En el camino de la superación, intentar es lo mejor.
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Ryan sale de la tienda de smokings a tomar un poco de aire, su turno para entrar con la costurera aún no llega, pero él ya quiere irse de ahí. Segundos después Clayton sale y azota la puerta del lugar.
—Si el imbécil de Paul vuelve a decir otra puta cosa le voy a romper la puta cara.
—No vale la pena, además… ¿Qué cosa mala dijo? Sólo habló acerca de mi problema, pero es algo que no puedo ocultar y con lo que tengo que vivir —responde Ryan.
Por ese motivo salió, porque, aunque debe aguantar que le pregunten y lo traten de manera distinta, sabe que lo merece y que no puede hacer nada para cambiarlo.
—Es un hijo de puta, sabe lo que pasó por eso mismo debería guardar sus comentarios de mierda.
—Es el padrino de John —razona Ryan—, no podemos hacer nada.
—Quizá romperle la cara sólo un poco —sugiere su hermano.
Ryan ríe un poco y en ese momento sale John, el cuñado de ambos. Se ve apenado, es el único de ellos que no porta un traje de gala, pero al ser abogado como su prometida, no está desarreglado.
—Jacob, perdón —dice John a su cuñado—. Sé que Paul es… un poco pesado…
—O más bien un idiota —corrige Clay.
—Es que… su papá también…
—No te preocupes, John —dice Ryan—. Mira, sé que tengo que soportar cualquier comentario. No soy alguien totalmente bueno y estoy consciente de eso...
—Sólo sopórtenlo hoy y el día de la boda, por favor. A Yuliana le va a dar algo si ustedes se pelean.
—Yuli siempre está al borde de que le dé algo —se burla Clay.
—Estaremos bien —le asegura Ryan a su próximo hermano de ley—. No habrá problemas y la boda saldrá como Yuliana quiere. Lo prometemos.
—Gracias. Y ahora entraré porque el dueño nos mira como si nos fuéramos a ir sin pagar.
Él entra de nuevo a la tienda y ambos hermanos lo ven irse. La calle está tranquila, hay pocas personas que transitan en ella y el cielo está despejado, no podría hacer mejor tiempo.
—John es bueno, cuando él y Yuli empezaron a salir pensé que duraría un mes, máximo.
Ryan escucha a su hermano, pero su vista está en dos personas a lo lejos, dos mujeres que van platicando de lo más normal. Reconoce a una de ellas de inmediato y a la otra le cuesta trabajo, pero aun así se hace una idea.
— ¿Esa que viene allá es Marina?
— ¿Quién? —pregunta Clay, mira hacia donde lo hace su hermano y, al igual que el otro, la (o las) reconoce sin problema—. Sí, es ella. Y con… Elizabeth James…
— ¿Es…?
Las dos chicas se acercan cada vez más.
—Sí, es ella. La conozco y ella me conoce.
—Será mejor que entres —le pide a Clay y él obedece la orden de su hermano mayor. Ryan se queda afuera, esperando, sonríe como si fuera lo más normal encontrarse con ellas. Una casualidad—. ¡Hola, Mar! —ella se sorprende al oír que alguien la llama, pero casi enseguida se da cuenta de quién es y casi sonríe con entusiasmo—. No te molesta que te llame así ¿o sí? Es que Marina suena bastante largo.
—No, no… está bien. Y hola.
Beth, a quien nunca le ha gustado ser el segundo plano, se aclara la garganta y sus ojos van de Marina a Ryan.
—Oh, lo siento. Ella es Beth, una amiga, y él es Ryan, mi vecino.
No dice amigo, y ese hecho no le pasa desapercibido a Ryan, pero intenta disimular que no le afecta esa etiqueta, aunque de verdad quiera ser su amigo y ayudarle en todo lo posible.
— ¿Eres su vecino? Nunca te había visto, supongo que eres nuevo ¿No?
—Sí, me mude hace como un mes.
— ¿No te había visto antes? Tu cara me parece algo familiar.
