Cuatro días después de nacer Esperanza volvieron a casa siendo uno más, Alejandro cogía el carrito del bebé del maletero para después abrirlo, sin mucho éxito.
—¡Maldita sea como se abre este cacharro! —gritó confuso por el echo de que un carrito de bebé pudiese con él.
Ángela se echó a reír por lo cómico de la situación, un hombre tan fuerte y alto discutiendo con un artefacto.
—¡No te rías!, ¡Es más difícil de lo que parece! —le dijo riéndose él también.
Ángela le entregó la bebé y con maña lo abrió sin apenas esfuerzo, Alejandro miró sorprendido a su mujer y el carrito.
—¡Muy difícil, si!, ¡Estoy sudando del esfuerzo! —le dijo bromeando y con algo de drama.
—Bueno, tu abres el carrito y yo me encargaré de darte placer por las noches.—le ofreció mientras se acercaba a ella.
Ángela
