La comida con amigos es la sazón del corazón.
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Ryan intenta abrir la puerta de entrada del edificio, pero con tantas cosas cargando le es casi imposible, con la punta de su pie toca la madera varias veces para que Merlín note su problema y le ayude a entrar; pero antes de que éste llegue a él una voz por detrás habla.
—Déjame ayudarte.
Ryan se sorprende al escuchar la decidida voz de Marina, pero agradece cuando ella le abre la puerta y lo deja pasar primero. Merlín ya iba justo frente a ellos.
—Lo siento, joven. Uno ya no es tan rápido.
—No te preocupes, Marina llegó a tiempo. Mi hermana puede manejar, maquillarse, hablar por teléfono, todo al mismo tiempo y yo no puedo abrir una puerta.
—Tu hermana no debería hacer nada de eso mientras conduce —dice Marina con rencor mal disimulado.
Ryan lo nota de inmediato, no dice nada, pero sí se incomoda; sin embargo, Merlín salva la situación.
—Buenas noches, señorita Marina. Hace tiempo que no la veo.
—Eh, sí. Perdón, a veces… no sé dónde estoy. Adiós, Merlín.
—Buenas noches, Merlín —agrega Ryan.
Sigue a la chica hasta el elevador, pero no pasa por alto la expresión del rostro de Marina, es como caminar sin ver, hay una capa de tristeza en toda ella, nunca la ha visto sonreír y las palabras que la ha escuchado decir sólo le dicen que esta versión no es su verdadero yo. Quiere ayudarla, en su interior piensa que es su obligación hacerlo, que la segunda oportunidad que le dio la vida tiene que ser para hacer cosas buenas.
—Compré mucha comida, en exceso —le cuenta—. ¿Quieres comer? Podemos estar en mi departamento si no te molestan los platos de plástico. O en el tuyo si lo prefieres.
—Estoy bien, gracias —lo rechaza.
Y una voz interna le dice que tiene que volver a insistir.
El ascensor llega al cuarto piso y ellos caminan un par de metros a hasta sus puertas.
—Vamos, por favor. No tengo amigos, estoy solo en mi departamento y de verdad compré un exceso de comida —él puede ver las neuronas pensando si era una buena idea o no, incluso él mismo lo piensa, pero ya lo ha hecho y tampoco cree que rendirse sea la opción—. Comeremos, lavaré los platos y me iré. Es italiana.
Dio en el clavo porque la cara de Marina cambia un poco.
—Yo lavaré los platos —responde ella como una afirmación a su invitación. Abre la puerta y lo invita a pasar, sin saber que no sólo lo ha invitado a su casa, sino que la ha abierto una pequeña parte de su vida.
Ryan entra al departamento, se siente raro en cuando da el primer paso, de inmediato cree que es una mala idea y siente que invade una parte de la vida de la chica que no le corresponde, pero ya está aquí y ella ya ha comenzado a sacar platos y vasos para ambos, así que no hay vuelta atrás.
Casi al instante, su vista se va a las fotografías de los animales marinos, hay muchas, todo está bien acomodado, pero también es como si nadie viviera ahí. Hay una foto que resalta al centro de otras, se le oprime el pecho cuando ve a Marina entre los brazos de un hombre delgado de tez morena, ella destaca claramente en sus brazos, pero lo que más se ven son sus radiantes sonrisas de ambos, ni siquiera ven a la cámara, sino que se ven ellos mismos y sus ojos destellan de felicidad.
Deja las bolsas en la mesa de la sala, pero no despega su vista de la fotografía, tanto amor lo captura y lo marea. Marina se coloca frente a la fotografía un poco incómoda y eso le recuerda a Ryan que tiene que actuar normal, como si la fotografía no hubiera sido un golpe para él.
—Traje gelato ¿Puedes meterlo a tu nevera, por favor?
—Sí, claro —ella se va a la cocina mientras él respira fuertemente y se pasa las manos sobre la cara, se sienta en el sofá e intenta relajarse—. Por cierto, espero que me dejes pagar la mitad de la comida.
—No, no, claro que no —niega él.
Empieza a abrir las charolas con comida y le sirve la cantidad que está a dispuesta a comer y él se sirve mucho más. Hablan de cosas trilladas, incluso Marina le cuenta de un cliente que no soporta porque cada noche llega con una pareja diferente y cada una de ellas cree que es la única, hablan de las noticias más recientes, de lo mala que es la cadena de televisión nacional. El de las sonrisas y risas es Ryan, pero de vez en cuando Marina comenta algo que puede pasar como un chiste mordaz y algunos ha ha ha sueltos en alguna ocasión. En este corto tiempo Ryan se percata de algo, la tristeza que había detectado en la mujer frente a él es mucha más de la que se percibe, ella no sonríe y parece que realiza limitados movimientos para ahorrar energía, le parece muy linda, pero siente que está detrás de un velo que oculta lo que ella puede llegar a ser. Y tiene razón.