—No, no nos habíamos visto antes —le asegura Ryan, se pasa una mano por la barba y después, al ver que Beth aún lo mira con curiosidad, añade—. O bueno, tú no me habías visto, pero yo a ti sí. En el canal de noticias ¿no?
—Me agrada tu vecino, Marina, tiene buen gusto —se alegra Beth de que la haya reconocido y con ese hecho se olvida de si lo había visto o no anteriormente. Ahora sólo lo ve de arriba a abajo, evaluando el material, como diría ella—. ¿Y por qué estás vestido así? ¿Promocionas los trajes afuera de la tienda?
Ryan se ríe un poco, pero niega con la cabeza.
—Beth… —se queja Marina, quien hasta el momento sólo miraba a Ryan con curiosidad y disimulo—. No seas entrometida.
—No te preocupes —la calma Ryan. Y él les explica a ambas, pero sus ojos están un setenta y cinco por ciento del tiempo en Marina—. Vinimos a probarnos los trajes. Mi hermana se casa el sábado y voy a estar junto al novio y su padrino, no sé qué se supone que somos, pero nos vestimos igual. ¿Hoy no trabajas en la tienda, Mar?
—No, descanso los sábados —le responde. Algo ha cambiado en la forma en la que se dirige a él, ya no es simplemente una charla con un desconocido que se volvió su vecino; ahora le habla como a un viejo amigo, le cuenta y lo escucha de verdad—. Nosotras vamos a comer a un lugar cerca de aquí.
—La saqué casi a rastras —agrega Beth con una sonrisita de suficiencia, con lo que Marina pierde la paciencia, pero sólo lo demuestra cruzándose de brazos e ignorando a la otra—. Si ya no te falta mucho puedes venir con nosotras, si quieres.
Marina frunce el ceño, no porque le moleste en realidad, incluso muy en el fondo de sus pensamientos quiere que él acepte; pero lo que le molesta y en lo que no está de acuerdo es lo que Beth intenta hacer, porque conoce muy bien a la chica y sabe lo que pretende.
—No creo, esto aún va a tardar y tenemos que ir con la novia a asegurarle que sabemos vestirnos.
—Entonces no te quitamos más tu tiempo —dice Marina.
—Nos vemos luego —contesta él. Y a mi querida hermana, le dice con toda sinceridad—. Fue bueno conocerte, ojalá nos veamos pronto.
—Qué caballero —dice ella—. Adiós.
Ella se va encantada con la imagen de Ryan, él entra al local y varios metros por delante en una calle normal de San Diego, Marina adelanta a Beth con el ceño fruncido.
—No me habías hablado de tu vecino, es guapo ¿no?
—No lo sé, no lo he observado con tanto detenimiento como tú —se burla Marina.
— ¿Es soltero? —la otra sólo hace un ruido evasivo—. Y él… ¿te agrada?
—Sí, me cae bien.
Marina lo dijo como un hecho más y es cierto; le gusta creer que tiene un amigo y que a veces puede actuar normal, que por efímeros momentos deja de lado la tristeza por la muerte de su prometido y que vuelve a sentirse más como solía ser, pero después el peso de la culpa cae sobre sus hombros, como si cargara al mundo y ella no pudiera permitirse ser feliz.
—Invítalo a salir.
— ¿Qué?
—Sal con él. Es guapo, no lo puedes negar, parece un buen tipo y sabe que salgo en las noticias, obviamente es inteligente.
—Beth, no lo haré y espero que no vuelvas a insinuarlo.
— ¿Por qué? ¿Qué tendría de malo?
—Porque no, Elizabeth. No me interesa buscar una cita y no quiero hacerlo.
—Pero…
—Déjame como estoy y ya está. Ahora, si vuelves a mencionar algo de eso, me iré.
La otra chica no vuelve a mencionar nada, caminan en silencio el resto del tiempo. Marina quiere romper a llorar, pero después de tanto tiempo, ha aprendido a controlar el llanto y mantenerlo interno, el nudo de la garganta le impide hablar. La boda que mencionó Ryan la pone a recordar lo que ella pudo haber tenido y le fue arrebatado.
