Capítulo XXXVII

1791 Words
Alexander Con un bufido de aburrimiento, toma asiento frente a mi, de mala gana. A continuación, se pasa una mano por la cara, luciendo frustrado con el inesperado reencuentro que ha tenido con Ava. —Leonardo, estoy hablando en serio. Se le escapa un gruñido. —Me lo dice el hombre adulto que tiene a su ex mujer trabajando para él en la misma empresa —responde poniendo los ojos en blanco. Noto la manera en que mi cuerpo se pone rígido por la mención de ella. —No es lo mismo, Camille es mía —digo sin pensar en mis palabras. Comprendo mi error al decirle eso. Levanta una ceja y una sonrisa arrogante se dibuja en sus labios. —No te confundas. Era tuya —me recuerda sin importarle mis sentimientos—. Y la dejaste ir porque eres un grandísimo estúpido. Le miro ofendido. —Eso no lo sabes —hago el pésimo intento de excusarme. —Tienes razón, no sé la razón exacta por la que decidiste divorciarte de ella porque en todos estos años no has querido compartirla conmigo y lo respeto, pero lo que sí sé es que nunca dejaste de amarla y ahora ella está con otro —me da un golpe de realidad, sus palabras se hunden en lo más profundo de mí. Siento mi corazón latiendo más fuerte con el maldito recordatorio que me hierve la sangre. —No será por mucho tiempo —mi voz encierra una promesa. Me mira con cara de preocupación. —Debería haber sabido que estabas tramando algo todo este tiempo. Siempre se trataba de ella, ¿no? —esboza una sonrisa divertida en señal de acuerdo, aunque puedo ver la indecisión en sus gestos—. Lo sospechaba. Asiento con la cabeza. Mi cuerpo se estremece. —Siempre se trata de ella, Leonardo. Siempre ha sido por ella. Por Camille — me permito revelárselo a mi amigo porque necesito desahogarme con una persona. Se ríe mientras ladea la cabeza. —¿Vas a intentar recuperarla? —No parece sorprendido por mis intenciones. Me conoce demasiado bien como para saber que ya no planeo echarme para atrás. —No voy a intentarlo. Voy a lograrlo. Su sonrisa se ensancha. —Maldición, ¡estás enamorado! —decreta incrédulo—. Quién iba a decir que acabarías siendo un completo corderito por una mujer, pero sinceramente no te culpo, Camille es una mujer muy diferente... —A pesar de que tengo la certeza de que la insinuación en su voz es un intento de provocación por su parte, siento un revoloteo de celos recorriendo mis entrañas mientras le dedico una mirada de advertencia. Mi disgusto no disminuye, es más, empeora al percatarme de su expresión entretenida porque sabe que me ha descolocado. No reparo en lanzarle un soporte para lápices en la cara. Rápidamente se cubre con las manos mientras suelta una carcajada ahogada. —Ella es mía —le advierto en un gruñido que le complace. Levanta ambas manos en señal de derrota y me mira divertido. —Así que la amas de verdad. Carraspeo la garganta mientras le hago un gesto de aprobación con la cabeza. —Como nunca pensé llegar a amar a una mujer. —Siempre supe que eras un tipo debilucho por dentro —a pesar de que no deja de burlarse de mí, en realidad suena feliz de saber lo que siento. —Leonardo... Analiza detenidamente mi reacción. Y luego se pone serio. Ni una pizca de diversión en sus gestos. Hay algo que le preocupa. —¿Y si no consigues recuperarla? —su pregunta me toma desprevenido. Trago grueso. Una sensación de malestar acentuándose en la boca de mi estómago. —No pienso fallar. Todo lo que quiero, lo consigo. Su sonrisa vacila al escuchar el exceso de confianza impresa en mis palabras. —Entonces buena suerte, amigo mío. Tengo el presentimiento de que en verdad la vas a necesitar —la incertidumbre que detecto en su voz me hace dudar sobre la forma en que he estado haciendo las cosas últimamente. Quizá esté cometiendo el mismo error otra vez. Y esta vez ese error puede hacer que la pierda para siempre. Pero ya no hay vuelta atrás. ****** Transcurren varias horas en las que intento finalizar todo el trabajo atrasado, cuando Jenna me llama para informarme de que Camille se ha marchado de la empresa porque ya término su turno. Me esforcé mucho para no poner un pie en su oficina, para no molestarla durante el día, para no estar junto a ella. Después de lo que me dijo Ava no tenía fuerzas para verla ni para seguir controlándome, simplemente no podía porque lo que siento por ella es mucho más fuerte que cualquier razonabilidad que me quede. Es cada vez más difícil no hacer algo, no estar besándola cada maldito minuto del día. Ya no sé cuánto tiempo más podré soportar esta tortura que me impuse haciéndola trabajar a mi lado. Le echo un vistazo al reloj de mi muñeca y compruebo la hora. Inhalo profundamente por la boca y hago la llamada. Aunque no acabamos en buenos términos después de descubrir que me ocultaba cosas, como el hecho de que mi estúpido hermanastro tenía una relación con mi ex esposa, necesito hacer esto. Todavía estoy furioso por ello, pero voy a hacer cualquier cosa para recuperar a Camille, y no me detendré hasta conseguirlo. "Hijo..." Noto un indicio de sorpresa en su voz ronca. Se que la