Camille
"Verte dormir es un privilegio que me gustaría contemplar por el resto de mis días"
No puedo detener el fuerte martilleo de mi corazón contra mi pecho a la vez que releo las letras impresas en la nota una y otra vez. Mis labios se curvan en una sonrisa mientras una extraña sensación de calidez me invade por completo, instalándose en mi estómago y haciéndome saber que mis sentimientos por Aaron se fortalecen cada día más. Es tan fácil quererlo. Amarlo.
Después de unos minutos decido dejar la nota en la mesita de noche y empezar el día, pese a que eso sea lo último que quiero hacer.
Me levanto de la cama sin hacer mucho alboroto para no despertar a la pequeña que yace recostada pacíficamente a lado mío. Sonrío para mis adentros y me quito el cabello de la cara, dejando salir un bostezo antes de entrar al baño. Mi cuerpo se siente pesado, como si estuviera cargando una tonelada de emociones que no se dispersan. Simplemente permanecen almacenadas en algún lugar.
Enciendo la regadera primero, luego me deshago de mi pijama y me meto en la ducha sin vacilar. En el momento en que el agua hace contacto con mi piel, me pierdo en la calma que me produce tomar un baño frío antes de iniciar el día. No le presto atención a las aflicciones que solo me hacen sentir desgastada, solo me permito olvidar los problemas, cierro los ojos e intento no pensar en absolutamente nada, pero al instante, como si fuese una jodida maldición, su recuerdo protagoniza mi mente sin siquiera pedir permiso.
Arrasando conmigo y con todo lo que creí olvidado.
La tinta negra grabada en su piel mancha mis pensamientos con recuerdos que duelen demasiado, el sonido aspero de su voz me hace estremecer y no dudo en llevarme una mano al pecho haciendo un estúpido intento en aplacar mi corazón que late desbordado. Pidiendo ayuda. Suplicando por un descanso.
¿Qué diablos me está pasando?
Sus endemoniados ojos verdes se quedan tatuados en mi cabeza, enterrándose como una aguja sólida en mi piel, que no puedo sacar por más que lo intente, y tener la certeza de ello me ahoga más de lo que ya estoy. Porque tener su recuerdo presente me agrieta el alma y desarma mis barreras tan fácilmente, que dudo haya podido forjarlas alguna vez.
Dejo salir una larga inhalación que es el producto del agotamiento que me embarga desde hace días. Apago la regadera sintiéndome agitada ya que la ducha que se suponía tenía que relajarme, solamente me ha dejado con la cabeza hecha un completo lío. No encuentro la manera de deshacerme de estos pensamientos, de estos recuerdos, que solo me asfixian y me hacen sentir acorralada en un maldito cuarto.
Al salir de la ducha, envuelta en una toalla, me dispongo a vestirme con absoluta tranquilidad o al menos de eso me convenzo. Me decido por unos Jeans negros ajustados, un suéter de estambre y unas botas que me llegan hasta las rodillas. Cepillo mi cabello con suavidad y dejo que las ondas naturales caigan sobre mi espalda.
No sé cuánto tiempo transcurre pero simplemente sonrío cuando a través del espejo que tengo enfrente visualizo a Ellie observando atentamente cada una de mis movimientos. Suelta un pequeño bostezo y esboza una sonrisa angelical que me hace dudar de mi decisión de no tener hijos.
—Buenos días, cariño —la saludo mientras aplico crema humectante en mi rostro. Ella arruga su pequeña y tierna nariz—. ¿Cómo amaneció la princesa más hermosa del mundo? —mi pregunta la hace sonreír con un brillo especial.
Se endereza sobre la cama rápidamente, salta de esta y sin pensarlo corre hacia mí para envolver sus pequeños brazos en mi. Juega con mi melena inclinándose hacia arriba para alcanzarme, ya que pese a estar sentada en una silla frente al tocador, su estatura no le da para más.
—¡Te quiero mami! —pronuncia con efusividad, haciendo que la levante del suelo para ponerla sobre mi regazo.
—Yo también te quiero, mi amor —le beso ambas mejillas cuando deja escapar una risa. Es realmente hermosa y por un pequeño instante, todo el dolor y las sombras de mi pasado desaparecen al tenerla conmigo.
Ella mira todos los productos que yacen sobre el tocador y empieza a jugar con ellos, viéndolos con absoluta fascinación, como si fuese la primera vez que lo hace. No lo es, pero aun así, permito que ojee las cosas para que se distraiga y, mientras lo hace, aprovecho para terminar de arreglarme.
