Capítulo 1
En un profundo, profundo rojo
Encontrarás la muerte más cálida
En un profundo, profundo rojo
Descubrirás la verdad más agria
Un alma que no puede descansar
Un terrible destino lejos de desear
En un profundo, profundo rojo mar
Solamente allí, tú te podrás refugiar…
Solamente si escoges sabiamente
Él será tu protector valiente
E incluso el punto final
En un profundo, profundo rojo.
Miré a la mujer que parecía desvariar mientras leía mi mano, quería irme; pero, me sujetaba con una fuerza tal que no tuve más remedio que escucharla hasta el final. Había venido con Leonor para ver a la gran bruja del destino como se hacía llamar. No estaba del todo segura si era una bruja real, aunque su vestuario oscuro asustaba un poco. Así que la escuché con atención, sentada frente a ella dentro de la tienda donde atendía, con su mano agarrando mi muñeca de forma que pudiera contemplar la palma de mi mano. Sin embargo, nunca habló de la línea de la vida como muchas otras lo hicieron, en su lugar, sus labios oscuros susurraban palabras sin sentido y su cabello n***o empezaba a caer sobre su rostro, un tanto andrajoso.
—Es como si estuviera inscrito en tu mano, una antigua lectura, hecha por uno de mis ancestros —dijo la mujer, de por lo menos treinta años, mirándome con sus ojos negros y turbios, llenos de secretos. Con un vestido de tonos oscuros y manga larga que incluso cubría sus manos, con sus uñas negras clavadas en mi piel con suavidad. —Esta no es tu primera vida.
—¿Perdón? ¿Acaso dice que existen otras vidas?
—Por supuesto, pero no es algo gratis —dijo de forma sombría —. Se debe pagar un alto precio para desafiar a la muerte… Ves esto aquí —señaló la supuesta línea de la vida en mi mano —indica que eres un alma vieja —dijo.
—Vaya —comenté incrédula.
—Hace mucho, mucho tiempo… —hizo una pausa —, alguien te permitió ver el hilo rojo que te conectaba con tu ser elegido, para que lo…
—Ya me cansé de esto —dije y le arrebaté mi mano.
No quería ser grosera, pero dentro de poco notarían que no estábamos en donde debíamos y las cosas no irían bien para nosotras.
—Tu tiempo en esta vida está contada —dijo ella mientras me levantaba —, alguien te quiere muerta.
—¿Quién?
—Lo siento, no es algo que pueda ver… —se disculpó.
Quise llamarla mentirosa y estafadora, no sabía si creerle o no, y al final decidí simplemente marcharme, la bruja D’Noir no me daría nada útil, solamente mentiras. Leonor la miró un tanto indignada; pero prefirió seguir mi ejemplo y salir de allí antes de decir cualquier cosa. Así, salimos de su improvisado campamento con nuestras largas faldas arrastrándose sobre el suelo. La noche nos acompañaba a las afueras del pueblo de Raeidia, donde los lugareños eran en su mayoría agricultores y personas del campo.
—¿Ahora qué? —preguntó Leonor cuando nos acercamos a la entrada del pueblo.
—Nada, muy pronto recibiremos la señal.
—Claro —dijo nerviosa.
Nuestra tarea no era fácil, éramos las brujas de Amazonia, entrenadas para recolectar almas perdidas y controlar a los espíritus oscuros, que se inquietaban cuando la tierra se llenaba de tanto mal. Hubiera sido mejor para nosotras si no estuviéramos en tiempos de violencia; pero, los humanos eran codiciosos y mezquinos. Entre más muertes, más almas y más peligros en el mundo mágico.
—¿Escuchaste eso? —me preguntó Leonor.
Era un grito que se escuchaba a lo lejos en un eco profundo, demasiado extraño y fuerte para ser humano. Algunos lo llamaban el gritón, aunque nadie lo había visto como para decir con certeza que se tratara de un él. Yo por mi parte creía que era la tierra misma y nada más, su lamento.
—Esa es nuestra señal —dije y me agaché para poner mis manos sobre el suelo y sentir la tierra, necesitaba que me mostrara a donde debíamos dirigirnos. —Esto es demasiada crueldad —dije levantándome después de ver lo que nos esperaba, un panorama desalmado y sin Dios.
—Ailish, ¿hacia dónde debemos dirigirnos? —preguntó mi compañera con suma seriedad.
—Al norte.
Fuimos andando hasta llegar a una zona llena de matorrales, donde una montaña de c*******s nos observaban con ojos vacíos. La sangre se extendía por la tierra, una mezcla de inocencia y dolor convertida en pecado. El olor a azufre era fuerte y amenazador, la señal de que algo horrible se avecinaba. Apreté mis manos en puños y dejé que mi magia hiciera presencia, Leonor hizo lo mismo.
—Ailish —dijo asustada.
—Shh —pedí que se callara.
Me hice un corte en la palma de la mano y encerré los cuerpos dentro de un círculo de sangre mágica y Leonor se apresuró a rociar la sal sobre ella. Hicimos todo casi que corriendo, no podíamos permanecer allí por mucho tiempo.
—Líbero estas almas de su pena y… —empecé a decir mis ruegos cuando terminamos el círculo, que se cubrió de un halo púrpura. Pero, una presencia nos detuvo y mi sangre pareció congelarse en un segundo, oprimiendo mis pulmones para detener el oxígeno. Escuché a Leonor jadear sin aire, ahogándose —, y rue.. —intenté continuar.
