— ¡Ay, pero si es el dictador! —dije levantando mis brazos de golpe; lo que causó que Harry tuviera que soltarme—. “Mi amado y fiel esposo" Ja, ja, ja —empecé a reír como fuera de mi cordura. — Esto es lo único que faltaba —refunfuñó Edzel, apretando los dientes—, que llegues en tan deplorable estado. — Tranquilo, solo bebí unas… veinte o más copas. — ¿Por qué está así? ¿Acaso tu le hiciste esto? —preguntó, dirigiendo su mirada gélida a Harry. — No, no, no —negué con la cabeza, caminando con la poca estabilidad que me daban mis piernas—. Yo quise beber y lo hice, nadie me obligó. — Creo que deberías llevarla adentro, dale un buen café y que duerma. Mañana tendrá un terrible dolor de cabeza. — No me digas que hacer ¿De acuerdo? ¡Es mi esposa, te lo dejé claro en el evento! ¡Y no