Capítulo 2

1049 Words
Algunas nacen siendo brujas, otras deciden serlo con un propósito, también hay quienes no tuvieron elección. En algún lugar del amazonas, un orfanato que permanece recóndito intenta guardar al mundo de su destrucción o tal vez sea en realidad el origen de todo. —Sentí el olor a azufre; pero, pensé que tendríamos tiempo suficiente, además, muchas veces ese olor se desprende de los cuerpos y no por demonios o espíritus oscuros cercanos, yo… —intenté explicarme ante madre, mientras caminaba detrás de ella por el corredor principal, hasta que ella levantó su mano izquierda y selló mi boca con un chasquido que salió de sus dedos. —Lo que hiciste hoy fue un acto de negligencia, te pusiste en peligro a ti y a Leonora porque decidiste ignorar las señales —dijo de forma tajante. Me quedé helada después de aquellas palabras, bajo la mirada de madre y la culpa que me hacía sentir por toda la situación. Entonces, algo se movió entre mis piernas y bajé la mirada para encontrar a Río mirarme desde abajo con sus ojos azules, era el gato que había encontrado hace unos meses  y no había podido quitármelo de encima. Lamentablemente a Madre no le gustaba que tuviera una mascota, así que lo tomé entre mis brazos y acaricié su pelaje n***o, y al mismo tiempo la miré dubitativa. —Sigueme y trae a ese animal contigo —ordenó madre, y sentí que mi boca era libre de nuevo. —Madre —intenté hablar con ella de nuevo; pero no me hizo caso y en su lugar me limité a seguirla hasta la cámara de muertos en el sótano de la casa. A nadie le gusta ir allí, porque desprende un silencio aterrador y lleno de frío siniestro. —Madre… —Haz silencio —dijo ella mientras se dirigía a una puerta negra, de las tres que se encontraban en el frío sótano. Madre abrió la puerta del centro y una ventisca nos saludó de forma violenta, soplando nuestros cabellos hacia atrás.   —¿Qué…? —, me callé de inmediato, recordando la orden del silencio. Entonces entramos. Era una habitación cuadrada, con medidas exactas y su centro escalonado tenía la forma de un círculo, una circunferencia de tres niveles, tres escalones y al final, un pequeño pozo de agua que reflejaba el color n***o del techo. Sumergido se encontraba el cuerpo de Leonor y su cabeza justo donde se supone debía ir, sus ojos y su boca aún seguían abiertos de par en par, sangre seguía emanando de su cuerpo, no tanta como antes, pero lo suficiente para cambiar el color del agua. Dalila, la bruja ciega sostenía la cabeza mientras la cosía de vuelta a su cuerpo como si se tratara de una muñeca, era muy precisa en su trabajo. Me quede quieta después de tres pasos al atravesar la puerta, no podía dejar de contemplar lo que ocurría frente a mi. Aura, la pelirroja de ojos verdes con sonrisa casi del gato de Cheschire se encontraba sobre el último escalón, mirando el trabajo de Dalila. —Es eso lo que has traído —dijo María acercándose a mi gato con sus cabellos negros ondulados balanceándose sobre sus hombros, extendió sus manos hacia el animal y por instinto los dos nos sujetamos con más fuerza al otro. Retrocedí y entonces sentí el estruendo de la puerta al cerrarse. Detuve mi paso y las manos de María se posaron sobre el animal con un toque suave —, es perfecto. Madre miro toda la situación sin decir nada, de pie a mi lado y esperando a que todo se desarrollara. María tomó a Río de mis brazos con gentileza y lo abrazó como si se tratara de un recién nacido. Su cabello se perdía en el pelaje del gato mientras lo miraba con sus ojos negros, llenos de infinitas maldades y deseos oscuros. Dio media vuelta cuando lo tuvo en sus brazos y se dirigió al centro de la habitación con piso de piedra, en un escalón antes del pozo, justo cuando Dalila terminaba. —Vamos —dijo madre, mirándome de reojo. Me acerqué cuando Dalila se levantó y tomó su lugar al lado izquierdo de Aura, mientras María se encontraba a la derecha de esta, esperando que yo me posicionara entre ella y Dalila. Eso hice. Una misión siempre es dada, incluso a las almas profanadas, está no es diferente a las pasadas, que ya mucho antes fueron ordenadas, su sangre ya fue prometida, su poder debe tener vida, para hundir las almas caídas y servir toda su vida al gran propósito… ¡Restituo! —¡Restituo! —dijimos todas al unísono y María apuñaló a Río con una daga, que fue directo a su pequeño corazón —, vida por vida, alma por alma, el pago fue hecho y el trato cerrado —dijo ella mientras dejaba caer el gato muerto dentro del agua. Di una mirada a madre que nos miraba desde atrás, su rostro serio me dijo que aquel era mi castigo y pago por haber bajado la guardia. Entonces, volví la mirada al frente y vi como la sangre del gato se adhería al cuerpo de Leonor y el color retornaba a ella, no era algo bueno, revivir a alguien tenía sus consecuencias, nunca volvían a ser los mismos. Pero, no había tantas brujas como las hubo antes, los cazadores casi nos extinguieron y no muchas jóvenes estúpidas, según las palabras de María, se atrevían a jugar con magia en estos tiempos oscuros. —Leonor, Leonora, regresa —dijo Aura con voz de mando y el grito que había sido ahogado en su garganta retomó fuerza y salió de nuevo por su boca abierta, un poco ronca y feroz, con sus labios azules que simplemente habían dejado de lucir púrpura, pero no recuperaron su tono rosa, por poco rojo. —Bienvenida de vuelta —dijo Dalila y el grito fue cesando mientras los ojos de Leonor se enfocaban de nuevo en la tierra de los vivos, justo en nosotras cuatro, hasta mirarme solamente a mí con cierto enfado y temor. En ese momento sentí, que Leonor había descubierto algo en muerte, algo realmente terrible y yo tenía que ver con ello.
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