La semana en Montenegro se me paso muy rápido. Disfruté cada instante el estar en casa y poder descansar, mis heridas sanaron muy rápido y ahora me sentía ya muy bien, con excepción de que aún tenía que utilizar el cabestrillo durante una semana más, según las indicaciones de mi padrino quien ya me había dado luz verde para que regresará a la capital a mi vida normal. Aquí mi vida era completamente feliz, disfrutaba de las pláticas con mi padre por las tardes mientras nana Clarita nos preparaba chocolate caliente mientras disfrutábamos de los dulces que elaboraban en la fábrica de mamá, eran deliciosos, de vez en cuando mamá se nos unía aunque siempre platicando a su manera, me divertía mucho ver como papá le tenía tanta paciencia, él siempre la veía con ojos de amor al igual