Salí de la hacienda sin rumbo alguno, simplemente empecé a caminar, estaba muy alterada por lo sucedido, no podía estar allí un minuto más, al
menos debía calmarme antes de volver a mirarles a los ojos.
Mientras iba pasando la calle, casi soy atropellada, pero Justo a tiempo el conductor se detuvo, se bajó de su auto muy preocupado.
—¿Señorita está usted bien?— Preguntó con voz preocupada.
—Estoy bien señor, no se preocupe, discúlpeme, no me fije por donde caminaba— Le respondí mientras levantaba la mirada.
—¡Qué ojos tan hermosos tienes!— Fue su respuesta.
—¡Gracias! Disculpe una vez más por favor.
—¿A donde va? La llevaré, es lo menos que puedo hacer por usted.
—No se preocupe, solo voy al café del frente—Le respondí.
—Entonces yo le invito el café, es lo menos que puedo hacer—
