Entré a mi habitación un poco incómoda, no solo porque mi brazo me molestaba, si no porque Alejandro le permitía todo a esa mujer. Solo me quedaba suponer que se entendían hace mucho tiempo atrás y que esa era la razón por la que permanecía en silencio. Después de un largo rato tomé una ducha como pude, no podía quitar mi cabestrillo, así que tuve que ingeniármelas para poder hacerlo. Después de ponerme mi pijama, encendí el televisor, me senté en el sofá para finalmente descansar. De repente la puerta de mi habitación se abre, Alejandro hace su entrada en silencio, sin embargo mis ojos se clavan fijamente en él. —¿Qué quieres?—Me limité a preguntar. —Solo quiero saber ¿cómo estás?— Preguntó mientras se acercaba. —Estoy muy bien, y mejor ahora que estoy viendo mi programa de televi