Allison Barton siempre fue una chica ordenada, ansiosa en extremo, por eso, cualquier cosa que pudiera hacer bien por ella o por los demás la haría, le ayudaba a seguir con su vida y su estabilidad emocional, de manera que siempre que alguien la necesitaba, ahí salía ella al ruedo. Cuando tenía apenas unos doce años, aprendió a hornear budines con distintas frutas por decoración, ya que la cocina siempre fue uno de sus hobbies favoritos, por eso su padre hacía lo posible por complacerla a como diera lugar. Él le enseñaba solo las nociones básicas que pudiera cualquiera aprender por el mero sentido común, sin embargo, la sed de la pre-adolescente iba más allá de cualquier límite, escaseando sus pocas ideas sobre el arte culinario. Ese mismo otoño, en la escuela donde la niña estaba coloca