No tarda mucho en aburrirse y volver a jugar con mi melena como siempre lo hace...
Al bajar a la sala de estar Ellie sale corriendo a abrazar a Daniel, que se encuentra sentado en el sofá platicando con Sam. Ella luce triste e incluso nostálgica, tiene los ojos llorosos y le tiemblan los labios. Cuando ambos notan mi presencia dejan de hablar abruptamente, el aire se vuelve más pesado y lo noto.
Ellos también se dan cuenta de ello pero se abstienen de hacérmelo saber. Y aunque me intriga demasiado saber acerca de su previa conversación, no hago preguntas, algo me dice que el tema no me incumbe. O tal vez no estoy preparada para destapar más verdades.
Los observo atentos en espera de algo y ellos solo se disponen a entretener a Ellie con pláticas sin sentido.
Suelto un bufido de resignación y opto por dejarlos a los tres en la sala de estar, me encamino por el largo pasillo y traspaso el umbral de la puerta para tomar mi bolso de mano. Mi mente comienza a trabajar más rápido de lo normal mientras que los nervios forman un nudo en mi garganta, dejándome impaciente y con un mal sabor de boca.
No aviso de mi salida a ninguno de los presentes, ya que ni yo misma sé que estoy haciendo o en que estoy pensando, sin embargo, no puedo evitar que mis pies se muevan por sí solos y se suban a la camioneta que me lleva ese lugar que juré no volver porque después de todo lo que ha pasado me ahoga estar aquí.
Me aterra lo que representa en mi vida, el cosquilleo que me recorre de pies a cabeza es inminente, no puedo detener las reacciones de mi cuerpo y eso es lo más peligroso. No tengo idea de cómo lidiar con mis emociones cuando nunca me han llevado a nada bueno y siempre termino enredada en un ciclo que no tiene fin.
Un maldito abismo que no tiene escapatoria.
Estaciono mi camioneta a una distancia prudente del lago, que sigue idéntico a como lo recordaba desde la última vez que estuve aquí. Con él. No le doy tiempo a mi cabeza de reparar el panorama y anticipar lo que puede salir mal, ya que si lo hago terminaré entrando en mis cabales y abandonaré este lugar así de rápido cómo llegué a él.
Con el corazón en la boca y los nervios de punta me adentro al mismo bosque que posee miles de recuerdos, se encuentra bañado en un verde vivo que es tan parecido a las orbes de cierto demonio. Árboles enormes cubren los alrededores a medida que sigo mi ritmo, haciendo a un lado las ramas que se interponen en mi camino.
Una sensación familiarizada al vacío se instala en mi estómago y se queda atravesada en mi pecho. Todo a mi alrededor me da vueltas, parpadeo desorientada mientras mi corazón se convierte en un martirio que late con gran intensidad y temo desmayarme en cualquier segundo.
En el momento en que mis ojos visualizan el memorable lago con grandes pinos formando un círculo que le hace compañía, un torbellino de emociones me abraza con vehemencia, las lágrimas se acumulan en mis ojos y aunque no quiera hacerlo, les permito salir. Destrozar todo dentro de mí. Permito que las lágrimas rueden por mis mejillas, no las reprimo como lo hubiese hecho hace unos días.
Esta vez las líbero y dejo que el llanto me ahogue. Ya que llorar ayuda a limpiar y vaciar el alma para poder seguir adelante.
Mi cuerpo tiembla con cada movimiento que hago, aunque no son movimientos bruscos, pero sé que estoy alerta ya que este bosque no solo me pertenece a mí y no soy la primera persona en conocerlo. Tal vez hice mal en venir, es un completo error que me puede pesar. Pero era inevitable no regresar aquí.
Sin miedo a lo que pueda pasar, flexiono las rodillas hasta tocar el césped. Un torbellino de emociones y dudas comienzan a volar alrededor de mi cabeza, son tantas cosas que duele mucho retenerlas en un solo lugar. Ya no quiero hacer esto.
La armonía que me transmite el lugar es relajante y a la vez arrebatadora, no entiendo como este bosque que está lleno de recuerdos dolorosos e hirientes puede ser una fuente de paz para mi interior. No entiendo como mi alma se siente tranquila, es como si alguien me susurrara al oído que todo estará bien.