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Es curioso cómo pasan las cosas… o tal vez no. Quizá si el viernes por la tarde el fotógrafo para la boda de Yuliana no se hubiera encontrado con un viejo amigo de la universidad ellos dos no hubieran ido al bar a tomar algo y él no hubiera olvidado pasar a recoger la ropa de la lavandería. Quizá si no hubiera tardado tanto, la lavandería seguiría abierta para la hora en la que pasó y quizá así él y su esposa no hubieran discutido. Quizá si ella no le hubiera reclamado cosas que no iban al caso y él no hubiera dicho cosas sin sentido, él no hubiera bajado las escaleras de su casa tan deprisa y hubiera visto los juguetes que su pequeño hijo no había recogido. Quizá si el niño lo hubiera hecho, su padre, el fotógrafo, no hubiera tropezado con ellos y no se hubiera caído de las escaleras y, quizá, no se hubiera roto el brazo. Quizá hubiera podido ir al evento del sábado que ya tenía programado.
O quizá no. Quizá las cosas hubieran sido diferentes, pero el final sería el mismo.
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Alguien toca la puerta de Marina con mucha energía, ella duerme plácidamente, pero se despierta casi de inmediato cuando escucha los ruidos. Se levanta de la cama, sale del cuarto y atraviesa la sala para ir a abrir la puerta. Se encuentra con Ryan en un smoking bien ajustado, junto a una flor en el bolsillo y una cara de desesperación.
— ¿Todo…?
—No —responde él antes de que ella pueda formular la pregunta completa—. Necesito que seas la fotógrafa de mi hermana —suelta—. Su fotógrafo se rompió el brazo o algo, el punto es que le canceló hoy en la mañana y ya llamamos a todos lo que conocemos, pero todos tienen un evento hoy. Y luego recordé tus fotografías y pensé que tú podrías, se te pagará, obviamente.
—Yo no soy fotógrafa —le aclara Marina, está confundida, pero también teme a la idea de una boda.
—Lo sé, pero… no sé, creí que podrías… ¿Por favor? —ella quiere rechazarlo de inmediato, sin embargo, lo único que puede hacer es recordar cómo se sentía el día que ella fue la novia.
—No puedo —se niega.
—El fotógrafo tenía un ayudante, él filmará todo y tú sólo tomarás fotos… no tienen que ser muchas, sólo las más importantes. Por favor —y esta vez cuando pide es realmente escuchado, Marina comprende una desesperación inexplicable que emana de él—, mi hermana ya canceló una vez su boda, quiero que esta sea perfecta para ella. Te lo recompensaré cuando quieras.
Aun escuchándolo, ella no puede deshacerse del pasado con facilidad; no la persigue, pero ella se aferra y no perdona, no olvida.
—Lo siento, no puedo.
Está segura de que Ryan se lo pedirá de nuevo, se ve en su rostro, pero al final no lo hace.
—Está bien. Gracias, de todos modos. Lamento haberte molestado.
Le sonríe, pero la sonrisa es ocultada por su barba y no hay felicidad en sus ojos. Se da media vuelta y comienza a irse.
Marina recuerda cuán emocionada estaba el día que iba a casarse, cómo quería que todo saliera bien y no tener que preocuparse por nada que no fuera sonreír y decir acepto; se pregunta si la hermana de Ryan ya sabrá que no tendrá fotos de su boda y por un segundo se pone en su lugar, sabe que ese dolor no es comparable al que ella sintió ese día y aun así se siente mal por la chica a la que no conoce.
—Ryan, espera.
Le da miedo asistir a una boda, le da miedo simplemente salir y encontrar otras cosas diferentes a las que ya se acostumbró. Sabe que, si va, los recuerdos la van a bombardear, las lágrimas quizá la amenacen toda la noche y el dolor no pare, la añoranza de lo que pudo haber sido será su compañera; pero, aunque ella no lo admita en este momento, quiere ayudar a Ryan y quiere que deje de verse miserable.
