4. He visto un ángel.

1933 Words
Llegué al departamento, exhausta, después de un día tan difícil necesitaba tumbarme en la cama y dormir hasta mañana.  Cuando abrí la puerta principal observé que Marion y mi hermano estaban acurrucados en el sofá viendo una película en la televisión. Se veían tan cómodos.  - Háganme un lugar por favor- chillé. Marion alzó la manta dando palmaditas sobre el espacio que quedaba libre en el sofá.  No lo dudé, me quité rápidamente los zapatos de tacón, “cómo me ardían los pies, santo dios”, levanté la manta y me acurruqué con ellos haciendo mal tercio.   - ¿Cómo te fue hermana? - me dijo Ciro ofreciéndome un bowl con palomitas.  Lo tomé y empecé a comer, tenía demasiada hambre, mientras comía también hablaba.  - ¡Ni se lo imaginan, ese trabajo es en verdad una pesadilla! - me quejé.  - Cuéntanos, que pasó Sari – dijo Marion con voz suave, me abrazó y me acarició la cabeza como si fuera una niña pequeña.  - En primer lugar, no me contrataron como practicante de ingeniero, si no como asistente del director de la empresa, en segundo lugar, el director, mi jefe, es la persona más tirana que haya visto, trata muy mal a todos los empleados, no me puedo imaginar el día que me regañe – hice una mueca de dolor.  - A ver... a ver, otra vez. Como es que no te contrataron como practicante de ingeniero si a eso se supone que ibas... - dijo mi hermano incorporándose en el sofá.  - Lo sé – continué – lo que pasa que el señor “gruñoncito” ayer despidió a su asistente y como la encargada de recursos no pudo encontrar un reemplazo tan rápido a mí me asignaron ese puesto ¿pueden creerlo? - dije.  - ¿Y no pudiste rechazarlo? - preguntó Marion.  - Estuve esperando la oportunidad de hacer mis prácticas en Industrias Cazares por meses, no pude rechazar el puesto de asistente porque si lo hubiera hecho a estas fechas en lugar de graduarme en junio me estaría graduando en diciembre, necesito que me firmen ese documento – me acurruqué en el sofá haciendo un mohín.  - ¿Y es tan malo tu jefe? - preguntó mi hermano con curiosidad.  - No es amable, les grita a todos los empleados, siempre trae cara de mal humor. - Enumeré – hoy se puso histérico cuando fuimos a producción y el encargado le dio unos reportes que no fueron de su agrado, casi lo corre, por fortuna el hombre no se quedó sin trabajo casi lloraba rogándole, me cae tan mal ese tipo. Yo creo más bien que está ahí porque es hijo de alguien importante, a lo mejor del mero dueño de la empresa – me quedé pensando – aunque pienso que aún con sus métodos de miedo, la empresa funciona extremadamente bien.  - Ánimo hermana, ya sólo te quedan tres meses y veintinueve días – dijo Ciro con sarcasmo.  - ¡Ni me lo digas! Se me hará una eternidad…. Aunque sabes a quien me recuerda mi jefe, a mamá tal cuál, pero en hombre... igual de desconsiderada, gritona y mandona – me burlé.  Ciro también se rio, pues sabía que era verdad.  - Mi madrina no es tan mala persona, es un amor – dijo Marion tratando de defender a mi madre.  Los padres de Marion y Diego eran mis padrinos de bautizo al igual que mis padres eran sus padrinos.  - Porque no la conoces tan bien como nosotros – dijo Ciro plantándole un beso en la boca.  Se besaron apasionadamente. Era mi señal para retirarme de esa situación incómoda.  - Iré a descansar, hasta mañana chicos.  - mmmm… ajá… igualmente sari – escuché casi como si fuera un gemido.  Sin pensarlo dos veces me tumbé boca abajo en mi cama, enterré mi cara en la almohada. Era uno de esos momentos de nostalgia. Recuerdo que Marion y Ciro se hicieron novios mucho antes de que Diego y yo lo fuéramos, ellos ahora tienen ya ocho años de novios y se ven tan felices, me haría tan feliz que ellos si terminarán casándose. En mi mente se dibujó el rostro de Diego. Una pequeña lagrimita salió por mi mejilla. Nosotros fuimos novios tres años intermitentemente claro, porque cortábamos y regresábamos aun éramos muy inmaduros, a veces pienso que lo que mató nuestra relación era primero los celos de Diego, después cuando ya estuvimos bien nuestro carácter chocaba siempre, nunca pudimos discutir tranquilamente, al final él se fue a estudiar a otra ciudad una cercana de donde vivo actualmente, los siguientes dos años nos veíamos cada mes a veces cada tres semanas, ya sea que el viniera o yo fuera a visitarlo, siempre era para sentirnos cerca, teníamos sexo solamente. Era una relación tan complicada, hasta que nos dimos cuenta que era demasiado tóxica, imposible sólo tener sexo cuando los sentimientos están de por medio. No funcionábamos como pareja, tampoco funcionábamos como una relación abierta. Sin embargo, nos queríamos. Fue entonces hace casi dos años que no lo he vuelto a ver. Marion a veces me comenta alguna que otra cosa de él, pero nunca entra en detalles, pienso que él le pidió no hablar de ese tema.  Sin embargo, no he podido rehacer mi vida amorosa después de eso, no sé cuándo estaré lista, he tenido algunos pretendientes, pero ninguno me ha hecho sentir lo que sentía con él. Me quedé dormida.  ***  A la mañana siguiente me encontraba revisando unos documentos que tendría que escanear y anexar al archivo digital cuando de repente...  - ¿Hola cómo esta señorita…? ¿Sara Cortés? - preguntó mientras leía el porta nombre de mi escritorio.  