televisión como si esa circunstancia fuera de lo más normal. —Vístete—le dijo. Camila dirigió la mirada hacia la silla, ahí se encontraba un vestido rojo, muy sensual para su gusto, además de un conjunto de lencería, era bonito, pero no como los que Julián tenía en su departamento. Giro a verla y después de darse cuenta de que ella no le estaba prestando atención se quitó la ropa sucia para ponerse lo que Estela deseaba que usara. —¿Adónde se supone que iré?—cuestiono Camila mirándose al espejo. Estela se levantó de su sitio para observarla mejor.  —Con ese aspecto a ningún lado—se burló para después aproximarse a ella e indicarle con el dedo se sentará sobre la silla. Camila lo hizo mientras la observaba sacar de los cajones del tocador una cosmetiquera grande. —Ahora haré mi magia así que no te muevas o te arrancaré esa uniceja de un solo jalón ¿Escuchaste? Asintió y mientras Estela trabajaba en el aspecto de su rostro se concentró en el audio de lo que decía la televisión detrás de ella, solo así pudo mantenerse quieta, pero en cierto momento escucho la voz de una reportera pronunciar cierto nombre que le hizo girar sobre su sitio aunque Estela aun no terminaba de maquillarla.  Se trataba de un reportaje que hablaba sobre Julian Cazares y su nueva novia. Camila sintio que su corazon habia dejado de latir, al escuchar la noticia y ver sobre la pantalla fotografias de un paparazzi de Julian con una mujer desconocida que habia hecho todo para que la camara no la reconociera, vestia una blusa negra con un sueter azul y un patalon de mezclilla, pero sobre el rostro llevaba un par de gafas oscuras, un cubrebocas y un sombrero que impedia ver su identidad. —¿Eres tu con Juliano?—le pregunto Estela con curiosidad. Camila se quedo sin habla, no podia sacr esas imagenes de su cabeza, la mano de Julian sobre ñla cintura de la chica, besandose y acariciandose. >> se recordo a si misma, para que el dolor que sentia disminueya, pero aunque intentara engañar a su cabeza, sus pensamientos no podia engañar a su corazon. —Si—declaro volviendo a la realidad, ellos insistian en que Julian era en realidad un tal Juliano y que deseaban que regresara, asi que tal vez su unica esperanza de vida era fingir que era su mujer. —Asi que finalmente pudo olvidarla—declaro Estela. —¿De quien hablas?—pregunto tratando de mantener la calma —De Claudia. ¿Acaso él no te lo conto?—respondio Estela sorprendida y al mismo tiempo interesada en meter veneno en una relacion que Camila ya habia dado por terminada al ver a Julian con otra mujer.
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