Capítulo 2

2461 Words
La despedida con mamá fue un poco dura o, en otras palabras, pesada. Ella me pregunto cómo cien veces si no olvidaba nada y que si necesitaba más tiempo para pensar mejor lo de una universidad tan lejos de casa, me lo daría. Cien veces le respondí que estaba segura, pero siguió insistiendo hasta que me subí al avión. Si yo tan solo hubiera dicho que necesitaba tiempo para pensarlo mejor, ella seguramente me daría un discurso de que tengo que ser fuerte y que seguro podría hacerlo. En resumen, solo me preguntaba eso porque quería hacer el papel de madre comprensiva, cosa que jamás fue. Ella desea aún más que yo esa universidad. Dormí casi todo el vuelo, las pastillas que me compré para dormir eran increíbles. Yo no soy de usar ese tipo de cosas, pero tengo un temor horrible a los aviones y más hoy que viaje sola, al menos las otras veces siempre estaba la muñeca de mi madre o la mano mi hermano para romper. A la falta de ellos, solo diré que deje un leve hundimiento en los brazos del asiento. Cuando salí del avión estaba un poco perdida, pasó demasiado tiempo desde que estuve aquí. Además, que cuando era niña no me parecía suficientemente excitante un aeropuerto, por lo que nunca le preste demasiada atención. No sabía dónde ir así que antes de perderme me quede en los asientos que estaban en frente de la salida. —¡Helena! —gritó alguien entre la multitud del aeropuerto, me di vuelta y vi a Amanda agitando la mano y dirigiéndose a mí. Cuando llegó me dio un abrazo—. ¡Oh por dios! ¡Mira que grande estas! ¡Y qué hermosa! Creo que es una total forma de ser condescendiente el hecho de referirse al físico de una persona cuando la ves después de un tiempo. No me consideraba hermosa, quiero decir no soy fea, pero no me considero una chica guapa. Tengo el pelo n***o, ojos cafés, no soy flaca soy más normal y mido 1,62. —Gracias —respondí forzando una sonrisa. No estoy especialmente feliz por ver a Amanda. Ella nunca tuvo interés en vernos. Mi madre llamó muchas veces por cuatro años, pero rara vez devolvía las llamadas. Después de un tiempo dejó de llamar. Fue como que de un momento a otro no nos quería ver más y ninguno supo por qué. Mi madre la llamó otra vez hace dos semanas solo para preguntarle si podía quedarme con ella un tiempo mientras estaba en la universidad. Un apartamento salía demasiado y mi madre no me tenía la suficiente confianza como para dejarme vivir sola. Así que en resumen era vivir con Amanda e ir a la universidad Lindel o ir a la estatal en Seattle. No lo tuve que pensar mucho la verdad. En realidad, fue un juego mental, como todo lo que hacia ella. Ella no permitiría, bajo ningún punto de vista, que yo dejara ir la oportunidad de ir a Lindel. Es la universidad que ambas siempre soñamos. Solo me amenazó porque es su mejor manera de hacerme obedecer y lo sabe. Sabe que ella me aterra más que el mismísimo diablo. Esta universidad tiene una característica que no tienen otras instituciones. Es bastante estricta. No dejan que te pases de listo. Ya sé, se supone que en la universidad puedes hacer tu vida, hacer las cosas que quieres, pero en esta no es así. Si aceptaste y aplicaste para esta universidad, son sus órdenes y sus reglas. Tienes que ir a clase, no debes llegar tarde, debes cumplir cada una de los deberes que te mandan y más aún si tienes una beca. En resumen, no salí de la secundaria, pero la diferencia es que cuando salga de aquí voy a tener un título. —¿Cómo estuvo el vuelo? —quiso saber ella mientras miraba mi ropa. Llevaba puesto unos jeans gastados, unas zapatillas y una camiseta. Mire la ropa de ella y estaba muy formal, tenía unos tacones que si yo me los pusiera me rompería el cuello, una falda tipo lápiz y una camisa blanca. Su aspecto físico no estaba para nada mal. Pasaron 10 años y estaba tal cual la recordaba. Su pelo rubio platino estaba perfectamente peinado y se maquilló bastante bien para la ocasión. Levanté la vista y Amanda miraba a sus alrededores, rezando no encontrar a nadie conocido para no ser vista conmigo, o al menos, esa fue mi prejuiciosa apreciación. «No estás haciendo ningún punto a tu favor, Amanda» Me dije a mi misma —Bastante bien —le hice saber y me giré para salir de este lugar. —Bueno, vamos a casa y en el camino me cuentas todos los detalles de cómo fue tu vida en estos 8 años