Cierro mis ojos y dejo que la brisa mañanera acaricie mi piel.
Deja todo ir, Camille.
Repito la misma frase en mi cabeza mientras tomo bocanadas de aire para no perder la paz interior.
>
Sonrío con lágrimas en los ojos, sintiendo mis mejillas empapadas por el llanto que desencadenan todas las emociones que he ocultado durante este tiempo. El césped ya no es un soporte suficiente para mis rodillas así que decido sentarme y estirar las piernas hacia el frente, consiguiendo una posición perfecta que extrañamente me hace sentir cohibida.
Cierro los ojos apretándolos con fuerza para después abrirlos esperando ver un cambio enfrente de mí, algo que me diga que todo será diferente, que mi vida tiene un propósito más allá del dolor. Que no todo está perdido.
Reparo mi entorno en busca de una solución a la oscuridad en la que me encuentro, pero lo único que divisan mis ojos es una cabaña con un gran tamaño alejada del camino, oculta entre los árboles, ya que lo único que se ve es una lujosa terraza en la parte superior.
Es simplemente preciosa.
Ahogo un jadeo de sorpresa mientras me levanto del césped. No sé qué impulso me maneja, mis pies comienzan a caminar por sí solos en esa dirección, estoy confundida y mi curiosidad puede más. Mis pasos son meticulosos a medida que me acerco a la hermosa y en parte extravagante cabaña, que ahora abarca gran parte del bosque, pese a que los árboles siguen en su lugar, justo como los recordaba, no los talaron para construir la propiedad y no sé porque el hecho de saberlo me llena de alegría.
Mis manos cosquillean con la ansiedad de tocar la madera frente a mí. Quiero explorar el interior, saber a quién pertenece este lugar. La incertidumbre se siembra dentro de mi ser logrando descolocarme. Avanzo unos pasos más pero me detengo abruptamente al ver un anuncio de metal con enormes letras de "Se vende"
Una risa sarcástica brota de mi garganta ya que es simplemente estúpido.
No me imagino a alguien conduciendo a la deriva, bajándose de su auto a mitad de la carretera, adentrándose en el bosque en busca de una casa y decir >
Nadie conoce este lugar.
A excepción de él.
En el momento en que llega ese pensamiento lo alejo rápidamente, no tiene sentido pensar en algo que no vale la pena. Él no lo vale. Suelto un resoplido, tratando de borrar la sonrisa que pinta mis labios. Observo mi entorno y varias preguntas se comienzan a rondar en mi cabeza:
¿Quién diablos decidió que era buena idea construir una cabaña en medio de la nada?
¿Por qué está en venta? Si fuera mía no la vendería.
Aunque tampoco estoy interesada en comprarla, los recuerdos que abarca este lugar están enterrados muy en el fondo y por nada del mundo pienso escarbar en el pasado.
Estoy segura de que este lugar puede ser la única forma de conseguir paz, pero también sé que un día fue testigo de todo lo que he luchado por olvidar.
Saco el móvil de mi bolsillo trasero, al ver la hora mis ojos se abren de par en par, he pasado más de cuatro horas aquí, pese a que sólo se sintió como unos segundos. Tengo varias llamadas perdidas de Aarón y Daniel, también algunos mensajes de Sam.
Un suspiro se escapa de mis labios y sin saber porqué lo hago, los ignoro y el único número que agendo en mis contactos es el número de venta que está en el letrero.
No puedo explicarme la sensación que se clava en mis entrañas, pero él solo pensamiento de alguien más comprando la cabaña, viniendo a este lugar, conociéndolo...
Simplemente no lo tolero.
Mis dedos comienzan a moverse sin mi permiso, precipitándome y haciendo algo de lo que probablemente me terminaré arrepintiendo muy pronto.
El chat se abre ante mis ojos y mi corazón se exalta al ver el mensaje que acabo de enviar a un completo desconocido.
"¿La propiedad sigue a la venta?"
Paso el móvil a mi mano izquierda y me muerdo las uñas sintiéndome nerviosa y acalorada.
Es prácticamente inevitable no soltar un jadeo de exasperación ya que sigo sin saber porque diablos hice lo que hice. No entiendo el maldito impulso que me hizo cometer tal estupidez. Ya tengo una casa y no estoy interesada en comprar una cabaña, mucho menos en este lugar, en este bosque llenos de recuerdos que no estoy interesada en traer al presente.
