Estando todas las partes reunidas, incluso el impresentable de Kyle quien esperaba obtener algo esta vez. El abogado dio inicio a su lectura, y con ello mi mente viajo al pasado. Exactamente al día que esta maldición dio inicio.
*Flashback*
Escapar, esa era la idea que atravesó mi cabeza cuando con solo doce años, mi madre me obligó a ir a una fiesta. Hasta ahí no había nada de malo. Lo horrible era saber el motivo.
— ¿Esposo? —pregunté asustada—. Pero madre, yo no quiero casarme.
— No ahora, pero es bueno relacionarse con gente de buena familia, personas que están a nuestra altura.
— Pero mis hermanas son mayores, ellas podrían…
— Ellas no tienen tu apellido. Ser una Mariani incluye sacrificios, y es lo que harás para sacarnos de esta inmundicia.
— Mamá… —sollocé.
— Y no empieces con tales estupideces, mantén la compostura.
Muy a mi pesar, Mi madre me llevó a esa fiesta, donde personas de alto status social se reunían. Rápidamente ella entabló una conversación con alguien que seguro era algún conocido.
Entonces, aprovechando la confusión, me alejé de todos esos estirados. A mi no me importaba toda esa tontería. Solo quería respirar un poco o tal vez escapar. Pero soy consciente, no tenía a dónde ir.
Llegué hasta una fuente de agua, ahí me senté a descansar un momento. Posando mis cabeza sobre mis manos, me quedé mirando a las flores y hojas marchitas que estaban en el suelo. Decidí tomar una pequeña flor en mis manos, pasando mis dedos por sus pétalos.
Estuve así por un buen rato, hasta que el frío me atravesó a los huesos.
— ¡Uhh! —tirité de frío frotandome los brazos. Me enderecé para regresar, mas el agua en la fuente terminó salpicando mi vestido y parte de mi rostro.
Asustada, pero más llena de curiosidad me acerqué, y observé a una persona que se incorporaba del agua. Las mangas de su saco y rostro estaban empapadas.
— ¿Se encuentra bien? —pregunté.
Él levantó el rostro, sus ojos azules hicieron contacto con los míos, mientras las gotas de su rostro caían una tras otra. Era un jovencito muy apuesto. Sentí como mis mejillas se ponían calientes, no era como cuando estaba cerca a Harry, esto era distinto.
— Demonios, esto era lo último que me faltaba —murmuró, mirándose a sí mismo— Oye ¿Vives aquí? —me preguntó.
— No, sólo soy una invitada.
— Maldición… —suspiró, intentando seguir con su camino, pero al hacerlo se tambaleó.
Mamá me daría una zurra por ensuciar mi vestido, pero no iba a dejar a alguien que necesitaba mi ayuda.
— Espereme un momento —le dije.
— ¿Qué piensas hacer?
— No se preocupe, volveré enseguida.
Corrí muy rápido, logré escabullirme para no ser descubierta y regresé con lo que necesitaba.
— ¡Aquí está! —dije extendiéndole el saco.
— ¿Y de donde sacaste eso?
— Tengo algunos trucos bajo la manga —sonreí.
Él me devolvió la sonrisa, quitándose el suyo para colocarse el que yo había traído.
Tomando asiento junto a él en la fuente, hice la pregunta que tenía dándome vueltas en la cabeza.
— ¿Quién es usted?
Él casi se atraganta en la risa.
— ¿No sabes quién soy?
— Si lo supiera, no se lo preguntaría.
— Entonces creo que no soy tan famoso como creí.
Yo parpadee confundida.
— Bueno, debo ir a buscar a mi chófer y pedirle que me lleve a casa.
— ¿Tan pronto te vas? —mi desilusión fue notable.
— Como verás, no estoy en condiciones de quedarme.
— ¿Estás enfermo?
— No —negó con su cabeza —. Es una condición que tengo desde que era un pequeño. Debo cuidar mi glucosa o puede ocurrir lo de hace un momento.
— Entiendo.
— Toma, mejor devuelve esto o te meteras en problemas —me entregó el. saco.
— ¿Qué tanta falta le hará una prenda a un rico?
— Supongo que tienes razón, pero no está bien tomar lo que no te pertenece, pequeña florecilla.
— ¿Florecilla? —me sonrojé.
—Desde que te vi, estás con esa flor en la mano, y eres bastante pequeña.
De inmediato solté la flor, girando mi rostro a otra dirección.
— Sí te pido que me lleves ¿Lo harías? —pregunté sin pensarlo.
— ¿Qué? —su rostro notaba sorpresa— ¿Cómo puedes decir eso? ¿Qué diría tu familia?
— A mi familia no le intereza. Para ellos solo soy la llave de ingreso a la sociedad — bajé el rostro con un sentimiento de soledad—. Buscan un rico con quien comprometerme.
Arrodillandose para tomar la flor que tiré al suelo, él la colocó sobre mí cabello. Miré su rostro que me mostraba compasión.
— Entonces… si no te gusta ninguno de esos tipos ¿Te casarías conmigo?
— ¿Qué? —dije con todo mi rostro rojo.
De pronto, el jovencito acercó su rostro, hasta pegar sus labios con los míos. Fue breve, tan solo un roce, pero suficiente para que mi mente volara al cielo.
— Ya sabes —tocó mi cabeza—. Si no encuentras esposo, búscame. Me llamo Edzel.
Y como si se tratara de un sueño, desapareció en la oscura noche.
*Fin Flashback*
De ese muchacho que robó mi primer beso, no quedaba más que la mirada azul.
— Dada la última voluntad del señor Giovani, fallecido hace seis años y dos meses, y sabiendo la primera mitad del testamento. Doy comienzo a la lectura de la otra mitad.
Esa era la parte más interesante que todos esperaban.
— Yo, Giovani Erardi, en plena facultad de mis decisiones. Dejo a mi hija Iris, una pensión vitalicia equivalente al 10% de los ingresos de cada mes en las empresas Erardi, además del hotel en París.
Al oírlo, observé el rostro de disconformidad de Kyle, se le notaba furioso, pero Iris recibía todo con gratitud.
— Y recalco en dejar mis demás bienes, empresas, casas y riquezas adquiridas en vida, a mi hijo Edzel Erardi.
Él sonrió complacido.
— Ahora, existen dos últimas condiciónes.
— ¿¡Qué!? —gritó incrédulo—. ¿Cómo que otra condición? ¿Acaso va a seguir manejando mi vida aún despues de muerto?
— Señor Edzel, calmese y por favor déjeme terminar —dijo el abogado.
Tomando asiento, Edzel decidió seguir escuchando.
— Se que ya han pasado los seis años, y estoy seguro que Hanna, ahora es una adulta capaz de tomar sus propias decisiones, por lo tanto, mis dos últimas condiciones son: Un año en el que se tendrá que comprobar que ambos viven bajo el mismo techo como marido y mujer. Hecho esto, recibirán la mitad de la herencia.
— ¡Solo la mitad! ¿Qué buscaba ese viejo, exactamente? —preguntó Edzel volviendo a pararse.
— Señor, le vuelvo a pedir que se calme.
— Siga, por favor —le pedí al abogado.
— Gracias. Y la segunda condición es que se les dará catorce meses, empezando desde el mes próximo para que haya un heredero. Con esto último, Mis bienes en su totalidad pasarán a manos de mi hijo mayor y la de su esposa.