Tenía la estúpida impresión de que sería capaz de oír el llanto de Alejandro desde el jardín. Obviamente, esto era imposible ya que él estaría en el piso de arriba, en el cuarto de Aidan, con la puerta y la ventana cerrada, y yo estaba detrás de la casa, con una pared de por medio y bastante bullicio a mi alrededor porque nueve de mis hermanos lo daban todo en un partido de fútbol. Estábamos allí precisamente por eso, porque no podríamos oírle, y eso era todo lo que yo podía hacer por mi hermano. - ¡Ted! ¡Pero párala! – me gritó Harry, con ese tono de especial frustración que sólo se consigue con la excitación de los juegos deportivos. Me di cuenta de que me habían colado la pelota, y chuté con fuerza para sacarla. Supongo que yo no estaba siendo un buen portero. No estaba concentrado en