Capítulo 4

1047 Words
Apago el radio y condujo el auto por la carretera, hasta llevarlo a una zona que no disponía de luz pública y el camino se había vuelto de terracería. Cuando se detuvo, azoto las manos contra el volante, lo golpeo tan fuerte que creyó, por un instante, que se había roto la mano derecha, pero aun así continuo  porque necesitaba hacer algo con esa ira, con la impotencia y el odio hacia sí mismo. ¿Cuándo se había vuelto tan descuidado? El Julián de hace algunos años, no hubiera permitido que se la llevaran, no después de lo que le había ocurrido a Claudia. Cuando ese pensamiento cruzo su mente no pudo evitar el gritar, no quería que le hicieran daño, no como a Claudia. Se llevó las manos a la cara, pero al hacerlo sintió sobre su piel gotas que resbalaban por sus mejillas, tal vez eso era lo que necesitaba para poder afrontar la realidad, nunca escaparía del cartel Xibalba. Unos minutos más tarde, después de haberse tranquilizado y retomar un segundo aire se dijo a sí mismo: —Siempre obtengo lo que quiero—asevero, para recuperar su confianza y recordarse a sí mismo que él ya no era Juliano, sino Julián y si tenía que enfrentar a todo el maldito cartel lo haría y los asesinaría a todos si eso era necesario. Salió del auto y saco la maleta que traía consigo, de ahí saco una muda de ropa, unos pantalones negros, una playera de manga corta y una chaqueta de cuero, si iba a enfrentar al cartel debía hacerlo sin arruinar un buen traje. Luego se dispuso a rociar un galón de gasolina que traía en la cajuela para eliminar la evidencia y mientras veía el auto arder en llamas y consumirse por ellas su teléfono emitió el sonido de una llamada retenida, al ver su pantalla descubrió que era un número desconocido, aunque no tanto. Debido a las supuestas vacaciones que se había tomado, decidió dejar de usar su número de teléfono habitual, así que compro un teléfono con un nuevo número telefónico, de esos que aún disponían de teclas y que su única función era mensajes de texto y llamadas, sin internet y lo mejor de todo sin un gps que lo rastreara. Además de Silvia nadie más disponía de ese número porque era privado, pero al ver el número desconocido descubrió que la lada era precisamente de ese jodido pueblo donde el cartel gobernaba. Definitivamente lo habían estado vigilado, mucho antes de todo eso, mientras follaba con Camila, quizás desde el mismo instante en que decidió irse. —Antes de que digas alguna estupidez, ten en cuenta que tu vida podría o no terminar con mis manos sobre tu cuello, así que sé claro y dime que es lo que quieres para que dejes de joderme la vida o tendré que cumplir mi palabra, porque créeme, yo siempre cumplo lo que prometo. Del auricular del teléfono se escuchó una risa de una voz que él no reconocía, era un hombre por supuesto, pero ninguno de los lacayos más cercanos a su padre como Cecilio o José,  ellos dos habían sido fieles a su padre casi desde el mismo instante en que había decidido entrar al mundo del narcotráfico por lo que ellos eran personas de fiar, pero además de ellos también tenía otros A's bajo su manga, aquellos que se encargaban del trabajo sucio como el asesinar a Claudia, a ellos no los conocía y sabia que no eran precisamente fieles a su padre, ellos solo eran mercenarios que trabajaban para quienes les ofrecieran más dinero. —¡Qué recibimiento!—exclamó la voz masculina excitada— no podía esperar menos del hijo de Xibalba. —¿Quién carajos eres?—impugnó Julián irritado, no estaba acostumbrado a que ignoraran sus demandas y menos de alguien que trabajara para su padre. —¿De qué serviría decirte mi nombre?—alego la voz— si no me conoces. —Pero me gustaría saber con quién tengo el gusto o mejor dicho de quien será el próximo cuello que mis manos rompan. —Me gusta esa confianza, espero que la tengas cuando tenga el gusto de verte en persona. Me han dicho que no eres como tu padre... —No soy como mi padre—interrumpió Julián. El rumbo que estaba llevando la conversación no estaba agradándole del todo. —¿Dónde está Cecilio y José?—interpelo receloso, se suponía que en situaciones como esas, ellos debían ser los encargados de llevar el asunto. —Verás, José murió hace unos días, un encargo que termino mal, creo— la risa que emitió después de terminar de hablar le revelo a Julián que tal vez aquel desconocido había tenido algo que ver con la muerte de Jose— y Cecilio está encargándose del funeral de tu padre. —¿Xibalba murió?— quiso saber. Si eso era cierto, entonces estaba a punto de desatarse una guerra, si es que no ya estaba en marcha, entre carteles para tomar el control del territorio que el cartel manejaba. Sin un líder, era el momento perfecto para atacar. —Aún no—declaro la voz  decepcionada— pero será mejor verte aquí antes de que muera el viejo o tendré que matar a esa linda chica para que acompañe a tu padre al infierno. —Más vale que ella esté bien o... —¿O qué me asesinarás?— se burló— si eso pasa, ten por seguro que tu linda chica me acompañara, así que más vale verte pronto por aquí. Le colgó de súbito y esa descortesía provoco que Julián arrojara el teléfono hacia el suelo, lo único que pensó es que ese maldito le pagaría por cada minuto perdido en esa llamada, aunque había conseguido información importante. Camila seguía con vida, pero no sabia por cuento tiempo, debía apresurarse antes de que intentara amenazarlo una vez más con matarla porque sabia que el cartel xibalba no daba segundas oportunidades, ni porque se tratara del hijo de Xibalba. Camino de vuelta siguiendo el camino por el que había transitado hasta un local abandonado en donde había guardado una moto, no era su transporte favorito, pero era útil para encontrarse con silvia.
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