CAPÍTULO OCHO.

3753 Words
La verdad es el arma que puede cortar un corazón. --------------- Ryan saca las cartas de su buzón y lo vuelve a cerrar con llave sin ver los sobres en su mano, recoge su maleta del suelo y se encamina al recibidor del edificio. En ese momento se abre la puerta de entrada y la campana anuncia la llegada de alguien. —Hola, Merlín. Ryan cierra los ojos lamentando escuchar esa voz, pero intenta recuperarse rápido. —Hola, señorita Marina. Una noche lluviosa ¿no? —Agosto siempre se despide así. Ryan aprieta sus sobres en la mano y dirige la mirada a Marina, le sonríe, pero es una mueca tensa, en cambio ella sí le sonríe de una maravillosa forma. Con su cabello húmedo el color rojo se le ve más oscuro y cuando cierra por completo el paraguas y lo sus ojos conectan, Ryan se enamora una vez más de ella y una vez más lo lamenta. —Hola. —Hola —saluda él. Presiona el botón del elevador y esperan juntos—. Sé que ayer fue jueves y no compré comida italiana. Fue una semana larga y… — ¿Aún estás pensando en la comida italiana? Vaya, me alegra. — ¿Qué? —pregunta sin entender el falso entusiasmo de Marina. —Supongo que es una buena señal que aún pensaras en la comida, pensé que estabas evitándome durante toda la semana. —No, no… es que… —pero sí, la ha estado evitando durante toda la semana, sólo que no podía admitirlo tan descaradamente. El ascensor llega y los dos suben, con una incertidumbre colgando entre ellos— fue una semana pesada y tuve mucho trabajo hasta tarde. Y luego tuve que ir temprano al hospital por unos chequeos. —Escucha… si fue por algo de lo que te conté el sábado, yo no quería… —No, no. Jamás pienses que es culpa tuya —lo mata verla confundida y triste, sabe que él es el culpable de todo y tiene que hacer algo al respecto. Sin embargo, en toda la semana no había forma en que la mirara a los ojos y la viera de la misma forma. Cinco veces se detuvo frente a la puerta de Marina con la intención de revelarle toda la verdad y cinco veces volvió a entrar a su departamento con sudor cayendo por su frente—.  Yo... soy un tonto —afirma. El ascensor se abre en su piso y la deja pasar delante de él, se golpea la frente con fuerza y si yo pudiera, también lo golpearía por esperar tanto, sobre todo porque tiene el tiempo contado—. De hecho… hay algo que quiero contarte —suelta sin más. — ¿Tú también estuviste a punto de casarte? —bromea ella. —No, pero… si es algo que debes saber… —se detienen frente a sus puertas. La forma en la que la mira es la forma en la que todos merecen ser vistos: como si fueran el diamante más grande en todo el mundo, la cosa más linda, la mejor canción escrita—. Yo… creo que… antes que nada… por Dios, no sé cómo empezar… — ¿Quieres que entremos a algún departamento o quieres hablar en el pasillo? —Sí, tienes razón… entremos… Ella tarda en sacar las llaves de su bolso y en ese momento que el elevador llega de nuevo a su piso y mi querida y linda hermana sale de él hecha una furia, la cual aumenta cuando los ve juntos. Marina se alegra de verla, pero la felicidad se le pasa rápido al notar la expresión de su rostro. Beth llega a ellos con rapidez y se detiene a respirar un segundo, en ningún momento Ryan piensa que él tenga algo que ver con esa súbita y repentina aparición. —Hola de nuevo, Ryan. Si te llamas así ¿no? Soy pésima con los nombres. —Sí, soy Ryan —le responde él sonando normal, pero ahora no le parece que todo esté bien. — ¿En serio? Tienes cara como de Jacob. El corazón comienza a latirle con fuerza, la sangre le sube a la cabeza y sabe que Beth ha descubierto la verdad, en su mano aprieta un papel con una fotografía, pero no alcanza a distinguir bien la imagen; ellos dos se sostienen la mirada por mucho tiempo, él no sabe qué decir o el qué dirá ella, tiene que buscar las palabras exactas para explicarse. — ¿Beth, estás bien? Luces rara —dice Marina, ajena a todo lo que está por suceder. — ¿Cómo te apellidas, Ryan? —vuelve a preguntar Beth de una forma fiera. Ve que en su mano sostiene su correo y no duda en quitárselo tan rápido que él no pude esconderlo, una mirada