El odioso sonido de mi celular empezó a escucharse en toda la habitación. Lo tomé de la mesita que está al lado de mi cama y lo puse en mi oído aun acostada y con los ojos cerrados.
—Hola...
— Helena, son las once de la mañana, ¿Aun estás acostada? —La voz de mi madre hizo que diera un brinco y saliera de la cama
—No.
—Te lo he dicho, que ya no estés viviendo bajo mi techo no significa que ya no obedezcas mis reglas.
Quería contradecirla. Informarle que ya tengo 18 años y legalmente puedo hacer lo que quiera, pero iba a discutir otra vez con ella y la verdad no estoy de humor para hacerlo. Según sus reglas debería haberme despertado hace 4 horas.
—Lo sé, mama. Lo siento, estuve hasta tarde acomodando mis cosas aquí y estaba agotada —La oí soltar un gran suspiro al mismo tiempo que rodeé mis ojos.
—Está bien, no quiero que vuelva a pasar
«Si pasa, nunca lo sabrás»
—Lo sabré Helena
«Demonios, es una bruja»
Mientras tenía el celular en el oído fui al closet para buscar algo que ponerme—. Cuéntame ¿Qué tal tu tía?
—Apenas llegue se fue y no hablamos —Escucho otro suspiro de su parte—. No es para tanto, de todos modos, no tenía muchas ganas de hablar con ella y lo sabes. No es mi tía de verdad, ¿Lo sabes?
—Deja esa actitud desagradecida, ella te está permitiendo quedarte en su casa y que tú hables así de ella no me gusta, además ella es tu tía... —la voz quejumbrosa de mi madre ya me estaba poniendo de malas, por suerte, alguien toco la puerta interrumpiendo el regaño de mi madre.
—Mamá, alguien está tocando a la puerta, debo irme —Colgué sin siquiera dejarla despedirse. No estoy de humor para discutir ni tampoco hablar con ella.
Tome unos jeans y una camiseta del closet y me apure a ponérmelas. El ruido en la puerta se hizo más brusco.
— ¡Ya voy! —grité, pero el ruido seguía, esta vez más rápido y constante, me estaba poniendo histérica.
Cuando termine de ponerme los jeans me levante y camine rápido hacia la puerta—. ¡¿Qué?!
—Veo que te despiertas de buen humor en las mañanas —sentenció sarcásticamente Alex.
No sé qué hubiera preferido, seguir hablando con mi madre y escuchar sus regaños o estar aquí viendo a Alex fuera de mi puerta con los brazos cruzados y una cara de pocos amigos. Sabía que no venía nada bueno.
—Extasiada y más aún porque me encanta escuchar como tocan la puerta como pájaro carpintero —Cruce mis brazos como él y bajo su vista hacia mi remera. Levantó la comisura de su labio y volvió a mirarme.
—Además de despertar extasiada ¿también te gusta ponerte la ropa al revés en las mañanas? —Lo mire confundida y vi mi camiseta
La tenía al revés. Alex estaba a punto de reír. Me di la vuelta sonrojada y entré en el closet. Sentí calor subir por mis mejillas y no por la vergüenza, sino porque el idiota me saco de quicio en solo cinco minutos en mi presencia.
— ¿Qué necesitas, Alex? —pregunté mientras me quitaba la camiseta y me la ponía bien.
—Yo no necesito nada y no estoy aquí por voluntad propia
«Que amable».
Mire por un momento lo que Alex llevaba puesto y me quede impactada. Tiene una camiseta blanca que va bien pegada a su gran torso y una chaqueta arriba de ella. Estaba aún más lindo que ayer y tengo que admitir que el aspecto de chico malo no le queda nada mal. Nunca me atrajeron esas cosas en los chicos, pero el físico de Alex concuerda perfectamente con él.
—Gracias. Me agrada saber que viniste a ver como amanecí —expresé saliendo del Closet.
