Haz las cosas apasionadamente, porque pasión es amor.
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Marina espera a Ryan sentada en una banca de un parque cercano a la Universidad, disfruta del ambiente que hay porque le parece familiar… y al mismo tiempo lejano. Durante más de un año evitó a toda costa ir incluso a ese lado de la ciudad y ahora, un extraño debía cruzarse en su camino para que ella enfrentara sus miedos.
En su cabeza se repite una única pregunta ¿Estoy lista para volver? No está segura de la respuesta, lo quiere de verdad, su trabajo es una de las mejores partes de lo que solía ser su vida y, al parecer, está a punto de recuperarla. "A Noah le hubiera gustado que yo siguiera aquí en la Universidad" piensa ella. Y en efecto, que siga con su vida es mi único propósito antes de irme por completo.
— ¿Lista? Lamento si llegué un poco tarde, el tráfico…
—Está bien, no te preocupes —le dice a Ryan cuando éste llega. Se levanta y le sonríe—. ¿Caminamos?
—Sí, vamos —y él lo duda, quiere ofrecerle su brazo para que ella lo tome y caminen así, juntos, pero al final se arrepiente y no lo hace.
— ¿Cómo te fue en tu primer día?
—No es por presumir, pero creo que me fue muy bien —le cuenta. Caminan por las calles hacia la Universidad, es un camino corto y ambos disfrutan de la compañía del otro—. Mi oficina es muy pequeña, pero conocí al equipo de trabajo y todos están bien preparados. Creo que es gente creativa.
—Dijiste que antes hacías campañas de bebidas alcohólicas ¿No? —pregunta Marina recordando la primera vez que hablaron de verdad—. ¿Seguirás en eso?
—No lo creo. Quiero buscar campañas más exclusivas ahora, en unas semanas se lanzará una de diamantes y quiero competir por ella. No es un mercado tan amplio, pero es bien pagado.
— ¿Te gusta lo que haces?
Ryan lo piensa, la respuesta que hubiera dado antes sería que sí, le encantaba lo que implicaba su trabajo y las relaciones que hacía, sin embargo, también fue el medio que lo llevó a su destrucción, ahora no está seguro de qué siente, pero sí, le gusta lo que hace, aunque tenga miedo de volver a caer.
—Sí, tiene sus altas y sus bajas, pero en general me gusta lo que implica.
Ella le sonríe de vuelta, tiene la imagen de un empresario completo y respetable. Marina imagina que si un día hubiera encontrado a Ryan por la calle seguramente sería uno de esos hombres con el teléfono pegado a la oreja, vestido elegantemente y caminando de prisa porque se le hace tarde para la reunión; seguramente ninguno los dos hubiera prestado atención al otro, pero ya no son las personas de meses atrás.
Llegan a la Universidad y se detienen un poco antes de entrar, o al menos ella lo hace. Las paredes de ladrillo rojo se alzan frente a ellos, el campus está lleno de los alumnos saliendo de sus últimas clases, los edificios le parecen de los más conocidos, los recuerdos la invaden y amenazan con tirarla, pero los aparta tal como el sábado le ha dicho Ryan.
Él nota lo duro que es para ella, no sabe cuántas cosas le pasaron en esos pasillos, las o la persona a la que conoció, pero sabe que debió de ser algo muy importante para que le cueste tanto entrar. Así que ahora sí extiende su brazo y la invita a continuar con él. Marina, temerosa, lo toma y continúa avanzando.
—Cuando estaba en el último año de la preparatoria tenía miedo de elegir mal la Universidad o de estudiar algo que no me haría feliz, pero cuando llegué aquí esos miedos se disiparon… todo esto me apasiona, cada mañana me despertaba deseando estar aquí o en el mar. Y ahora… vuelvo a tener ese miedo, pero estando aquí…
— ¿Se va? —pregunta feliz.
—Sí —ella no lo nota, pero se toma con más fuerza del brazo de él, la cercanía de sus cuerpos es como un pilar más—. Ven, la zona de investigación es por aquí.
Lo lleva por los pasillos correspondientes, le explica dónde están y qué hay en cada lugar, dónde es el mejor sitio para comer o para descansar, de pronto los miedos se le han olvidado y cuando llega a fuera de su oficina lo único que siente es éxtasis.
— ¿Doctora Stewart? ¿Doctora? —lee Ryan impresionado—. ¿Cuántos años tienes y cómo es posible que ya seas doctora en algo?
—Cumplo veintinueve el día de Halloween y antes de cualquier chiste déjame decirte que los he escuchado todos —dice ella.