El cuerpo de Leonor fue empujado lejos con una fuerza surreal que la llevó a caer sobre su estómago. Ella me llamó mientras se agarraba del pasto y luego empezaba a ser arrastrada por algo hacia la oscuridad. Corrí hacia ella para tomar su mano y el sello de sangre se rompió al moverme de mi lugar. Ella estaba a cuarenta pasos de distancia gritando y sujetándose con poco éxito del pasto verde, sacando algunas raíces en el proceso, y luego siendo devorada por la oscuridad.
—Leonor… —dije su nombre en voz baja, no muy segura de lo que pasaría después.
—Ailish —escuché detrás de mí, era su voz; pero no era ella.
Me di la vuelta lentamente y vi un hombre gigante con cabello largo que le cubría todo el rostro. ¿Acaso era un ladrón de voces? En realidad, no quería averiguarlo en lo absoluto. Por ello, retrocedí al instante y baje la mirada para no encontrar sus ojos, no se aconsejaba cruzar miradas con seres malignos a menos que quisieras morir. Controlé mi respiración tanto como pude y di varios pasos atrás, el silencio era lo único que podría salvarme, como un acto de paz.
—Ailish —susurró con voz gutural y me detuve asustada.
Levanté la mirada y antes de poder encontrar sus ojos entre sus cabellos negros, empecé a correr lejos de aquel monstruo. Fui hacia el bosque que empezaba a llenarse de niebla y en algún momento caí al suelo sobre el cuerpo de Leonor. ¿Quién es Leonor? Una chica demasiado amable y curiosa para su bien, no desconfía de nadie y allí recae nuestra diferencia, junto con su piel oscura y sus cabellos rizados. Me levanté sobre mis rodillas lentamente, alejando mi cuerpo del de ella. La niebla nos cubría y mi respiración empezaba a agitarse, odiaba aquel trabajo más que nunca.
Me llevé las manos a la cabeza y enredé mis dedos entre mis cabellos, cerca de mis orejas, casi cubriéndolas. Entonces sentí algo en mi dedo corazón y llevé mi mano derecha al frente para contemplarlo. Había un extraño hilo rojo enredado allí, que caía al suelo y se perdía en la penumbra.
—¿Qué...?
Un gallo cantó a la lejanía y llevó mi atención de vuelta a la situación, debía salir de allí de inmediato. Ya que había encontrado el cuerpo de Leonor podía sacarnos de allí, de modo que abrace su cuerpo y dije las palabras:
Que aquel mal que me persigue,
quedé atrás en mi camino
Que la tierra me lleve donde prosigue
el tiempo y espacio donde estaré a salvo.
¡Reditus!
La niebla me envolvió en un laberinto y en un parpadeo me encontré de vuelta en el salón blanco de la academia, frente a las grandes puertas abiertas donde la maestra Aurora me observaba. Su rostro estaba contraído en disgusto, con sus ojos fijos en el cuerpo que sostenía en mis brazos. Dirigí la mirada al susodicho y descubrí que la cabeza no se encontraba allí, entonces mi boca se abrió lentamente y un grito seco empezó a fluir fuera. Solté el cuerpo de golpe e hizo un ruido sordo al caer.
—Veo que se han topado con algo maligno —dijo madre después de unos segundos, silenciándome con su voz autoritaria y llena de calma —, has sido una hija inútil y has perdido a tu hermana. Ahora tendrás que regresar para buscar su cabeza, antes de que lo que sea que la haya atacado la encuentre primero.
—Podría morir —le dije.
—O puede que no, y lo que no te mata te hace más fuerte —me recordó su frase favorita. —¿Qué estás esperando? —preguntó, golpeando su bastón contra el suelo y llevándome de vuelta al bosque lleno de niebla, deshizo el suelo bajo mis pies y me hizo caer sobre la tierra.
Me puse de pie con vacilación y respiré de nuevo con cuidado, había caído justo en donde estuve, lo supe por la gran mancha de sangre que aún se impregnaba en la tierra.
—No tengas miedo —una voz familiar susurró en mi oído a mi espalda; pero no pude reconocer donde la había escuchado —, lo que buscas está justo allí —vi su brazo extenderse por un costado de mi cuerpo, para señalar con su mano algo frente a nosotros en el suelo. —¿Lo ves?
—Lo veo…
—Entonces, tómalo y vete.
—¿Quién eres? —pregunté.
—Una ilusión de tu mente —dijo con serenidad.
—¿Una ilusión? —pensé en ello.
El olor a azufre llegó a mi de nuevo y me asusté.
—Tómalo —insistió aquella aparición.
Di unos pasos adelante con cuidado de no hacer ruido alguno y luego me detuve para agacharme y tomar la cabeza de Leonor, el cuerpo de una bruja tenía demasiado secretos que ningún alma oscura debía saber y mucho menos tener. Así que sostuve la cabeza con delicadeza y dejé salir un jadeo lleno de horror al ver sus ojos abiertos de par en par, aterrorizados.
—Ahora, márchate —susurró de nuevo.
—No creo que seas una ilusión —dije de repente mientras observaba el rostro de Leonor —, eres una premonición —concluí.
—Soy quien está al final del hilo rojo —dijo y aunque quería preguntar al respecto, la sombra que vi acercarse entre la niebla me llevó a decir…
—¡Reditus!