No desaprovecho ni un minuto de los días libres que me ha dado Gustavo-gilipollas-Bustamante, y tras dejarlo en su apartamento, le digo a su chófer que me regrese al aeropuerto. Tomaré el primer vuelo que encuentre a Medellín. Necesito estar en mi casa y buscar consuelo en los brazos de mis padres. Y mientras que la camioneta está en movimiento, me apoyo en la ventanilla y...lloro silenciosamente. No puedo evitarlo, y sé lo mal que se ve esto. Yo, toda una mujer que está muy cerca de la treintena, lloriqueando por un hijo de puta que si por algo es conocido, es por romper corazones. Él nunca va a querer algo serio con una mujer, y por más enamorado que llegué a estar de alguna, no va a cambiar su manera de ser, y que estúpida fui por pensar que él cambiaría por mí. Llegamos al aerop