Sin embargo, no puedo obviar la sensación dentro de mi ser que me grita que solo me estoy mintiendo a mi misma, y que tarde que temprano, todo saldrá a la superficie.
Casi huyendo de mis actos comienzo a correr a mi camioneta, sin mirar atrás, sin detenerme un solo segundo, lo que he hecho es un arrebato culpa de la melancolía. Cuando llego al lugar donde me estacioné hace unas horas, no dudo en subirme como si fuese una fugitiva.
Tomo el volante en mis manos ejerciendo más fuerza de lo necesario, enciendo el motor sin vacilar, sin siquiera darle una oportunidad a mi cabeza de procesar todo lo que ha pasado en un lapso de cuatro horas. Estoy a punto de marcharme lejos del lugar al que nunca debí regresar, pero la vibración de mi móvil me detiene abruptamente.
Me congelo entera por un par de minutos, solo escucho el sonido de mis latidos estallando en mis oídos, mi respiración se desestabiliza y no sé porqué lo hago pero levanto mi móvil en mis manos, que se encuentran temblando y no puedo explicarme la razón por la cual mi cuerpo está experimentando estas sensaciones.
Observo la pantalla y el aliento me es arrebatado de mis pulsaciones al ver el mensaje.
"La propiedad sigue a la venta. ¿Le gustaría compartir sus datos para que se contacte con el propietario?"
Prácticamente aviento el móvil al asiento del copiloto y emprendo mi camino de vuelta a mi casa, con cada parte de mi cuerpo vibrando, alterada por no saber qué diablos estaba pensando al mandar ese mensaje. Soy un completo desastre.
Vine en busca de paz, pero salí más enredada de lo que imaginé.
Manejo por alrededor de una hora, con la compañía de mis estúpidos pensamientos y la tarde que comienza a asomarse en mi parabrisas, el sol se esconde, huye como yo le he estado haciendo por años y en este punto de mi vida me pregunto si ha sido lo correcto. Porque no siento que haya mejorado. Todo parece ser igual.
Respiro agitada y trato de mantener todo mi desorden bajo control. Enmascarar las heridas que aún están sangrando. Transcurren unos minutos cuando llego a mi destino, a la casa de la nunca debí salir. Tengo que admitirme a mí misma que cometí un error al ir a ese bosque.
Ni siquiera sé porque lo hice, no entiendo que es lo que me pasa, no puedo comprender por qué no soy dueña de mis actos e impulsos. Necesito volver a ordenar toda mi vida. No puedo permitir que las cosas vuelvan a ser como antes.
Antes de entrar a la casa cierro los ojos y tomo una larga respiración, dejándome llevar por la parte racional que yace dentro de mi y la solución a mis problemas aparece como por arte de magia. Está claro en mi mente. Ya no hay dudas por primera vez en mucho tiempo. Sé lo que debo hacer, sé lo que necesito para restablecer el orden.
Necesito volver a Francia cuanto antes. Ya no puedo seguir en Seattle. Tengo que regresar al lugar donde los recuerdos ya no duelen y los corazones no siguen sangrando.
*******
La noche se asoma por mi ventana, no es una noche con estrellas, solo esta la luna como única acompañante. Es una noche oscura y por una extraña razón me siento deprimida. Como si estuviera perdida dentro de mi cabeza y no pudiera encontrar la salida a ese laberinto que me mantiene prisionera, no encuentro mi camino y la sensación de miedo me comienza a absorber lenta y dolorosamente.
Resoplo cansada y estresada por las dudas que me avasallan con respecto a la decisión que he tomado.
El silencio de la casa no ayuda a callar las voces de mi cabeza. Sam y Ellie salieron con Daniel hace tiempo y por lo que veo, no piensan regresar pronto. Me alegra que ellos convivan juntos y puedan divertirse. No obstante, me siento sola, agotada, ahogándome en mi miseria y solo quiero escapar, necesito liberarme de la presión en la que me encuentro.
Todo mi desorden emocional es interrumpido por unos toques suaves a la puerta. Entrecierro los ojos confundida y a la vez asustada, ya que Sam no tiene la necesidad de avisar, ella tiene llaves de la casa.
Una extraña sensación de angustia se instala en mi pecho. Me levanto de la cama con rapidez, mis piernas tiemblan con anticipación pero aún así hago mi camino hasta la cocina donde visualizo la puerta de entrada. Los toques persisten, se hacen más insistentes, y por alguna razón el miedo se esfuma.