—No me burlaría de ti ¿Sabes? —le asegura. Aún se mantienen fuera de esa puerta, pero ninguno tiene prisa por entrar—. Además, nunca adivinarás cuándo es mi cumpleaños.
— ¿El día de las bromas?
—En Nochebuena —la corrige—. También cumplo veintinueve este año.
—Entonces a ti en lugar de cantar feliz cumpleaños, te cantan villancicos.
—Ese chiste ya lo he escuchado —le responde sin inmutarse, los segundos pasan y ellos se mantienen sonriendo en la misma posición—. Creo que… —se aclara la garganta y habla más firme—, creo que es hora de entrar, doctora Stewart. Después de usted.
Marina abre la puerta de su oficina con lentitud, Ryan la observa, pero no la presiona para hacer nada, después de un tiempo ella por fin entra y él detrás de ella. Ryan observa todo, hay libros y papeles por todo el lugar, conchas marinas como decoración y una planta muerta, una ventana que da a la parte central del campus, un escritorio grande y al centro una fotografía de ella conmigo; él lo sabe, sabe quién es el hombre del portarretratos, pero nunca ha mencionado nada acerca de eso. Cada vez que entra al departamento de Marina ve esa fotografía y cada una de esas veces se pregunta si está bien lo que hace, pero por más que intenta alejarse no puede.
La deja observar todo a su alrededor, no la interrumpe, pero pone mucha atención a todo lo que hace Marina.
—Cuántos juguetes —le dice él después de un tiempo.
—Esto no es nada, sólo unos cuantos. Hay otro laboratorio al final de este pasillo.
— ¿Estás feliz?
Ella asiente y el pecho de Ryan se llena con algo cálido. Amor, le llaman.
—Mira, ven… —lo llama ella. Se acerca a uno de los estantes con llave y lo abre para él, en el interior sólo hay folders comunes y corrientes—. Te voy a mostrar algo que no le he enseñado a nadie —le pasa uno de esos documentos y él lo abre sin entender. En la primera página de al menos cuarenta hojas sólo se lee un título de demasiado largo: los dinoflagelado lingulodinium polyhedra y su acción como protectores bioluminiscentes contra la toxina paralizante de la marea roja—. Es un resumen de lo que podría ser mi investigación. Tengo varias copias en esta gaveta, la idea era mandarlas un día a diversas universidades en Florida y que me dieran presupuesto para continuar ahí mi investigación, ya que Florida es la zona en la que la marea roja ataca con más frecuencia. Florida Southern College tiene un gran programa de investigación, pero es una Universidad privada y la probabilidad de que me den una beca para continuar es escasa.
— ¿Por qué nunca enviaste nada de esto? —le pregunta Ryan.
—Fue una idea de hace dos años, más o menos, y en ese entonces yo estaba, como suele decirse, echando raíces aquí y no podía irme al otro lado del país.
Su idea surgió cuando yo le propuse matrimonio y ella jamás mencionó nada de eso, hasta ahora. No le dijo a nadie nunca, pero le contó a Ryan y eso significa algo.
— ¿Qué te detiene ahora? ¿Por qué no lo intentas?
—Las raíces que eché ahora se abrazan a mí y no puedo soltarme —confiesa, la única distancia que hay entre ellos es el largo de los documentos que sostiene Ryan; él la mira a los ojos y le duele, sufre porque ella no pueda volar con la libertad que merece, le duele el pecho tan solo de sostener sus sueños frustrados. Ella también sufre, pero no sólo siente dolor… en su corazón empieza a haber espacio para algo más, la respuesta está en el fondo de los ojos de Ryan—. Sólo es una idea, yo nunca le dije a nadie hasta ahora. Ni siquiera a Noah.
Y este es el momento oportuno.
— ¿Noah?
Marina abre la boca para responder, pero no encuentra las palabras para hacerlo, tampoco es que importe porque justo ahora un hombre con el cabello totalmente blanco toca la puerta para anunciarse. Ryan y Marina se separan como si hubieran estado haciendo algo malo, la conmoción de Marina se le pasa cuando ve de quién se trata.
—Profesor Lee —saluda ella y corre a abrazarlo—. Ryan, él es el profesor Lee, fue mi asesor de tesis y es el jefe de investigación. Él es Ryan, un amigo.
—Encantado de conocerlo, señor.
—El gusto es mío. Gracias por traer a esta promesa de la biología marina.
—Sólo la acompaño —responde con modestia.
— ¿Te molesta si te la robo un segundo? Quiero hablar con ella de su regreso antes de que se arrepienta.