que no te he visto. Técnicamente nos la pasamos hablando de su vida, de su exnovio, de su trabajo, del esfuerzo que hizo por Alex todos estos años y un par de cosas más que no escuche. Llegamos a la entrada después de cuarenta y cinco minutos, cuando salí el coche vi una casa gigante de dos pisos. Se ve que Amanda gana muy bien en su trabajo. —Déjame ayudarte con tu equipaje —Ella quitó el equipaje de mi mano y se dirigió a la casa —No hace falta —Negué con la cabeza y la seguí. Ella no respondió y entró por el umbral. Cuando pase junto a ella en la sala, no puede evitar abrir la boca por el asombro. Era la sala más hermosa que vi en mi vida. Contra el ventanal que está a la derecha hay un sofá Chaise Longue blanco y a sus lados unas lámparas, una mesita de café hecha de vidrio en frente del sofá y alrededor de toda esta parte de la sala está llena de cuadros. Luego a mi izquierda está la escalera y en frente de mí un pasillo lleno de puertas. —¿Cuántas cosas llevas ahí dentro? —preguntó casi jadeando, yo me encogí de hombros —Las necesarias para vivir aquí —indiqué contemplando esta hermosa casa. —Bueno este es tu nuevo hogar ahora, espero que sea de tu agrado —Me reí —Si es muy bonito. Y me quedaba corta con la palabra, bonito es poco para lo que es todo esto. Si esto es la sala, ya me imagino lo que será cada habitación de esta casa. —Qué bueno que te guste, sígueme te llevaré a tu habitación —La seguí, cargando mis maletas esta vez. Subimos las escaleras y había un pasillo con cuatro puertas, paramos en la última de ellas y Amanda la abrió. Se movió lo suficiente como para permitirme pasar y mi boca se abrió aún más que cuando vi la sala. La habitación era gigante y estaba pintada de un azul francés bastante delicado. La cama estaba contra la pared frente a mí, era de dos plazas y sus sábanas combinaban con el color de la habitación. A su lado hay una mesita con una lámpara de lava apoyada en ella. Contra la pared del lado izquierdo un escritorio con una Laptop y en la pared del lado derecho una estantería muy moderna, a su lado una puerta blanca. Me acerco a esa puerta y es un armario chico, pero entra toda mi ropa aquí, cuando cierro la puerta miró a Amanda con mi expresión de asombro todavía en mi rostro. —Esta es tu habitación, ponte cómoda. Yo me tengo que ir a trabajar, si necesitas algo no dudes en llamarme, mi teléfono está en el refrigerador en la cocina y creo que Alex, está en su habitación. Él no vive aquí, vive en un apartamento cerca de Bloomsbury, se está quedando aquí un tiempo por unos problemas que tiene en su casa —No entendía porque me estaba aclarando eso, pero solo asentí con la cabeza—. Bueno de todas formas, si necesitas algo llámalo Amanda señalo la habitación de en frente. —No hay problema, gracias por dejarme quedarme —murmure fingiendo timidez. Si quería quedarme, tendría que caerle bien. —Cariño, no hace falta que me agradezcas es un gusto tenerte aquí —seguido a eso, se fue. «Te creo y todo Amanda» No pude evitar mirar la puerta de enfrente, ¿Estaría Alex allí? Tenía entendido que no estaba aquí, la idea era no verlo a menos que hubiera una cena familiar o algo así. Puede que esté actuando muy infantilmente al seguir pensando en algo que pasó hace ocho años, pero fue todo demasiado confuso.  ¿Debería avisarle que llegue? ¿Debo saludarlo? Me atreví a intentarlo, de todos modos paso mucho tiempo, probablemente él ni lo recordara. Además, si vamos a convivir un tiempo, debemos al menos tener una mínima interacción. Debía hacer bien esto, no podía perder mi lugar aquí, mi madre no creo que pueda pagar un departamento para mi sola y era capaz de vender la casa para mudarse aquí y mantener mi beca. Toque la puerta unas cuantas veces y no recibí respuesta. Bien, como lo supuse, no estaba allí.  Antes de que cerrara la puerta de lo que es ahora, mi cuarto, sentí la puerta del otro lado del pasillo abrirse de golpe. Levante mi mirada y un chico alto, delgado, pelo n***o y muy... apuesto la abrió. No pude evitar ver sus ojos, eran la cosa más hermosa que vi jamás, había varias tonalidades del color verde en ellos. Era difícil identificar qué color eran, pero son bellísimos. De la impresión, cerré mi puerta de golpe. Me sentía mucho mejor. Hasta que recordé que acabo de cerrarle la puerta en la cara a mi posible compañero de casa. Eso no daría una muy buena fama. ¿Es Alex? No, no puede ser. Saque lentamente la cabeza por el umbral, esperando que él hubiera entrado en su habitación, pero no fue así. Seguía en el mismo lugar donde lo deje hace 30 segundos. —Tu... ¿Tu eres Alex? —Me odie a mi misma por tartamudear y quedarme sin aliento.  