— ¡Mamá! —grité mientras bajaba corriendo las escaleras para encontrar a la tensa mujer escribiendo en su laptop con un montón de papeles a su alrededor.
Se dedicaba a las finanzas y no me era raro ver como trataba de ignorarme mientras trabajaba. Parecía que se le olvidaba que en menos de una hora debía estar en el aeropuerto y que no volveríamos a vernos por un buen tiempo. Daba lo mismo. Casi nunca nos veíamos aun viviendo en la misma casa, solo hacía notar su presencia para hostigarme preguntándome cosas de mis estudios o vida privada.
— ¿Mamá?
Ella se dio la vuelta para mirarme y me dedico una sonrisa, dejándome totalmente petrificada. ¿Por qué sonreía? Solo hacía falta mirar mi expresión a esa reacción de su parte, para notar que no estaba acostumbrada a un mínimo signo de respuesta agradable de mi madre hacia mí.
Se podría considerar como una típica relación adolescente entre madre e hija, en la cual no se llevan bien, pero no era común, en nada. No peleábamos nunca, porque le tenía pánico, simplemente una mirada podía hacerte sentir el ser humano más insignificante del mundo.
—Sí, ¿Qué sucede Helena? —preguntó con un tono dulce que me dejo con un sabor aún más amargo en la boca. Tenía miedo de que planeara algo o estuviera siendo irónica para luego, escupir una queja.
O tal vez mi madre en serio estaba de buen humor. ¿Cuántas veces vi eso en mi vida? Podía contarlas con los dedos de mi mano. Solo una mano.
—No encuentro mi pasaje de avión, ¿sabes dónde está? —cautelosa me acerqué a la nevera para servirme un poco de jugo. No entendía la buena predisposición de mi madre al responder.
—No, pero estoy segura de que tu hermano si lo sabe —Me miró y me guiñó un ojo.
Bien, ese fue el momento en el que entre en shock. ¿Mi madre bromeando conmigo? Eso sí era nuevo. Y para nada tranquilizante. Hace poco me hice análisis en el médico, ¿voy a morir o algo así?
—Está bien, gracias.
Volví a subir las escaleras prácticamente corriendo, casi esperando que en cualquier momento esa mujer terminara de enloquecer y arremetiera contra mí. ¿Exagerado, no? Pues, cuando respectaba a mi madre, no lo era.
Fui a buscar a mi hermano a su cuarto. Toqué dos veces la puerta, pero cuando no hubo respuesta, con la palma de mi mano empecé a tocar repetitivamente la fría madera hasta que fue forzado por mi insistencia a abrir. Dilan era unos de los chicos más guapos del instituto. Tenía pelo largo y de color marrón oscuro, ojos verdes y es muy alto. Pero cuando abrió la puerta estaba irreconocible, despeinado, sin camiseta y pálido. La noche anterior habría salido a una fiesta con sus amigos y estaba segura de que tenía una gran resaca.
— ¿Qué sucede Helena? — Su tono borde no me pasó desapercibido, estaba de mal humor, dando más veracidad a lo de la resaca. Miré dentro de su habitación y me di cuenta de que había una chica acostada en su cama, todas las noches había una chica diferente en su cuarto y Dilan sabía que quería matarlo por eso. Jugar con las chicas era algo repulsivo.
—Busco mi pasaje de avión, ¿Sabes dónde está? —crucé mis brazos y traté de poner una expresión severa, sé que no me salía nada bien porque se echó a reír.
— ¿Tratas de asustarme? No hagas esa cara, da miedo. ¿Alguna vez probaste usando maquillaje? Pareces un fantasma —Se apoyó contra el marco de la puerta tomando mí misma postura.
—Que tierno y gracioso eres. Ahora dime dónde está mi pasaje.
— Fue mamá, ¿no? —indagó y solo asentí con la cabeza. Soltó un gran suspiro, entró en su habitación, abrió su cajón, sacó el boleto, me lo entrego y me abrazo.
Dilan y yo teníamos una relación rara. No éramos los típicos hermanos que se llevan de muerte y se odian mutuamente. Él me llevaba cinco años y siempre cuidaba de mí. Siempre quiso ocupar el rol de padre conmigo, ya que nunca tuve uno, él se fue dejándonos solos cuando yo apenas era un bebe. Entendía que para él fuera difícil que me fuera.