El hombre frente a mí, se encontraba inclinado apoyando sus codos sobre el escritorio, mirándome directo a los ojos y dedicándome una sonrisa muy peculiar dándome la sensación de que me estaba saboreando con la mirada.  En verdad este hombre era enormemente guapo, tenía el cabello n***o, sus ojos brillaban como si estuviera admirando algo que le agradaba, su sonrisa parecía tan sensual, era delgado, pero sin parecer tan atlético como mi jefe, su aspecto era muy relajado. Llevaba un traje sastre color azul marino con zapatos de charol relucientemente pulidos.  - He… Buenos días, ¿En qué le puedo ayudar Señor ...? - Atiné a preguntar ya que aún seguía admirando tal belleza. No sabía quién era.  - Mi nombre es Erik Cazares, primo de tu malhumorado jefe. ¿Está ocupado?, necesito verlo. Al decir “malhumorado jefe” sentí que se estaba burlando.  - Permítame un momento, tome asiento por favor – Le invite mientras tomaba el interfón para anunciar su visita al Señor Cazares.  El hombre se sentó en una silla frente a mí.  - Dime. - Escuche su voz ronca por el otro lado del teléfono.  - Señor, aquí está el Señor Erik Cazares desea hablar con usted. - Espere un momento para escuchar su respuesta.  - Hazlo pasar. Colgó.  Mientras hablaba con mi jefe el hombre que tenía en frente seguía viéndome, sentí un pequeño escalofrío por mi espalda.  - Puede pasar – le anuncié.  - Gracias – me dijo dedicándome una última sonrisa mientras entraba a la oficina.  Me sentí acalorada con su presencia, que acaso todos los hombres importantes de esta empresa eran así de guapos. Si mi madre supiera se volvería loca o más bien me volvería loca a mí, su sueño siempre ha sido y será que su hijita termine casándose con alguien importante y con dinero, a veces pienso que ella y yo somos muy diferentes por eso no somos tan cercanas. Siempre me faltó el amor de una madre comprensiva.  ***  Erik Cazares entró a la oficina, sin preguntar se sentó en la silla justó en el lugar de a lado donde Ernesto se encontraba escribiendo en su laptop.  - Hola primo, ¿Cómo te va hoy? - preguntó alegremente.  Ernesto frunció el ceño mientras lo veía.  - ¿Por qué tan feliz? - respondió con otra pregunta.  - Creo que acabo de ver un ángel – dijo acomodándose relajadamente en la silla apoyando su codo sobre la gran mesa ovalada.  Ernesto cerró con fuerza el computador, dedicándole a Erik cara de pocos amigos.  - ¿Para esto interrumpiste mi trabajo Erik? - le reclamó, cerrando uno de sus puños con fuerza - no lo puedo creer – se llevó la mano a la cien tratando de relajarse.  - El ángel que vi es tu asistente, con una belleza como ella deberías de estar feliz todos los días, y si no te importa la invitaré a salir.  - Te recuerdo que no me gusta que mis empleados directos tengan alguna relación sentimental con otros empleados de la empresa.  - Te recuerdo que yo no soy un empleado, soy tu socio. - Dijo Erik desafiándolo con la mirada.  - Con mayor razón deberías ser profesional y poner el ejemplo, como socio que eres – le recalcó Ernesto.  - Como sea tu no decides que hago con mi vida, primito. A lo que venía es a entregarte los reportes de ventas de producto en los que vamos excelente. - exclamó orgullosamente.  - Muy bien, no esperaba menos de ti – dijo secamente. - Si me permites debo seguir trabajando.  - Nos vemos luego Ernesto.  Erik salió de la oficina con rostro serio por la conversación que había tenido con Ernesto, como se atrevía su primo a prohibirle cortejar a Sara, la bella asistente. Sin embargo, Erik no se daría por vencido.  ***  Cuando el Señor Erik salió de la oficina, yo aún me encontraba sentada en mi escritorio ordenando documentos para mi jefe cuando de pronto me ofreció una tarjeta.  - Para que me llames si necesitas algo.  Otra vez esa sonrisa que me derretía.  - Gracias, la guardare en el tarjetero – le dije amablemente.  - No es para la asistente de Ernesto Cazares, es para la Señorita Sara Cortés, esperó algún día poder tener la oportunidad de invitarte a cenar.  Me quedé atónita con lo que acababa de escuchar. Antes de intentar formular una posible respuesta se alejó caminado hacía el elevador, hasta que lo perdí de vista.  - ¡Sara! - escuché gritar esa voz ronca que ya me había aprendido de memoria.  Entre lo más rápido a la oficina, entrelace mis manos al frente y me pare lo más derecha que pude.  - Si señor…  - Sólo te diré esto una vez, porque no me gusta repetir – dijo mi jefe fulminándome con la mirada sentí un escalofrío recorrer mi espalda, mientras pensaba si había hecho algo mal.  - No me gusta que mis empleados tengan queveres dentro de la empresa, específicamente, te prohíbo tener algún tipo de relación sentimental con Erik, él es socio de esta empresa y tú eres mi asistente. ¡Entendiste! - gritó.  Estaba confundida.  - Yo no soy ese tipo de mujeres Señor – dije segura de mí misma.  - Eso espero. - Sentenció.  Esperaba que me dijera que me podía retirar, de verdad quería huir de la oficina en ese momento. Porque me pasaban estás cosas, empezaba a odiar mi trabajo y a mi jefe. “Ya sólo faltan tres meses y veintiocho días” pensé.  - ¿Hay algún pendiente para hoy? - preguntó clavando su mirada en mis ojos.  - No tiene citas de trabajo para hoy – dije repasando en mi memoria la agenda del día.  - Bien, saldré en un rato, lo más probable es que no regresé hasta mañana.
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