Ryan piensa que la vida quiere que él la ayude, lo siente como una responsabilidad o una prioridad, él necesita hacerlo y sentir que hace algo bien. En ese momento, el plan cambia… ahora su plan es hacer que esa chica vuelva a lo que era.
Para el momento del gelato, Marina va por un par de pequeños vasos de cristal, mientras él lee un mensaje de su hermano.
Clay: ¿Dónde estás? Estoy en tu departamento.
Ryan: estoy en el de Marina.
La respuesta no tarda en llegar.
Clay: … ?
Ryan: no, nada de eso. Sólo compré mucha comida.
Clay: ok. Voy para allá.
Ryan: ¿qué? No.
Pero era muy tarde porque alguien ya está tocando la puerta.
—No abras. Es… —Marina se extraña por completo, Ryan piensa que seguro cree que haberlo dejado pasar fue una mala idea—. Es que mi hermano estaba en mi departamento y le dije que estaba aquí —le muestra el teléfono desde lejos, la puerta vuelve a sonar—. Creo que mejor me voy con él.
Ella abre la puerta, el hermano menor de Ryan sonríe manera inocente y agradable.
—Hola. ¿Me recuerdas? Soy…
—Clayton —termina ella—. Pasa. ¿Quieres gelato?
—No tienes que recibirnos a ambos —dice Ryan ya de pie—. Nos iremos si te molesta.
—No, bueno… —¿por qué hago esto? Piensa ella—, tú compraste la comida así que lo mínimo que puedo hacer es recibirlos —Ryan ve el color rojo en las mejillas de Marina, es la primera vez que no se ve completamente pálida y le gusta que ellos dos, Ryan y Clayton, hayan ayudado a eso—. O si tienen algo que hacer…
— ¡Qué va! —expresa Clay y entra más al lugar, deja una pequeña bolsa sobre la mesa y se sienta en uno de los tres sofás—. No íbamos a hacer nada interesante. Como siempre.
—Clayton, no estás en tu casa —le reclama Ryan a su hermano al ver que entró rápido en confianza.
Pero a Marina le parece divertida su actitud y de hecho se siente bien que haya personas en su departamento. No sabe exactamente porqué los dejó entrar, pero hay algo en la soledad de Ryan con lo que se siente identificada. Le da un pequeño vaso de cristal lleno de galato a Clayton y se sienta en el lugar en el que antes estaba.
—Traje unas películas, las íbamos a ver ¿La vemos aquí? ¿O te molesta, Marina?
Tiene mucho tiempo que ella no ve una película sola o acompañada, hacerlo la hace sentirse culpable porque no está Noah, pero, por otro lado, se siente bien hacer algo diferente. Su vista se va al retrato de ella conmigo, es la foto más reciente y el recuerdo mejor guardado que tiene de nosotros juntos. Sí, yo soy Noah.
—Si hubiera sabido que la verías tú también hubiera traído algo para chicas, lo siento.
— ¿Qué? —el comentario de Clay la distrae porque le molesta un poco—. No sabía que había películas para chicas.
—Qué machista, Clayton. Mamá está decepcionada de ti —se burla Ryan.
— ¿Qué? A mi novia le gustan las películas románticas y esas cosas.
— ¿Y tú novia no ve otras acaso? —le cuestiona ella—. Yo quiero ver una de terror.
— ¡Perfecto! —Clay lo exclama con tanta diversión que a Marina le llama la atención, mira al otro hermano y éste sólo tiene una mano en la cara lamentando la situación, pero sigue sin entender—. Ryan es un bebé y le dan miedo estas películas, pero tú mandas. Y justo traje una, nunca pensé que la veríamos.
— ¿De verdad te dan miedo? —pregunta ella—. ¿Crees en fantasmas y esas cosas?
—No me da miedo —Clay se ríe muy fuerte—, pero me gusta tenerles un respeto. No sé si son fantasmas los que están entre nosotros, pero sí creo que son espíritus. Hay quienes dejan tareas pendientes o que simplemente se niegan a irse. Creo en las almas en pena y no quiero ser una de ellas algún día, así que intento respetarlas.
Me divierte oírlos hablar de espíritus cuando ninguno de ellos tres sabe que están en presencia de uno. Ryan está equivocado, no somos almas en pena… somos guardianes, tenemos tareas que ayudamos a cumplir y muy pronto ellos se darán cuenta.
Mientras Clayton se burla de su hermano mayor y ellos dos discuten como en los viejos tiempos, Marina se pierde de nuevo en la fotografía.
