Pero su corazón seguía con el dragón —era lo único en lo que podía pensar— y sabía que no había mucho tiempo. Así que en vez de eso buscó su arco, lo levantó, colocó una flecha y sin mucho tiempo para pensar y mucho menos para apuntar se preparó para disparar. Tenía un solo disparo y sabía que tendría que ser certero. Sería su primer disparo en acción, en batalla real, en la oscuridad, con la nieve y el viento, entre árboles y ramas y con un objetivo a menos de veinte metros de distancia. Sería el primer disparo en el que se jugara la vida. Kyra invocó todo su entrenamiento, los largos días y noches de práctica, todo lo que tenía dentro y se obligó a concentrarse. Se obligó a convertirse en uno con su arma. Kyra estiró y soltó, y el tiempo se detuvo mientras observaba la flecha volar con