Me relajo y con cierta cautela, mi mano se cierra en el pomo de de la puerta y lo giro. La tensión y el poco miedo atorado en mi cuerpo se desvanecen. No hay nada de qué temer.
Esta vez los nervios se dispersan por cada parte de mi cuerpo y me es prácticamente imposible no plasmar una sonora sonrisa en mis labios cuando mis ojos se encuentran con los suyos. Él está de pie frente a mí con ambas manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros, luciendo refrescante con su típico look de "Bad Boy".
—¿Qué hace... —mi pregunta se ve interrumpida por unos feroces labios que me devoran sin darme tregua.
No tengo tiempo de reaccionar, envuelve mi cuerpo en sus brazos y termina metiéndonos a ambos a la casa con una velocidad que me sorprende y me llena de adrenalina. Cierra la puerta con agilidad y no suelta mi boca ni por un segundo. Jadeo por la necesidad y la desesperación que me transmite su beso, mi corazón palpita arreciando la sensación de placer que me embarga de pies a cabeza.
Mis manos viajan a sus hebras rubias y enredo mis dedos en estas tratando de obtener todo de él. Aferrándome a su sabor y a ese calor que enciende mi cuerpo. No sé cuánto tiempo pasa pero el aire comienza a faltarme así que me alejo aunque no quiera hacerlo. Al momento de poner distancia entre nosotros, mi mirada viaja a sus labios hinchados y me es inevitable no sonreír como una tonta.
Ahogo otro jadeo, —¿Qué fue eso? —le pregunto con la respiración hecha una mierda y el corazón prácticamente en la boca.
Él luce perdido en sus propios pensamientos, como si estuviera recordando algo que no lo deja tranquilo, sin embargo, el brillo de lascivia en sus ojos me corta el aliento. Su cuerpo se encuentra tenso, lo puedo percibir fácilmente y por alguna razón eso no me gusta.
Lo veo resoplar antes de acercarse unos cuantos pasos hacia mí, seguro de lo que hace, dejándome muy cerca de él tanto que puedo aspirar su dulce y relajante aroma que me estremece de una manera peculiar. Me siento abrumada. Acorralada. Necesitada.
Agacha su cabeza hasta quedar a mi altura, apoya su frente en la mía y suelta un suspiro avasallador. Hasta la última partícula que me conforma se remueve por ese gesto y tengo que obligar a mis pulmones a tomar un respiro. Mientras lo hago, por un pequeño instante, me pierdo en el azul profundo de sus ojos, queriendo averiguar qué está pasando por su cabeza.
Quiero saber que le sucede, quiero ayudarlo. Necesito hacerlo.
No lo consigo. Obtengo más preguntas a cambio. Pero tampoco tengo tiempo para formularlas.
Me toma el rostro con ambas manos y deposita un casto beso antes de susurrar contra mis labios;
—Te necesito como nunca creí necesitar a alguien —mis pulsaciones enloquecen de manera radical—. Te quiero ahora, Camille —puedo percibir la súplica y el desespero en su voz, emociones que me hacen preguntarme a mí misma que le sucede.
No obstante, la confusión no es lo único que experimento, ya que mi pulso se acelera al escucharlo decir eso, así que me abstengo de hacer cualquier interrogatorio, una parte de mi no está interesada en detenerlo. No sé qué responderle, no sé qué hacer para evitar lo que está a punto de suceder y tampoco sé si quiero frenarlo.
Sin vacilaciones de por medio, lo atraigo nuevamente hacía mi. Dejando a lado las dudas y recibiendo una nueva oportunidad.
Estampo mis labios con los suyos y le devuelvo la misma asfixiante sensación de desespero que me produce tenerlo junto a mi.
—Yo también te necesito, Aarón —no miento al decir eso, en efecto, lo necesito tanto como él a mí, aunque dudo que nuestras razones se asemejen—, te necesito solo a ti —acaricio su mejilla y sonrío.
Necesito que me haga olvidar, necesito que sus besos desaparezcan todas las dudas que comienzan a enmarañar mis pensamientos, necesito que sus caricias borren los malos recuerdos. Necesito que él me haga creer que todo puede mejorar.
Sus labios comienzan a temblar y la emoción reluce en sus orbes azules.
—Nunca te dejaré ir —me promete en un solemne susurro—, jamás lo haré.
Cada parte de mi cuerpo se estremece bajo su toque, por primera vez encuentro un soporte.