Ella es una mujer de ciencia, jamás en toda su vida ha cuestionado el proceso de descomposición de una persona al momento de morir y tampoco jamás se ha puesto a pensar en lo que dijo Ryan… ¿Y si Noah siguiera aquí de alguna manera? piensa. Yo sonrío porque ella no imagina la razón que tiene, no puede darse cuenta que sigo aquí, pero no con ella sino por ella… y por él.
Ryan le habla para que sepa que la película está a punto de comenzar y puede notar las lágrimas que se le acumulan en los ojos, pero no menciona nada y eso ella lo agradece. No quiere llorar estando ellos presentes, así que se contiene lo mejor que puede y lo guarda para después.
Ver películas para Marina siempre ha sido un momento en el que se tiene que guardar silencio y disfrutar de lo que se ve, pero al parecer para Ryan y Clayton es todo lo contrario, ambos sueltan comentarios acerca de la escenografía o de los actores, críticas serias y en broma, o simplemente se burlan del otro como si aún fueran niños. Y es curioso, pero eso no le molesta, la distrae de su dolor, le divierte y la conmueve, también la hace sentir culpable porque un momento tan simple como comer helado con ellos, los que empieza a considerar como unos amigos, le calienta el pecho y la hace feliz.
Y es que, la gente suele decir que el amor entra por el estómago, que una buena comida puede enamorar a cualquiera, pero no es así; lo que puede enamorar a cualquiera es compartir la mesa, una banqueta, un escalón o un mantel en medio del campo con las personas que nos importan. No es la comida la que llena al corazón, sino el momento que pasamos con las personas a nuestro alrededor.
Hay un momento en el que las miradas y sonrisas de Ryan y Marina se encuentran. Él la ve por primera vez sonriendo y nota un fragmento de su esencia verdadera. Ella lo ve más relajado, como si las preocupaciones no existieran más y hubiera dejado de cargar sus penas. Al verse, ambos mantienen sus sonrisas, pero después de un segundo o dos, vuelven la vista a la televisión y ese momento no se repite en el resto de la noche.
Sin embargo, aunque ellos no lo sepan, son el pilar del otro y ese es el comienzo de todo.
Ryan y Clay se van en cuanto la película termina y Marina no los deja lavar los platos, pero recogen todo lo que usaron y el lugar queda casi limpio. Ambos hermanos se van al departamento de uno de ellos, Marina se va a dormir de inmediato, pero los chicos no.
— ¿Por qué estabas en su departamento? —pregunta el menor cuando se encuentran solos.
—Ya te lo dije —comienza Ryan, pero sabe la razón de la pregunta de su hermano—, compré mucha comida y, no sé, le dije que cenáramos y ya.
— ¿Y no crees que eso complique tu situación? —le pregunta, lamentando el hecho tanto como si él lo viviera.
—Quiero ayudarla ¿Sabes? Ella vive sumida en la tristeza y…
— ¿Y tú no?
—Es diferente, yo me hundo en otras cosas. Quiero ser su amigo y quiero que ella vuelva a ser como antes.
—Estás diciendo tonterías, tú ni siquiera la conocías antes de venir aquí y ¿Su amigo? ¿Crees que sea buena idea? Creo que sabemos que el final de esto no será muy bueno, lamentablemente.
Ryan entiende a su hermano y ha considerado las posibilidades de los giros de su vida, su posible final y muchas otras cosas, tiene que limitarse a hacer lo que cree que debe hacer, pero sin involucrarse demasiado porque no sabe cuánto tiempo estará aquí. Y aun así… quiere hacerlo.
—Ella era bióloga marina, Clay. La Universidad de San Diego le pagaba por investigar porque seguramente es muy buena y ahora trabaja en una tienda de autoservicio… quiero ayudarla.
El corazón de Ryan late con fuerza, golpea su pecho con una energía que no había sentido. Sabe que Clay tiene sus dudas respecto a eso, pero también lo conoce mejor que nadie y está seguro que en cada paso del camino lo va a acompañar. Lo acompañaría al infierno si eso hiciera falta para que Ryan se sintiera bien. El pequeño Clay, del que muchas veces se olvidan por ser el menor, es el mejor amigo que puede tener Ryan, incluso no cree merecerlo.
—Muy bien, hazte su amigo y haz lo que creas mejor. Ya sabes que cuentas conmigo. Me voy a casa, te veo el sábado para ir a comprar los smokings para la boda. No entiendo por qué tenemos que ir todos juntos.
—Porque los trajes deben ser iguales, idiota.
Clay suspira pesadamente, se da media vuelta para irse, pero sigue hablando para hacer notar su malestar.
—Por eso yo me casaré solo en el juzgado, nada de preparativos.