rápida basta para saber el nombre completo de Ryan—. ¡SABÍA QUE ERAS TÚ! Le da la cachetada más fuerte de la historia y Ryan la recibe sin hacer ni decir nada, porque sabe que la merece y que no hay algo para justificarse. — ¡Beth! ¡Qué haces! —exige saber Marina. Ryan, que hasta ese momento seguía con la cabeza agachada, levanta la mirada, pero Beth vuelve a golpear en su mejilla. — ¡Sabía que te conocía de algún lado! — ¿Qué está pasando, Beth? ¡Explícame! —Yo le digo —suplica Ryan. — ¡Vete al diablo, imbécil! —grita Beth. Los vecinos de los otros dos departamentos del piso salen y observan la escena con curiosidad, uno de ellos con temor, pero eso no acobarda a Beth, sino que le encanta que todos sepan quién es Ryan en realidad—. Él es Jacob Ryan Montgomery —le explica Beth a Marina, pero ésta no encuentra algo significativo en ello—. No reconoces el nombre porque cuando murió Noah no quisiste saber nada del tema, Marina, pero creo que ahora te va a interesar que Ryan es uno de los imbéciles borrachos que ocasionaron el accidente de Noah —Ryan intenta decir algo, abre la boca para hablar, pero ¿qué puede decir? Marina se queda quieta en su lugar, sus ojos brillan con temor y tristeza, su cara se pone colorada, y Beth… continua—. Él fue el único de cuatro personas que sobrevivió. Has sabido todo este tiempo quién es Marina ¿no? —le pregunta a Ryan. Marina lo mira en busca de una respuesta, aún tiene una mínima esperanza de que las palabras dichas por mi hermana sean una mentira. Ryan ha perdido a Marina, él sabe eso y es otra cosa de las tantas que lamenta; pero, a decir verdad, no sabe si alguna vez la tuvo en realidad. —Sí, pero… Marina se lanza sobre él y empieza a gritar cosas ininteligibles, lo golpea en todo el cuerpo con sus pequeños y delegados puños sin que él intente detenerla. Sólo se queda pegado a la puerta de su departamento recibiendo los golpes que ella le da y deseando haberle dicho la verdad mucho antes. Elizabeth no hace nada más que mirarlo con odio, rencor y furia, pero deja a Marina golpearlo con toda su fuerza. — ¿Les gusta el espectáculo? —les pregunta a los vecinos. Ellos entran casi de inmediato. La vida no es tan cruel, cuando estaba vivo escuché un dicho que dice: Dios aprieta, pero no ahorca. Usen las palabras que quieran, pero es cierto; nada dura para siempre, ni siquiera los golpes de Marina, porque en ese momento el elevador se abre por tercera vez en ese piso y Clayton sale. Al ver que golpean a su hermano corre a separar a Marina de él y se pone en medio, no dice nada ni intenta preguntar qué pasa, se lo imagina perfectamente al ver a Beth junto a ellos sin hacer nada. —El hermano —acusa Beth, sonríe irónicamente mientras Marina llora sin cesar, y también a él le da una cachetada. — ¡Él no tiene nada que ver! —dice en voz alta Ryan. — ¿EN SERIO? —grita Marina—. ¿CLAYTON NO SABÍA QUE ME ESTABAS VIENDO LA CARA DE IDIOTA? ¿NO SABÍA QUE ERES UN ASESINO? —Marina no es como tú crees —dice Clay, pero su hermano le pone una mano en el hombro para que no diga nada más, Ryan sabe que no puede justificarse y nada de lo que diga va a arreglar algo. No ahora. —Yo te voy a decir cómo es, Marina —dice Beth, para poner más limón a la herida—. Intenté llevar a este imbécil a juicio, pero su perra hermana… —Puedes decir de mí lo que quieras, Elizabeth —interrumpe Ryan—, pero no digas nada de mi familia… —… su perra hermana —repite Beth—, es una muy buena abogada y logró cerrar el caso antes de que fuera abierto. Jamás vi a Jacob Ryan Montgomery en persona, sólo era un nombre y una fotografía en un expediente —le muestra a Marina la hoja que tenía arrugada en su mano—. Estás diferente ahora, con esa barba y creo que hasta una nueva nariz, ha pasado mucho tiempo, por eso no te reconocí al instante, pero ahora sí. Todo este tiempo sabías quién era Marina ¿A qué viniste? ¿A burlarte? —No, no —asegura Ryan, pero no se dirige a Beth, aunque sea ella quien habla, sino a Marina—. Vine a pedir disculpas. Yo quería… —Vete —lo interrumpe Marina. Su cara está llena de manchas rojas y sus ojos inyectados de