—Se te ve mejor así, al menos ahora no te ves como idiota —dijo refiriéndose a mi camisera. Respire hondo. Solo quiere provocarme y no lo dejaré hacerlo—. Amanda me dijo que te llevara a Lindel para que puedas echarle un vistazo y así familiarizarte más o como sea que ella dijo.
—No voy a ir con nadie que me diga idiota —Sentencie mostrándole la puerta para que se fuera. No lo hizo—. Yo no sé quien te hizo creer que faltándole el respeto a la gente, vas a lograr algo, ahora vete por favor.
Alex negó con la cabeza y sonrió, causándome piel de gallina.
—Lo siento, no debí llamarte así, solo que no estoy acostumbrado a que las personas se ofendan tan fácil —dice sobrándome—. ¿Aceptas que te enseñe la universidad?
—No, ahora vete por favor, necesito arreglarme —Tomé el cepillo del cabello de la mesita de noche y empecé a cepillarme cuando escuche la puerta cerrarse. Solté un gran suspiro de alivio cuando volvió a abrirse la puerta, esta vez escuche unos tacos resonar en el piso de mi habitación.
—¿Por qué no quieres salir con Alex? —preguntó de repente Amanda, como si la hubiera ofendido a ella, a su casa y a toda su vida.
Un millón de excusas pasaron por mi mente, como por ejemplo, «Tu hijo es un grosero» o «No me cae bien la gente odiosa», pero elegí la que me permitiría quedarme aquí. —Yo prefiero no salir hoy. Estoy cansada
Amanda negó con la cabeza, cerrando fuerte sus ojos y poniendo su dedo pulgar e índice en la cima de su nariz, expresando un exagerado disgusto. —Pensé que se iban a llevar bien, de niños ustedes eran uña y carne y ahora... No puedo creerlo.
Sabía que estaba actuando. Sabía que era todo un teatro para que aceptara. Mi madre hacia lo mismo, por eso se llevaban tan bien.
—Está bien, dame un minuto que ya bajo —indiqué y ella sonrió radiante. Se retiró de mi habitación. Considere bajar y volver a rechazar su oferta, ya que él no tiene el más mínimo interés en estar conmigo, pero la verdad es que quiero conocer la universidad. Verla en fotos no es lo mismo que verla en persona.
Me di un baño rápido, cepille mis dientes, me vestí y fui a la sala. Cuando bajaba por las escaleras pude escuchar a Alex hablando por teléfono.
—Si lo haré —susurró él—. ¿Acaso no me conoces?
Hice ruido con un escalón y él se dio vuelta para mirarme.
—Te llamo luego —avisó y colgó—. ¿Tienes la costumbre de escuchar conversaciones que no te incumben?
—No, estaba bajando las escaleras y justo te escuché, no fue intencional —No sabía que decir aparte de eso, y no es del todo mentira—. Para la próxima, antes de bajar te mando una carta de documento, para ver si lo apruebas.
Ignoró mi chiste y se acercó peligrosamente.—¿Escuchaste algo? —Me pregunto en tono acusador.
—No. Solo que dijiste que harías algo —Alex empezó a mirarme fijamente para ver si encontraba una pizca de mentira en mis ojos. Se ve que no lo hizo porque se dio a vuelta y tomo sus llaves.
— ¿Nos vamos? —Alex salió de la casa y yo lo seguí.
Llegamos a un convertible blanco que estaba estacionado en frente de la casa de Amanda.
— ¿Este es tu auto? —pregunté sorprendida. Era hermoso.
—Sí, ahora deja de babear y sube —Lo fulmine con la mirada y él sonrió. Entre al auto y azote la puerta.
— ¡Hey! Ten cuidado.
—Oh, lo lamento, no fue mi intención —Mi expresión inocente no lo convenció y él me fulmino con la mirada mientras entraba al auto.