Él levanto una de sus cejas y me miro como si fuera un bicho raro, lo cual era, pero podía ser mas educado y disimular. Una vez que asintió con la cabeza, contestando afirmativamente a mi pregunta, me enderece y aclaré mi garganta «¿Que estoy haciendo? ¿Por qué estoy actuando así? ¡Él está mirándote tonta! ¡parece que hubieras visto a un fantasma!» Me di cuenta, él estaba mirándome serio. Yo también tendría esa expresión en el rostro si alguien me hubiera mirado como yo lo mire a él... Además de que seguro habría llamado a la policía y echado a correr. —Hola —Pude decir media avergonzada mirando fijamente el piso. Mi voz no sonó tan inestable como me sentía por dentro —Hola —murmuró apoyado en el marco de la puerta. ¿Qué le pasó al niño que había conocido? Esperaba a ese chico flacucho y bajito, pero en su lugar hay una chico alto y morrudo. —Cuanto tiempo —alegué esperando que el calor que sentí en mis mejillas haya desaparecido—. ¿Cómo has estado? —No me quejo —Dijo de forma fría y cortante. —Oh, Está bien, yo solo vine a saludar y... Hubiera dicho conocernos mejor, pero Alex tenía otros planes. Quería que me conociera con la puerta. —Bueno, ya lo hiciste, creo que es todo —Musito y me cerró la puerta en la cara. —Genial, hubieras hecho eso hace unos segundos... —susurre para mí misma.  No lo entiendo, ¿Por qué tan borde? Estaba peor que mi madre en sus días y eso ya es mucho decir. ¿Fue por mi reacción antes? Trate de ignorarlo, se quedaría aquí unos días, no era definitivo, no debía preocuparme. Esa misma tarde cuando desempaqué casi todas las cosas, empecé a buscar el baño. Entre en la cuarta puerta sin siquiera golpear. Gran error. Alex estaba allí con una toalla en su cintura dejando todo su pecho al descubierto, mi corazón empezó a latir muy rápido. Me quedé mirándolo un largo rato su fuerte y definido cuerpo, definitivamente había mucho ejercicio allí. Entre sin permiso al baño y estoy aquí hace un minuto contemplando su cuerpo medio desnudo.  Esto es espectacular. Primero le cerré la maldita puerta en la cara y ahora entre sin tocar para verlo semi desnudo. Mañana seguro estaría de patitas a la calle. Genial. Otra vez. —Lo siento Me di la vuelta y empecé a cerrar la puerta, pero algo me detenía. Alex tenía su mano en el extremo de la puerta, estábamos a centímetros uno del otro, podía sentir su respiración en mi cara. Mi corazón latía tan rápido y fuerte que tenía miedo que él lo oyera. ¿Qué carajo hacia? —Aléjate —indiqué empujando su hombro. Apenas perturbe su postura. Yo era muy pequeña y él demasiado grande. —¡Estoy en casa! —gritó la madre de Alex, desde la sala. Me di la vuelta y me dirigí a mi habitación, entre en ella sin mirar atrás y me perdí en la completa oscuridad. ¿Que acaba de hacer? Bueno, técnicamente no hizo nada, pero estuvo demasiado cerca de besarme, ¿o no? No creo que él haya tenido esa intención con la reacción de esta mañana. Lo que pasó hace ocho años era cosa de niños, ninguno sabía lo que hacía, pero ahora ya somos adultos y ni siquiera nos conocemos. Estoy claramente paranoica. Me acosté en mi cama y puse mi cara contra la almohada soltando una especie de gemido ¿Cómo puede ser posible que el corazón me lata tan rápido aún? Sigo sonrojada y estoy segura que si hablo voy a tartamudear. ¿Él estuvo a punto de besarme sin conocerme? ¿Cómo se atrevía? Tal vez no. Tal vez malinterprete la situación y tenia una araña gigante en el cabello la cual él quería quitar para ser buena persona. Si. Eso es claramente algo que no paso. Estoy estresada por lo del viaje y cambio de rutina, nada más. Necesito descansar. Me puse el pijama y me acomodé en mi cama. Al cerrar los ojos las imágenes mías y de Alex en el baño aparecieron en mi cabeza, los volví a abrir y suspiré. Va a ser una noche muy larga.  Me puse el pijama y me acomodé en mi cama. Al cerrar los ojos las imágenes mías y de Alex en el baño aparecieron en mi cabeza, los volví a abrir y suspiré. Va a ser una noche muy larga. 
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