sangre, sus lágrimas caen sin parar y quisiera limpiarlas para que él no las viera, pero no puede contenerse. Cuando habla y Ryan la escucha, le duele más que los golpes que recibió—. No quiero escucharte y no quiero verte. —Déjame explicarte toda la historia, por favor… — ¡Qué diablos vas a explicar, maldito borracho! —grita Beth—. Yo. Te. Odio. ¡Tú debiste morir! ¡Deberías estar en prisión! —Marina, por favor... — ¡DEJA DE HABLARLE Y VETE DE AQUÍ! Beth es la única que grita, pero es como si ella y Clayton no existieran en el mundo de los otros dos. Marina abre la puerta de su departamento y entra mecánicamente al lugar, Beth lo hace después de ella y continúa gritando cosas antes de cerrar la puerta. — ¡Marina, por favor! ¡Déjame hablar contigo! —grita Ryan después el pasillo. Golpea la puerta por varios segundos, incluso un par de minutos, pero al final desiste de su intento por ser escuchado y entra a su propio departamento. Dentro del de Marina las cosas no se han calmado, Beth sirve dos vasos de agua con mucha brusquedad innecesaria y le da uno a Marina. Ésta sólo se queda sentada en el sillón sin mover voluntariamente un sólo músculo, su mirada se queda fija en un punto de la ventana y escucha vagamente a Elizabeth. — ¡No entiendo por qué vino! Ojalá pudiera abrir el caso de nuevo contra él, podemos alegar que te está acosando… Pero llevar a la corte a Ryan sería lo último que haría Marina, aunque no lo pueda admitir en voz alta. Lo peor de todo para ella es que se siente avergonzada, no puede admitir, y menos a mi hermana, que siente una atracción física y emocional bastante fuerte por una de las “causas” de mi muerte, le parece una traición imperdonable. Un trauma psicológico para el que no está preparada, así que, como defensa, sólo evita escuchar a Elizabeth. También está furiosa, por su mente sólo cruza la idea de que Ryan jugó con ella todo ese tiempo, no le importa lo bueno que fue o lo mucho que cambió al conocerlo; sólo hay espacio para malos pensamientos en los que lo culpa de todo lo malo que le ha ocurrido: mi muerte y, según ella, casi olvidarme. Quizá tiene razón en una parte, si ese accidente no hubiera ocurrido no estaría pasando esto, pero de una u otra forma el final para Ryan y Marina sería el mismo, siempre se encontrarían y hay una razón más allá de lo que la mente humana puede comprender. Cuando estamos abajo vemos sólo el inicio del cuento, pero estando arriba tenemos el panorama completo y el final se ve mucho más claro. —Y pensar que te dije que salieras con él, me alegra que no lo hayas hecho. Porque no lo hiciste ¿cierto? —Quiero que te vayas, Beth —dice Marina. Escuchó lo que le dijo mi hermana antes, pero no menciona nada de lo que pasó o no pasó entre ellos. — ¿Qué? Yo fui la que descubrió todo. —Sí. Y gracias por eso, pero en este momento sólo lo empeoras todo. Vete, por favor. No quiero pensar y todo lo que tú haces es despertarme. Déjame sola. Beth siempre tuvo una intuición impresionante para todo, cuando éramos niños solía pensar que tenía poderes mágicos, pero ahora sé que simplemente presta atención a ciertos detalles que el resto ignora. —Saliste con él y te gustó —la acusa. Marina no responde, deja su rostro en blanco y espera a que la otra haga lo que le pidió, pero Beth sólo suelta una carcajada grande—. Si lo perdonas, los dos se irán directo al infierno. ¿Me estás escuchando, Marina? ¡Presta atención a mis palabras! ¡Tienes que…! —No ahora, Beth. —Estás enojada, pero lo que vas a hacer es ir conmigo a poner una denuncia por acoso. Así que muévete y… — ¡Lárgate, Beth! ¡Ya! — ¡No me voy a ir hasta que tú…! — ¡Claro que te vas a ir porque estás en mi maldito departamento! ¡Y no puedes decirme lo que haré o no haré! ¡Cierra la maldita boca por una maldita vez y entiende que no todos tenemos que hacer lo que quieres! ¡YA, FUERA! —Púdrete en el infierno, Marina —sentencia mi hermana. Toma la hoja con la fotografía de Ryan y sale del departamento azotando la puerta con fuerza. Marina se queda dentro y en la misma posición por un largo tiempo, sabe que bien puede tomar una de sus pastillas para dormir, lleva semanas sin tomarlas y sabe que fue gracias a Ryan, así que piensa: no pienso tomarlas por ti. No lo haré. No de nuevo. A pesar del dolor, ha aprendido que nunca y por ninguna persona puede perderse a ella misma. Gritarle a mi hermana la hizo sentir como antes, aún siente pesar y no puede procesar todas las revelaciones de la noche, sólo está segura de algo… ya no más. Esta noche, sueña con el día de su boda, para ella es una pesadilla en la que el novio no soy yo sino Ryan y eso a le gusta, mientras que Beth comienza a gritarle que es la peor traición que pudo cometer.        --------------- Durante el fin de semana entero Marina se esconde en el interior de su habitación y resiste el impulso de salir al pasillo las veinte veces que Ryan toca su puerta y la busca; no puede verlo, en ese momento lo odia con fuerza, pero no es totalmente malo porque lo odia tanto que no puede sacarlo de su cabeza ni de su corazón. Una emoción como esa no puede pasarse por alto, para ella sería mejor que no sintiera nada y simplemente sacarlo de su cabeza y de su vida. Mis fotografías no volvieron al lugar donde estaban antes, Marina no volvió a odiar la vida en dos días, porque Ryan se la devolvió y no la soltará de nuevo. Él conoce sus horarios, por eso no les es difícil encontrarse en la entrada de su edificio el lunes por la noche. El corazón de Marina comienza a latir rápido cuando lo ve caminando frente a ella, pero decide ignorarlo por completo y entrar mucho antes que él al interior del edificio. —Marina, espera. Necesito hablar contigo —habla, casi grita, Ryan intentando alcanzarla en el elevador. El portero nota la tensión entre ellos dos, pero finge que es una mancha más en la pared y ellos ni siquiera lo notan. Marina presiona rápido el botón para subir, pero la caja metálica llega casi al mismo tiempo que Ryan junto a ella. —Por favor, escúchame. Marina sale del ascensor porque no soporta estar encerrada con él, pero Ryan se queda adentro cuando las puertas se cierran. Marina llora en silencio por dos segundos, después se limpia las mejillas húmedas y se da la vuelta para subir por las escaleras. Verlo le parece una tortura, es un recordatorio constante de lo que ella cree es lo peor que ha hecho en su vida; como la historia de la letra escarlata, cuando lo ve siente que lleva una enorme letra sobre el pecho y que le arde. Su verdadero problema es que no se acepta ella misma y que cree que sentir amor por una persona con un pasado oscuro es éticamente incorrecto, pero lo único verdaderamente malo es perder la capacidad de amar. El pasado no cambia, pero las personas sí. Sube cuatro pisos sin detenerse y cuando llega al suyo, Ryan ya la está esperando. —Por favor, dame cinco minutos y te contaré todo —ella camina derecho sin tocarlo y sin fijar la vista en él, claro que la sigue—. Yo hablaré, no tienes que decir nada. —No —dice ella. Se detiene frente a sus departamentos y lo mira a los ojos por primera vez desde que supo quién era y lo peor es que lo mira de la misma forma que la primera vez que le prestó atención de verdad—. No hables conmigo. No me mires y no te acerques a mí. No quiero escuchar nada de lo que tengas que decir. Y aún estoy esperando que te vayas del edificio, porque no esperes que yo me vaya sólo por ti. Ryan traga y abre la boca para una réplica o defenderse, pedir perdón, explicar lo que pasó, pero cuando la ve así de furiosa, se le olvida todo. —Yo… estoy buscando departamento, pero… —Excelente. Vete cuanto antes. Cierra la puerta tan rápido como la abrió y en el interior de su hogar se deja caer contra la pared, esconde la cara entre sus manos y varias de sus lágrimas caen. Para ella, ver a Ryan es un recordatorio de mi muerte y con eso es como si viera un símbolo de prohibido frente a él. Marina cree que jamás podrá siquiera acercarse a Ryan, mirarlo, incluso pensarlo la hace sentir una mujer sucia; eso la va a ayudar a no volverse a sumir en la depresión, pero necesita entender varias cosas aún.        --------------- Toda la semana Ryan va y toca la puerta de Marina cada noche, pero ninguna vez hay una respuesta, aunque ella esté dentro viendo la sombra de él pasar por debajo de la puerta. La llama por teléfono y le escribe, pero a la tercera llamada el número ha sido bloqueado. Pregunta por ella a través de la puerta, pero Marina nunca se acerca, por más que quiera. El sábado en la mañana, después de la semana más dura para Marina, escucha desde muy temprano a Ryan y Clayton sacar cosas del departamento y sabe que él está a punto de irse, debería aliviarla esa noticia, pero le parece más triste de lo que debería, le duele más que otras cosas y también la enfurece, porque recuerda todo lo que pasó con él y cómo llegó a creer que podrían estar juntos, ahora sabe (o más bien, cree) que todo fue mentira y siempre jugó con ella. Aun sabiendo eso, toda la mañana se queda cerca de la puerta y sólo cuando el ruido de ellos al entrar y salir se hace menos constante, se atreve a mirar por la mirilla y ve a ambos hermanos juntos sin decir nada, pero con las caras más decaídas que nunca. Incluso Clayton, el soñador, sabe que no es un buen momento. Ryan cierra la puerta del que era su departamento, pero se le queda dando la espalda al de Marina, mientras ella se permanece completamente quieta, apenas respira; cuando ve que él se dará la vuelta ella se hace para atrás dos pasos, como si Ryan pudiera saber que está ahí. —Vámonos, Ryan. No lo hagas, sólo te torturas más —escucha a Clayton pedirle a su hermano. Marina sólo se queda quieta a la espera de algo y se pone la mano en la boca para evitar decir o hacer un ruido que delate su presencia—. Te espero abajo. Esto es humillante. Los pasos en el pasillo se hacen menos fuertes después de unos segundos y sólo quedan Ryan y Marina separados por unos cuantos centímetros de madera vieja. —Marina, sé que estás ahí —lo oye tan cerca que sabe que está pegado a la puerta y, sin pensarlo, como siendo atraída por un imán, se pega del mismo modo sin que él lo sepa—. También sé que no quieres hablar conmigo y lo entiendo. Me iré y no volveré a buscarte, siento mucho causarte tanto dolor, pero tienes que saber una cosa: te quiero. Sé que no debería, pero así es y por eso preguntaré una última vez… ¿Puedes dejarme explicarte, por favor? —un ruido como de un perrito herido se le escapa a Marina, pero es amortiguado por la palma de su mano en su boca, así que Ryan no escucha nada… y esa es la peor respuesta para él—. Está bien. Ojalá que un día des una de esas grandes conferencias de las que hablamos. Un sobre se desliza por debajo de la puerta segundos después y queda a lado de los pies descalzos de Marina. El sobre tiene su nombre, pero no lo recoge de inmediato, espera un poco y después mira por la mirilla, del otro lado ya no hay nadie para ella. Recoge la carta del suelo y la observa detenidamente, no está sellada, pero tampoco mira en el interior, sólo se debate entre quemarla o tirarla al bote de basura. Al final no hace ninguna de las dos, en cambio guarda el sobre en el fondo de un cajón de la cocina. El resto de la tarde me paseo junto a ella por todo el departamento, llora y yo sólo observo sin poder hacer nada; se pone a limpiar todo lo que puede para mantener su mente ocupada, hace el trabajo de la semana y ve cualquier programa de la televisión sin prestar mucha atención. Prepara su propia comida, se ducha y se viste como a ella más le gusta, cepilla su cabello y por la noche no vuelve a tomar sus pastillas para dormir. Marina nunca fue alguien que huyera del problema, si había algo que no pudiera resolver no paraba hasta encontrar la respuesta. Al irme, yo le quité eso, pero al llegar Ryan se lo devolvió… y ahora que se fue, ella permanece estable; no es porque no lo quiera, sino porque con él es la mujer que siempre ha sido. Ella no volverá a sumirse en la depresión, no dejará su trabajo o su investigación, no volverá a esconderse en el interior de su habitación y no aceptará menos de lo que se merece, porque ella es fuerte y está aquí en el ahora, no dejará que el pasado la retrase en esta carrera de vida.
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