—Por favor.
El profesor le ofrece el brazo a su ex alumna y ella lo toma sin dudarlo, se da media vuelta y le dice a Ryan:
— ¿Puedes cerrar la gaveta, por favor? La llave está pegada. No tardo.
Ryan se queda solo en la oficia y bien puede sólo guardar lo que le pidió o puede entrometerse en la vida de Marina un poco más y quizá conseguir algo bueno para ella o sólo conseguir que se moleste con él. Él siempre había sido demasiado impulsivo, ha intentado cambiar desde el accidente y la forma en la que cambió su vida, pero a veces si no saltas del barranco no sabrás que del otro lado puede haber un paraíso. Los valientes no son los que tienen éxito, sino los que lo intentan.
Así que, en uno de los impulsos más grandes que tiene… toma la investigación de Marina y la guarda en su maletín, cierra la gaveta en con llave como ella se lo pidió y sólo se sienta esperando que Mar no se dé cuenta de que le falta uno de sus juegos de copias. Muy cerca de él queda la fotografía de Marina conmigo, la observa con fijeza, me observa… sin saber, que yo también lo observo.
—Tú debiste ser muy bueno para merecer a alguien como Marina. Ella es fabulosa.
No fui muy bueno, simplemente tuve suerte. Pero él… él debe estar con ella.
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El taxi se detiene en frente de su edificio y ellos dos bajan, Ryan mantiene la puerta abierta para ella mientras entra a la calidez de la recepción. Ryan es así con ella, no se le pasan ciertos detalles que podrían no tener importancia, pero que marcan la diferencia.
—De verdad, Clayton vomitó en los pies de Mickey Mouse la vez que fuimos a Disneylandia.
—Lo cuentas muy seguro de lo que sintió, eso es sospechoso…
—Está bien, está bien, fui yo —admite él.
—Hola… hola…
Ambos miran a Beth, sentada en el sofá de la recepción los mira con signos de admiración e interrogación en los ojos. No hace nada para ocultar su sorpresa y su emoción, pero es que ella es así, un libro abierto.
—Beth… ¿Qué haces aquí? —pregunta Marina.
—Pasé a saludarte, no nos vimos el sábado y quería ver cómo estabas. Ustedes dos… ¿Estaban juntos? —inquiere sin dejar de sonreír.
Marina no contesta y camina al ascensor con los otros siguiéndola de cerca.
—Bueno, creo que justo ahora todos estamos juntos —le responde Ryan.
—Qué listillo ¿no? —contesta Beth.
Todos suben al ascensor en silencio y dentro se mantienen igual, Marina y Ryan se mantienen alejados y Beth entre ellos no para de verlos y sonreír descaradamente. Ryan se aparta, porque la presencia de mi hermana lo pone nervioso, y Marina se aleja y se pone más seria porque cree que está mal lo que hace y que mi hermana puede verlo como una traición hacia mí.
Cuando llegan al cuarto piso y sus departamentos, uno frente al otro, se miran sin saber qué decir y Beth sólo los observa divertida.
—Gracias por… acompañarme —dice Marina.
—Gracias por dejarme hacerlo —responde él. La tensión entre las corrientes de luz es mucho menos de la que emana de ellos—. Bueno, te veo después. Adiós, Beth.
—Adiós.
Marina abre su departamento y deja entrar a Beth, pero como que quiere cerrarle la puerta en la cara y no escuchar nada de lo que le va a decir. No tarda nada.
— ¿Estás saliendo con él?
—No.
— ¡Ay, por favor! Llegaron juntos ¿A dónde se supone que te acompañó?
—Fui a ver si podía regresar a la Universidad —responde. Se sienta en el sofá y la escucha, pero cierra los ojos para no ver cualquiera de sus expresiones.
— ¿Volverás a trabajar ahí? —pregunta sorprendida.
—Sí, la única condición es que dé clases, nueve horas a la semana en lo que encuentran a otro reemplazo.
—Marina, esto es… fabuloso. De verdad —se sienta a lado de ella y la interroga aún más—. ¿Te gusta tu vecino?
—No, claro que no.
— ¡Te gusta! ¡Lo sabía! Pero no entiendo, Marina, ¿Por qué sería algo malo? —ella no le contesta, tiene miedo de querer algo y que los demás le digan que está mal. Mira nuestra foto y Beth entiende—. Esto es lo que Noah hubiera querido para ti, Marina. Él hubiera querido que fueras feliz con la persona que tú quisieras.
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Del otro lado de ese departamento y en este mismo momento, Ryan entra a su pequeño hogar y deja sus cosas inmediatamente.