—¿Por qué? —inquiero en voz baja.
Él esboza una sonrisa que me hace sentir segura y cobijada.
—Estoy enamorado de ti y no consigo imaginar una vida donde tú no formes parte de ella.
Ahogo un sollozo y lo miro con lágrimas en mis ojos.
—¿Lo dices en serio?
—Te amo, Camille —me besa los labios mientras acaricia mi abdomen sobre la ropa—, esa es mi única verdad.
—Nunca dejes de hacerlo —le pido—, nunca me dejes ir.
Porque si lo haces volveré a perderme.
—Tendrían que matarme primero.
La felicidad estalla en mi pecho. Mi cuerpo corresponde a cada uno de sus estímulos y lo beso queriendo olvidarme de absolutamente todo y perderme en él. Porque sus palabras han cambiado todo y no quiero pensar en nada más.
Solo en él y lo bien que se siente ser amada por alguien.
El silencio en que se sumerge la casa es interrumpido por nuestros jadeos, los susurros, los gemidos, y los sonidos obscenos que producen nuestros cuerpos al unirse.
Mi corazón late con vehemencia a causa de las sensaciones que él me provoca, mi cuerpo reacciona a sus sutiles y delicadas caricias que me hacen extrañamente feliz, esas caricias que sustituyen todo lo anterior.
Ambos caemos en el sillón, nuestros labios no quieren dejarse ir, es como si ambos dependiéramos de esto, como si quisiéramos olvidarnos de algo. Como si nuestros cuerpos estuvieran usándose mutuamente para apagar las voces interiores que no dejan de murmurar que pronto volveremos a perdernos.
Que la oscuridad volverá y que su regreso es inevitable.
Me deshago de su camisa desesperadamente y permito que él me despoje de mi ropa, lo dejo acariciarme de pies a cabeza, planta sus suaves labios sobre mi piel, quemando cada rincón de mi alma. Y yo hago lo mismo, marco su cuerpo de la misma manera que él lo hace, sintiendo esa necesidad de acabar con todo el huracán que tengo atorado en el corazón.
Nuestros cuerpos se unen y con una sensación inexplicable cierro los ojos para disolverme en el placer producido. Mi corazón late con demasía mientras un cosquilleo recorre mi columna vertebral. Suelto un suspiro que se mezcla con sus jadeos.
Una sonrisa sale de mis labios, mientras una sensación caliente empaña mi corazón. Sin restricciones, me entrego a Aarón como nunca pensé hacerlo, le doy cada parte de mi cuerpo deseando que él repare el dolor de mi alma, que se encuentra hecha pedazos, pero cuando abro los ojos, esperando ver ese azul que me recuerda a las olas del océano, lo único que veo en su mirada son unos ojos verdes llenos de oscuridad.
Su oscuridad.
Mi corazón deja de latir de repente.
—Te amo, Camille —susurra entre jadeos mientras se aferra a mi cuerpo como si pronto desapareceré del lugar. Casi como si estuviera a punto de esfumarme en el espacio y nunca volverá a verme.
El miedo resplandece en sus ojos, miedo de perderme. La vulnerabilidad brilla en sus expresiones faciales. Me estremezco en sus brazos y sin siquiera pensarlo, aviento las palabras esperando no cometer el mismo error:
—Yo también te amo —le susurro a él, tan bajo que dudo que pueda escucharme con los sonidos de nuestras respiraciones.
Me pierdo en las sensaciones y entierro mis uñas en su piel, porque la persona que me está haciendo el amor ya no es Aarón y con todo el dolor de mi corazón, me obligo a mantener los ojos cerrados ya que su recuerdo llega en el peor momento y no quiero pensar más.
No quiero hundirme. Solo quiero olvidar, apagar todo el dolor, así que acelero mis movimientos aumentando las vibraciones corporales sin permitirle al pasado regresar.
Todo se ilumina de nuevo pero la llama se apaga cuando jadeo el nombre de mi novio y me doy cuenta de lo que ha sucedido, todo lo que me aferré a enterrar en el pasado explota, mi interior se libera dándome a entender que todo este tiempo solo he estado haciéndome la tonta, que he estado negando rotundamente lo evidente, no he enfrentado la realidad y los errores siguen pesando más que antes.
Sigo perdido en la oscuridad, pero esta vez los demonios ya no están conmigo, me han abandonado como él lo hizo.