Me desperté a las diez de la mañana el día del sábado en mi cama. Anoche estaba segura de haberme dormido en el sofá viendo películas con Alex ¿Él me cargo hasta aquí?
Ayer extrañamente Alex y yo pudimos estar todo el día juntos sin pelear o que él se enfureciera, no era una mala compañía, de hecho, me la pase bien. No era tan efusivo como pensaba.
Hoy teníamos que salir Hampshire, al final no pude negarme, estuvo siendo lindo conmigo lo que resto del día, así que considere que esta vez no habría nada raro entre nosotros.
Me di una ducha, cepille mis dientes, busque ropa que ponerme y luego llame a Kyle. Seguía sin tener respuestas de él y eso me volvía loca. ¿Terminamos? No, no podíamos, habíamos dicho que lo intentaríamos, ¿Tan rápido se daría por vencido? Traté de olvidar aquello y salí de mi habitación.
Entre en la cocina y me encontré a Alex ¿Cocinando? Él se volteó a mirarme
—Estoy preparando el almuerzo para que salgamos. Te recomiendo que te lleves un abrigo —miró mi escote sin ningún pudor y estoy segura de que mi cara debe estar al rojo vivo—. Pero por mí no hay problema
Me guiño un ojo ¿Qué significo eso?
Me fui corriendo de allí para cambiarme. Me puse unos shorts blancos, y cambié mi blusa escote en V por una camiseta holgada y unas simples zapatillas. No podía creer lo que acababa de ver. Actuaba raro, como si el mismo no se convenciera de lo que estaba diciendo o haciendo. Parecía que hubiera comido un arcoíris de desayuno.
Trata de ser lindo conmigo, lo noté. Por un segundo pensé que quería que nuestra relación funcionara, es lo único que se me puede venir a la mente en estos momentos.
Después de veinte minutos baje a la cocina y Alex estaba sentado en la encimera esperándome. Cuando me vio sonrió y agarro la canasta que estaba a su lado.
—¿Lista? —preguntó él tomando sus llaves y acercándose a mí.
—Ajam ¿Has visto a Amanda? —giré mi cabeza para ver la puerta de su oficina. No la veo hace dos días.
—Esta en su oficina, ya le dije que salíamos no te preocupes —Posó la mano en mi hombro, lo que hizo que sintiera algo raramente bonito en el estómago.
—Está bien, ¿Nos vamos? —caminé rápido hacia la puerta. No sentir sus manos se sentía vació, pero sentirlas era agonizante. Como si quisiera que me tocara solo un poco más. Y luego más. Y más.
—Por supuesto. Pero esta vamos en otro coche más grande —Lo mire sorprendida.
—¿Cuantos coches tienes? —indagué expectante.
—Bastantes —Su tono arrogante me hizo reír—. Pero el que vamos a usar no es mio. Es de Amanda y es mucho más grande.
—Bien, vamos a por el.
Alex me dio una pequeña sonrisa y fue a una puerta que había atrás de la casa. Había 3 coches allí, yo quede con la boca abierta.
—¡¿Tienen 3 coches?! —chillé. Habitualmente cuando me enojo o me sorprendo saco esa estúpida voz.
—Son de Amanda y no grites.
—Pero a Amanda siempre la vienen a buscar. Nunca la vi manejar, excepto cuando me busco en el aeropuerto
—Bueno, sí, pero son de ella. De vez en cuando los uso, pero no son míos
—Pero técnicamente son tuyos —alegué mirando los autos, deben valer una fortuna.
Alex se subió a un Toyota azul y me hizo señas para que yo también lo hiciera. Me subí en el asiento del acompañante y me puse el cinturón.
—¿A dónde dijiste que vamos? ¿Es un parque?
—Ya lo veras.
El viaje fue bastante largo y no hablamos casi nada, solo encendimos el estéreo y escuchamos Oasis. Tiene buen gusto musical. Después de cuarenta y cinco minutos llegamos a un gran campo hermoso lleno de arbustos y árboles.
