Creí que ella lo había entendido bien. Cuando hablamos por el celular, Melody no parecía tan furiosa, pero él hecho de que me haya esperado en la sala de espera con la secretaria, me indicaba todo lo contrario. Entregándome una revista, me mostró su mueca de rabia. — ¿Qué es esto? —le dije. — ¿Qué es? Ábrelo y averigualo —me respondió. No me agradó en absoluto su tono, pero decidí evitar hacer un espectáculo a plena vista. — Vamos a mi oficina. — No, quiero que respondas ahora. — ¡A MI OFICINA! —grité, provocando que Melody se congelara del susto. Sus ojos y su boca parecían no creer el hecho de que le haya levantado la voz. Caminé por delante de ella, para abrir la puerta, y sólo después de que entrara, ingresé yo. — ¿Qué fue eso Edzel? —inquirió, refiriéndose al grito—.