Pero no quita ni justifica que fue muy estúpido lo del billete de avión.
— ¿Cuándo te vas? —preguntó él sin soltarme.
—En un par de minutos —«No llores, Helena».
— ¿Quieres que te lleve? —Miré a la chica acostada y negué con la cabeza. Él merecía los gritos que le propiciaría ella cuando la echara.
—No, gracias. No hace falta, me llevará mamá.
—Está bien. Te quiero —«No llores»
—Yo también. Mientras no estoy, no dejes a nadie embarazada
—Créeme, no lo haré.
Me di la vuelta y no lo miré, si lo hacía sabía que iba a llorar y no querría irme, pero necesitaba hacerlo.
Vivía en la ciudad de Seattle. Iba a irme a vivir a la casa de mi tía Amanda. Actualmente, ella reside en Inglaterra, por eso aprovechamos su contacto para ir a una de las mejores universidades de allí, no fue fácil tomar esa decisión. Tenía que dejar a mis amigos, mi casa, mi vida, mi hermano, pero deseaba demasiado ir a esa facultad, es por eso que tomé esta decisión y creía sin lugar a dudas que era la correcta.
Estaría mi tía y Alex conmigo, mi primo, es lo único que debía ser mi consuelo, pero era la única razón por la que considere en serio no ir. Ninguno de ellos era de mi agrado. Pasaron muchos años desde que supe algo de esos extraños y podría decirse que la última vez que los vi, no fue especialmente algo agradable de recordar
Hace ocho años.
— ¡Mamá! —gritaba de forma repetitiva en el piso llorando, con mi garganta casi cerrada y con unos hipidos que dificultaban mis llamados de socorro. Nadie venía, así que seguí gritando hasta que escuché unos pasos bajar por las escaleras.
—Mierda —susurró Alex corriendo hacia mí—. ¿Qué te pasó?
Con la parte inferior de mi muñeca, limpie las lágrimas que corrían por mis mejillas, no quería que él precisamente viniera a mi rescate, no quería que me viera llorar. —Yo me caí intentando agarrar algo que está arriba del estante —Alex se agachó y tomó la rodilla que estaba lastimada. Sangraba. Mucho.
—Espérame aquí iré a buscar una venda —informó levantándose.
— ¡No! No te vayas quédate conmigo, por favor —Tenía miedo de que no volviera. Sentía que si la gente se iba nunca más volvería, tal y como lo hizo mi padre. Sabía que era infantil, pero no podía evitarlo, con solo pensar que mi madre o mi hermano se irían entró en pánico, no quería que me abandonaran otra vez.
—Helena, debo buscar las vendas, necesito curarte —Suplicó. Me tomé unos segundos antes de liberar su brazo y esperar dos breves minutos antes de que lo volviera a ver regresando hacia mí. Volvió a ponerse a mi altura para ponerme la venda en la rodilla. Al terminar, solté un suspiro, dolía, pero ya no veía sangre. Me tomo un rato darme cuenta de que aun Alex no se había movido y ni siquiera aparto la vista de mi rostro. Miré con más atención y sus ojos estaban totalmente fijos en los míos. Se acercó un poco más para secar una lágrima que bajaba por mi mejilla.
Su mirada se volvió brillante, casi como si quisiera llorar, no entendía la razón. Se inclinó en mi dirección lentamente hasta que nuestros labios se rozaron, yo no pude detenerlo. No quise detenerlo. De repente el roce fue más. Fue una mano en mi mejilla y unos labios presionándose sobre los míos con tal ternura que me hizo cerrar los ojos para acariciarla. Él me beso, fue mi primer beso.
Separándose de mí, negó con su cabeza repetidas veces dejándome confundida. Se levantó como si hubiera hecho algo horrible y echo a correr.
El día siguiente volví a casa. Alex no se despidió de mí.
Presente
Nunca volvimos a hablar otra vez.
— ¡Helena! —Me llamó mi madre interrumpiendo mis pensamientos. Bajé las escaleras y ella estaba con los brazos cruzados sobre su pecho.
—No grites, estoy justo aquí
La expresión de enojo en su rostro me dijo que su buen humor se fue al caño. Estaba mucho más familiarizada a esa expresión que en cualquier otra. Cada vez que la veía siempre tenía algo por lo que enojarse.