última persona que esperaba que le llamara era yo. "Stefan..." Me escucho a mi mismo decir después de tragar grueso. "¿Qué pasa?" pregunta él enseguida, consciente de que sólo me pondría en contacto con él si estuviera en apuros. Es bastante evidente que nuestra relación de padre e hijo necesita mucha ayuda, pero ambos tenemos el mismo carácter, y también somos muy orgullosos como para permitirnos bajar la guardia. "Nada, sólo me preguntaba si querías hablar" me muestro flexible con él al mentirle. Se hace un silencio en la línea antes de que él resople. "¿Tú quieres hablar...?" suena desconcertado. "Sí, lo considero necesario después de como dejamos las cosas" "Esta bien. Podemos quedar mañana si te parece bien, puedo ir donde quieras" percibo la expectación en el tono que usa, y eso me enfurece, porque sé que sólo estoy dando falsas esperanzas. No esperaba sentirme culpable después de todo. Carraspeo cuando noto un nudo en la garganta. Intentando alejar ese complejo de culpa que no tiene cabida en este momento. "Estoy disponible esta noche. Puedo ir a tu casa" ahí está, digo lo que en verdad quiero. La razón por la cual le he llamado. Puedo oír su respiración superficial, como si estuviera pensando en lo que acabo de decir. Entiendo su vacilación. Mi padre es perfectamente consciente de que Aarón y yo no nos llevamos para nada bien y quiere evitar cualquier drama entre nosotros para no disgustar a su mujer. Por eso insistió desde un principio en que tuviéramos una buena relación, porque quería complacer a su esposa en ello, sé que la ama de verdad y lo último que desea es verla triste. Solo por eso lo comprendo. "No creo que sea una buena idea, Alexander" espeta finalmente. Todavía indeciso. Intento dominar el revuelo de irritación que me invade ante su negativa "¿¡Por qué no!?" le cuestiono, casi indignado. Se le escapa una carcajada entre nostálgica y burlona que pone mi cuerpo rígido al saber la razón. "Dímelo tú, hijo. ¿Piensas que me tragaría esa estúpida tontería de que un día te levantas y de repente lo único que te apetece es hablar conmigo? Te creí más inteligente como para subestimar a tu padre de esta manera" plantea con evidente diversión. Debería haber sabido que no me sería tan fácil engañarle, al fin y al cabo sigue siendo mi padre. "No sé de qué estás hablando" mi tono se vuelve glacial y distante, mostrándome a la defensiva por sentirme expuesto. Continúa riendo. "No nací ayer, Alexander. Me ofende que me consideres tan estúpido como para no darme cuenta de tus intenciones" "Veo que has malinterpretado mi llamada. Mejor olvidémonos de esto" sugiero, sintiendo una oleada de irritación y vergüenza embargando mi cuerpo. "Oh, Alexander, tan predecible como siempre. Pensé que el tiempo te daría más sabiduría" se burla. Tenso la mandíbula mientras aprieto el móvil en mi mano. "No necesito ninguna lección de..." "Ella estará aquí. Eso es lo único que te interesa saber y por lo que me has llamado" Interrumpe mi sermón sin darme tiempo como para seguir imponiendo una protesta, "llegarán aquí a las siete y media. Haz con esa información lo que creas conveniente. Lo dejo a tu cuestionable criterio" su respuesta me dice exactamente lo que necesito saber. La irritación que me corroía comienza a dimitir. Intento reprimir la sonrisa que quiere aparecer en mi cara. No lo consigo. "Nos vemos en un rato, Stefan" me despido de él; al escuchar mis palabras comprende exactamente lo que tengo planeado hacer. Suspira abrumado. "Te veo dentro de un rato, hijo" responde derrotado y justo cuando estoy a punto de colgar, su voz paternal me interrumpe: "No quiero ningún drama delante de mi mujer, lo digo en serio. Si esta vez hay algún tipo de violencia, no dudaré en llamar a la policía" me amonesta porque conoce mi temperamento irracional y, a juzgar por su tono, sé con certeza que no está bromeando. Sin embargo, no puedo evitar reírme. "Creo que sería mejor llamar a una ambulancia. Eso ayudaría más" le comento con sorna. Debo admitir que la situación me divierte. Antes de terminar la llamada, se escucha su sólida carcajada al otro lado de la línea, esa carcajada que hacía mucho tiempo que no salía de él. Y de pronto noto una opresión en el pecho que no puedo ignorar, más cuando recuerdo la innegable distancia que existe entre mi padre y yo desde que ella se fue. Mi madre. Meneo la cabeza para alejar esos pensamientos al tiempo que empiezo a cavilar cuál va a ser mi próximo movimiento. Contemplo mi móvil y no puedo evitar desplazarme por mi galería hasta detenerme en una foto suya en concreto, que le hice hace unos años cuando estaba distraída. Su radiante sonrisa y aquellos ojos hacen que mi corazón se derrita como la primera vez. El aire se me atasca de repente en los pulmones. Rozo la pantalla con un dedo y suspiro para mí mismo. "Te veo dentro de un rato, preciosa" digo en un susurro anhelante antes de guardarme el móvil en el bolsillo. Es hora de empezar a actuar si quiero ver resultados.
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