Touché
—La próxima vez no lo dejaré pasar —aseguró mientras arrancaba el auto. Yo solté una risotada.
—¿Qué me harás? ¿Tirarme del auto?
Se encogió de hombros. —Tal vez, no creo que quieras averiguarlo —Alex no me miro y siguió viendo al frente.
—No te tengo miedo Alex —afirmé.
—Pues deberías —Lo mire esperando que se riera o algo para demostrarme que solo estaba bromeando, pero ni siquiera me miraba.
Me di la vuelta mirando hacia la ventanilla, tratando de ignorar su comentario. ¿Él estaba hablando en serio? ¿Quiere que le tenga miedo? Bueno en realidad su personalidad si da miedo, pero que él quiera voluntariamente que le tenga miedo es idiota.
— Dios, eres tan cliché. Por favor, trata de que este viaje sea lo más ameno posible y mantengámonos en silencio —pregunté confundida.
—Solo digo que deberías tenerlo —Vi como apretó el volante. Le estaba molestando que no quisiera escucharlo.
—A ver, dime chico malo, ¿Por qué?
—Porque no soy una persona buena Helena. —Apretó más el volante hasta que sus nudillos estuvieron blancos.
Cerré la boca y empecé a jugar con el anillo de mi dedo índice. No quería seguir con esta conversación sin sentido.
Los siguientes diez minutos de viaje ninguno de los dos dijo nada. De lejos pude ver un edificio gigantesco con una bandera roja en la cima de él con la letra L en el centro. Sabía que era mi universidad y no pude evitar sonreír.
Cuando Alex paro el auto en frente de la universidad, salí de él y me apresuré para estar más cerca del edificio. Era hermoso.
Cruce la entra del campus y no pude evitar sentirme pequeña. Estos edificios de ladrillos y las hectáreas de campo eran gigantes.
Esta universidad no era para nada como había visto en las fotos por internet. Verlo aquí, en persona era aún mejor. Las fotos en la web no eran nada comparado con esto.
Seguí mi camino hasta llegar a las puertas de la universidad y espié un poco adentro. También era extremadamente increíble afuera como adentro.
— ¿Qué hacen ustedes aquí? —bramó un hombre. Su voz hizo que me asustara y diera un pequeño salto. Era un hombre robusto, muy alto y tenía un uniforme. Se ve que era el cuidador del campus.
—Lo siento. Pensé que podíamos entrar para ver el campus —Señalé a Alex y vi cómo se partía de la risa. Lo miré enojada. ¿No se daba cuenta de que podían arrestarnos?
— ¿Qué tal Park? —Preguntó Alex al hombre.
—Alex sabes que no puedes entrar aquí cuando te plazca. Me vas a meter en problemas, muchacho —suplicó el cuidador a Alex mientras se frotaba la frente.
—No quiero meterte en problemas Park, solo quería mostrarle a mi primita el lugar. Va a ser su primer año aquí —le informó Alex mientras me rodeaba su brazo por mi hombro.
—Bien, pero por favor, ¿Pueden irse ahora? Se los agradecería, no necesito que me despidan —El hombre se puso tenso y Alex asintió con la cabeza.
—Nos vamos —Alex aun con su brazo en mi hombro paso por al lado de Park y le palmeo la espalda—. Te veré por ahí Park.
Alex me sostuvo hasta que llegamos al auto. Me soltó y se dirigió al lado del conductor.
Aunque la visita fue breve fue más de lo que esperaba. Creí que si Alex y yo estábamos juntos por más de diez minutos, alguno terminaría por matar al otro.
No nos dijimos nada en todo el viaje y cuando llegamos a la casa, él tiró las llaves a la mesita que había al lado de la puerta y se fue corriendo a su habitación, escuché como cerraba la puerta un poco... muy fuerte. Yo me senté en el sofá dejando caer todas mis preocupaciones conmigo.
No estuvo tan mal.
Pero aun así, era un idiota.