—Hemos llegado —informó alzando sus dos manos hacia el paisaje. Fue un gesto bastante forzado, notaba que Alex no se sentía cómodo con la mitad de cosas que decía, como si no fueran suyas, como si intentara obtener con todas las ganas mi simpatía.
—Es hermoso —expresé sin apartar la vista del lugar, realmente era magnifico..
—Sabía que te gustaría —Saco la canasta del asiento de atrás—. Vamos a seguir un poco más adelante. Hay un lugar que quiero mostrarte.
—Está bien —Empecé a caminar, siguiéndolo.
Caminamos 2 kilómetro y yo ya estaba cansada. ¿Dónde quería llevarme?
—¿No estarás llevándome a un lugar lejano para asesinarme cierto? —bromeé detrás de él, ya agitada, no tenía buen estado físico ni por asomo. Siempre odie los deportes, no son lo mío.
—Ya casi llegamos —aseguró medio riendo por mis palabras
—Esa no fue la pregunta
cinco minutos después Alex se detuvo.
—Es aquí —Señalo el hermoso rió azul que estaba en frente de nosotros.
Era bellísimo. Jamás vi algo así.
El sol se reflejaba en el agua totalmente limpia y todo a su alrededor estaba lleno de árboles.
—Esto es... Guau—Balbucee. No tenía palabras para describirlo
—Si es muy bonito. Venia aquí muy seguido cuando era niño y varias veces más a medida que iba creciendo. En ese entonces, era mi segundo lugar favorito en toda la tierra. Venia aquí solo para perderme un poco —confesó Alex con una sonrisa que parecía ser la de un niño. Me hincho el corazón.
—¿Y cuál fue el primero? —pregunté con curiosidad. Conocía todo de Alex cuando era pequeño. Me dolió saber que oculto la necesidad de escapar algunas veces y yo no lo sabía.
—Ese es secreto —Me guiño un ojo y me sonroje.
¿Como puede ser que él tenga este estúpido efecto en mí?
—Deja de guiñarme el ojo, parece que tienes un tic
—Deja de arrugar la nariz, pareces un conejo —alegó sonriendo. Estaba contento, verdaderamente contento.
Era una costumbre muy propia de mi arrugar la nariz, desde niña lo hacía y él lo recuerda, me decía todo el tiempo conejo.
—La más tierna —Hice mi voz más aguda y traté de poner la expresión más dulce posible
—Esa cara da más miedo que ternura
Dios, ni siquiera Alex me la deja pasar. Golpeé su brazo reprendiéndolo.
Alex paso la mano por donde mi mano se estrelló hace unos segundos. Se hizo el dolido. Sabía que no le había hecho daño —¡Auch! Eso dolió —Mintió
—No seas bebe
Él dejo la canasta con todo el almuerzo en el césped.
—¿Que dijiste? —preguntó moviéndose lentamente a mis espaldas. Él había escuchado, solamente estaba desafiándome a ver si podía decirlo de nuevo en voz alta.
—Eres un bebe —repetí confiada ¿Qué iba a hacerme? ¿Tirarme al rio?
Dicho eso, él me levanto sobre su hombro. O no.
Empecé a patearlo. —¡Alex! ¡Alex! ¡Suéltame, es en serio!
Él se acercó a la orilla del rió.
—¿Que dijiste? —animó a que volviera a repetirlo.
—¡Esta bien! ¡Está bien! Lo siento. Ahora por favor bájame —Él se quedó debatiendo si debía bajarme o no. En realidad, no me disgustada que su brazo este aferrado con fuerza en mis muslos, ni que estomago toque su espalda. Después de varios segundos él me dejo en el suelo.
—¿Ahora quién es él bebe?
Otra vez temblaba por su maldito toque y eso me volvía loca. Odiaba no poder controlar mi propio cuerpo, nunca tuve problema en mantener a raya mis emociones. Cuando Kyle hace unas noches quería tener sexo conmigo, me negué, no importa cuánto me besara ni cuanto me tocara, no me permití sentir bien por ello. ¿Cuál es el problema ahora? ¿Por qué cuando Alex está cerca quiero que lo esté aún más? ¿Por qué cuando mi cuerpo toca el suyo, reacciona de formas nuevas para mí?