—Lo haré. Pero tienes que advertirle a tu hermana que no soy profesional, sólo tomé un curso de ocho meses hace como cinco años y la cámara que tengo es semiprofesional. Le daré la memoria al ayudante y que él las revele. Y no cobraré.
Ryan no la conocía antes, pero si lo hubiera hecho sabría que volvió una parte de Marina, sus palabras tienen la fuerza para ser escuchadas como solían tenerla. No hay vacilación en su voz, no hay duda, sólo determinación; la mujer científica que tiene que pelear por un lugar en la mesa, la que tiene que defender sus ideas y exponerlas. Aquí está ella.
—A estas alturas mi hermana sólo quiere que alguien le tome fotos con algo mejor que la cámara de un celular —dice Ryan, feliz—. Y claro que te pagaremos.
—Me cambiaré por algo más decente, buscaré mis cosas y te veo abajo.
— ¡Sí! Sí, muchas gracias. Llamaré a mi familia para que dejen de buscar.
Ryan hace un movimiento como si fuera a abrazarla, pero a la mitad del camino, y viendo que Marina hace un ligero movimiento hacia atrás, sólo baja los brazos, dice una vez más gracias y se va.
Tras cerrar la puerta, Marina suspira con pesadez, se arrepiente de lo que dijo que haría, pero ya no puede dar marcha atrás.
Minutos más tarde y en la entrada del edificio Ryan y su hermano menor, vestidos idénticamente, esperan con impaciencia dentro del carro para que Marina baje.
— ¿De verdad crees que es una buena idea?
—Viste sus fotos la otra vez, ella es buena —responde Ryan.
—No eso, sino que… vaya a la boda. ¿Qué pasará si alguien le cuenta tu historia? —las manos de Clay se cierran sobre el volante con fuerza, nunca ha sido un temerario por cuenta propia—. O si alguien te llama Jacob. Yul y yo ya nos acostumbramos, pero los demás no.
—Sabes que Mar no era mi primera opción, pero me importa más que Yul deje de estar histérica el día de su boda que el hecho que de Mar descubra mi historial clínico o criminal.
—Criminal es una exageración.
—De todos modos, no creo que alguien de la familia empiece a contarle detalles de mi vida.
—No sé, la tía Mary es bastante comunicativa cuando bebe. En la fiesta de navidad de hace tres años me contó que tenía una relación abierta con un hombre y que eso no les gustaba a sus hijos, pero que…
—Clayton —lo detuvo—. Basta, pareces una chica contando un chisme sobre su amiga. Y, además, no quiero imaginarme a la tía Mary y su relación.
—Te entiendo, esa noche no pude dormir.
En ese momento la puerta del edificio se abre y sale Marina cargando una pequeña maleta con su cámara y cosas personales. Ryan sale del auto y le abre la puerta trasera a la mujer, ella se sube de inmediato.
—Hola, Clay.
—Hola. Gracias por aceptar, Marina, nuestra hermana es una furia cuando se enoja o cuando no le sale algo —dice el menor de los tres.
—Yuliana es muy… intensa —corrobora Ryan, se voltea hacia atrás y le sonríe como no lo había hecho con ella—. Gracias por hacer esto.
—No me culpen si las fotos son malas.
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Durante la ceremonia la calidad de las fotos no es lo que pudo haber sido, pero no se debe a que Marina sea una mala fotógrafa, sino que los recuerdos son tantos que la abruman y le impiden concentrarse. A ella nunca le gustaron las iglesias, es una mujer que se rige por la ciencia por lo tanto no cree en nada que no se pueda comprobar, ella no creería en lo que soy ahora. Sin embargo, hace su mejor esfuerzo por retratar los momentos más importantes y especiales de los novios, se enfoca en ellos y cómo se miran cuando parece que nadie los ve, pero ese día las miradas de todos están en ellos.
