Haciendo resonar en cada rincón de la casa, cerré la puerta con toda mi alma ardiendo en rabia. ¿¡Quién es él!? ¿Con qué derecho? Cierro los ojos y volvía a ver la imagen del imbécil de su amigo tocándola. Lo peor, es que a ella no parecía importarle. Como si no fuera la primera vez que lo hiciera. — ¡AHH! —grité lanzando un jarrón que adornaba la entrada. Asustados, los empleados se quedaron pasmados al ver mi descontrol. — ¿¡QUÉ DIABLOS HACEN AHÍ!? ¡LIMPIEN ESTO! —ordené alejándome a mi habitación. Creí que en la soledad de mi habitación volvería a la calma, mas no era así. ¡Mierda! ¡Maldita sensación! Aborrezco sentir esto. No es posible que esté así solo por… Mirando el bastón, actúe dejándome llevar por la ira. Con el crujir del vidrio y los pedazos cayendo al piso, me d