—Imbécil —Murmure medio riendo y medio seria. Aún seguía emocional.
Parece que Alex escucho porque se dio la vuelta, me levanto y me tiro al rio.
El agua estaba helada.
—¡Eres un idiota! —Le grite casi congelada por el frio. ¡Él se reía a todo pulmón! ¡El infeliz se retorcía de la risa! —. Alex ¿me ayudas?
Levante la mano para que él la tomara y me levantara. Cuando por fin termino de reír tomo mi mano y yo lo empuje al agua. Empecé a reír como él lo hacía hace apenas unos segundos.
—¡Esta malditamente fría! —Grito Alex
—Eso no te detuvo conmigo —comenté casi en un susurro. No podía parar de reír.
Cuando sentí mi cabeza hundirse en el agua a causa de un par de manos, mi ira fue en aumento. Declare la guerra. Empezamos a intentar ahogarnos mutuamente hasta que paso de ser una venganza a una diversión bastante bruta. No teníamos cuidado en no lastimarnos y eso hizo más divertido el asunto.
Alex se sumergió más profundo, ya no podía ver donde estaba, pero cuando sentí un par de brazos rodear mis piernas... Supe que era un maldito infeliz.
Me hundió con él y rodeo su brazo en mi cintura. Mi madre me tenía prohibido desde niña abrir los ojos dentro del agua, si lo hacía, se daría cuenta, estos se pondrían rojos. Teniendo en cuenta aquello, no los abrí, solo escuchaba la voz de mi madre repetirlo una y otra vez.
Alex toco mi mejilla. Sabía que no habían pasado ni cinco segundos desde que estábamos bajo el agua, pero se hizo eterno cuando sentí estar pegada completamente al pecho de Alex con una mano en mi espalda y la otra en la mejilla. Se que me estaba animando a abrir los ojos.
No estaba muy segura de sí es lo que realmente debía hacer.
Pero lo hice de todos modos.
Alex estaba muy cerca de mi cara, mirándome fijamente. Mi dio un vuelco en el corazón.
Su rostro seguía igual de bello bajo el agua y sus ojos, eran algo que aún no podía evitar mirar como si fueran dos joyas preciosas.
Cuando la punta de su nariz rozo la mía, un sentimiento de angustia se apodero de mí. Quería besarme. Y yo quería llorar.
Lo empujé y salí del agua. Espere para que él hiciera lo mismo para hablar: —Esta bien. Ganaste
Trate de recuperar el aire. Él no tenía una sonrisa victoriosa en su rostro, sino que estaba aún más serio que yo. Pude ver como trago saliva con fuerza, ni siquiera estaba recomponiendo el aire que estaba segura, debe necesitar.
Sali como pude del agua rápidamente. No me importo llenar de tierra mis manos y rodillas, él hizo lo mismo.
Su camiseta blanca está pegada a su cuerpo y se ve todo su abdomen. No era la primera vez que lo veía, no volví a sorprenderme, pero otro pensamiento se apodero de mí. Vi que Alex también estaba mirando mi cuerpo. Bajé la vista hacia mi ropa y vi que también tenía pegada mi camiseta al cuerpo, pero esta transparentaba, él podía ver toda mi piel y brasier rosa con puntos blancos. Me sonrojé y puse mis brazos alrededor de mis pechos cubriéndolos.
—Tengo hambre —me apresuré a decir. Camine hasta llegar a nuestro picnic. No separe los brazos de mi cuerpo y no pensaba en hacerlo.
Alex camino lejos de mí, aún estaba con expresión de pocos amigos. —Quédate ahí.
¿Qué? ¿Dónde va? No tuve tiempo se preguntárselo, él ya había desaparecido detrás de los árboles.