Yuliana tiene un parecido extraordinario con sus dos hermanos, pero en ella se ve una madurez y una firmeza de la que Clayton carece y una que necesita reafirmar Ryan; es mayor que ellos y por lo tanto es obvio que tuvo que madurar más rápido. El novio es igual que ella, ambos portan un aire de seguridad que pocas veces se encuentra, no lo conoce, pero al parecer él la quiere mucho o al menos eso dice en sus votos matrimoniales.
Y no por primera vez, se pregunta cuáles serían los votos de Noah James hacia ella.
A la hora de la comida se da un descanso de las fotos y todo lo demás, durante ese tiempo Ryan intenta acompañarla en algunas ocasiones, le presenta a su hermana cuando llega la hora de que tomen fotos con cada m*****o de la familia, a sus padres los ve de lejos, pero con el disturbio no se preguntó acerca de ellos.
Marina se aleja un poco, la boda es realizada en un jardín muy extenso, deja atrás las mesas mientras los invitados comen y se va a sentar a una banca solitaria. Su mirada se pierde en la lejanía, observa a Ryan, él está de pie con otros de una edad cercana a él y se ve más relajado que nunca. El ríe con mucha fuerza de algo que alguien dijo, pero no sabe que es observado por Marina, así que ella enfoca el lente de la cámara para que solamente se vea él y de fondo unas grandes flores desenfocadas. Toma la fotografía y después la observa… por fin sabe que sus ojos son grises, con un poco de azul en el centro, pero más grises alrededor, su blanca sonrisa destaca con el n***o de su barba, la flor en su traje le da el color necesario a la fotografía. Y, por primera vez, admite internamente que le parece un hombre muy apuesto, incluso, inconscientemente sonríe al ver lo que la cámara ha captado.
Y luego, viene una culpa absurda. Se reprime por ver a alguien más, por tener unos segundos en los que vive como la mujer que es.
Apaga la cámara por un rato y se queda mirando los arbustos del otro lado, vive lamentando algo que no tiene, pero no se da cuenta que ha llegado algo mucho mejor para ella. Es algo que todos los humanos tenemos en común, vivimos pidiendo algo que no está a nuestro alcance porque creemos que es lo que necesitamos para ser felices, pero esa obsesión nos ciega, no nos permite ver que lo que realmente necesitamos está frente a nosotros.
Y eso le pasa a Marina, porque recuerda una y otra vez el momento exacto hace más de un año donde le dijeron que estaba muerto, el día de su boda fue también el peor de su vida.
— ¿Puedo sentarme?
Marina se da cuenta que Ryan está justo frente a ella, no se supo cuándo se acercó, pero ahora sólo asiente a su petición y se hace a un lado para que ambos quepan en la banca.
—Deberías estar con tu familia —le dice ella.
—Quise acompañarte un rato, a menos que te moleste.
—No, está bien. Todo está saliendo perfecto ¿No? Tú hermana parece feliz.
—Sí, mucho —él suspira—. Ella normalmente no es tan relajada, siempre se estresa con rapidez y le gusta demasiado la perfección. Yul y John son abogados, viven en un mundo de locos.
—Pues hoy no, hoy es su día.
—No pareces muy… feliz. ¿Estás bien? —le pregunta él.
—No me gustan las bodas —dice, es una verdad a medias, pero aún no tiene ganas de compartir algo tan íntimo con él—. No es contra tu hermana, por supuesto. Es sólo… no me traen buenos recuerdos.
—Y yo no contribuí a ellos ¿Cierto? Te saqué de tu departamento sin que quisieras y…
—Ya está, déjalo. De verdad quería ayudarte… y a tu hermana, claro —agrega al notar que sonó un poco raro.
—Pues gracias, ahora te debo algo. Te llevaré comida italiana una vez a la semana hasta que te hartes de ella.
Marina se ríe un poco y Ryan se percata de que ese sonido le gusta y también le gusta provocarlo.