«¿Helena, que significa esta B+?» «¿Helena, estudiaste lo suficiente para el examen?» «Helena, no tienes que salir» «Helena, tu amiga no es muy buena influencia para ti»
— ¿No has con él terminado todavía? Helena ya habíamos hablado de esto. —Levanté mi mano en señal de que parara de hablar. No entendía nada lo que me estaba diciendo.
— ¿De qué estás hablando mamá?
—Kyle está allí esperándote en el sofá, pensé que habías terminado con él —La desaprobación de mi madre hizo que mi estómago se revolviera. Tendría que soportar todo el viaje sus quejas. Genial.
—Nunca dijiste que debía terminar con él mamá.
Me moví rápido hacia la sala ignorando todo lo que tuviera que decir.
Hace más de tres años estoy con Kyle y no voy a terminar con él. Nosotros nos las arreglaremos para vernos.
—Hola, preciosa —saludó Kyle mientras se levantaba del sofá con una sonrisa en su rostro.
—Hola —repetí acercándome a él para plantarle un beso en los labios. Ambos nos sentamos en el sofá.
No podía creer que alguien así esté conmigo. Él era hermoso, atento, tierno y me quiere. No puedo pedir más
— ¿Ya tienes todo preparado? —Quiso saber mientras mi madre paseaba de un lado a otro a nuestro alrededor. Ya estaba ansiosa.
—Sí... —suspiré mientras jugaba con los botones de mi camisa—. ¿Has visto a Angel?
—Dijo que no podía venir a despedirse de ti porque llorara y tú odias que haga eso —Kyle me dio una sonrisa forzada.
Angela es mi mejor amiga desde la infancia, también es la de Kyle. Ella nos presentó hace 3 años y dijo que seriamos perfectos el uno para el otro. Recuerdo que cuando dijo eso ambos nos sonrojamos y estuvimos toda la noche avergonzados. Después de dos noches, él me invito a salir y nos volvimos inseparables desde entonces.
—Tiene razón, lo hago —Aún seguía jugando con los botones de mi camisa sin tener idea de que decir, no soy buena con las despedidas y no sé qué se suponía que debería hacer.
—Te voy a extrañar demasiado, no sé qué haré sin ti —anunció Kyle mientras ponía un mechón de pelo detrás de mi oreja.
—Yo tampoco sé qué haré sin ti —apoyó mi cabeza en su hombro tratando de sentirme mejor, pero no funciona.
— ¿Estás segura de que quieres irte de aquí? Lejos de tu familia y de todas las personas que conoces
Creo que esta es la séptima o novena vez que lo pregunta.
—Kyle ya lo discutimos, este es mi sueño y voy a ir a la casa de mi tía, no voy a estar sola
—Lo sé, es solo que...
—Es hora de irnos, Helena —Me informa mi madre. Yo solo asiento con la cabeza y me levanto del sofá.
— ¿Qué ibas a decirme?
Él niega con la cabeza y me besa, esta vez un poco más brusco.
—Te quiero —Dijo mientras separa nuestros labios y me da un abrazo.
—Yo también —Le devuelvo el abrazo y nos dirigimos a la puerta.
Con un último beso de despedida lo veo irse por la acera.
—Tendrías que haber terminado con él Helena —agregó mi madre desde el coche con los brazos cruzados. Yo pongo los ojos en blanco y entro en el asiento del copiloto.
Un minuto después me estoy alejando de la casa en la cual me críe, de mi vecindario. Me estoy alejando de mi vida para empezar una nueva, una vida en la cual yo voy a tomar mis propias decisiones y ya no dependeré de nadie nunca más. Estoy empezando la vida de una persona adulta, con responsabilidades y preocupaciones. Estoy comenzando mi futuro.
Llevo esperando este momento desde siempre. Mi madre fue la que me inculcó que debía tener que ir a la universidad para conseguir un trabajo y tener una buena carrera.
Me quiero licenciar en literatura y creo que esa fue la única decisión que tome por mí misma, sin que los gritos desaprobatorios de mi madre fueran problema. Ella quería que fuera abogada o me dedicara a las finanzas como ella, pero nunca me atrajo dedicarme a ello.
No puedo creer que en un par de horas estaré en el lugar con el que hemos soñado mi madre y yo desde siempre. Tanto trabajo y esfuerzo por fin rinde sus frutos y ahora por fin viviré nuestro sueño.