No me preocupe, él tenía que volver, creí que había ido a orinar, pero después de quince minutos comencé a inquietarme. Después de treinta me puse nerviosa, y cuando se completó la hora, ya estaba histérica.
Estaba por ir a buscar la camioneta cuando lo vi acercándose con una chaqueta en la mano. Mi blusa ya casi se había secado, pero mi brasier no, así que cuando me dio el abrigo, se lo agradecí infinitamente.
—¿Fuiste hasta la camioneta solo para buscar esto?
Alex se sentó a mi lado sin decir ni una palabra y agarro unos sándwiches. No quería que lo mencionara y no lo hice.
—¿Por qué decidiste venir a esta universidad? —preguntó Alex sin mirarme aún.
—Creo... Bueno primero porque es una muy buena universidad, además, mama quería que este contigo y Amanda. Ver cómo eran actualmente.
—¿Como éramos? —quiso indagar por fin mirándome.
—Si... Ocho años es mucho ¿no crees? Y quería ver tu versión mayor.
—¿Qué te parece?
—¿Como me parece? —pregunté sonrojándome y media tartamudeante.
¿Tartamudear? ¿En serio? ¿Desde cuándo lo hago?
—¿Era lo que esperabas?
Trate de distraerme untando un poco de mantequilla a las tostadas que trajo Alex. —No lo sé. Yo pensé que bueno, ibas a ser un poco más parecido a cuando tenías catorce años. La última vez que te vi eras mucho más bajo y delgado. Todavía lo recuerdo muy bien
«Un poco de mermelada por aquí también...»
—¿Recuerdas bien como era en ese entonces?
—Si, no saco de mi cabeza la última vez que nos vimos.
Me espante de tal forma que solté la tostada. ¿Acabo de decir lo que creo que dije? ¿Acabo de ser tan estúpida? Lo relacionaría al beso. Claro que lo haría.
—Si bueno... Es lo que años de gimnasio hacen —Dijo el sonriendo.
Ignoro mi comentario.
Perfecto.
—Si lo noto. ¿Y qué hay de ti Alex? ¿Como ha sido de tu vida?
Justo antes de que pudiera contestarme, el celular de Alex empezó a sonar. En cuanto vio el nombre en la pantalla puso los ojos en blanco y contesto
—¿Que? —Silencio—. Está bien ¿Por qué me avisas? —Inquiere desinteresado—. Da igual
Corto la comunicación con quien quiera que fuese y dejo el celular a su lado. —¿Quién era?
—Amanda, se va de viaje otra vez
Yo me atragante con la comida ¿Sola con Alex otra vez? ¿Ahora quien me salva?
—¿En serio? Volvió hace poco...
—Si, pero su trabajo requiere eso. Muchos viajes de negocios.
—¿Y cuánto tiempo?
—No lo sé. No me lo dijo. Pero nunca es mas de 4 días —Se encogió de hombros restándole importancia cuando para mí era vital que ella estuviera en la casa.
Escuchamos un trueno y yo salte sorprendida. Odio los truenos.
—Veo que aun sigues temiéndoles —recordó Alex y yo solo asentí.
Desde pequeña les tengo miedo. Recuerdo que cuando había una tormenta, Alex siempre dormía conmigo ya que mi hermano nunca quería, repetía una y mil veces que le iba a contagiar los piojos.
No tenía piojos.
Al menos no muchos.
—Si, lo hago, pero ya no necesito que nadie duerma conmigo. Soy una nena grande —Le sonreí y el rodó los ojos. Se que le dio gracia
—Bueno entonces mejor que nos vayamos. Va a llover y muy fuerte.
Asentí a ello, aunque quería quedarme más. Levantamos todas las cosas y dimos la larga caminata hasta la camioneta. Alex me pregunto varias cosas sobre mi vida en Seattle, lo cual, me llamo la atención, parecía realmente interesado. Seguimos hablando incluso todo el camino de regreso a la casa, ya no estábamos tan forzados por hacer que esta relación funcione. Funcionaba. Y era perfecto.