—No sabes en lo que te metes, la comida italiana es mi favorita —le advierte a modo de broma.
—Vaya, ahora no me puedo echar atrás —se ríe. Toma la cámara de Marina y le enciende, ella no se lo impide, pero no le gusta cuando apunta el lente hacia ella, así que se voltea—. Vamos, una sola foto de la fotógrafa. La historia de cómo llegó aquí será digna de contar.
—No estoy en mi mejor momento.
—Luces muy bien, anda —Ryan la ve desde el pequeño recuadro de la cámara, ella se voltea a él y sólo hace una expresión sin ningún chiste—. No la tomaré hasta que sonrías —ella pone los ojos en blanco, pero eleva un poco las esquinas de sus labios—. Una sonrisa de verdad —y ella, sorprendentemente y sin motivo aparente, sonríe.
Platican un rato más sobre cómo se conocieron los novios y la impresión que Ryan tenía de su cuñado, pero la plática no dura mucho porque Marina le dice que tiene que tomar más fotos y él acepta eso. Se va por las mesas, retrata a los invitados, las flores de la recepción, las cosas y las servilletas bordadas. Su vista se va hacia Ryan que se había quedado en la banca por unos minutos, él se levanta hasta que Clay llega a él y le da un bastón para que pueda andar bien, al caminar cojea de su pierna derecha, aunque su andar no es tan malo. Marina lo mira fijamente con confusión porque no sabía que él tuviera algún problema.
— ¿Eres la novia de mi sobrino, señorita?
Eso trae de vuelta a la realidad a Marina, una señora con una copa entre sus manos la mira con una ceja alzada y al principio duda que se dirija a ella, pero no hay ninguna otra señorita cerca.
—No. Soy su amiga —¿ya lo era?—. Bueno, sólo soy su vecina y la fotógrafa en esta ocasión.
—Es una pena.
— ¿Puedo preguntar —y ella sabe que quizá no debería, pero la curiosidad es mayor— por qué utiliza bastón? ¿Tiene un problema?
—Quedó así después de la operación, la rehabilitación ayudó en gran parte, pero cuando pasa un largo tiempo de pie comienza a cansarse. Seguro ya lo has de haber notado.
—No, en realidad no —confiesa. Tiene la seguridad de que la mujer no estaría contándole eso si no tuviera una copa medio vacía frente a ella, la cual probablemente no fuera la primera—. No sabía que había sido operado.
—Es una historia muy larga, afortunadamente…
El tintineo de una copa tocada por la punta de un tenedor es ampliado a través del micrófono, el silencio se hace presente, un hombre está al frente de todos con una copa en la mano. Marina prepara la cámara, no le dice nada a la señora, y se va más cerca del padrino.
Ryan y Clay se ponen cerca de ella, ambos tienen copas en la mano para brindar, pero no se ven tan contentos.
— ¿Por qué agua? —le pregunta Marina a Ryan.
—Es más saludable —responde como si nada.
Marina lo deja pasar, se pone a tomar algunas fotos más mientras el padrino comienza con un torpe discurso y muy poco conmovedor. Después le sigue la dama de honor, los padres y la novia; todos le parecen de los más tiernos a Marina, de nuevo su imaginación vuela a lo que pudo haber sido, aunque tomar las fotografías la distraen un poco.
Ryan la observa todo el tiempo, pero en realidad lo ha hecho desde la mañana. Cuando su hermana baila su primer baile como esposa de John, apenas ve la mitad del vals porque su mirada se desvía en varias ocasiones a Marina.
Cuando la gente empieza a bailar se mantiene algo apartado, sólo Clayton lo obliga a bailar con su novia en una ocasión. El dolor de la columna es punzante y constante, estar tanto tiempo de pie no le beneficia en nada, así que se sienta y se pone a observar a los demás.