—Te di llaves para una emergencia, no para que allanaras mi casa cuando quieras —le reclama a su hermano.
Clayton está sentado cómodamente en el sofá viendo un programa que no sé bien de qué trata.
—Quería ver cómo estabas y me andaba del baño —se encoge de hombros y toma más palomitas de maíz que ya había preparado para llenarse la boca con ellas—. Eso era una emergencia.
Ryan se sienta en la otra esquina del sofá y cierra los ojos mientras escucha a su hermano comer con la boca abierta.
— ¿Dónde estabas? ¿No salías a las seis del trabajo? ¿Por qué llegaste tan tarde?
— ¿Eres mi esposa?
— ¡Estabas con Marina! —adivina Clay. Ryan abre los ojos y se encuentra a su hermano mirándolo fijamente con una expresión de triunfo—. Y no intentes engañarme, miré por la mirilla cuando estaban afuera. Se podía sentir la tensión s****l cruzar la puerta.
—Eres un imbécil —dice Ryan, pero en realidad le divierte su suposición—. Sólo fuimos a su antiguo trabajo en la Universidad. Ella volverá allá y la acompañé.
—Por un demonio, ella te encanta y tú le encantas a ella. Invítala a salir —le propone con energía.
—No voy a hacer eso.
—Bueno, una cena aquí en tu casa. No es muy diferente a que vayas a cenar a su casa todas las semanas.
—Sí, es muy diferente —lo contradice Ryan, pero en realidad en el fondo de su mente se pregunta cómo sería salir con ella.
—Una cena, no tan formal, pero sí íntima, yo cocinaré para ustedes y tú sólo lucirás bonito como un Montgomery.
—Esto no va a terminar bien, Clay.
— ¿Cómo lo sabes? Puede que empiece una nueva historia para ambos. Vamos, no seas cobarde.
—No soy cobarde, pero pienso en lo que puede pasar después… espera ¿Qué haces? —intenta agarrar a su hermano por la ropa, pero es demasiado tarde, Clayton ya ha abierto la puerta del departamento y está frente a la de Marina tocando muy fuerte—. Idiota, no. Elizabeth James está con ella —susurra enérgicamente.
—Lo sé —responde Clay, se da media vuelta deja a Ryan en medio del pasillo y él se mete corriendo al otro departamento, aunque deja la puerta abierta para escuchar todo.
—Eres un… —en ese momento la puerta detrás de Ryan se abre y Marina le sonríe con sorpresa; a él no le queda de otra más que tratar de lucir normal y no como si quisiera matar a su propio hermano—. Hola…
—Hola. ¿Qué pasa?
—Yo… —el corazón de Ryan late con fuerza, una parte de él quiere tener una cena con Marina y ver si lo que dice Clayton puede ser verdad, pero otra parte piensa que sea lo que sea es mala idea y que no debería hacer nada— quería ver si tú quieres… regalarme sal.
— ¿Sal? —él asiente, nunca había estado más avergonzado en toda su vida—. Claro, espera…
— ¡No, eso no es lo que iba a decirte! —grita Clay dentro del departamento de Ryan.
— ¿Ese es Clayton? —pregunta Marina, la situación le parece de lo más extraña, pero también le divierte un poco.
—Desgraciadamente —masculla Ryan.
— ¡Hola, Marina! —saluda Clay aún sin dejarse ver—. ¡Vamos, Ryan, dile! ¡No seas cobarde!
Ryan se queda de pie sin hacer nada, aunque lo que más desea en ese momento es golpear a su pequeño y molesto hermano y quitarle la llave de su departamento. Quizá también aventarle algo en la cara.
—Esto es muy raro —dice Marina.
—Yo… quería ver si quieres cenar en mi departamento este sábado. Una cena para los dos, comida hecha aquí, nada tan formal, pero sí más… ¿íntima? No sé, sólo quería ver si tú quieres. Claro que puedes decir que no.
— ¡Sí! ¡Claro que ella dice que sí! —responde Beth del mismo modo que Clayton.
— ¿Esa es…?
—Beth —confirma y lamenta Marina.
Ambos se quedan en la misma posición, no podrían estar más nerviosos o avergonzados. En la cabeza de Marina pasan muchas cosas, no sabe si aceptar todas y en ese momento no tiene claro nada.
—Me gusta la respuesta de Beth —dice Ryan—, pero en realidad me gustaría escuchar una tuya.
Sólo unos segundos pasan, pero es como si el mundo cambiara por completo cuando Marina responde finalmente.