Marta llevó a Ángela al armario de su habitación, adivinando lo que quería hacer se negó.
—No puedo usar eso...
Estaba empezando a arrepentirse de hacerle caso, esa ropa la habían llevado todas las mujeres que había comprado Alejandro, había tenido sexo con ellas y luego las había desechado como un pañuelo usado.
—¡Escúchame, eres su esposa, puedes hacerlo! —le dijo Marta con seguridad.
Miró la ropa sin seguir convencida, seleccionaron varios vestidos y blusas llamativas, después Marta le contó unos trucos sutiles para llamar su atención.
Ese día Ángela se puso un vestido de tirantes finos , era un color rosado como con flores difuminadas, Alejandro estaba en casa y por petición de Marta se quedaba a comer, ese era el momento que Ángela debía aprovechar.
—¡Te va a encantar mi nueva