Sus padres bailan contentos, al parecer el enojo de su madre porque Marina sea la fotógrafa no importó mucho después de todo. Yuliana y John no dejan el centro de la pista, su hermana no podría verse mejor y eso a él lo pone muy feliz. Quería que este día fuera su día, que no fuera opacado por nadie o nada, porque ella a pesar del carácter que tiene es la mejor hermana que pudo pedir, cuando él estuvo en el hospital ella no dudó en cancelar su boda tan sólo para poder estar con él, miles de dólares gastados, pero esa fue la menor de sus preocupaciones y cuando hubo que defenderlo no dudó en hacerlo, aun cuando su nombre podría ensuciarse.
— ¿Cansado? —le pregunta Marina.
—Sí, un poco —confiesa. Señala el bastón con algo de humor y agrega—. Soy como un anciano de ochenta años. Mi abuelo baila más que yo.
—Puedo preguntarte…
— ¿Por qué uso el bastón? —se adelanta a ella. Y es que desde antes él suponía que no podía ocultarle todo, puesto que era bastante obvio—. Fui operado de la columna, las vértebras sacras, y tuve problemas para caminar después de eso. Estoy rehabilitación, pero sólo sané al noventa por ciento, no puedo correr o caminar demasiado, incluso estar de pie mucho tiempo.
—Lo siento.
—No importa en realidad. La vida me dio una segunda oportunidad —...y la aprovecharé para mejorar piensa Ryan. Se pone de pie con menos trabajo del que en realidad le cuesta y deja el bastón a un lado—. ¿Quieres bailar?
—Gracias, pero no lo creo. Yo sólo tomo fotos.
—Tú eres mucho más que “sólo fotos”. Pero en serio, baila conmigo. Aunque no prometo muchos movimientos, quizá sólo un balanceo. Por favor.
Le extiende su mano y se ve claramente que ella duda, pero al final se quita la cámara del cuello, la deja en la mesa y toma la mano de Ryan. Es la primera vez que se tocan, quizá la primera vez que están tan juntos, pero a ninguno de los dos les molesta. Se van a la pista de baile con lentitud y después comienzan con un leve balanceo en círculos. La mano de Ryan está en la cintura de Marina, la de ella en el hombro de él, sus ojos en los del otro.
Ambos se olvidan de quiénes son, no hay ninguna historia detrás de ellos que los persiga, se olvidan del pasado y sólo disfrutan el presente. Yo los observo desde la distancia, pero veo claramente cómo respiran el mismo aire, fingen que nada importante está pasando, pero es como si los planetas se alinearan. Incluso el dolor de pierna de Ryan desaparece porque lo que hace es algo mucho más importante. Marina respira al fin, tiene el aroma de él en ella y es como si saliera del fondo del agua por una bocanada de aire fresco.
Cuando la canción acaba, Marina evade cualquier emoción que haya tenido durante el baile, acompaña a Ryan a su asiento, toma la cámara y se va a tomar más fotos. Ryan la observa irse hasta que los cuerpos de los invitados tapan la figura de la chica.
—Para idiota no se estudia —dice Clay cuando se sienta a lado de su hermano.
— ¿Ahora qué?
—Te gusta Marina —afirma Clay.
— ¿Qué? —se extraña Ryan, pero su gesto es tan exagerado que hasta él mismo admite que es un idiota—. No. No, sólo quiero ayudarla a que vuelva a ser feliz.
—Y qué mejor si eso te incluye a ti ¿no?
—Estás tonto. Eso sería una locura —lo niega, pero en su mente ya se han formado posibilidades—. Imagínate, sería… complicado. Una burla de la vida.
Pero él no sabe que no es una burla, sino simplemente la vida.
— ¿Sabes qué, Ryan? ¡Al diablo! Estás vivo, cada día que pasaste en ese maldito hospital deseaba con todas mis fuerzas que te salvaras. Por lo que a mí concierne, si estás aquí debes de hacer lo que te haga feliz.
—Pero no quiero pensar en mí en este caso —dice Ryan.
Se da pequeños golpes en la frente y toma aire.
—Yo creo que también le gustas. Al diablo, Ryan, no te eches para atrás cuando las cosas aún no empiezan.